La suma de viviendas vacías y las de uso ocasional supera un total de 18 millones, mientras se estima en seis millones las unidades habitacionales que faltan para acoger a la población sin techo o que vive en condiciones precarias
Texto y foto: Mario Osava / IPS
RÍO DE JANEIRO, BRASIL. – Un Brasil más deforme que lo esperado surge del censo nacional cuyo trabajo de campo se realizó entre agosto y mayo últimos. La población es muy inferior a la proyectada y la cantidad de las viviendas ociosas superan los 18 millones, el triple del déficit habitacional.
“Ocurre una evidente falla del mercado” en esta realidad desequilibrada, si los datos están correctos, señaló José Eustáquio Alves, doctor en demografía e investigador jubilado del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE), órgano estatal encargado de los censos.
La suma de viviendas vacías, 11 millones 397 mil 889, y las de uso ocasional, 6 millones 672mil 912, supera un total de 18 millones, mientras se estima en seis millones las unidades habitacionales que faltan para acoger la población sin techo o que vive en condiciones precarias.
El aumento en comparación con el censo anterior, efectuado en 2010, fue de 34.2 por ciento en el total de domicilios existentes, que subió de 67.46 millones a 90.69 millones en 2022, y de 80 por ciento en los “no ocupados”, un dato difícil de justificar en un país con altos niveles de pobreza, aupados por un período de estancamiento económico.
Hay dudas sobre la consistencia de los resultados ya divulgados por el IBGE, de los que aún no se procesaron los detalles. Se cuestiona principalmente la cantidad de habitantes, que oficialmente eran 203 millones 62 mil 512 el 1 de agosto de 2022, cuando empezó el empadronamiento.
Para esa fecha la proyección del mismo instituto, basada en sus datos anteriores, el país tendría 214 millones de personas.
Por falta de financiamiento y políticas adecuadas, las ciudades se expanden hacia las periferias, se construyen muchas viviendas en áreas no ocupadas, lo que resulta una doble pérdida: se construyen nuevas áreas pobres y se quita la vitalidad de la ciudad consolidada”.
Sergio Magalhães
El crecimiento vegetativo de la población desde el censo anterior fue de 18.3 millones. Sumados a los 190.8 millones registrados en 2010, se alcanzaría 209.1 millones como total de habitantes en el país, observó Alves a IPS en una entrevista en Río de Janeiro.
A eso se deben descontar, acotó, unos dos millones del saldo migratorio negativo, provocado principalmente por la recesión económica que sufrió Brasil entre 2014 y 2016, con más brasileños migrando al exterior que los extranjeros acogidos en el país
Eso se traduciría en una población de 207 millones de habitantes, estimación que anunció el mismo IBGE en diciembre, basada en los datos parciales ya recogidos.
La reducción de cuatro millones en el resultado final podrá tener una explicación en la evaluación del proceso censal que el IBGE prometió divulgar próximamente, cosa que no hizo en 2010, recordó Alves.
Pero hay otros datos “demográficamente inexplicables”, como la pérdida de población de algunas grandes ciudades, destacó.
Un ejemplo es Salvador, capital del nororiental estado de Bahia, cuyos 2.67 millones de habitantes en 2010 se redujeron a 2.41 millones en 2022. Una caída de 9,6 por ciento sin causas visibles.
Mientras, otras capitales de la misma región del Nordeste registraron crecimiento, como João Pessoa (15.3 por ciento), Terezina (6.4) y Maceió (2.7).
En otras regiones brasileñas, Porto Alegre, capital del meridional estado de Rio Grande do Sul, y Belém, capital del amazónico estado de Pará, también mostraron pérdidas poblacionales, de 5.4 y 6.5 por ciento, respectivamente.
“Son datos raros, aparentemente inconsistentes, que los demógrafos tendrán mucho trabajo para explicar o corregir, sin negar el valor del censo, que es necesario”, sostuvo Alves.
Pero en relación a las viviendas, los resultados son menos cuestionables. El IBGE empleó nuevos recursos, como imágenes satelitales, datos de la red de distribución eléctrica y otros mecanismos que teóricamente mejoran la medición, reconoció.
El déficit habitacional no cuenta con criterios reconocidos en todo el mundo, pero la Fundación João Pinheiro, un centro de investigación del gobierno del estado de Minas Gerais, desarrolló una metodología aceptada nacionalmente, que suma viviendas precarias, compartidas y de alquileres inaccesibles en las ciudades.
Es decir, el déficit se establece según la dificultad de acceso a una vivienda digna. La estimación actual es de seis millones de unidades, que las empresas constructoras tienden a agrandar por el interés en expandir sus negocios.
Pero con tantas viviendas ociosas, perdió sentido la política habitacional basada en la construcción de nuevas unidades. “La falla del mercado se corrige con la acción del poder público para redistribuirlas”, por ejemplo con un impuesto progresivo sobre inmuebles urbanos vacíos o alquiler subsidiado para los pobres, propone Alves.
El censo fortalece los argumentos de “los sin techo”. En la sureña São Paulo, la mayor metrópoli brasileña, con 11.45 millones de habitantes, hay más de 588 mil 978 unidades habitaciones desocupadas, el doble que en 2010 y más que el déficit de cerca de 400 mil viviendas, estimado por la alcaldía.
“Falta que la alcaldía haga la notificación de los inmuebles sin uso, para que sean destinados a la habitación” de los necesitados, apuntó Nilda Neves, coordinadora general del Movimiento por el Derecho a la Morada e integrante del Consejo Municipal de Política Urbana.
“En Brasil hay buenas leyes urbanas” y la Constitución establece que “la propiedad atenderá a su función social”, pero sucede que no se cumple, lamentó la experta y activista graduada en asistencia social a IPS por teléfono desde São Paulo.
Hay decenas de movimientos por la vivienda en la metrópoli paulista, la mayoría defendiendo hogares para los pobres en áreas centrales, no en la periferia sin infraestructura donde los programas habitacionales suelen asentarlos.
Esos movimientos estiman desde hace años que el centro y los barrios vecinos cuentan con cerca de 400 mil unidades habitacionales. La ocupación de edificios sin uso, es una acción frecuente impulsada por diferentes movimientos. Varios hoteles e inmuebles públicos vacíos ya se convirtieron en residencias antiguos sin techo.
Existen programas habitacionales del gobierno, pero lentos e insuficientes. La alcaldía de São Paulo prometió viviendas para 45 mil familias hasta el final de 2024, pero hay más de 180 mil personas inscritas a la espera de un hogar en la ciudad.
Para el urbanista y profesor de posgrado de la Universidad Federal de Río de Janeiro, Sergio Magalhães, los nuevos datos censales de Brasil siguen una tendencia mundial de achicamiento de las familias y aumento de los domicilios, que posiblemente se exacerba localmente en algunos aspectos.
Lo singular, dijo a IPS, fue la velocidad del crecimiento urbano brasileño en la segunda mitad del siglo XX, cuando la población en las ciudades se multiplicando por 11 entre 1940 y 2000, cuando alcanzó los 138 millones de personas.
Esa evolución exigió una acelerada construcción de viviendas, de las cuales 80 por ciento las hicieron los mismos propietarios por su cuenta, de forma irregular en buena parte.
Los programas habitaciones y la financiación bancaria solo respondieron por una quinta parte del total de esas viviendas, destacó Magalhães, quien dirigió secretarias y órganos públicos de la vivienda y urbanismo en Río de Janeiro en los años 90 y 2000.
Los problemas habitacionales y urbanos se acumulan en Brasil, pero la ciudad sigue ausente de los debates políticos y de las elecciones en el país, lamentó a IPS.
El vaciamiento del centro y barrios que tenían anteriormente mucha vida se observa en Copacabana, un famoso barrio carioca, que alcanzó a tener unos 300 mil habitantes y está reducido actualmente a la mitad, puso como ejemplo.
Por falta de financiamiento y políticas adecuadas, las ciudades se expanden hacia las periferias, se construyen muchas viviendas en áreas no ocupadas, lo que resulta una doble pérdida: se construyen nuevas áreas pobres y se quita la vitalidad de la ciudad consolidada”, como su centro, concluyó.
Este trabajo fue publicado inicialmente en IPS. Aquí puedes consultar la publicación original.
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