27 enero, 2021
En el segundo día del juicio oral contra el sacerdote Aristeo Baca, el padre de la víctima reveló que éste lo buscó en su trabajo para pedirle perdón por lo que hizo; el hombre pide ‘que se haga justicia’ para su hija
Texto: Blanca Carmona Orozco
Foto: Rocío Gallegos
El padre de la niña que acusó al sacerdote Aristeo Trinidad Baca de violación y abuso sexual narró que el párroco lo buscó para pedirle perdón por la estupidez que cometió con su hija.
“Me dijo que iba para pedirme perdón a mí, a mi hija y a mi esposa por los tocamientos que le hacía a la niña… qué había sido una estupidez lo que había hecho, así me dijo como tres veces”, contó el hombre durante el segundo día del juicio oral en contra del clérigo, que inició este lunes.
El ahora testigo dice que en ese momento aceptó la disculpa porque no sabía con precisión qué había sucedido, se enteró hasta después que leyó la declaración de la víctima.
Presuntamente eso ocurrió en enero del 2019, cuando ya se había interpuesto la denuncia penal contra Aristeo y cinco días después de que la familia había dejado su casa por miedo a represalias. Fue entonces que el párroco buscó al papá de la víctima en la empresa donde laboraba.
Tras este testimonio, la representación de la Fiscalía Especializada en Atención a Mujeres Víctimas del Delito por Razones de Género (FEM) pidió autorización al Tribunal de Enjuiciamiento para presentar un video captado por las cámaras de seguridad de la empresa donde laboraba el padre de la niña para exhibir que Aristeo había estado en ese lugar entrevistándose con él.
La jueza y los dos jueces que conforman el Tribunal vieron el video y lo admitieron como prueba. Luego, el interrogatorio de la representa de la FEM se centró en preguntar cómo fueron las presuntas agresiones sexuales y detallar varios hechos trascurridos presuntamente entre diciembre del 2015 a enero del 2018, en la casa de la parroquia Santa María de la Montaña.
El papá de la víctima aseguro que su hija ha experimentado daño físico y mental, dolor, rebeldía y hasta la pérdida de la fe, tras la agresión sexual por el sacerdote Aristeo, quien fue detenido el 9 de febrero del 2019.
Al rendir su testimonio, dijo él y su esposa fueron miembros y sirvieron en la parroquia Santa María de la Montaña durante unos 24 años y luego sus hijos se unieron a las tareas eclesiásticas en esa misma comunidad, donde además la víctima recibió el sacramento del bautismo de manos de Aristeo.
Toda la familia confiaba en el párroco, por lo que cuando éste les pidió que la menor fuera monaguillo fue un motivo de orgullo para ellos. Por eso cuando veían que Aristeo besaba en la frente a la niña y la cargaba en las piernas pensaban que era como el amor de un padre o un abuelo, dijo.
“Era como un amigo, como un padre para nosotros. Lo queríamos mucho. Con esto que nos hizo no puedo decir palabras”, expresó el testigo al inicio del interrogatorio efectuado por una agente del Ministerio Público de la FEM.
El hombre también dijo que el 2 de diciembre del 2018 se enteró que su hija menor había sido atacada sexualmente, al momento que la esposa, un hijo y la víctima regresaron de la misa de 6 de la tarde llorando y le contaron que la niña acaba de revelar que el cura le estuvo haciendo tocamientos durante varios años.
El testigo narró que los domingos, su hija y él llegaban entre 7:15 a 7:30 de la mañana a la casa parroquial, en la colonia Santa María, donde lo primero que hacían era tomar café junto al sacerdote. Después él se iba a la sacristía a preparar las túnicas, el incienso litúrgico, el carbón, las vinajeras, el corporal, purificadores, prendía las velas que están en el altar y tocaba las campanas para llamar a misa. Mientras la niña se quedaba a solas con el cura. A decir del testigo, esos fueron los momentos en que se cometieron los delitos que el Ministerio Público ha clasificado como violación y abuso sexual con penalidad agravada.
En el interrogatorio efectuado por el abogado defensor del sacerdote Baca, el papá de la víctima dijo que a la casa parroquial también iban otras cuatro personas que ayudaban en los preparativos para celebrar la eucaristía y que durante unos meses ahí estuvo viviendo un seminarista.
Además, agregó que el comedor donde tomaban café quedaba como a uno o dos metros de la puerta que conectaba con la iglesia.
En otra parte de su declaración y a preguntas del representante legal del sacerdote, el papá de la víctima contó que él y su esposa fueron los tesoreros de esa comunidad religiosa hasta febrero del 2018, su tarea principal era contar el dinero de proveniente de varias capillas y de la parroquia, como 5 mil pesos a la semana. Y dijo que él tenía conocimiento de la combinación de la caja fuerte.
El defensor también se enfocó en cuestionar por qué al testigo le parecía normal que el sacerdote cargara en las piernas a la víctima, cuando previamente había dicho que ni él cargaba así a su hija. La respuesta fue la misma, por la confianza que tenían hacía el clérigo.
Antes de responder a la defensa de Aristeo, el hombre contestó a la asesora jurídica de la víctima. En esa parte de la declaración, detalló que, durante 10 años, él y su esposa habían sido coordinadores del grupo de liturgia y, por 14 años, tesoreros como parte de esta última función contaban el dinero en presencia de Aristeo.
Además, el jefe de familia detalló que la vida de la familia cambió porque después de presentar la denuncia se vieron obligados a dejar su casa, alejarse de sus hijos mayores y de los nietos.
“Espero que se diga la verdad, que se haga justicia porque eso que estamos pasando no se lo deseo a nadie… este tipo de humillaciones, y nada mas queremos la verdad”, expresó al responder cuáles son sus expectativas respecto al juicio oral.
La hermana de la víctima también subió al estrado para contar a los jueces sobre cómo ha cambiado la víctima pues ahora la observa rebelde, con preguntas sobre la sexualidad humana y se ha quedado sin fe en la institución de la iglesia, el mismo sentimiento que ahora tiene toda la familia.
“Lo conozco de toda mi vida (a Aristeo). Él nos enseñaba supuestamente las cosas buenas, las cosas que la biblia dice, nos enseñaba hasta los mandamientos. Dice no robaras y él robo nuestra confianza. Dice no mentiras y nos mintió a toda mi familia. Decía que no mataras y mató toda nuestra fe”, dijo la joven mujer sin poder contener las lagrimas.
Como testigo experto, durante el segundo día del juicio contra Aristeo Baca también rindió declaración el activista y exsacerdote que ha luchado en contra de la pederastia clerical, Alberto Manuel Athié Gallo.
Él empezó por explicar que históricamente el Vaticano ha venido encubriendo los abusos sexuales que comenten los sacerdotes. Ya en 1962 existía el protocolo “Crimen Sollicitationis”, diseñado para no generar un escándalo, cuidar la imagen de la institución, proteger a los presbíteros que agredían de forma sexual a niños y silenciar a las víctimas.
Como ejemplo citó el caso de Marcial Maciel –el sacerdote mexicano que fundó de la congregación católica Legión de Cristo, la cual reconoció que esta persona abuso sexualmente de al menos 60 menores de edad–. Desde los años 40, la Santa Sede sabía de la conducta de Maciel porque hubo sacerdotes y obispos que lo habían reportado; sin embargo, el Vaticano no actuó, dijo.
Pese a los señalamientos, Marcial Maciel retomó fuerza al aportar donaciones para escuelas y universidades y se volvió una imagen muy positiva “pero junto con eso estaba abusando de niños, los condicionaba para ser sacerdotes”, expresó Athié Gallo quien es licenciado en teología y tiene una maestría en teología moral por la Universidad Gregoriana.
Posteriormente, dijo, llegó otra etapa en Estados Unidos, en la que el Vaticano trató de solucionar las denuncias de ataques sexuales a manos de los sacerdotes por medio de acuerdos extrajudiciales y se entregaron unos 3 mil millones de dólares a los padres de las víctimas. Pero esta solución, agregó Athié, no duró mucho tiempo porque las víctimas comenzaron a “salir” para decir que no estaban de acuerdo con que todo se redujera a un acuerdo monetario.
Posteriormente el papa Juan Pablo II realiza una reforma en la que se habla que si hay delitos graves, pero considera que se deben arreglar al interior de la iglesia sin la intervención de la autoridad y finalmente llega un modelo donde la iglesia decide participar, dijo el activista.
Athié Gallo fue sacerdote durante 20 años hasta 2003, cuando renunció a su ministerio al darse cuenta de que la iglesia se oponía a buscar la justicia para las personas abusadas sexualmente por presbíteros.
Durante su participación en el juicio contra Aristeo, como testigo experto, dijo que hay curas casados y con diferentes preferencias sexuales, pero aún hoy la Santa Sede los sigue encubriendo y prefiere cambiarlos de parroquia incluso de ciudad y mandarlos fuera del país para protegerlos. Además, dijo, que en México existen “centros terapéuticos” a donde los curas son enviados para tratar de cambiar algunos hábitos sexuales.
“Porque un sacerdote con X formación termina traicionando su vocación, su encargo, su misión con tal de satisfacer su sexualidad. Muchos lo atribuyen a un acto de poder, yo diría que sí entra el factor de sometimiento, pero también lo que es el goce, es una especie de goce haciendo sufrir a quien tiene menos rango, menos dimensiones”, afirmó Athié.
El activista indicó que los sacerdotes agresores en general son personas que forman parte del ambiente familiar de las víctimas, se gana a la familia y esta los toma como parte de la experiencia familiar. Eso permite que las niñas y niños aprendan de sus padres que el párroco es una persona de confianza. Luego los curas empiezan a identificar las ocasiones en que pueden empezar a acercar a sus víctimas.
“Hay un proceso de manipulación de las niñas en la expectativa que el sacerdote sabe cuando los padres no están presentes, cuando no hay otra persona. Ellos preparan el escenario y luego hay el proceso de manipulación ya física, acercamiento, tocamiento que terminan en casos de abuso y violación”, expuso.
Athié también dejo claro que su participación en el juicio oral no es para juzgar a Aristeo Trinidad Baca –quien hasta antes de ser detenido por los hechos que actualmente son materia del juicio oral, presidía la parroquia Santa María de la Montaña y estaba a cargo de un complejo comunitario–, pues eso le toca al Tribunal. La fiscal, así como la asesora jurídica, lo presentaron como un testigo experto en este juicio.
Este trabajo fue publicado originalmente en LA VERDAD JUÁREZ que forma parte de la Alianza de Medios de la Red de Periodistas de a Pie. Aquí puedes consultar la publicación original.
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