28 mayo, 2022
Durante esta entrevista, Ángeles Cruz ahonda sobre su experiencia como directora de cine, el proceso creativo en su primer largometraje: Nudo mixteco, el significado que le da al cine de autor/personal, las dificultades a las que se enfrenta su cine, así como sus gustos musicales y literarios.
Texto: Ever Aceves
Fotografía: Fausto Paz
CIUDAD DE MÉXICO.- Ángeles Cruz es una multipremiada directora de cine, guionista y actriz. Ganó el Premio Ariel al Mejor Cortometraje por su debut como directora con La tiricia o de cómo curar la tristeza (2012), con su segundo y tercer cortometrajes, La carta (2014) y Arcángel (2018). Ha sido premiada y nominada en festivales de cine nacionales e internacionales, en países como Alemania, Francia, España, Estados Unidos, Cuba, y, su primer largometraje, Nudo mixteco (2021), fue recientemente ganador a la Mejor Película en el Festival de cine MOOOV en Bélgica.
Ángeles Cruz empezó a dirigir, afirma, sin haber estudiado cine, pero teniendo como antecedente la carrera de Actuación en Bellas Artes, fue la curiosidad la que la impulsó a convertirse en directora. A través de esta entrevista, Ángeles me permite conocerla como creadora y adentrarme en esta historia coral que es su obra.
“El cine es un espejo y nosotros encontramos nuestro reflejo en él”.
—¿Qué es para ti el cine?
—Es un espacio donde me he encontrado para poder narrar historias que me mueven, para poder decir mis preguntas y, cuando llegan al público, poder encontrar una respuesta. Para mí eso es el cine, ese lienzo donde puedo dibujar y donde el trazo se complementa cuando llega al público.
—En tus tres cortometrajes con los que comenzaste tu carrera como directora, marcaste una puntual atención en la comunidad LGBTQ+, en las disidencias. Y en Nudo mixteco también. Veo que todas tus películas bien pueden entretejerse, como la obra de Juan Rulfo en la literatura, en donde toda su obra literaria pareciera suceder en la misma comunidad. Algo así, pero en el cine, sucede con tu obra.
—Efectivamente, mis historias están muy ubicadas en mi comunidad, porque es el universo que conozco mejor, es el lugar donde puedo interpretar una respiración o un suspiro, y eso me hace fluir de manera más natural para contar las historias. Yo creo que todos somos parte de este universo, y cuando hablamos de nuestra casa, de nuestro corazón, de lo que nos rodea, estamos hablando un mismo lenguaje entre todas y todos. Eso justo genera lo que acabas de decir, el que cobre sentido ubicar nuestras historias en cualquier parte. Creo que el cine tiene esa potencia de ser un espejo y nosotros encontrar nuestro reflejo en películas de todo el mundo, esa es la cuestión cuando yo hablo desde mi comunidad y puedo narrar estas historias, y a lo mejor tú encuentras una partecita de ti en esa historia, y otra persona del otro lado del mundo también. Esa es la gran virtud del cine: romper esas barreras geográficas, nos encuentra a través de las historias.
“El personaje principal de Nudo mixteco es la comunidad”
—En Nudo mixteco, una película magnífica, fascinante, por cierto, muestra tres historias entrelazadas que se van relacionando en tres diferentes espacios: el entierro, la junta comunitaria y una especie de procesión, ¿cómo fue el origen de esta película?
—Hace como cinco años empecé el guión a partir de escribir tres monólogos de las tres mujeres que forman parte de la película —María, Chabela y Toña—, y escribí una página en la casa, no podía dormir, me levanté y escribí una página, al día siguiente escribí otra pero era de otra mujer, y al día siguiente una más. ‘Sólo sé que me voy a dejar ir y a ver dónde terminamos’, pensé. Una historia se me imponía a la otra y se me aparecían mezcladas, dejé correr la imaginación y pasó que una venía sobre otra, se enlazaron. Y realmente el personaje principal de Nudo mixteco es la comunidad, dentro de estos eventos públicos vamos develando, poco a poco, la intimidad de estos personajes. Respeté la naturaleza de la historia, una historia coral donde todas las historias suman para contar los sucesos de una comunidad, y contar en sus mujeres y en sus habitantes en general cómo nos enfrentamos a la vida, al amor, cómo decidimos a quién amar y en qué condiciones, yo creo que ahí es donde encontramos ese reflejo.
—¿Lo empezaste a escribir como un cuento, o ya en forma de guión?
—Fueron cuatro procesos: los monólogos, la escritura del argumento, la escritura del guión y, por último, la edición. Pero la edición es muy similar a como está escrita la película. Primero empezó como un monólogo, tal cual, escribiendo en primera persona de estas mujeres, después empecé a trabajarlo como tratamiento, como un argumento, para esto acudí a un taller con Laura Santullo, que coordinaba Calenda Audiovisual con Luna Marán e IMCINE, ahí trabajé el argumento: de qué y cómo iba a tratar y construir la historia. A la hora de escribir el tratamiento como guión pasé por momentos de duda, no sabía si se iba a entender la película. Me asaltó esa duda, y Laura Santullo fue muy generosa: ‘Confía en tu historia y en lo orgánica que es esta urdimbre, confía en la claridad, en el público y su inteligencia para ir sacando la madeja e irlo desenredando’.
—¿Qué diferencias encuentras entre hacer cortometraje, como ya venías dirigiendo, y hacer largometraje?
—Primero, la evidente: la extensión. En el largometraje es un largo aliento, pensé que me iba a cansar a la semana [risas]. Estoy acostumbrada a filmar una semana, y termino agotadísima después de cada corto, pero no, el cuerpo y la mente son sabias, y me dieron la energía para hacerla. El largo implica más tiempo, estar con mucha gente de fuera en la comunidad, generar otras dinámicas, los procesos —de edición, de corrección de color, de diseño sonoro, el proceso para que tu película llegue a salas— se alargan. Esa es la principal diferencia, el tiempo de inversión. En cuanto a la potencia de la historia, en ambos formatos es un reto, en el corto tienes que ser muy contundente en poco tiempo, desarrollar una historia y terminarla en ese corto tiempo; mientras en el largo la extensión te da ese abrazo, esa contención. Son retos distintos, pero al final es la misma historia la que se está contando, y esa historia tiene su tiempo y su extensión.
“La escritura para mí se ha vuelto ese lugar donde me encuentro sola construyendo algo, es una pequeña semilla que voy cuidando”
—¿Cuál es tu hijo preferido, el cortometraje o el largometraje?
—No sabría decirlo, como las mamás, no tengo un hijo consentido [risas], todas las películas tienen su justo valor, y ahí encuentro el momento que estoy atravesando. Me pongo en los zapatos de cada uno de los personajes, de cada una de las historias, y yo creo que ahí está mi gozo, todavía me dejo empapar en el juguete nuevo, en el gozo primario del divertimento. Me emociona muchísimo el proceso, desde la escritura. La escritura para mí se ha vuelto ese lugar donde me encuentro sola construyendo algo, es una pequeña semilla que voy cuidando. Y verla ahorita, en las salas, con el público y sus reacciones, es como la cosecha, la pequeña cosecha que tienes y sabes cómo cuidaste esa semilla, cómo construiste todo ese camino, cómo una familia extensa de personas que estuvieron cerca, formando parte fundamental del proyecto, están reflejadas en esa pantalla. Creo que eso les pasa a las mamás, no sé si a los papás, pero a las mamás seguro sí; porque hay una satisfacción de la siembra, de la cosecha, del acompañamiento entre gente a la que admiras muchísimo, gente que es parte de tu historia. Todo mundo está ahí. Yo siempre digo: «Cuando ves una película, espérate a leer todos los créditos, porque es la carta de amor que le haces a todas las personas involucradas en ese proyecto». El corto me gusta mucho, muchísimo, es como un clavado, faaaam, la sambullida y salir, pero ahora que probé el largo, me dio cosas distintas. Ambos me gustan mucho, no dejaré de hacer corto, eso sí. Y espero seguir haciendo los dos.
“La propia historia es la que me da la extensión”
—Además con esa canción con la que cierra la película, es imposible no quedarse hasta el final, pero antes de hablar sobre el final de Nudo mixteco, volviendo a las diferencias entre corto y largometraje, y trasladándolo a la escritura, creo que hay cierta similitud en extensión e inversión de tiempo; el corto se me figura como hacer cuento, y el largo como hacer novela.
—Efectivamente, en el corto tienes que buscar la contundencia en poco tiempo, como en el cuento; lo mismo sucede con el largo, de más aliento, como en la novela. Al final de cuentas, las historias son las que te dan la extensión, las historias son las que mandan. La verdad no pienso en un corto o en un largo, pienso en la historia, y la propia historia es la que me da la extensión.
—Nudo mixteco pareciera englobar a los personajes de tus cortometrajes, porque tus cortos tienen historias muy similares a los que se tocan en Nudo mixteco, con variaciones situacionales, pero vemos que también recurres a los mismos actores que previamente aparecían en tus cortometrajes: Noé Hernández, Sonia Couoh, Myriam Bravo; cada uno con sus particularidades, ¿qué te atrae de ellos?, quienes suelen ser recurrentes en tu obra.
—Me atrae su talento y entrega. Hay una admiración por formar una familia y un equipo con el que te sientes bien trabajando. Primero, la admiración en su trabajo, y la disciplina que ellas y él tienen, la manera en que confían en lo que yo hago, en las historias que quiero contar. Vas haciendo familia, tu comunidad no sólo es tu comunidad familiar, sino también esta comunidad de profesionales de quienes te rodeas para contar algo. Son tres actores con los que quiero seguir trabajando siempre, me importa mucho la complicidad que se establece, la responsabilidad profesional también, porque a pesar de una gran amistad de más de quince años, no perdemos respeto hacia nuestro trabajo, colaboración y entrega. En mis películas repito con mucha gente, trato de hacer esa comunidad, llamar a la misma gente y hacer otras cosas. Está también Rubén Luengas en la música, que me ha acompañado durante todo este tiempo, Lola Obando que fue mi asistente de dirección, y en Arcángel y Nudo mixteco ya es la productora, Rodrigo Castillo Filomarino en el diseño sonoro, Mariana Miranda en el vestuario; haciendo un equipo que se mantiene e invitando a nuevas personas que se integren, Carlos Correa es el fotógrafo en Nudo mixteco. El cine para mí es comunidad, colaboración en muchos sentidos, es aportación de todas las personas que rodean una filmación, y siempre busco rodearme de las personas a las que admiro.
“Nuestro derecho a hacer con nuestros genitales lo que se nos dé la gana”
—En alguna entrevista comentaste “El género ha estado oprimido desde el comienzo de la humanidad”, ¿podrías ahondar sobre esta frase y en cómo lo abordas desde el cine?
—Yo creo que estamos en un mundo rodeado de etiquetas, que en una primera instancia logran dar visibilidad y adjudicar derechos a personas que tal vez no los tengan, pero también ha servido para señalar y estigmatizar. Falta un montón de camino, en todos los sentidos. Por todo se nos discrimina, por ser mujeres, por ser indígenas, por la orientación sexual, por tener o no dinero, por el color de piel. Quisiera yo que hubiera una humanidad sin etiquetas, libres de esa letra púrpura marcada en nuestro rostro por nuestra orientación sexual, por nuestro color de piel, por el poder adquisitivo, educación, en fin… son un montón de etiquetas que deberíamos quitarnos y vernos cara a cara, como seres de este universo y convivir de manera libre y respetuosa. No lo hemos logrado y creo que la situación dista mucho de lograrlo. Todavía en este mundo seguimos debatiendo por el derecho a decidir sobre nuestro cuerpo, nuestro derecho al aborto, a vestirnos como queramos, nuestro derecho a hacer con nuestros genitales lo que se nos dé la gana. Siento que hay un camino tremendo por andar, y me gusta mucho hablar en mis películas sobre eso, sobre las preguntas incómodas. Yo siempre digo «mi comunidad es mi familia». Cuando llegamos a la Navidad y queremos decir algo que sabemos que va a incomodar, ¡pues ni modo!, es nuestra familia y lo tenemos que decir y que afrontar, a veces es más fácil, a veces más difícil. Sé que las lesbianas en las comunidades parecieran invisibles, pareciera que podemos hablar de la homosexualidad masculina porque venimos de una sociedad totalmente falócrata, pero no podemos hablar de la sexualidad femenina en el sentido de disidencias. Les molesta hasta el lenguaje inclusivo, una e. Estamos tan en pañales que no podemos verlo. Creo que es importante hacerlo, nombrar las cosas, encontrar nuestro lenguaje y el camino donde las vamos a nombrar. Es lo que trato de hacer con mi cine, para mí el cine ha sido ese lienzo donde quiero nombrar lo que no entiendo, lo que me incomoda, que necesito debatir y conversar y que quiero compartir con otras personas.
—La música es fundamental en Nudo mixteco, es muy particular, creo que logra conjuntar por completo la experiencia musical oaxaqueña, ahí está plasmada, ¿cómo fue que se te ocurrió esta musicalización? Hace rato mencionabas a Rubén Luengas, por ejemplo.
—A la hora en que escribo el guión, yo ya estoy pensando en la música, a qué suena esa música, digamos. Rubén Luengas es un compositor de la zona mixteca baja, de Tezoatlán de Segura y Luna, es un etnomusicólogo que ha estudiado todos los sonidos mixtecos de alrededor de la zona. Es un talentazo. Yo la conocí cuando estaba trabajando como actriz en Espiral (2008) de Jorge Pérez Solano, donde él también hizo la música. Ahí me regaló su disco, y cuando escuché su música fue amor a primer oído. «Suena a lo que yo he oído toda mi vida, a toda mi infancia», pensé. En mi pueblo todavía se usa el sonido local, así como en mi película —fue filmada en mi comunidad—, y ponen música, entonces la música de Rubén me acercó a mi historia, y no he parado de trabajar con él. Para mí es muy fácil trabajar con él, porque le digo: ‘Estoy en una fiesta patronal de mi comunidad… necesito música para un entierro y tiene que ser música triste, con música de cuerdas de la comunidad’, y él sabe inmediatamente de qué estoy hablando, va a la comunidad, hace la pieza, hace una prueba con diferentes grupos, escoge el grupo que más parecido suena a la historia y hace ese trabajo preciso y fundamental; tenemos referencias y pueblos muy parecidos. Es muy fácil para mí trabajar con Rubén. Toda la película está hecha con su música, es música original, él la compone. La banda que aparece a cuadro es una banda de mi comunidad de niños y jóvenes, con algunos maestros que siempre tenemos como invitados. El maestro Salvador es el director de la banda, él trabajó de cerca con Rubén para montar todas las piezas.
—Hablemos sobre el cierre musical de Nudo mixteco, ¿es Lila Downs la cantante?
—Esa última pieza es una composición de Lila Downs, “Semilla de piedra”, la música también es de Rubén Luengas y la voz es de Tania Chan, una jovencita que tiene una voz privilegiada, ella fue quien grabó la canción. Pero la letra sí es de Lila Downs, esa canción está en uno de sus primeros discos, yo la escuché hace mucho, cuando estaba escribiendo la película, y me acompañó durante mucho tiempo en mis viajes. La madre de Lila es de un pueblo vecino al mío, su madre y mi padre tenían una gran amistad, nos conocemos desde niñas, con esa confianza me acerqué y le dije ‘Lila, tu canción me encanta, quiero ponerla en mi película’. Fue una colaboración extraordinaria con la paisana Lila Downs.
—¿Qué música sueles escuchar?
—Todo tipo de música. Evidentemente, escucho Pasatono Orquesta, la orquesta de Rubén Luengas, consumo mucha música oaxaqueña, me gusta mucho lo que hace Lila [Downs], los primeros discos tienen un sonido muy reconocible para mí, la música clásica me gusta mucho, Shostakovich; un poco más contemporánea, Ligeti. Escucho de todo, y recomiendo la música de Pasatono, para mí es fundamental.
“La última batalla no es conseguir dinero para tu película, sino conseguir un espacio para proyectarla”
—¿Dónde se encuentra en este momento el cine nacional?
—Por un lado, siguen haciéndose comedias románticas, de una sociedad que se desarrolla en grandes ciudades, pero también se sigue haciendo mucho cine personal —no me gusta llamarle de autor— hablando sobre las preocupaciones que hay en el país, y, por otro lado, desde las comunidades se visibilizan más las directoras y directores que están escribiendo sus propias historias a través del cine. Hay muchos cines, en este sentido, hablamos de un país diverso, y tenemos que seguir abriendo esas pequeñas puertas, esas pequeñas rendijas, para que nuestro cine, cualquiera que éste sea, llegue a todo el público. El problema de las narrativas está en la exhibición, no en el discurso. A veces piensan que tu historia no es suficiente para llegar a las salas, o que no le va a interesar a la gente, y ahí se arma otra batalla campal. La última batalla no es conseguir dinero para tu película, sino conseguir un espacio para proyectarla, y claro, que llegue la gente, porque a veces la gente no se entera, no llega, prefiere irse a la película que está en 50 mil salas y que, evidentemente, es la que tiene toda la carga de promoción. Estamos buscando un público más activo, más dinámico, que pueda encontrar su película.
—Dijiste que prefieres llamarle cine personal a lo que conocemos como cine de autor, ¿consideras que tu cine es personal?
—Sí. Finalmente, tengo la fortuna de que nadie me impone las historias, ni el lugar, ni con quién, ni cómo o desde dónde quiero contarlas. Creo que mantener esa independencia mental, emocional, en qué términos estás contando tus historias, eso es importante para mí; no para todo el mundo, para mí sí.
—¿Qué escritores(as) lees?
—Me gusta muchísimo la novela, muchísimo. Tengo mi novela recurrente, la que no suelto: El dios de las pequeñas cosas, de Arundhati Roy, una autora hindú; ahora estoy en el descubrimiento de Brenda Navarro, mexicana. Hay una autora francesa, Irene Némirovsky, ya fallecida, que escribió la Suite Francesa. Básicamente leo novelas, me encantan las novelas, también poesía, pero no sigo poesía contemporánea, sigo llenándome el corazón con Cavafis, Sor Juana, y autores más clásicos.
—Antes de cerrar, ¿hay algo que quisieras decir para finalizar?
—Agradecerte muchísimo, agradecerle a tu público y agradecer el que vean Nudo mixteco, donde la encuentren, en la sala que la encuentren. Para nosotros es un placer compartir nuestras historias.
Évolet Aceves escribe poesía, cuento, novela, ensayo, crónica y entrevistas a personajes del mundo cultural. Además de escritora, es psicóloga, periodista cultural y fotógrafa. Estudió en México y Polonia. Autora de Tapizado corazón de orquídeas negras (Tusquets, 2023), forma parte de la antología Monstrua (UNAM, 2022). Desde 2022 escribe su columna Jardín de Espejos en Pie de Página. Ha colaborado en revistas, semanarios y suplementos culturales, como: Pie de Página, Nexos, Replicante, La Lengua de Sor Juana, Praxis, El Cultural (La Razón), Este País, entre otros. Fue galardonada en el Certamen de ensayo Jesús Reyes Heroles (Universidad Veracruzana y Revista Praxis, 2021). Ha realizado dos exposiciones fotográficas individuales. Trabajó en Capgemini, Amazon y Microsoft. Actualmente estudia un posgrado en la Universidad de Nuevo México (Albuquerque, Estados Unidos), donde radica. Esteta y transfeminista.
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