Constantemente llego a pensar en que resulto menos deseable a los hombres por tener vello, qué más da, no voy a sacrificar mi tiempo ni voy a pasar por múltiples cortadas sólo por satisfacerlos. Es parte de mi naturaleza y a quien le guste, bien; a quien no, también
Tw: @EvoletAceves
Verano. Era una tarde soleada del año pasado. Treinta y tantos grados centígrados en Albuquerque. La vellosidad de mis piernas se hacía presente, volvía a crecer, pero también sentía la necesidad de frescura en mi atuendo y, sobre todo, quería enseñar mis piernas, me gustan mucho mis piernas. Así que decidí afeitarlas; sin experiencia y a prisa, la fatalidad sanguinolenta se hizo presente.
Me rebané un pedazo de piel cerca del tobillo que hasta la fecha tengo como cicatriz, como el recuerdo de por qué he decidido dejar de afeitar mis piernas —o al menos, si lo voy a hacer, hacerlo con la mayor cautela o con otros métodos, cosa que hasta el momento no he repetido por aquel devastador evento.
Aquel día me mareé terriblemente, casi al punto de desvanecerme (tengo fobia a la sangre).
La sangre no paraba de salir de mi tobillo. Quizás el asunto no fue tan estrepitoso, tal vez no llegué al grado de rebanarme, pero al menos así lo sentí, aquella cortada resultó verdaderamente grandilocuente para mis ojos; tan sólo al escribir estas líneas, mis manos tiemblan de la sola imagen que retengo.
Recuerdo la fotografía que hace tiempo vi, cuatro jóvenes y hermosas mujeres muy bien vestidas, con lentes de sol gigantescos, oscuros y redondos, minifaldas y vestidos cortos, muy a la onda gogó, en Londres protestaban con pancartas en una marcha feminista de la década de los sesenta, 1966 para ser precisos, afuera de la casa de moda Christian Dior, proclamando la reivindicación de la minifalda.
Mini Skirts FOREVER; DIOR, don’t betray the mini skirt; B.S.P.M. Support the Mini-Skirt; DIOR unfair to Mini Skirts.
B.S.P.M. es el acrónimo de British Society for the Protection of Mini Skirts (Sociedad británica para la protección de las minifaldas). Las mujeres protestaban a manera de rechazo a la imposición del magnífico Christian Dior, que tanto se rehusó a diseñar vestidos cortos en sus creativas colecciones.
Las protestantes lograron su cometido con aquella hazañosa marcha que es una muestra indudable del feminismo de aquella época. La historia lo dice. El uso de la minifalda, al día de hoy, persiste.
Con la primavera, el calor aparece de nuevo, y con él mis nervios también. Los nervios de usar falda exponiendo los vellos de mis piernas. Sintiéndolos volar con el viento.
He reflexionado mucho al respecto, me encanta usar minifaldas, mostrar mis piernas al mundo, pero el mercado ha enseñado que una mujer debe sentir culpa si tiene vello en las piernas, que debe sentirse fea —y no se diga en el torso, porque sí, también hay mujeres cis que tienen vello en el torso—, que debe sentirse poco atractiva e incluso indeseable si tiene vellos; ya no digamos en las axilas, que incluso se ha vuelto moda, y está bien, Frida Kahlo y Elizabeth Taylor ostentaban sus vellosidades axilares. ¡Lucían fenomenales! Y hoy en día, hay quien incluso tiñe su vello axilar y orgullosa va levantando los brazos.
Mas no así con el vello en pecho, abdomen o piernas. Esas vellosidades resultan ser más incómodas, socialmente hablando, que las axilares. Insisto, hablo de mujeres cis y trans, en los hombres es punto y aparte, aunque actualmente también la terrible moda de la depilación masculina está en boga. Un hombre depilado o rasurado por completo —que no lampiño natural— me parece de lo más absurdo, incluso en Homosensual recientemente me encontré con un soso video que justifica la depilación masculina como sinónimo de higiene personal, háganme el favor, como si el vello fuera suciedad. ¡Irrisorio!
A mí me parece de lo más atractiva la naturalidad en un hombre, si la naturaleza de un hombre es ser velludo, excelente; si es ser lampiño, perfecto; punto medio, muy bien. La naturalidad dice más que mil palabras. Un pequeño recorte de vello no está mal, pero borrar todo rastro de pelo por razones estéticas, quedando más lampiño que un bebé, cae en lo ridículo, pero cada quién…
Volviendo al uso de la minifalda, he decidido usar minifalda aun con vello en las piernas. Tengo que aceptar que es un tanto incómodo porque son las primeras veces que lo hago, pero es parte de mí. Quizá de vez en cuando llegue a rasurarme o depilarme, pero no lo haré de manera obsesiva con el propósito de resultar atractiva a los hombres, no. Me gusta tener las piernas libres de vello, pero también quiero enfrentar mis temores y a la naturaleza de mi cuerpo. No está mal tener vello en el cuerpo siendo mujer; en el pecho, en el abdomen, en las piernas —repito, cis o trans.
Constantemente llego a pensar en que resulto menos deseable a los hombres por tener vello, qué más da, no voy a sacrificar mi tiempo ni voy a pasar por múltiples cortadas sólo por satisfacerlos. Y si lo llego a hacer, va a ser porque tengo ganas de hacerlo, mas no porque un hombre me exija que debo rasurarme para resultar deseable, que mejor se busque una muñeca inflable. Es parte de mi naturaleza y a quien le guste, bien; a quien no, también.
Hasta la fecha no estoy bajo ningún tratamiento hormonal que impida el crecimiento del vello, lo he estado meditando ya por varios años, aún no me decido si hacerlo o no, tengo mis reservas. Pero algo quiero aclarar: el no estar en tratamiento hormonal ni tener cirugías plásticas no me hace menos mujer que nadie, tener vello en mi cuerpo tampoco. El ser mujer no está por fuera.
Creo que lo importante es abrazar mi cuerpo, quererlo, embellecerlo como yo quiera, con maquillaje, peinados, adornarlo con interminables combinaciones de accesorios y ropa, porque eso es lo que disfruto hacer, pero, principalmente, disfrutar de él. Que las expectativas de la estética femenina lampiña como eje central de la belleza pasen a segundo plano. Lo que importa es sentirme bien conmigo misma.
Instagram: @evolet.aceves
Évolet Aceves escribe poesía, cuento, novela, ensayo, crónica y entrevistas a personajes del mundo cultural. Además de escritora, es psicóloga, periodista cultural y fotógrafa. Estudió en México y Polonia. Autora de Tapizado corazón de orquídeas negras (Tusquets, 2023), forma parte de la antología Monstrua (UNAM, 2022). Desde 2022 escribe su columna Jardín de Espejos en Pie de Página. Ha colaborado en revistas, semanarios y suplementos culturales, como: Pie de Página, Nexos, Replicante, La Lengua de Sor Juana, Praxis, El Cultural (La Razón), Este País, entre otros. Fue galardonada en el Certamen de ensayo Jesús Reyes Heroles (Universidad Veracruzana y Revista Praxis, 2021). Ha realizado dos exposiciones fotográficas individuales. Trabajó en Capgemini, Amazon y Microsoft. Actualmente estudia un posgrado en la Universidad de Nuevo México (Albuquerque, Estados Unidos), donde radica. Esteta y transfeminista.
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