José Manuel Mireles fue un hombre que tuvo que transitar las armas y las relaciones públicas en una zona de guerra. La historia de las autodefensas es la suya propia
Texto: Lydiette Carrión
Foto: Cuartoscuro
Son finales de 2012. José Manuel Mireles es médico en el centro de Salud de Tepalcatepec, tierra caliente, Michoacán. Este es un municipio árido y, como el nombre lo indica, caluroso y reseco. Tiene la particularidad de que comparte frontera con Jalisco, y a pesar de lo árido del lugar, el riego programado ha convertido la tierra en campo fértil para la ganadería y los monocultivos. La gente ahí no pasa hambre: hay trabajo, hay cultivo; la tierra deja, y bien.
Hay dinero, producto del ganado, del mango, de limón. Incluso del trasiego de droga, hay que decirlo… esta es tierra narca hace muchas décadas; al menos desde los ochenta.
Pero era como en las películas viejas: los narcos de códigos de honor; que no se meten con la familia, ni con civiles. O así lo recuerdan. Pero, narran, dejó de ser así desde años atrás: el origen de todo, aseguran, fue la llegada de Los Zetas con el cambio de siglo: violaciones, secuestros, cobro de piso.
La historia la narra mejor el periodista Alberto Nájar: “La banda, que fue el brazo armado del Cartel del Golfo, aterrizó en Michoacán en los primeros años después del nuevo milenio. En 2003, dicen algunos. Eso marcan las investigaciones de la entonces Procuraduría General de la República.
“Al inicio el cartel se asoció con grupos rivales pero después la disputa por el creciente mercado, sobre todo de drogas sintéticas, les llevó a una ruptura.
“Parte de los grupos locales se unieron para combatir a los Zetas. Nació entonces la llamada Familia Michoacana, una mezcla de bandas locales que tenía como eje de unión algunas causas sociales, como el combate a las adicciones y el alcoholismo.
“Era el cariz de su fundador, Nazario Moreno González, El Chayo o El más loco. El grupo se dividió y nació entonces la organización conocida como Los Caballeros Templarios. El nombre no es gratuito. Corresponde a la mezcla extraña como nació el grupo original, un batido entre traficantes de droga, justicieros, paladines de la justicia para sus pueblos y religión.
“Se nota en algunos de sus líderes como José Alfredo Hurtado Olascoaga, La Fresa. Era predicador en centros de rehabilitación para personas con adicciones. Decía que ésa era su misión: salvar a los jóvenes de las drogas. Éste era el Michoacán que vivía el doctor Mireles.”
Pero Los Templarios, con todo y que tenían libros ideológicos, mantas, banderas e inclusive mallas medievales, se han convertido en lo que atacaban. Ahora son ellos quienes secuestran, matan, violan…
Esto de las violaciones a niñas fue quizá lo que más denunciaron a finales de 2012. Mireles lo dirá una y otra vez en diversas entrevistas: el secuestro y asesinato de su sobrino, su propio secuestro, el de sus hermanos. Pero las niñas que llegan por montones al centro de salud: 11, 12 años, “levantadas” por los caballeros templarios, retenidas por días, semanas, violadas y luego abandonadas, embarazadas.
Lo dirá Mireles en entrevistas, con esa convicción que lo caracterizaba, y que no dejaba lugar a interpretaciones. Y luego, durante toda la jornada de autodefensas, lo repetirán en cada pueblo alzado o liberado; se escuchará en una y otra entrevista radiofónica o en las crónicas de los diarios. Las niñas embarazadas. Eso nos hartó, repetían Mireles, y luego otros y otros más…
La leyenda habla de una tarde o una noche y una pickup. Es incomprobable, pero al menos como historia revela a quienes estuvieron en la conspiración. Dicen que la idea nació a bordo de esa camioneta pick up, tres hombres hablan y discuten la posibilidad de alzarse en armas.
Este pacto secreto es entre tres hombres. Dos son oriundos de Tepalcatepec: Juan José Farías, alias El Abuelo, un hombre muy querido de Tepalcatepec, y también temido, con un pasado cercano al narcotráfico, el otro hombre es menos conocido. Saldrá poco en medios de comunicación: Le dicen el Kiro, de mediana edad, baja estatura y cuerpo sólido y ágil; alguien que se pierde en la multitud, pero quien tuvo más poder que muchos de los televisados.
El tercero en la reunión es Hipólito Mora, ranchero oriundo de la Ruana, un poblado pequeño del municipio vecino de Buenavista. El nombre La Ruana es en honor a una yegua indomable. El nombre oficial es Felipe Carrillo Puerto, pero los oriundos jamás se identificaron con el gobernador yucateco; les interpeló más la leyenda de la yegua que jamás se dejó montar.
La Ruana y Tepalcatepec, apoyados por gente de Apatzingan, se levantaron el 23 de febrero de 2013. Las ganas de librarse del crimen organizado, siempre coludido con fuerzas municipales o estatales, estaba en el aire. Un par de meses después se incorporó Mireles; antes, decía que su padre de ochenta y tres años, no quería. Pronto lo designaron vocero; dirían periodistas que cubrieron en aquel momento, lo eligieron porque hablaba bien, y porque ningún otro quería dar la cara. Además por haber sido médico militar, pensaban que podría llevarse bien con el ejército.
En un año levantaron al menos una decena municipios de Michoacán. En Tepalcatepec, el rostro visible es Mireles: un hombre muy respetado en la comunidad. Y el pueblo se alzó. Las ganas de librarse del crimen organizado, siempre coludido con fuerzas municipales o estatales, estaba en el aire.
Ese primer año será distinto y difícil. Por meses, por ejemplo, los templarios sitiarán Tepalcatepec. No dejarán entrar combustible o alimentos. Entonces los alzados deberán hacer pactos con grupos antagónicos: el Cartel Jalisco Nueva Generación.
Pero ese año es quizá el más heroico. El siguiente, 2014, las cosas habrán cambiado.
Las autodefensas se vuelven a alzar. Y casi inmediatamente, se desploma una avioneta en el que viajaban Mireles y su pareja de 17 años de edad. Sufren lesiones leves. Este accidente es una muestra de la vida pública del doctor: la duda de haber sido traicionado, pero también su escandalosa vida privada, un franco machismo, común y afincado en la tierra caliente, la muerte siempre cerca…
Es el Abuelo quien toma la vocería; habrá quien dice que aprovechan el momento para desembarazarse del doctor, que ya les incomoda. Esto en la cara pública; pero también hay cambios en la estrategia militar: es la gente de Buenavista –al frente va El Americano, un hombre muy cuestionado– la que toma la estrategia de guerra. Esta gente disputará el poder con Hipólito Mora.
Van con sus camisetas blancas, sus hileras de camionetas y sus armamentos: camionetas blindadas, rifles de la revolución y lanzagranadas. Liberan regiones aguacateras, llegan hasta Nueva Italia. Pero hay un aspecto interesante y cada vez más obvio: la policía federal, el Ejército, están en esos lugares. Se apostan a las afueras de los poblados. Se saludan incluso con algunos líderes de autodefensas. Los dejan hacer. Algunas tomas son muy violentas. Nueva Italia, por ejemplo. ¿Cuántos muertos y heridos? Nadie lo sabe a ciencia cierta. Las autoridades eligieron no detener un enfrentamiento entre civiles.
Era como si hubieran decidido que las autodefensas hicieran su trabajo sucio: matar delincuentes o retenerlos. Al menos por unas semanas. Pero para mediados de enero, Alfredo Castillo Cervantes, policía mexiquense, muy cercano al presidente Enrique Peña Nieto, es designado comisionado para la seguridad y pacificación en Michoacán. Ese es el signo de que van a cambiar las cosas.
Para el primer aniversario del alzamiento, a finales de febrero, Mireles y El Abuelo están más que distanciados. Al médico le pesa la práctica que han adoptado de sumar a las autodefensas a delincuentes “arrepentidos”. Mireles pinta su raya. Y el Abuelo, que nunca perdió –ni a la fecha ha perdido– el cariño de su gente, pinta la suya.
Unos meses más tarde, las autodefensas de Tepalcatepec destituyen a Mireles como vocero. Lo acusan de acoso sexual. Pero otros periodistas dan otra razón: no se pliega a los verdaderos operadores de las autodefensas. Y tampoco a Alfredo Castilo.
Todo lo demás también se descompone: Hipólito Mora es detenido, acusado de homicidio por gente de El Americano (en este enfrentamiento, por cierto, quien también muere es el hijo de Hipólito). Mora será liberado poco después; y de nuevo es un ejemplo de la relación del gobierno con las autodefensas: acercamientos, golpes, encarcelamientos, apapachos, a veces da; a veces reprime…
Castillo Cervantes y el gobierno federal, deciden “dar las gracias” a las autodefensas, y les proponen que algunos de sus miembros se sumen a la guardia rural, una antigua suerte de guardia blanca que fue utilizada después de la Revolución Mexicana para apaciguar alzamientos. Muchos aceptaron. Pero otros se enojaron. Muchos se opusieron. Entre ellos Mireles, quien para entonces ya había ido a la Ciudad de México y pactado un movimiento de Autodefensas Nacional junto con Hipólito Mora, y apoyados por actores sociales como el obispo Saúl Vera, Alejandro Solalinde, entre otros.
Mireles estaba avecindado en La Mira, una tenencia del municipio Lázaro Cárdenas, y a donde pensaba alzarse también. Había propuesto la llegada de las autodefensas al puerto de Lázaro Cárdenas (punto estratégico de comercio y trasiego) y la propia capital de Michoacán.
El 24 de junio de 2014, Mireles fue detenido junto con la mayoría de sus seguidores. Los cargos que le imputaron fueron: posesión de armas de fuego. Estuvo preso durante tres años.
Para 2017, cuando Mireles fue liberado, las autodefensas eran ya otra cosa. En Tepeque ya no tenía una base; su hogar ahora estaba en La Mira. Siguió siendo figura pública; criticaba la situación de las autodefensas. Seguía generando escándalos con su pareja y su ex esposa.
Mientras, la descomposición y luchas intestinas no pararon al interior del movimiento. Muchos comandantes, luchadores de las autodefensas estaban muertos o alejados. De la treintena de municipios que en algún momento se alzaron, pervivieron y resistieron, aquellos con población con componente indígena: lograron hacer comunidad.
En Michoacán ya no había Caballeros Templarios. Pero el Cartel Jalisco Nueva Generación se expandía; prosperaba. Y no solo en Jalisco, Tepalcatepec o Apatzingan (tierra caliente michoacana), sino en toda la tierra caliente de Guerrero y el Estado de México, Jalisco. Luego, por el resto del país.
El periodista Arturo Cano escribió alguna vez que Kiro, ese líder discreto del alzamiento, dijo sobre Mireles: ‘‘está loco’’.
–¿Por qué?
–Está diciendo muchas verdades, y en la política no todo es verdad.
Lydiette Carrión Soy periodista. Si no lo fuera,me gustaría recorrer bosques reales e imaginarios. Me interesan las historias que cambian a quien las vive y a quien las lee. Autora de “La fosa de agua” (debate 2018).
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