Morelos, la ruta invisible (8/12)

10 abril, 2016

Morelos, la ruta invisible (8/12)
Morelos, la ruta invisible (8/12)

La violencia tiene varias décadas enquistándose en Morelos. En su historia lo mismo coinciden los secuestradores más crueles del país que los narcos históricos, gobernantes ineptos y una larga cuenta de víctimas inocentes.

Texto: Ana Cristina Ramos, Arturo Contreras y Alberto Najar. Fotos: Ana Cristina Ramos y Arturo Contreras.

TETELCINGO, MÉXICO.- Unos treinta policías del estado resguardan el perímetro de dos fosas. Temen que las personas que las rodean saquen sus palas y empiecen a cavar para exhumar los 118 cuerpos de desconocidos que, según las autoridades, yacen aquí. Pero los familiares de desaparecidos sólo llenan de flores la tierra removida y dejan sobre las tumbas guirnaldas de colores con listones que resumen su búsqueda: verdad, memoria y justicia.

Este poblado, al norte del estado de Morelos, saltó a la fama en noviembre de 2015, cuando circuló un video en el que se ve a una retroexcavadora sacar bolsas negras de la tierra; son bultos largos cuerpos de sin identificar. La fiscalía del estado dice que son 118, pero los familiares de Oliver Wenceslao Navarrete Hernández, que grabaron el video, juran que contaron 150.

El cuerpo de Oliver Wenceslao es el único que se ha identificado. Lo que se conoce como “las fosas clandestinas de la fiscalía de Morelos” revela que las autoridades enterraron los cuerpos sin identificar en el panteón de Tetelcingo, los sacaron por la presión de María Hernández, madre de Oliver, y luego los volvieron a guardar, sin ningún protocolo.

Las autoridades dicen que no son fosas clandestinas, que sólo los enterraron ahí porque ocupaban un espacio en la morgue y nadie los había reconocido en varios años. Pero sus intentos de explicación sólo han generado más confusión.

En su comparecencia ante el Congreso local, en enero pasado, el fiscal Javier Pérez Durón aseguró que tenían identificados, con nombre y apellido, 61 de los cuerpos, aunque hasta ahora no ha dado ninguna información de ellos y, salvo los familiares de Oliver, nadie más los ha identificado.

Tampoco queda claro si hay más cuerpos en otras fosas del cementerio. De las propias versiones oficiales se desprende que el 3 de enero de 2013, la directora de servicios periciales del estado de Morelos, Ana Lilia Guerrero Moreira, solicitó al panteón otras tres fosas; y el 25 de marzo, pidió otras dos, que es donde finalmente fueron depositados los cuerpos exhumados.

La lucha de María Hernández por recuperar los restos de su hijo atrajo a familiares de personas desaparecidas de otras regiones del país. Estas familias han sido arropadas por el programa de atención a víctimas de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos, que busca “ciudadanizar” las instancias periciales. “¿Cómo confiar en las bases de datos periciales si hacen omisiones procedimentales criminales”, cuestiona Roberto Villanueva, coordinador del programa y uno de los enlaces en México de la Caravana por la Paz, la Vida y La Justicia.

Las fosas clandestinas de la fiscalía de Morelos resumen bien la política de simulación y ocultamiento de la violencia en el estado. “Visita Morelos tranquilo” dice la campaña publicitaria que el gobierno lanzó para que la gente se acerque de nuevo a este estado, que conecta a la capital del país con el estado de Guerrero, que es conocido por sus balnearios y sitios turísticos, y que ocupa el segundo lugar de secuestros en el país.

Una vieja historia

Le decían “La Víbora”. Miguel Ángel Vivas Urzúa fue uno de los secuestradores más sanguinarios de Morelos en los años 90, la época más violenta en la historia reciente del estado hasta entonces.

Algunos decían que la razón del apodo era su rapidez al dar los golpes. Otros, que su sangre fría. Era igual. La Víbora fue uno de los plagiarios más crueles del país, el responsable de decenas de delitos que aterrorizaron a comerciantes, turistas, empresarios.

Junto con su hermano Modesto, Andrés Calettri o José Luis Cancholo Sánchez, instruyó a otros secuestradores que superaron a los maestros, como Daniel Arizmendi, El Mochaorejas, que se hizo famoso porque mutilaba a sus víctimas para presionar a sus familiares.

Pero los secuestradores son sólo una cara de violencia reciente de Morelos. En 1990, por ejemplo, en la ciudad de Cuernavaca, la capital del estado, se repartió el imperio del narcotraficante Miguel Ángel Félix Gallardo, quien hasta entonces era el zar de la cocaína en México. Del encuentro surgió el mapa del narcotráfico que aún sigue vigente en el país.

En Cuernavaca murió el primogénito de Amado Carrillo Fuentes, conocido como El Señor de los Cielos, ahogado en la piscina de su residencia donde pasaba varios meses cada año. La ciudad “de la eterna primavera” –se le conoce así por su clima y porque todo el año tiene bugambilias–, albergó además a otros capos famosos, como Édgar Valdés Villarreal, La Barbie, y Arturo Beltrán Leyva, asesinado en un operativo de la Marina en diciembre de 2009.

La historia reciente de este estado, vecino de la ciudad de México y en donde muchos intelectuales y artistas tienen casas de descanso, no puede entenderse sin dos elementos: que los delincuentes han contado con la protección y auxilio de policías locales. Y el actual gobernador, Graco Ramírez Abreu. El camino del mandatario es el mismo de la espiral de violencia que juró combatir cuando era un luchador social del partido de izquierda, activista, y candidato en todas las elecciones desde 1995.

La ruta Iguala – Cuernavaca

Alan Israel Cerón Moreno fue secuestrado en un campo de futbol en Cuernavaca el 24 de diciembre de 2011; sus captores lo llevaron a Chilpancingo, la capital de Guerrero, a 300 kilómetros de su casa. Escapó y llegó al ministerio público a denunciar su secuestro; antes, le habló a su madre para avisarle donde estaba. Cuatro horas más tarde, cuando su familia llegó a Chilpancingo, el muchacho ya no estaba en el ministerio público. Los policías lo habían devuelto a sus captores, quienes finalmente lo mataron.

La historia es una muestra de algo sabido por estos rumbos: la suerte de Morelos está atada a la de su vecino estado de Guerrero.

Entre Cuernavaca e Iguala, la ciudad guerrerense en la que los policías atacaron y desaparecieron a 43 estudiantes en septiembre de 2014, hay apenas 100 kilómetros de carretera, y es una ruta de comercio de todo tipo de productos, legales e ilegales.

En el estado operan al menos tres carteles de narcotráfico: Sinaloa, Jalisco Nueva Generación y lo que resta del grupo Beltrán Leyva. Hay además dos bandas muy activas, Los Rojos y Guerreros Unidos que todavía no alcanzan la categoría de carteles, según los estándares de la agencia antidrogas de Estados Unidos, la DEA.

Una organización de esta naturaleza es la que tiene capacidad de exportar de manera autónoma y cotidiana grandes cantidades de droga, que cuenta con una estructura eficiente para lavar dinero, tiene el apoyo de autoridades y es capaz de defender su territorio de manera violenta.

Las bandas locales cumplen sólo una parte de esas condiciones: controlan autoridades e imponen el terror en la franja de tierra que disputan: un área que comprende la zona de balnearios y descanso de fin de semana, y también los caminos hacia las explotaciones mineras de oro, o de los cultivos de mariguana y amapola.

El Colectivo de Análisis de la Seguridad con Democracia (Casede) analizó el panorama de la delincuencia en Morelos. Una de sus conclusiones señala que la Autopista del Sol –que conecta a la ciudad de México con Morelos y Guerrero– es el vaso comunicante de los grupos criminales en el estado.

En los municipios vecinos a la carretera se comete el 85% de los delitos de alto impacto en la entidad. Los caminos paralelos son la ruta por donde se mueven las drogas, madera clandestina, los secuestrados, capos y dinero.


Los cuerpos ubicados en la fosa de Tetelcingo serán exhumados y trasladados a un panteón privado a finales de este mes. El fiscal Javier Pérez Durón, aseguró a los familiares que buscan a sus desaparecidos que antes de enterrarlos les realizarán pruebas de ADN para identificarlos, pero no confirmó la participación de la Universidad Autonoma Estatal de Morelos o de otra organización que observe el proceso.

La violencia de Morelos no es reciente, pero su impacto se mantuvo en silencio por décadas hasta que, tras el asesinato de su hijo, en marzo de 2011, el poeta Javier Sicilia dio el primer paso para el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad.

Antes de eso Morelos parecía ajeno al resto de los problemas del país. Una anécdota ilustra bien la invisibilidad de este estado en la geografía de la violencia y la consecuente crisis humanitaria que el gobierno mexicano niega desde 2010:

En 1993 “una inusual oleada de OVNIS” se avistó en los alrededores del Cerro del Tepozteco, una zona famosa en el estado por la pirámide que se encuentra en su cima. Años después de supo que las luces que según los místicos habían sobrevolado el monumento sagrado no eran seres extraterrestres en sus naves intergalácticas. Eran, en realidad, avionetas cargadas con droga de El Señor de los Cielos que buscaban un sitio donde aterrizar.


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Este trabajo forma parte del proyecto Pie de Página, realizado por la Red de Periodistas de a Pie. Conoce más del proyecto aquí: https://piedepagina.mx«.

Periodista que sueña con pajares de agujas, misterios sin escribir y un mundo por explorar.

Periodista en constante búsqueda de la mejor manera de contar cada historia y así dar un servicio a la ciudadanía. Analizo bases de datos y hago gráficas; narro vivencias que dan sentido a nuestra realidad.

Productor para México y Centroamérica de la cadena británica BBC World Service.
Periodista especializado en cobertura de temas sociales como narcotráfico, migración y trata de personas. Editor de En el Camino y presidente de la Red de Periodistas de a Pie.