3 agosto, 2021
Entre las principales causas de muerte en México a partir de los 15 años están las enfermedades del corazón y la diabetes, por ello urge tomar medidas que favorezcan la alimentación saludable. Sin embargo, la capacidad de influencia y cabildeo de la industria alimentaria está cooptando a la cumbre de la ONU que se realizará en septiembre, advierten científicos y activistas
Texto: Kennia Vázquez
Foto: FAO, Dan Gold y Erick Aquino /Unsplash
GUANAJUATO.- La pandemia de covid-19 mostró lo poco preparado que estaba el mundo para hacer frente a una emergencia sanitaria de esas dimensiones, pero una de sus mayores afectaciones ya había sido prevista y advertida hace tiempo: la vulneración de la salud de las personas por la ingesta de alimentos procesados cuyo consumo se asocia a prácticas comerciales que los gobiernos no se han atrevido a regular.
La cantidad de muertes asociadas a la presencia de comorbilidades en pacientes de covid tendría que estar provocando cambios a fondo en las prácticas alimenticias mundiales, pero no parece ser así: de nuevo la capacidad de influencia y cabildeo de la gran industria mundial está incluso cooptando a la cumbre de la ONU que se realizará el próximo septiembre, lo que ya ha generado una contra movilización a nivel mundial.
Nada habremos aprendido de la mortal pandemia que sigue cobrando vidas si se permite que los gigantes de los productos procesados impongan su lógica de ganancias desmedidas frente a la salud y la vida de las personas en todo el mundo.
Desde que se dio a conocer que el virus del SARS-CoV-2 hacía mella en las personas con enfermedades crónicas y obesidad se temía el impacto que tendría el nuevo coronavirus en México por las altas tasas de estos padecimientos. En un reporte con datos preliminares, INEGI informó que las tres primeras causas de muerte durante 2020 fueron las enfermedades del corazón (20.2%), covid-19 (18.5%) y diabetes mellitus (13.9%).
La vulnerabilidad del país por la pesada carga que provoca la obesidad y las enfermedades asociadas a la mala alimentación se ve reflejada en el exceso de mortalidad, durante el año pasado hubo 43.5 por ciento más defunciones de las estimadas antes de la pandemia. El aumento de fallecimientos por enfermedades del corazón fue del 38.8 por ciento, mientras que por diabetes mellitus tuvo un exceso de 35.9 por ciento.
Las cifras demuestran la urgencia por tomar más medidas que promuevan la alimentación saludable y desincentiven el consumo de productos chatarra. Y es que la evidencia del daño a la salud por ingerir alimentos ultraprocesados, es clara. En general, la población mexicana que consume estos productos tiene una dieta de menor calidad por la ingesta de nutrientes relacionados con enfermedades crónicas no transmisibles.
Lo preocupante es que desde el grupo de personas de 15 años en adelante, entre las principales causas de muerte están presentes la diabetes y enfermedades del corazón. Estudiosos del tema han mostrado como un mayor consumo de comida chatarra durante “la infancia se asocia a un aumento más rápido del índice de masa corporal, del peso y la circunferencia de la cintura hacia la adolescencia y la edad adulta temprana”.
Las voces que se oponen a políticas como el impuesto a bebidas azucaradas o al etiquetado frontal de advertencia en alimentos suelen argumentar que la ingesta de estos productos es responsabilidad personal y el Estado no debe intervenir. Sin embargo, ahora sabemos que no sólo el ambiente obesogénico facilita la adquisición de esta “comida”, sino que “el exceso de grasas e hidratos de carbono refinados, así como el empleo de técnicas de procesamiento para lograr texturas que mejoran la palatabilidad del producto da como resultado, el sobreconsumo”.
Estos grupos de alimentos generan comportamientos similares a otros trastornos adictivos y cognitivos. Por eso, se les debe tratar como un asunto de salud pública, como al alcohol, tabaco y opioides. Aunque parece obvio, hay que recalcar que un estilo de vida saludable tiene como resultado una vida sin enfermedades crónicas graves.
Según expertos, por cada peso que se paga por comida ultra procesada, se pagan dos más por los daños a la salud y al ambiente. Un costo muy alto.
Al irse conociendo que el SARS-CoV-2 afectaba más a personas con obesidad hubo un creciente interés por adquirir productos menos dañinos, pues se habló como nunca antes de la importancia de la alimentación saludable. Según INEGI, el año pasado los mexicanos aumentaron su gasto en carnes, lácteos, frutas, verduras, huevo, entre otros productos para consumir en casa.
Esa es una buena noticia. Pero, por otro lado, está la cuestión de la inseguridad alimentaria, que se acrecentará como efecto post covid. En la evaluación de la pobreza multidimensional que realizó el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social en 2018 había 25.5 millones de personas que tenían dificultades para acceder a alimentos.
El Instituto Nacional de Salud Pública ha alertado de los efectos negativos de la inseguridad alimentaria, en niños, “se ha asociado con mayor riesgo de ser hospitalizados, con la presencia de talla baja, anemia, problemas cognitivos, así como agresión y ansiedad”. Mientras que en adultos, “aumenta las probabilidades de tener hipertensión, diabetes y depresión”.
Y esto a la larga provoca que “las personas que tuvieron desnutrición crónica en edades tempranas tienen menores probabilidades de completar su educación, son menos productivas y su salario es menor”, dice el INSP. Durante 28 años la desnutrición iba a la baja, sin embargo durante el sexenio pasado hubo un estancamiento, por lo que existe “la urgencia de implementar acciones de prevención de desnutrición, particularmente ante la ausencia actual de programas específicos de prevención dirigidos a este grupo de edad y frente a la crisis económica generada por las medidas de mitigación de la pandemia de covid-19, las cuales han afectado negativamente la seguridad alimentaria y el nivel de ingresos de la población, con posible aumento en el riesgo de desnutrición infantil”, señalan investigadores del Instituto.
El riesgo es que cuando la gente “padece incertidumbre en cuanto a su capacidad para obtener alimentos y se ve obligada a aceptar menos calidad nutricional o cantidad en los alimentos que consumen”, alerta la FAO.
Desde antes de que covid irrumpiera en nuestra realidad, ya se hablaba de un nuevo manifiesto nutricional, es decir, “un cambio significativo que requerirá acciones en los sistemas alimentarios, desde la producción y el procesamiento, pasando por el comercio y la distribución, la fijación de precios, la comercialización y el etiquetado, hasta el consumo y el desperdicio, impulsados de abajo hacia arriba por las comunidades, ciudades, regiones y naciones. Todas las políticas e inversiones relevantes deben ser reexaminadas radicalmente”.
La producción de alimentos está bajo el dominio de unos pocos, “diez empresas controlan el 47 por ciento de la participación de mercado de los 100 principales fabricantes de alimentos del mundo, con ventas que oscilan entre 61.5 y 17.6 mil millones de dólares”, señalaron investigadores de la Universidad de Deakin. Entre ellos se encuentran Nestlé, PepsiCo, Coca Cola, Mondelez, Danone, Kraft Heinz, Unilever, Mars, Kellogg’s y Ferrero.
Son empresas que han contribuido a una dieta globalizada en detrimento de la salud, del medio ambiente, de los productores locales y las cocinas regionales.
Se supondría que después de que covid nos mostrara los graves efectos del actual sistema habría una idea generalizada de cambiarlo. Sin embargo, organizaciones productoras de alimentos a pequeña escala, científicos, activistas y pueblos indígenas del mundo están mostrando su desacuerdo con la Cumbre de la ONU sobre los Sistemas Alimentarios que se realizará en septiembre.
Las organizaciones realizaron la última semana de julio una Contramovilización de los pueblos para transformar los sistemas alimentarios corporativos como rechazo, pues consideran que está desproporcionadamente influenciada por el sector agro-alimentario industrial, además de carecer de mecanismos de transparencia y responsabilidad ya que es fruto de una alianza entre las Naciones Unidas y el Foro Económico Mundial, conformado por las empresas más grandes del mundo.
La exigencia de la contramovilización es trabajar por “una transformación radical de los sistemas alimentarios corporativos hacia un sistema alimentario justo, inclusivo y verdaderamente sostenible”.
Organizaciones de la sociedad civil mexicana se sumaron a la exigencia “por la instauración de un sistema alimentario regenerativo, sostenible, equitativo, justo y saludable”. Por eso hicieron un llamado al gobierno mexicano para que defienda esta postura en la Cumbre.
Sus peticiones son:
-Que el eje rector de las propuestas sean los derechos humanos, en específico el derecho a la alimentación, a la tierra, al territorio y al agua, así como los derechos de las y los campesinos.
-Que el Estado mexicano impulse y promueva programas y políticas públicas integrales en torno a los sistemas alimenticios.
-Que la agroecología sea el principio central de los sistemas alimentarios en la Cumbre, estableciendo la ruta para el abandono de los agroquímicos.
-Que se desarrollen mecanismos para salvaguardar las políticas sobre sistemas alimentarios frente al conflicto de interés y la captura corporativa.
-Que se diseñen mecanismos e instrumentos con fuerza jurídica vinculantes para atribuir responsabilidad a la agroindustria y la industria alimentaria en caso de afectar los derechos humanos.
-Que los sistemas alimentarios sean un punto de partida para combatir la pobreza y la inequidad, asegurando medios de vida y trabajo digno para todas las personas involucradas.
-Que los alimentos y bebidas ultraprocesados, fórmulas lácteas y su publicidad sean regulados a nivel global.
-Que se reconozca la relación directa entre los sistemas alimentarios, el cambio climático y la salud de las personas y el planeta.
-Que se promueva la educación para la sustentabilidad de los sistemas alimentarios, con pertinencia cultural.
Y aunque México mostró una postura de producción de alimentos más sustentable en la preCumbre de Sistemas Alimentarios 2021 realizada en Roma, nuestro país debe dar pasos más decisivos para contar con modelos sostenibles, equitativos, justos y saludables. Y condenar la captura corporativa de la cumbre y que en cambio privilegie el interés público, la salud y el medio ambiente.
Esta nota fue realizada por POPLab, integrante la alianza de medios. Aquí puedes consultar la original.
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