¿Por qué a los niños Santa y los Reyes les traen juguetes de guerra? Con esta entrega inauguramos Jardín de Espejos, una columna para hablar sobre género y cultura
Tw: @aceves_ever
Jugamos en nuestra infancia,
ella usaba sus muñecas,
yo jugaba con carritos.
Prefería yo su cesta
donde las guardaba siempre.
Tenía, pues, mucha pena,
pero me armé de valor.
Le pregunté: “¿me las prestas?”
—sus muñecas señalé…
Yo, tan sólo por inercia,
quería alisar vestidos,
predilectos los de seda
o de organdí o de lamé.
¿Y esa cajita que suena?
La bailarina y su tul.
Usaré en futuras fiestas
vestidos de alta costura
con plisado como el de ellas
y dorados alamares…
A Santa hice la promesa
de portarme bien, y así
recibir mi dicha entera:
la muñeca celuloide
con sus recogidas trenzas
y larguísimas pestañas.
Llegó, pues, la Noche Buena.
Bajo el árbol, los regalos.
En mi cara estaba impresa
una sonrisa. Alegría.
Mi madre, harto contenta,
y finalmente, mi turno.
Como tigre, la compresa
caja desgarré, buscando
con todas, todas mis fuerzas
mi premio, mi galardón…
¿LO-CO-MO-TO-RA-DE-GUE-RRA?
Ese regalo, seguro
para mis hermanos era.
—Tengan, perdón por abrirlo.
—¡Es tuya, hijo mío, vela!
—¿¡Y mi petición a Santa!?
—argumenté en mi defensa,
boquiabierto, estupefacto.
Y mis ojos, dos inmensas
lagunas. “¡Tiene misiles!
“¡Dispara! ¡BAM! ¡Cambio y fuera!”
—dijo orgulloso mi padre.
Cayó del árbol la estrella.
En ese instante, fijé
la mirada en una esfera
que rodaba por el piso,
en cuya circunferencia
se reflejó lo prohibido.
Mi sombra se hizo una puerta,
una oscura nublazón.
Inertes formas siniestras
me envolvieron con su voz.
Se abrió el suelo, ramas negras
debajo de mí. Muñeca,
mueve tus largas pestañas
y muy lentamente empieza,
que pretendo en mi memoria
guardar tu imagen de sedas,
las que yo ya no usaré.
Una lágrima concreta,
larga, pesada, indeleble.
Una lágrima de perla
fue cayendo por mi rostro.
Entra ahora en esa puerta,
sin modo alguno de abrir
después de que ésta se cierra,
no sin antes aclararte:
si te encierro en las tinieblas,
estrellas serán tus ojos;
si te pido esta miseria,
te juro que no es por mí.
Nunca habrá alguien que te quiera
como yo te quiero a ti.
Se desvaneció entre telas,
moviéndome sus pestañas
sobre azulados planetas
—ojos de infinitos mares
donde vi peces que vuelan.
Se despedía de mí.
Se desvaneció funesta
para no volver jamás.
La voz de una niña suena
al interior de mis muros;
es esta una voz risueña,
pero al salir de mi boca
se escucha un viril fonema,
silente. Emito un sonido
que en el tiempo se congela,
se miente… “¡Tiene misiles!
“¡Dispara! ¡BAM! ¡Cambio y fuera!”
—dijo orgulloso mi padre.
Cayó del árbol la estrella.
En ese instante, fijé
la mirada en una esfera
que rodaba por el piso,
en cuya circunferencia
se reflejó lo prohibido.
“BAM, BAM” —dije— “cambio y fuera”.
Évolet Aceves escribe poesía, cuento, novela, ensayo, crónica y entrevistas a personajes del mundo cultural. Además de escritora, es psicóloga, periodista cultural y fotógrafa. Estudió en México y Polonia. Autora de Tapizado corazón de orquídeas negras (Tusquets, 2023), forma parte de la antología Monstrua (UNAM, 2022). Desde 2022 escribe su columna Jardín de Espejos en Pie de Página. Ha colaborado en revistas, semanarios y suplementos culturales, como: Pie de Página, Nexos, Replicante, La Lengua de Sor Juana, Praxis, El Cultural (La Razón), Este País, entre otros. Fue galardonada en el Certamen de ensayo Jesús Reyes Heroles (Universidad Veracruzana y Revista Praxis, 2021). Ha realizado dos exposiciones fotográficas individuales. Trabajó en Capgemini, Amazon y Microsoft. Actualmente estudia un posgrado en la Universidad de Nuevo México (Albuquerque, Estados Unidos), donde radica. Esteta y transfeminista.
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