Después del asesinato de la activista feminista Marielle Franco, en el 2018, las mujeres negras de Brasil se movilizaron para ocupar cargos públicos municipales. Este 15 de noviembre, entre amenazas de muerte por un país polarizado con el gobierno de Bolsonaro y restricciones por covid-19, irán a elecciones
Texto: Bruna Pereira y Macarena Aguilar / OpenDemocracy
Fotos: Dokttor Bhu Bhu y Allan Calisto
BRASIL.- “Cuando la asesinaron, el movimiento de mujeres negras convirtió el trauma colectivo en acción política institucional”, dice Ana Carolina Lourenço, cofundadora de Mulheres Negras Decidem, sobre Marielle Franco, la edila negra y queer de Río de Janeiro, que era una voz de denuncia de la violencia policial y fue asesinada poco antes de las elecciones generales de 2018.
Brasil ocupa el lugar 132 en una lista de 192 países en materia de participación femenina en órganos legislativos, más atrás que la mayoría de sus vecinos. En el ámbito local, apenas 12 por ciento de las alcaldías del país están encabezadas por mujeres, y las negras – que constituyen 27 por ciento de la población – gobiernan apenas 3 por ciento de las municipalidades.
Más de mil mujeres negras en todo el país decidieron postularse luego del asesinato de Franco en 2018, lo que constituye un 60 por ciento de aumento respecto del anterior ciclo electoral de 2014. Hoy, el crecimiento general de las candidaturas femeninas también es visto como resultado de la reacción que generó ese crimen.
Los comicios de 2018 fueron un momento decisivo para la participación de las mujeres en política, porque la ciudadanía eligió una cantidad récord de parlamentarias.
El número de mujeres en las asambleas legislativas estatales pasó de 120 en 2014 a 164 en 2018 (un aumento de 37 por ciento). Y en la Cámara de Diputados federal, las mujeres pasaron de ocupar 51 de los 513 escaños en 2014 a 77 en 2018 (un crecimiento de 51 por ciento).
Mulheres Negras Decidem, un grupo creado en 2018 para potenciar la visibilidad de las candidatas negras y producir y divulgar datos sobre los desafíos que enfrentan las mujeres negras en la política, ganó impulso como parte de ese movimiento.
Lourenço ubica el origen de esta ola de mujeres negras hacia la política en las décadas formativas de 1990 y 2000. Mediante políticas de acción informativa, las negras comenzaron a tener acceso a las universidades y muchas obtuvieron experiencia en la administración pública durante los años que gobernó el Partido de los Trabajadores (2003-2016).
Por tanto, más candidatas que nunca, entre ellas las negras, compiten en estos comicios locales – los primeros desde que Jair Bolsonaro asumió la presidencia en 2019.
Para Tainá Rosa, que se postula para concejala en Belo Horizonte, capital del estado sudoriental de Minas Gerais, esto empezó el año pasado en el icónico encuentro Ocupa Política.
Ahí conoció a varias dirigentes políticas e “instantáneamente decidí que quería ser parte de este movimiento de mujeres negras ocupando la política”, recuerda. “Ese mismo día hablé con Lauana y creamos Mulheres Negras Sim”. Lauana Nara es su compañera en una “candidatura colectiva”.
“Elegimos el nombre en forma deliberada para subrayar el ‘sí’ a la vida, ante las numerosas muertes de mujeres negras, y el ‘sí’ a nuestra presencia en espacios de poder de los cuales siempre estuvimos excluidas”, explica Rosa.
Candidaturas colectivas como las de Mulheres Negras Sim aparecieron por primera vez en 2016 y están transformando el paisaje político brasileño, que se vuelve más representativo de las mezclas raciales y más inclusivo para las mujeres.
El concepto es simple. Un grupo de personas con un objetivo común se postulan juntas por el mismo escaño. Si lo ganan, una de ellas ocupa oficialmente la banca, pero el grupo adopta las decisiones políticas en forma conjunta.
Esta fue una opción obvia para Rosa, inspirada en la experiencia exitosa de candidaturas colectivas como Juntas en la ciudad nordestina de Recife y Bancada Ativista en la sureña São Paulo.
“Nunca se me ocurrió adoptar otro modelo”, dice Rosa. “Mi experiencia en política siempre ha sido de solidaridad. Para hacer nuestras demandas, unimos fuerzas”.
“Lauana y yo procuramos hacer una campaña que incluya el diálogo y lleve la política más cerca de la gente”, agrega Rosa, quien se describe a sí misma como “una hija de los movimientos sociales y negros de las favelas, y un producto de las acciones afirmativas”.
Su campaña promete combatir el racismo institucional, distribuir recursos de manera más equitativa para llegar a las personas más pobres, e investigar los asesinatos de jóvenes negros en los vecindarios marginados. También promete más acción contra la violencia de género, que viene en aumento durante la pandemia, y crear una guardería de 24 horas para apoyar a las mujeres que no pueden salir de sus casas pues deben cuidar a sus hijos.
Roberta Eugênio de la organización sin fines de lucro Instituto Alziras, que entrena a candidatas en estrategias de campaña y comunicación y en el funcionamiento de la legislación y la financiación electorales, asegura que las mujeres siempre participaron en política.
Pero esa intervención ha sido sobre todo en asociaciones vecinales, reclamando saneamiento básico, atención de salud, educación y guarderías. “Lo que estamos viendo ahora es un reconocimiento y un apoyo a su participación formal”, dice.
Solo este año Eugênio entrenó a casi 2.000 precandidatas de un amplio espectro de partidos en cómo dirigir una campaña para un cargo de concejala o alcaldesa en los próximos comicios. La mitad eran mujeres negras y muchas se postulan en algunas de las regiones más remotas de Brasil.
Eugênio temía que el impacto del covid-19 alejaría a las mujeres de la campaña, pero le resultó alentador comprobar la numerosa asistencia a sus clases. “Las elecciones municipales son para las mujeres la puerta de entrada a la política formal”, explica.
Una investigación del Instituto Alziras comprobó que las ciudades gobernadas por alcaldesas tienen casi 50% más de probabilidad de contar con paridad de género en los cargos de gobierno locales.
“Incluso si la cantidad de mujeres electas en estos comicios aumenta solo en 1, 2 o 3 por ciento, aunque parezca muy poco, tendrá un gran efecto multiplicador”, asegura. Muchas más mujeres cuentan ahora con herramientas y redes para seguir compitiendo hasta que finalmente lo consigan.
Según el Tribunal Superior Electoral (que supervisa el sistema de elecciones), 34% de las candidaturas para concejales son de mujeres, y 16,8% de ellas son negras. La carrera para las alcaldías no es tan prometedora: solamente 13% de los candidatos son mujeres, y de ellas 4,5% son negras.
Hace ya más de una década que en Brasil se exige por ley que 30% de las candidaturas de cada partido sean de mujeres, pero esto ha impulsado poco la participación de mujeres en las legislaturas nacionales y estatales. Los partidos suelen presentar candidaturas femeninas “fantasma” solo para cumplir con la cuota, pero con escasos recursos y apoyo.
Otra ley, aprobada poco después de las elecciones de 2018, obliga a los partidos a destinar a las mujeres al menos 30 por ciento de los fondos públicos para elecciones. Pero, nuevamente, los partidos usan muy a menudo las candidaturas femeninas para desviar el dinero a candidatos varones.
Según Ana Carolina Lourenço, de Mulheres Negras Decidem, las cuotas para mujeres no necesariamente implican mayor inclusión de mujeres negras, que siguen siendo el grupo más subrepresentado en la política brasileña. Pero Lourenço reconoce que las leyes aprobadas desde 2015 han contribuido a empoderar a las mujeres dentro de los partidos, y a mejorar la rendición de cuentas y la participación de la sociedad civil.
Paradójicamente, a medida que las mujeres negras se hacen más visibles en la política y cosechan victorias, también avanza la agenda del presidente Bolsonaro, que las afecta de manera desproporcionada.
“La política y el discurso de Bolsonaro chocan en forma directa y obvia con el movimiento de mujeres negras”, dice Lourenço. “Todas las políticas públicas que su gobierno destruye, o aprueba, afectan nuestras prioridades, entre ellas la defensa de los derechos humanos y la incorporación de una perspectiva de género y raza en las políticas públicas”.
La violencia contra las mujeres candidatas está también al alza.
Pocos días atrás, la diputada federal Talíria Petrone dijo haber recibido amenazas de muerte. “Los ataques a las mujeres y a los cuerpos negros no deben ser naturalizados en ningún contexto, tampoco en el ejercicio de mandatos parlamentarios ni en procesos electorales”, dijo Petrone en una declaración llamando a sus seguidores a firmar una petición internacional para proteger su vida.
Petrone, amiga y aliada de Marielle Franco, ha sufrido amenazas desde 2017, cuando se convirtió en concejala de la ciudad de Niterói, muy próxima a la capital carioca, en el estado de Río de Janeiro.
Según un estudio del Instituto Alziras la violencia – junto con la inadecuada financiación y la escasa visibilidad en los medios – es un factor clave para alejar a las mujeres de la política. “La violencia contra las candidatas empieza con provocaciones menores, que son consideradas inofensivas. Y desde allí escala”, explica Eugênio.
El entrenamiento para las aspirantes a un cargo electivo suele incluir recomendaciones sobre seguridad en línea y pasos a seguir si se vuelven víctimas de diferentes tipos de violencia.
Rosa recuerda una ola de mensajes de odio y racistas que aparecieron a fines de septiembre en el chat de una reunión virtual de Mulheres Negras Sim.
“Tengo miedo de que esta violencia directa sobre mi cuerpo continúe”, dice. “La política de odio de Bolsonaro no nos conviene. Debemos insertar nuestra cultura en la política para que deje de ser gris y empiece a reflejar a nuestra población”.
*Esta es una versión editada de un artículo publicado por el proyecto Documenting The Resistance de openDemocracy. Traducción: Diana Cariboni.
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