México hace bien en rechazar las tortillas genéticamente modificadas

12 abril, 2024

Los altos niveles de toxinas transgénicas y glifosato en el maíz transgénico plantean graves riesgos para la salud en México

Por Charles Benbrook, PhD y Kendra Klein, PhD

La disputa comercial entre México y Estados Unidos sobre el maíz genéticamente modificado (OGM) enfrenta a la ciencia con el poder de la industria de los pesticidas. A ambos lados de la frontera, y quizás en todo el mundo, esta disputa promete centrar la atención de una nueva generación de consumidores, científicos de la salud pública y líderes políticos en lo que se sabe, y lo que no se sabe, sobre la seguridad de los alimentos elaborados con maíz transgénico.

México pretende dar un paso audaz: prohibir el uso de maíz transgénico en tortillas y otros alimentos tradicionales a base de maíz. En respuesta, el gobierno de EE.UU. ha llevado a México a los tribunales en virtud del Tratado Mexico-Estados Unidos-Canadá (T-MEC). Para Estados Unidos, se trata principalmente de una lucha simbólica, ya que se cuestiona menos del uno por ciento de las exportaciones de maíz estadounidense a México. Estados Unidos es, con diferencia, el país del mundo que más defiende los cultivos transgénicos y los pesticidas que los acompañan. Décadas de pruebas demuestran la profunda connivencia entre el gobierno estadounidense y las corporaciones de pesticidas como Bayer-Monsanto que desarrollan y se benefician del maíz transgénico.

Mientras que el gobierno mexicano publicó un informe de 189 páginas que detalla la base científica de la prohibición, la presentación de Estados Unidos ante el tribunal de resolución de disputas del T-MEC es larga en proclamas y corta en hechos.

En los primeros días de marzo, el tribunal publicó los comentarios técnicos de los que somos coautores,  que emitimos desde Amigos de la Tierra Estados Unidos, unos de ocho invitados por el tribunal. Nuestros comentarios apoyan la amplia presentación científica de México y rechazan las evaluaciones de seguridad manifiestamente inadecuadas de Estados Unidos.

Nuestros comentarios ponen de relieve que la aprobación del maíz transgénico en Estados Unidos se basa en gran medida en afirmaciones de la industria, no en la ciencia. Sorprendentemente, los riesgos para la salud relacionados con la reproducción, el desarrollo, la neurología, el metabolismo, el microbioma o el tracto gastrointestinal no han sido abordados de manera significativa por la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA, por sus siglas en inglés), ni a través de ningún otro proceso en el sector público o privado.

Esto es preocupante, dado que la toxicidad del maíz transgénico ha ido aumentando de dos maneras.

En primer lugar, las toxinas insecticidas que se han introducido en cada grano de maíz transgénico. Las primeras variedades sólo tenían una, pero hoy en día dos tercios de las variedades de maíz transgénico tienen tres o más. Los niveles de estas toxinas en el grano de maíz transgénico miden ahora entre 50 y 100 partes por millón (ppm), frente a las 2-6 ppm, la media cuando se realizaron estudios muy limitados sobre la seguridad alimentaria del maíz transgénico hasta hace 30 años. Estos niveles superan entre 40 y 2.000 veces las tolerancias alimentarias máximas para insecticidas de maíz ampliamente utilizados.

En segundo lugar, consideremos que los herbicidas forman parte integral del maíz OGM. Originalmente, el maíz transgénico se diseñó para resistir el herbicida glifosato (también conocido como Roundup), un producto químico que, por el trangene, no mata el cultivo solo las malas hierbas. El uso de este producto químico relacionado con el cáncer se ha multiplicado por más de 10 en Estados Unidos desde la introducción de los cultivos transgénicos. En la actualidad, el 86% de las variedades de maíz transgénico están diseñadas para resistir entre dos y cuatro herbicidas tóxicos.

En conjunto, estas tendencias han multiplicado por cuatro el número de toxinas y pesticidas utilizados en la hectárea media de maíz transgénico desde la década de 1990, cuando se introdujo por primera vez.

Las pruebas científicas sobre los herbicidas a base de glifosato son contundentes. Están relacionados con un mayor riesgo de cáncer de sangre, incluidos el linfoma no Hodgkin y la leucemia, síndrome metabólico, enfermedades renales y hepáticas, nacimientos prematuros, problemas de neurodesarrollo y alteración del microbioma bacteriano en humanos y otros mamíferos.

Aunque gran parte de la atención sobre los daños para la salud del maíz transgénico se centra, con razón, en el glifosato, las nuevas pruebas sobre las toxinas insecticidas genéticamente modificadas que contiene el maíz también son preocupantes. Los datos muestran el potencial de riesgo de impactos adversos en el microbioma humano y el tracto gastrointestinal, y los riesgos de alergenicidad que estimulan una respuesta del sistema inmune «tan potente como la provocada por la toxina del cólera«.

No hay datos científicos que evalúen las consecuencias de la exposición de las personas al cóctel tóxico que acompaña al maíz transgénico: exposición a múltiples toxinas transgénicas junto con residuos de glifosato y otros herbicidas nocivos. Se trata de una enorme laguna científica en nuestra capacidad para evaluar con precisión los riesgos del maíz transgénico para la salud humana.

Además, es probable que los riesgos para la salud se amplifiquen en México, ya que el maíz es la espina dorsal calórica de su alimentación, con una media del 50% o más de las calorías de la dieta mexicana. De hecho, los mexicanos comen diez veces más maíz que los estadounidenses.

El gobierno mexicano es tan sabio como sólido al negarse a permitir que su pueblo participe en el experimento que el gobierno estadounidense – en connivencia con las corporaciones que se benefician del maíz transgénico – pretende imponer a México.

Kendra Klein, PhD, es Directora Adjunta de Ciencia en Amigos de la Tierra Estados Unidos. Charles Benbrook, PhD es investigador sobre pesticidas y biotecnología agrícola, y presentará sobre el tema con otros expertos en un webinario bilingüe el 23 de abril a las 10:00 (CDMX).

Este artículo fue publicado en ingles in Food Tank.

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