Mariana y Samuel: con los niños no

16 enero, 2022

¿A qué juega la pareja que gobierna Nuevo León, cuando extraen a un bebé de cinco meses con un grave problema de salud, para pasar unos días en su casa?… y luego, por supuesto, suben fotos a Instagram

@lydicar

Aquella fue probablemente la cobertura más dura y dolorosa que había hecho hasta entonces. Era 2014 y gracias a una colega y amiga –Ale del Castillo– pude colarme al operativo que la entonces Procuraduría General de la República hizo en el albergue de Mamá Rosa, en Zamora, Michoacán. Ese año me había tocado cubrir autodefensas, me había quedado bajo el auto en un fuego cruzado entre Templarios y Viagras, había sentido miedo de morir. Pero no había visto tanto dolor, por tanto tiempo… no había visto tanta miseria como la que vi en el albergue de Mamá Rosa. Anímicamente, mental y físicamente –mi periodo se trastocó por un par de meses por el estrés– ver el maltrato infantil en Zamora fue más duro que estar en fuego cruzado.

Niños que habían nacido ahí, sus madres y padres habían nacido ahí. Niñas a las que les habían quitado los hijos. Niñas y niños violados; niñas y niños explotados y obligados a la mendicidad; niñas y niños viviendo en condiciones miserables, mientras las donaciones de la sociedad civil –ropa, comida, colchones, pañales– se pudrían en cuartos cerrados con llave. 

Recuerdo que aquellos tres días recabé con la grabadora testimonios de niños cuyos padres habían sido convencidos de dejarlos ahí, ya sea porque tenían “mal comportamiento” y la familia no tenía herramientas, no sabía cómo educarlos; y gente tanto en el DIF, como en otros espacios de Asistencia Privada aseguraba que Mamá Rosa, que era una santa, seguro sería la solución. 

La realidad es que el albergue tenía al menos desde 20 años atrás denuncias por secuestro de menores; la mayoría desestimadas por autoridades; porque las víctimas eran familias pobres y la acusada era, bueno… considerada una santa. Mamá Rosa era un personaje que agradaba mucho a la intelectualidad mexicana.

Santas

Para las élites de este país, para escritores e incluso hasta para un premio Nobel,   Mamá Rosa era una santa y un personaje de novela. Les encantaba la anécdota de la niña santa, proveniente  de una familia de rancio abolengo de Zamora, que un día a los 13 años llevó a un huerfanito a cenar a su casa, y desde entonces no paró de acoger a niños y más niños, hasta que formó su propio albergue, su “gran familia”. Y luego a estos huerfanitos a los que amaba y cuidaba –aunque siempre hablando con malas palabras, lo que le daba su “toque humano”–, les enseñaba música. Y tenían su orquesta estos huerfanitos…

En este mito se cumplían todos los clichés que aman las telenovelas de este país: que el “problema” de los pobres, de los “huérfanos”, se resuelve por amor a Dios,  por medio de la asistencia privada, por la vocación a mujeres “buenas”, ya sean estas mamás rosas o Marianas Rodríguez.

Les gusta mucho este discurso y esta fantasía, porque permite desviar la mirada y no es necesario responder otras preguntas: ¿por qué hay tantos huérfanos?, ¿por qué hay maltrato a la infancia?, ¿cuál es el papel del Estado para resolver esto?, ¿qué protocolos se deben establecer?, ¿cuánto presupuesto del erario es necesario  destinar?, ¿qué papel juega en el maltrato a la infancia las políticas educativas de prevención, el embarazo adolescente, la desigualdad, la falta de proyecto para los jóvenes, la guerra contra el narco…? 

Mejor pensar que un ejército de mujeres “buenas”, que han recibido el llamado de dios, se harán cargo de los pobres huerfanitos. Y estos huerfanitos serán muy  bien agradecidos. Casi como un indio Macario, agradecido, noble y dócil. Casi como un niño.     

Un poco a eso jugó Mariana Rodríguez cuando este fin de semana sacó un fin de semana a un bebé de cinco meses con un grave problema de salud, para pasar unos días en su casa… y luego, por supuesto, subió fotos a Instagram.

Mariana Rodríguez Inc.

Mariana Rodríguez tiene su nombre como marca registrada ante el Instituto Mexicano de la Propiedad Intelectual, con el número 20415289, como documentó mi colega Daniela Rea documentó. “Cada imagen, cada palabra, cada respiro que ella registra en sus redes le reditúa económicamente. Según un tabulador publicado por el periódico Excélsior, cuando Mariana tenía 1.2 millones de seguidores en Instagram (en octubre de 2021 llegaba a 2.1 ) una historia individual se cuantificaba en 400 dólares, un post en el feed en mil 200 dólares y 2 mil 500 dólares por un giveaway”.

¿Cuántos dólares le habrá retribuido el bebé que el DIF le “prestó” un fin de semana como si fuera un objeto? 

México es uno de los peores países para la infancia. Primeros lugares de explotación sexual, abuso infantil, pornografía infantil. Destino de turismo sexual –recuérdese el caso de Succar Kuri, en Cancún documentado por Lydia Cacho–; en todo este terror, es también un lugar de adopciones ilegales. Con Mamá Rosa, el notario de Zamora, en Michoacán, cambiaba los apellidos de todos los niños que llegaban al albergue, tuvieran padres vivos o no, porque Mamá Rosa era “tan buena”, que a todos los hacía sus hijos y les daba sus apellidos: Verduzco, Verduzco. 

Así se ve a veces una adopción ilegal. 

Tratantes beatos

2005, Casitas del Sur, en el entonces Distrito Federal, otra historia sobre la iniciativa privada llegó a los titulares: Casitas del Sur. Las autoridades capitalinas mandaban a niños que se encontraban enmedio de alguna disputa legal a este albergue administrado también por religiosos  –en esta ocasión eran de la Iglesia Cristiana Restaurada. De pronto en el albergue se negaron a presentar algunos niños, alegando que sus familiares eran peligrosos para los niños. Así desaparecieron a Ilse Michel, a los tres hermanos Cuadrilla, a los hermanitos Ojeda.

Ilse llegó por propio pie a su casa años después. Los hermanos Cuadrilla también, cargando a cuestas años de maltrato. De otros todavía no se sabe nada.  Pero lo mismo que ocurrió en Casitas del sur en Ciudad de México,  ocurrió en Monterrey: fue documentado desde 2008 en el albergue Refugio de Amor que  “se venden niños”. 

Mientras todo esto pasaba, en México no había ni hay hasta la fecha, datos confiables de cuántas niñas, niños y adolescentes están institucionalizados en el país, ya sea en albergues o casas de acogidas del DIF, y administradas con dineros públicos, o en instituciones de asistencia privada. 

Y aquí, me permito hacer un disclaimer: not all refugios son centros de trata disfrazados. Ok. Pero no sabemos cuáles sí y cuáles no, porque no hay supervisión efectiva por parte del DIF. No sabemos cuántos niños institucionalizados hay, en qué albergues, cómo se encuentran de salud. Quiénes pueden sacarlos y quiénes no. No sabemos nada. No queremos ver ni mirar la infancia. Sabemos, sí, que en algunos albergues se han cometido delitos muy serios, como violación, maltrato, trata, adopciones ilegales;  y que las autoridades no investigaron alegando que los albergues eran administrados por monjas, mujeres muy religiosas, muy buenas. 

Frente a todo esto, ver a la primera dama nuevoleonesa llevarse a su casa un fin de semana a un bebé de cinco meses con un problema de salud grave, me revolvió el estómago. 

¿Quién autoriza la salida de bebés de un albergue por el  fin de semana?

¿Cuál es el protocolo para hacer eso? ¿Hay al menos un protocolo?

¿Sabemos si Mariana Rodríguez tiene la capacidad y responsabilidad necesarias para atender a un bebé que tiene un problema serio de salud? 

¿Sabemos si se hicieron pruebas adecuadas a su esposo, para asegurarse de que el gobernador no fuera un riesgo para la integridad del bebé?

¿Se le hizo pruebas específicas para asegurarse de que ese bebé no sería maltratado o lastimado de ninguna manera mientras estaba fuera del albergue?, ¿O prevalece el “uso y costumbre” de que la primera dama es la soberana del DIF de su entidad y debemos dar por sentada la enorme bondad de su corazón? 

¿Quién más puede sacar niños del albergue? 

¿Quién firmó el permiso para que Mariana pudiera usar fotografías del bebé en su cuenta de Instagram –que por cierto  le deja mucho dinero–?

¿O ni siquiera permiso hubo?

La Red por los Derechos de la Infancia en México (Redim) envió un comunicado. Expresó su  preocupación de que “una servidora pública, titular de la Oficina “amar a Nuevo León” y también esposa del Gobernador de ese estado, extrajo del centro del DIF Capullos a un niño de 5 meses de edad, con discapacidad, bajo el argumento de un permiso de convivencia de fin de semana”. 

Agrega: 

Preocupa también la exposición excesiva e innecesaria de este niño, si en efecto hay un interés legítimo por su vida y por su futuro. Las diversas fotografías de su persona expuestas en redes sociales, sin el tratamiento adecuado para la protección de su identidad y en algunos casos incluso usando colores identificados con la campaña del partido político que llevó a su cargo al actual gobernador y a su esposa, son muestra de ello”.

Finalmente: 

“Será muy importante conocer cuál es la valoración que se haga desde estas instancias sobre la protección de este niño a vivir en familia, a no ser revictimizado ni usado un fin de semana para generar beneficios en términos de popularidad y en redes sociales monetizadas. La revisión de los protocolos de adopciones y visitas será crucial para verificar que no se incumplió con la norma. También la Comisión Estatal de Derechos Humanos de Nuevo León deberá determinar la responsabilidad de la Sra. Rodríguez y del Sr. Gobernador, en tanto por tratarse de personas que son funcionarias públicas y ante la posible afectación a los derechos de este niño.

Lydiette Carrión Soy periodista. Si no lo fuera,me gustaría recorrer bosques reales e imaginarios. Me interesan las historias que cambian a quien las vive y a quien las lee. Autora de “La fosa de agua” (debate 2018).