3 septiembre, 2021
A una modelo plus size le recomendaron usar metanfetamina para reducir tallas; en menos de un año esta droga había acabado con su patrimonio, su vida como la conocía y su salud
Texto y fotos: Nayra Rivera Vázquez / La silla rota Veracruz
VERACRUZ.- Sam era modelo plus size en el puerto; pero de un día a otro la marca para la que trabajaba cambió los parámetros de modelaje y ella debía reducir tallas. Una amiga le sugirió seguir “la dieta de las ricas”: Desayunar, comer y cenar metanfetamina, droga conocida como cristal cuando viene en trocitos que parecen hielo o vidrio.
El cristal llegó con promesas de un cuerpo apto para las nuevas pasarelas y también un falso bienestar: le aceleraba el ritmo cardíaco, la mantenía eufórica, despierta y sin apetito. Sam encontró en el cristal una oportunidad para triunfar; pasar hasta semanas despierta le permitía sostener tres trabajos; y comer cada cuatro días le ayudaba a bajar de peso rápidamente. Era el 2016, Sam tenía entonces 27 años, y se sintió por un tiempo en la cima del mundo.
La liberación de dopamina que ocasiona la droga–la sustancia relacionada con la felicidad– produce un “rush” de euforia, una excitación “fuera de lo normal”, explica en entrevista Pedro Guy Baeza Pérez, director del Centro Estatal Contra las Adicciones de Veracruz “Cúspide”.
Pero el cristal resultó ser un “falso mesías”. Se trata de una de las sustancias más adictivas en el mercado negro.
El cuerpo genera tolerancia; es decir, quien consume cada vez se necesitará mayor cantidad de metanfetamina en menor tiempo para volver a estar en esa “cima del mundo”, indicó el experto.
Antes de desbarrancarse, el cristal abrió a Sam las puertas a un mundo desconocido: fiestas exclusivas de empresarios jarochos que durante tres o cuatro días se dedican solo a fumar cristal, droga que llega al puerto hasta en ositos de peluche que son confiscados en el aeropuerto, cómo ocurrió el pasado 17 de agosto cuando perros de la Guardia Nacional dieron con cincuenta dosis de cristal ocultas en el interior de un juguete.
A estas reuniones asistían alrededor de 11 o 12 personas. Los días y noches se iban en platicar, pues una de las características del consumo es que aumenta tu capacidad de socializar; sin embargo, a “al que se ponía alucín”, adiós, lo sacaban.
En un día, ella y sus nuevos amigos compraban hasta 12 mil pesos de criko, crí-crí, foco o cristina, algunos de los seudónimos de la metanfetamina en Veracruz.
Estos derroches comenzaron a formar parte su cotidianidad y en pocos meses, Sam pasó de dosificar su consumo en pastilleros como “adicta responsable” a comprar a diario casi dos mil pesos. Ella se decía: “esto es como la comida, sí se acaba pues no hay bronca, se compra más”.
Uno de los peores souvenirs de las fiestas a las que acudió fue el “conecte”: la persona que le distribuía la droga.
Entre 2016 a 2018, época donde Sam comenzó a consumir, se expandió tanto en el puerto que se cuadriplicó el consumo entre jóvenes, de acuerdo con el Sistema de Información Epidemiológica del Consumo de Drogas.
A sus manos llegó la metanfetamina que no pudo ser decomisada por autoridades de Veracruz, estado que en los últimos tres años ha confiscado 13 kilogramos de cristal, cifra que se traduce en 31 mil 723 dosis. O así lo informó el almirante José Rafael Ojeda Durán, secretario de Marina en una conferencia mañanera el pasado mes de julio.
Mientras tanto, su dealer le ofrecía la mejor calidad de “mate” [material] por un precio razonable; además se la llevaba a domicilio, e incluso le servía de uber eats; por el mismo precio le llevaba lo que Sam necesitara. “Solo le decía: ‘tráeme un pomo, mis cigarros y unas papitas’”.
El aislamiento fue el precio más caro que pagó por recibir a domicilio el cristal, reflexiona ahora Sam.
Ahora si tenía una reunión familiar, se quedaba a lo mucho media hora; necesitaba regresar a casa a fumar cristal. Despertaba y lo primero que hacía era prender la pipa. Ella considera que vivir sola fue un detonante de su adicción, podía hacerlo a todas horas. “Solo me levantaba a fumar porque dormida pues no se puede, ¿vea?” dice bromeando.
La mujer de casi 1.80 de estatura que llegó a pesar 68 kilos enciende un cigarrillo. Al escuchar el sonido del encendedor recuerda que su dedo se llenaba de ampollas de tanto accionar la llama para prender su pipa; llegó a contar 280 encendedores regados en su departamento.
“No te da hambre y te sientes genial, se te quita el sueño y te sientes a toda madre porque te alcanza mucho el tiempo, el asunto es cuando empiezas a escuchar voces, a ver sombras”.
En la psicosis de la metanfetamina, los usuarios pueden experimentar paranoia. Esto ocurre típicamente por los intensos cambios químicos a nivel cerebral que produce la sustancia, aunado a la ausencia de alimentación y sueño de calidad.
Las alucinaciones pueden ser visuales o auditivas, explica Pedro Baeza, director del centro de rehabilitación Cúspide, quien calcula que al menos el 70 por ciento de las y los jóvenes internados en el centro llegaron por adicción a la metanfetamina.
En la penumbra de su hogar, temiendo a las sombras y completamente alejada de la realidad Sam justificaba su consumo argumentando que “estaba conociendo su lado oscuro”. No se consideraba una adicta pues dice que “no tenía que dar las nalgas” para fumar; ella podía pagar su consumo sin problema.
La metanfetamina en Veracruz es una droga barata, de fabricación “sencilla”, ¿los ingredientes? Pinol, aceite de batería y raticida; apuntó Pedro Baeza; del precio deriva su popularidad no solo entre la clase alta, también en jóvenes en contexto de pobreza.
El cristal “se cocina” en laboratorios clandestinos, como el desmantelado al sur del Puerto, en Tlalixcoyan durante marzo del 2019, donde se hallaron utensilios y precursores químicos para la fabricación de drogas sintéticas que de distribuyen en el estado, el país y viajaban al país vecino del norte, el principal cliente de México si de drogas sintéticas se habla, esto de acuerdo con con el informe “México: Organized Crime and Drug Trafficking Organizations”, del Servicio de Investigación del Congreso de Estados Unidos.
Por su cercanía con el Puerto la droga se oferta en “los puntos” de venta, algunos son tan céntricos y accesibles como el que se ubica en el Mercado Unidad Veracruzana dónde se distribuye en pequeñas bolsas ziploc con un logo de las 4 letras del Cartel de Jalisco Nueva Generación (CJNG).
El consumo de Sam trastocó todos los aspectos de su vida; e incluso, esas sustancias nocivas también afectaron a su mascota. Sam notó alarmada que su gatita tenía costras negras alrededor de su nariz; ya no se dejaba tocar, maullaba llorando y se asustaba hasta ponerse histérica. Ella solo optó por sacarla de su cuarto la siguiente vez que fumara.
Su primer aniversario como consumidora estaba por llegar, y para celebrar el cristal le mostró drásticamente los estragos físicos que se habían acumulado. “Esto es muerte” pensó.
El plan inicial y el motivo por el cual había empezado a consumir se veían como un espejismo borroso del pasado: ya no trabajaba para ninguna agencia de modelaje. Recurrió a la metanfetamina en busca de sentirse a gusto con su cuerpo y ahora para evitar verse había sacado de casa todos los espejos.
Sam había perdido mucho pelo, había partes de su cabeza donde no quedaba ni uno solo. Su mandíbula se había desviado 16 centímetros, tenía la sonrisa desencajada y el dolor era “encabronado”; su cara estaba llena de llagas y la piel se le despigmentó.
Lo peor fue la parálisis intestinal que sufrió: comía cada tres o cuatro días galletas con leche, lo único que podía pasar por su boca. A largo plazo descubrió que el cristal también le dejó arritmias cardiacas, una deformación en la córnea y un absceso en el pulmón.
Sam suelta el humo de su segundo cigarro sentada en la terraza de un café. Ha recuperado parte de su peso, su cabellera teñida luce saludable y puede sonreír sin que le duela. Hace ya dos años que “está limpia”.
Estarlo le costó varias recaídas, decía “no más” y su siguiente recuerdo es estar en el punto comprando más cristal. Tres días sin consumir eran una eternidad, todo el cuerpo le daba comezón.
Cansancio, depresión, fatiga y un inmenso deseo por consumir fueron parte de la abstinencia. Su intento por auto rehabilitarse la llevó a Sonora, donde halló cristal 10 veces más barato que en Veracruz y de mejor calidad. “Estaba por doquier”, narra.
Vendió sus muebles para pagar las deudas que arrastraba, limpiando halló bolsas de cristal debajo de la cama. Tiró tres y guardó una por cualquier “emergencia” narcótica, pues estaba consciente de que la abstinencia puede incluso provocar la muerte en quienes abandonan abruptamente el consumo. Dos años después la bolsa sigue en el mismo lugar.
“Tienes que alejarte de quien lo hace y lo ve normal; pero una cosa es decirlo y otra es realmente es hacerlo”. Su rehabilitación fue costosa monetaria y emocionalmente, tuvo que cambiar su número de teléfono pues “los cristaleros” que incluso ya se metían a su casa a consumir sin avisarle no aprobaban que dejara el cristal.
La auto rehabilitación es difícil pero no imposible, explica el director del Centro Estatal de Adicciones Pedro Baeza, quien asegura que es de suma importancia la red de apoyo con la que cuente una persona que sufre adicción, pues la Organización Mundial de la Salud (OMS) la cataloga como una enfermedad crónico-degenerativa y mortal, por ello se recomienda evaluación y ayuda de médicos.
Sin embargo la mayoría de las personas que sufren una adicción necesitan pedir ayuda.
Serán decisivas la voluntad, la familia, los amigos, la consciencia de la enfermedad. Sam forma parte del 10% de quienes sufren adicción que lograron la abstinencia sin una clínica especializada en adicciones.
Para ella fue complicado solventar los gastos médicos después de perder gran parte de su capital; vendió muchas de sus pertenencias para poder solventar deudas y tratamientos que le permitieron recuperar poco a poco su vida.
El trabajar con sus emociones le funcionó tanto que tras rehabilitarse se volvió terapeuta emocional y ayuda a más personas a reconstruir y sanar aquello que los pueden llevar a tocar fondo.
La bolsita de cristal sigue en un cajón de su cuarto. Está ahí para recordarle que no es para ella. Hace dos años la veía con ansiedad, hoy “ya solo me produce asco”, dice mientras exhala el último toque de su cigarro y apaga la colilla en el cenicero.
Este trabajo fue publicado originalmente en La Silla Rota Veracruz. Pie de Página lo reproduce con la autorización de la autora.
Portal periodístico independiente, conformado por una red de periodistas nacionales e internacionales expertos en temas sociales y de derechos humanos.
Ayúdanos a sostener un periodismo ético y responsable, que sirva para construir mejores sociedades. Patrocina una historia y forma parte de nuestra comunidad.
Dona