Mujeres, botín de guerra de la violencia interminable de los pueblos

6 noviembre, 2019

Para calmar el dolor de los más de 4 mil 800 días de violencia que ha vivido en su natal San Juan Copala,  Emelia eligió la sororidad y resiliencia. Con sus recursos  y su voz acompaña a otras mujeres triquis como mediadora, como mujer pacifista que ha vivido y sufrido el desplazamiento forzado

Texto: Diana Manzo / Página 3 / El Muro / ItsmoPress

Video: Karen Rojas Kauffmann

OAXACA, OAXACA.-  Esos ojos negros hablan más que la voz que expresa la palabra. Emelia habla de la justicia, como un valor moral que aún no llega para calmar la violencia que viven las mujeres triquis como ella. Su anhelo es la “unificación” de un pueblo indígena  llamado San Juan Copala que  desde hace mucho que no vive la paz social.

En 2006 –el año del movimiento popular magisterial de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca–, resurgió la violencia en esta comunidad indígena de la mixteca alta de Oaxaca.

Desde entonces las mujeres triquis han sido “botín de guerra”, explica Emelia. Apunta: “las mujeres” son ahora las que negocian y las que también han desaparecido en esta disputa por territorio.

Este pueblo indígena existe y resiste en una superficie aproximada de 500 kilómetros cuadrados.

Así lo narra la investigadora Susana Flores López, del Centro de Investigación y Estudios Superiores en Antropología Social, en su texto “Desplazamiento Interno Forzado en San Juan Copala: ¿desindianización triqui?”.

De los 64 grupos étnicos que hay en México, 18 habitan en Oaxaca. Son mixtecos, zapotecos, mixes, chatinos, chinantecos, huaves, mazatecos, amuzgos, nahuas, zoques, chontales de Oaxaca, cuicatecos, ixcatecos, chocholtecos, tacuates, triquis, afromexicanos de la Costa Chica de Oaxaca y, en menor medida, tzotziles.

«Es común escuchar hablar sobre los triquis como ‘gente sin razón’, ‘bárbaros’, ‘mercenarios mata familias’, en las comunidades vecinas: Juxtlahuaca, Putla y Tlaxiaco. Pero desconocen que existió un proyecto de autonomía. Sólo saben que por allá matan y aconsejan no acercarse a la comunidad”, dice la investigadora.

Emelia viste ese atuendo rojo no por folclor, sino por tradición. Lo heredó de su abuela, su madre y sus tías. Mientras no exista justicia en San Juan Copala, no habrá paz, sostiene. La “justicia” no es  matarse los unos a los otros o ajustar cuentas como ha ocurrido hasta ahora, sino que las autoridades de justicia en  Oaxaca dejen de “criminalizarlos, discriminarlos y acusarlos de culpables en todo instante”.

La activista y defensora de los derechos humanos proviene del Movimiento Unificador de Lucha Triqui (MULT), organización que fundó Heriberto Pazos, asesinado en el 2005. Ella explica que los triquis ya no soportan la violencia generada por la disputa de territorio porque, según dicen, “hay yacimientos importantes de metales preciosos”. Esto sólo ha generado muertes, desapariciones y desplazamiento.

Emelia reafirma que el MULT, a pesar de lo que digan, ha demostrado que no busca adueñarse de territorio sino ser resiliente. Ello, a 13 años de un sinfín de conflictos territoriales. Entre los principales grupos con los que el MULT tiene conflictos están el Movimiento Unificador de Lucha Triqui Independiente (Multi) y la Unión de Bienestar Social de la Región Triqui (Ubisort).

Emelia deja caer lágrimas cuando recuerda a sus primas Daniela y Virginia. 

Las hermanas Daniela y Virginia Ortiz Ramírez, de entonces 14 y 19 años, desaparecieron el 5 de julio de 2007. Uno de los años con mayor conflicto entre las organizaciones de la región. 

Desde hace 12 años no las ve. Se esfumaron de la faz de la tierra. Pero lo que más cala a Emelia es la falta de sensibilidad de las autoridades oaxaqueñas, quienes, señala, le han brindado un acceso a la justicia a medias.

–¿Por qué a medias? 

–Imagínate, nos cambian cada que quieren al abogado de oficio, y eso significa volver a iniciar la investigación. No hay traductor, nosotros apenas y podemos pronunciar palabras en castellano, porque nuestra lengua es el triqui. Entonces cuando llega mi tía o los testigos, simplemente no hay oportunidad de hablar.

A Emelia le da pena pero lo comparte “la diferencia” que la autoridad de justicia hace cuando los recibe para una diligencia o queja.

“Por  ejemplo, cuando llegamos a las instalaciones de la Fiscalía General de Justicia de Oaxaca nos reciben sin importancia, no nos dan el lugar que merecemos, y vemos que a otras personas los reciben en sus cubículos climatizados. A nosotros nos dejan esperando horas, tal vez porque ‘pecamos’ de no hablar correctamente el castellano, o quizá porque vestimos con nuestra vestimenta tradicional, que es nuestra cultura. Tal vez eso sea”, señaló.

Para calmar el dolor de los más de 4 mil 800 días de violencia que ha vivido en su natal San Juan Copala, Emelia eligió la sororidad y resiliencia. Recientemente colaboró con las mujeres que huyeron de “ojo de agua” como desplazamiento forzado y que desde hace varias semanas no han vuelto a pisar su hogar.

“A nosotros los indígenas nos ven como bichos raros, cuando vestimos con nuestro atuendo y cuando hablamos también. Pero en esta guerra donde vemos a diario violencia, muerte y desplazamiento no nos queda más que seguir y luchar, porque nuestro anhelo pacifista es unificar, sólo eso”.

*Esta investigación es resultado del programa Refugio Temporal para Periodistas en Riesgo del área de Libertad de Expresión de la Red de Periodistas de a Pie. Fue realizada por el colectivo Ensamble de Oaxaca, que agrupa a los medios Página 3El Muro e ItsmoPress

Consulta nuestra cobertura:

1a entregaLos guerrilleros Loxicha; la permanente sombra del destierro

2a entregaUna viuda contra los “guardias blancas”

3a entrega: Loxicha, la historia no contada de la guerrilla


Reportera en Unión Hidalgo, Oaxaca.

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