«No empatizamos con las víctimas de la Conquista»

12 agosto, 2021

En su documental 499, el director Rodrigo Reyes recorre a través de un soldado español los sitios por donde pasaron los conquistadores cinco siglos atrás, y conoce a quienes han sido víctimas de una violencia aún vigente. El cineasta advierte en entrevista que al no vinculamos con la historia de una manera auténtica, carecemos de empatía con las víctimas. Sin embargo: «no hay tanta diferencia entre estas violencias y las pasadas que exterminaban a poblaciones enteras»

Texto: Daniela Rea

Foto: Cortesía

CIUDAD DE MÉXICO.- Un hombre vestido como soldado del siglo XVI aparece en una playa arrastrado por las olas del mar. El hombre atribulado se levanta y a tientas busca su casco, su espada; se lo pone y comienza a caminar por las dunas de arena, tratando de ubicarse en el espacio. De pronto encuentra un vaso de plástico desechable, una basura cualquiera de playa, la levanta y la mira sin comprender. 

Así arranca el recorrido que este soldado del Ejército de Hernán Cortés realiza desde las playas de Veracruz hasta la Ciudad de México, en un recorrido similar al que realizaron los conquistadores 500 años atrás. Lo que este soldado encontrará a su paso es consecuencia de esa conquista, de esa violencia de la que él fue parte. 

Éste es el documental 499, realizado por el director Rodrigo Reyes. A lo largo de estos días, Rodrigo, “el conquistador” y la película han recorrido los lugares de la llamada “Ruta de Cortés” para proyectar el documental en los lugares y con los protagonistas de la historia; ruta que culminará el viernes 13 de agosto en la ciudad de México en una proyección en compañía de la señora Lorena Gutiérrez, madre de la niña Fátima que fue asesinada y que en esta película comparte su historia.

En este documental Rodrigo Reyes recorre los mismos lugares por donde pasaron los conquistadores y este caminar es la oportunidad para escuchar, conocer a quienes han sido víctimas de una violencia que, aunque parece cosa del pasado, no pierde su vigencia. Ésta es una conversación con Rodrigo Reyes sobre una película pertinente y convocante.

–¿Cómo leer la película en el contexto de los 500 años de la caída de Tenochtitlán?

–Acabamos de salir de la comunidad de Soledad Atzompa, una comunidad indígena en resistencia con la Policía Comunitaria para suplir la ausencia del Estado, donde estuvimos con el poeta Sixto Cabrera; hablábamos de las diferentes manifestaciones de resistencia, como la policía comunitaria en un contexto donde las comunidades indígenas están siendo expulsadas al abismo de la extinción, ya sea porque llega un grupo criminal a dominar su territorio o por la indiferencia social.

Hablando con Sixto nos decía que en su juventud se avergonzaba de su lengua, de hablar náhuatl y buscó integrarse con los mestizos en la ciudad de México y en ese proceso de tratar de asimilarse se dio cuenta que tenía una cultura  que estaba desperdiciando. Esa reflexión para nosotros, que no somos parte de una comunidad indígena, nos hace darnos cuenta que el conquistador de la película existe en nosotros, es un espejo de las violencias que perpetramos, como el silencio sobre lo que sucede a las comunidades indígenas. 

Cuestión olvidable

(fragmentos que salen en la película 499)

De Sixto Cabrera

Aún cuando no haya flores en el campo

ni en las verdes montañas canten los pájaros.

Aún cuando los cantos floridos

duerman en los ojos de los poetas.

Y no se derramen de sus manos

que son vasija de agua.

La palabra retoña

en el corazón de los muertos.

Ahora que llueve en la cueva

cementerio de mis abuelos.

–¿Cómo entender a el conquistador en nosotres?

–Es una película dura, porque sale a la luz el conquistador. Pero con el cariño y la tenacidad de quienes han sufrido violencia y resisten, ese encuentro se presenta no como un regaño, sino como un diálogo. Es muy importante decir la verdad, saber escuchar y nos hemos dado cuenta que ese acto de escuchar es lo que más nos hace falta ahorita, para arrancar y caminar con las víctimas que están en nuestro país.

–¿Cómo ha reaccionado la gente cuando ve la película, con quién se relaciona, con quién se identifica?

–Hemos tenido el privilegio de presentar la película en vivo, con las personas que participan en ella y eso hace que haya un diálogo muy interesante porque las personas que salen en la película siguen en resistencia contra el olvido; por ejemplo platicar con Jorge Sánchez (hijo del periodista asesinado Moises Sánchez) y darnos cuenta que existen estos lazos entre un periodista asesinado, una buscadora, una madre de feminicidio; se relacionan, dialogan desde la resistencia.

–500 años después el conquistador hace un camino de regreso y atestigua las violencias que se viven actualmente. 

–Existen en esta geografía tan hermosa de nuestro país y la ruta de Cortés es extremadamente hermosa. Tenemos que entender que existen múltiples tiempos, que nuestro tiempo humano es muy egoísta y ciego a la hora de entender que las cosas perduran en el tiempo, por eso el conquistador lo primero que encuentra es un vasito, una basura, fallamos a la hora de dimensionarnos en el tiempo y pensamos que lo que no me ocurre a mí no es mi problema, y eso es verdad hoy ayer y siempre. Esas conexiones de la violencia son muy naturales porque están mutando, no ha cambiado la esencia de las cosas.

¿Qué diferencia hay entre la sumisión de un pueblo indígena a una encomienda, de todos los problemas de las violencias de ahora a los anteriores, el tema de la búsqueda (de desaparecidos)? ¿Cómo las personas tienen que suplir una ausencia de Estado y de justicia en un contexto muy muy violento donde se está borrando la memoria de una persona? No hay tanta diferencia entre estas violencias y las pasadas que exterminaban a poblaciones enteras. 

Creo que debemos de entender la historia como una construcción. Creo que el gran problema, tanto a la hora de hablar de la Conquista como de los desaparecidos, es esta idea de que es una situación ajena a la realidad nuestra, me voy a blindar, a proteger, a armar de silencio e indiferencia. Carecemos de empatía porque no nos vinculamos con la historia de una manera auténtica, sino que tenemos esta idea patriotera y simplista de “somos aztecas y nos conquistaron”, pero no empatizamos con las víctimas de esa conquista.

En los últimos 20 años estamos viendo cómo la sociedad civil se organiza para atender esas violencias. ¿Qué pasaría si en esta recreación del Templo Mayor se hiciera un acto de escucha en el Zócalo, se invitara a los colectivos organizados contra la violencia y se invitara a contar su experiencia para imaginar qué queremos para el futuro del México?.

–En las conversaciones que ha habido de las personas de la película, de sus resistencias, ¿qué encuentras tú de hilo común en esas resistencias?

–El hilo común es que, ya sea el tema de migración, feminicidio, corrupción, desaparición, todo gira en ser escuchados y a partir de ahí construir justicia. Nadie de las personas que han participado en la película, nadie, exige violencia y venganza. 

En Jalapa presentamos en “Casa de nadie”, vino la señora Martha González (busca a su esposo desaparecido, policía) y quiso invitar a la Comisión Estatal de Búsqueda y la persona de la CEB dijo una cosa muy reveladora: el gobierno necesita de las brigadas de buscadores, necesita también que las personas, los vecinos, participen del proceso de búsqueda, dando información, por ejemplo. 

En los últimos sexenios simulación de las cosas, porque no escuchamos, porque estamos diciendo desde arriba “la realidad es esta”. Colonialismo es imponer desde arriba, imponer un régimen y una estructura, eso es ser colonialista. Lo eres cuando ignoras e impones.

–¿Cómo estas conversaciones alrededor del colonialismo fueron nutriendo tu proceso de hacer la película?

–Siento que tuve que pasar por un proceso de descolonizarme a mí mismo, de todo un bagaje cultural. En ese proceso de dejar atrás a El Laberinto de la soledad, a Alfonso Reyes un poco, a Vasconcelos, de acercarme a José Revueltas, a las feministas en México, eso me ha ayudado mucho, el pensar cómo llevas a cabo este proyecto, cómo te acercas a las personas que fueron víctimas de la mano de un conquistador, eso me obligó a tener claros los conceptos y las ideas para poder relacionarme y generar una colaboración digna. Esta película ha sido muy importante de crecimiento personal y las ideas tienen que romperse y abrirse a la realidad. La generosidad de las personas que han sido víctimas es lo que más me ha marcado, me enseñaron lo que significa resistir. Con eso me quedo, que la resistencia es tremendamente esperanzadora. Es radical.

–Me gustaría seguir pensando en la propuesta de la película de “pensar en el conquistador que somos”.

–Lo hemos hablado mucho con Eduardo (el actor), somos una sociedad muy compleja, y puede ser difícil reconocer al conquistador porque puede parecer anacrónico, pero en realidad no es tan distante, lo llevamos dentro, por eso al ver la película es tan incómodo, que compartimos puntos de vista con el conquistador, compartimos su homofobia, su violencia de género, su profunda ignorancia cultural. ¿Por qué nos preocupamos de los indígenas de hace 500 años y no de los de ahora?

Pero cómo nos contamos nuestra propia historia nos ayuda a reconfortarnos, a silenciarnos y a darle espacio a este conquistador interno, es más difícil escuchar qué está pasando ahorita y saber que no voy a tener respuestas; mucho mejor escribir una narrativa facilona que nos reconforte, que ordene las cosas en el tiempo porque escuchar lo que está pasando ahorita, una realidad que no voy a saber procesar, porque no he hecho el ejercicio de escuchar. Es muy difícil, y ahí el conquistador mismo sufre mucho al tener que escuchar, porque el acto de escucha lo va resquebrajando, pero es algo que debe ocurrir. Tenemos mucho miedo y nuestro conquistador se nutre de ese miedo a abrirnos a la realidad de las cosas.

–¿Cómo fue para Eduardo (actor español que personifica al Conquistador) ver, conocer a las víctimas de la violencia?

–Cuando vemos la historia en buenos y malos, vemos que los propios españoles sufrieron bajo esa corona que conquistó América, ellos vivieron bajo un reino sumiso, rígido, intransigente, egoísta, ellos han vivido su propia violencia y tienen una historia pendiente con la Guerra Civil, por ejemplo. 

Es importante que los perpetradores comprendan lo que está pasando, que los perpetradores de violencia entiendan la violencia. Por eso se ha hablado tanto de comisiones de verdad, que no han prosperado pero que es importante que entendamos lo que ha ocurrido, y eso incluye a los opresores, a los conquistadores, por eso mismo él debe escuchar, comprender de qué fue parte, lo que él ayudó a construir, porque solo así se van a desmantelar las cosas, porque es imposible decir quiénes son los buenos y los malos, tenemos que generar una ética. 

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499: Un conquistador, parte del ejército de colonizadores imperialistas a mando Cortés de hace 499 años, naufraga en las playas del México de hoy. Este invasor sonámbulo nos

guía por las oscuras consecuencias de la historia mientras observa el mundo que no imaginaba y al que ha regresado. La película hábilmente entrelaza la brutalidad con una

belleza tierna, la realidad brutal con el reino de los sueños”, Jim Jarmusch.

No te pierdas este jueves 12 de agosto a las 16:00 horas el Conversatorio “Diálogos sobre el pasado presente”, con la presencia de Rodrigo Reyes, director del documental 499, en la plancha del Zócalo esquina con 20 de noviembre.

Y este viernes 13 de agosto el documental 499 se proyectará en la Comisión de Derechos Humanos de la Ciudad de México a las 10:00 horas, con la presencia de la señora Lorena Gutiérrez. 

Reportera. Autora del libro “Nadie les pidió perdón”; y coautora del libro La Tropa. Por qué mata un soldado”. Dirigió el documental “No sucumbió la eternidad”. Escribe sobre el impacto social de la violencia y los cuidados. Quería ser marinera.