Entre la política y la literatura vivió Ignacio Ramírez. El “voltaire mexicano” impulsó reformas a favor de los más desprotegidos y su liberalismo “puro” lo hizo oponerse, incluso, al gobierno de Juárez.
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Hubo un tiempo en el que los periodistas no se vanagloriaban por su objetividad, el calce de su trabajo estaba medido por su defensa a la libertad de pensamiento. Aquella generación -que vivió una época atribulada del país- se hacían llamar “liberales puros”. Se defendían a los desamparados, pero también se refugiaban en un nacionalismo excesivo para defender a México frente a los intereses extranjeros.
Nigromante no se redujo a su propia libertad, veló por las libertades colectivas y el bienestar común. Se abocó, sobre todo, a los pobres y a los indígenas. Él mismo era descendiente de caciques mexicas y de tarascos por parte de su madre, “en ser indio mi vanidad se funda”. Su padre ayudó a nutrir a la milicia del cura Miguel Hidalgo.
Ignacio Ramírez nació el 22 de junio de 1818 en San Miguel el Grande (hoy San Miguel de Allende), Guanajuato. Una región mayoritariamente conservadora, pero que paradójicamente propicia en sus pobladores un ateísmo férreo. Ignacio Ramírez contó sobre su propia infancia:
“La pasé con sarampión, viruela, sustos, regaños, misa, escuela… no era malo; era un niño que se divertía, jugaba con todas las muchachas a las escondidas; y en lugar de escuchar explicaciones sobre cosas que nunca he entendido, me escapaba de la escuela para vagar por el campo, a la orilla de ese arroyo que los queretanos llaman río”.
La casa donde creció el Nigromante ahora es un museo en el centro de San Miguel Allende, se ubica en el centro histórico sobre la calle Dr. Hernández Macías #75. Cuando Ramírez tenía 16 años vivió en la Ciudad de México donde estudió en el Colegio San Gregorio, después a los 18 elaboró un discurso para poder entrar a la Academia de Letrán, cuyo título bastó para que se les cayeran los bigotes a los académicos:
“No hay Dios, los seres de la naturaleza se sostienen así mismos”.
El colegial estudió jurisprudencia, su afilada pluma lo hace adoptar el periodismo como profesión. Sus primeros textos se publican en Don Simplicio, donde esgrimía artículos contra el ejército y el conservadurismo. Ahí, Ignacio Ramírez escribe bajo el pseudónimo de “Nigromante”. Aquella publicación, donde también participaba Guillermo Prieto se confronta contra el conservadurismo y sobrevive a la censura.
Pero en medio de la invasión estadounidense (1846) el Nigromante se une a las milicias. También ayudó a combatir contra los franceses desde el puerto de Mazatlán. Pero mejor pensador que soldado el Nigromante se dedicó a escribir y fundar medios. También se le conoce poesía y teatro.
Por algún tiempo se dedicó a dar clases en Toluca, también representó al estado de Sinaloa como diputado federal. Fue uno de los redactores de la Constitución de 1857, tan liberal que provocó una guerra, alentada por la iglesia y el bando conservador.
Nigromante era un ilustrado, su paso por algunos meses por el gobierno de Benito Juárez como secretario de Justicia e Instrucción Pública lo aprovechó para fundar la Biblioteca Nacional. El periodista Guillermo Prieto decía que después de haber entrado a bibliotecas “erguido y esbelto salió de ellas literalmente encorvado y enfermo, pero erudito y sabio, eminentemente sabio”. El Nigromante hablaba latín, sanscrito, francés, náhuatl y era docto en cantidad de temas, en el Pacífico ayudó a clasificar especies de animales que no eran estudiadas.
El periodista decía que la mitad de México vivía en el retraso mientras las mujeres no tuvieran acceso a la educación. Defendió también a las clases trabajadoras. Nigromante abogó por la educación bilingüe para las comunidades indígenas. En el siglo XIX casi nadie proponía eso – ni siquiera Benito Juárez-.
La única salida que encontraba para que los indígenas pudieran salir de su postración era la insurrección. En el periódico Temis y Deucalión publicó el manifiesto A los Indios: “vuestros jueces saldrán de vuestro seno, y vuestras leyes de vuestras costumbres”. El nigromante fue encarcelado, la defensa legal la hizo él mismo y logró salir. En realidad, el hombre pasó por la cárcel casi una decena de veces.
El Nigromante apoyó el gobierno de Juárez, pero terminó por romper con el liberal porque pensaba que se estaba perpetuando en el poder. Apoyó a Ignacio Lerdo de Tejada y se alejó; también apoyó a Porfirio Díaz, pero al final de su vida también rompió con él. Estaba en contra de la reelección. Su último cargo político fue en la Suprema Corte de Justicia.
El voltaire mexicano, murió el 15 de junio de 1879. Sus restos yacen en la Rotonda de las personas ilustres de la Ciudad de México
Sobre Paseo de la Reforma, en una pequeña explanada llamada Plaza de los Periodistas existe una estatua de Ignacio Ramírez. En el basamento de la escultura un grafiti denuncia “Ni una menos”, la ciudadanía continúa haciendo parte a Nigromante de las exigencias del presente.
En el mural Sueño de Una Tarde de Domingo en la Alameda, de Diego Rivera, Nigromante seguía causando revuelo, cien años después. El muralista dibujó al liberal con su bigote y piocha blanca, pero también le puso en las manos un manifiesto “Dios no existe” ( en lugar de No hay Dios). Pocos días antes de la inauguración el arzobispo Luis María Martínez se negó a bendecir el mural a causa de la “frase atea”. En esos días un grupo de jóvenes entró a la construcción y se dedicó a borrar a martillazos la frase.
Diego Rivera se negó a borrar la frase, incluso el mural permaneció durante un tiempo cubierta. Años después Rivera cedió y dijo: “Para decir que Dios no existe no tengo que esconderme detrás de don Ignacio Ramírez; soy un ateo y considero la religión una forma de neurosis colectiva. No soy enemigo de los católicos, así como no soy enemigo de los tuberculosos, los miopes o los paralíticos”.
Cronista interesado en la historia y autor de la columna Cartohistoria que se publica en Pie de Página, medio del que es reportero fundador. Desde 2014 ha recorrido el país para contar historias de desigualdad, despojo y sobre víctimas de la violencia derivada del conflicto armado interno. Integrante de los equipos ganadores del Premio Nacional Rostros de la Discriminación (2016); Premio Gabriel García Márquez (2017); y el Premio Nacional de Periodismo (2019).
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