“Pride” es un término que en México más allá de ofrecer un aura celebratoria, parece desconsiderado con la mayoría de la población mexicana LGBTQ+, con las violencias y asesinatos por razón de odio
Por Évolet Aceves / X: @EvoletAceves
Veo una entrevista que N+ sube a su canal de YouTube, data de 1982, la marcha consta de menos de 50 personas, entre homosexuales, lesbianas y travestis. Pese a que sólo hace cuatro años en aquel entonces había sido la primera congregación para marchar a propósito de la exigencia de derechos y el reconocimiento de la diversidad sexual, los entrevistados hablan con claridad. Saben por qué marchan. Se escuchan comentarios combativos contra el heteropatriarcado, alusivos al entonces reciente Stonewall. El reportero de televisión no logra entender por qué y cómo uno de los colectivos está conformado sobre todo por hombres homosexuales serios y varoniles, mientras que el otro está compuesto por travestis “que parecen broma”.
En el video se observan colectivos de distintos estados y ciudades del país. Hay una joven lesbiana que afirma que los ideales de su colectivo de mujeres lesbianas están unidos con los del comunismo, seguramente es compañera de Nancy Cárdenas, quien formaba parte del Partido Comunista desde la década de los 50.
Los tiempos eran otros y las prioridades de la marcha también. La marcha evolucionó a tal grado de capitalizarse. El capitalismo alcanzó al arcoíris. Llegó como intrusa sanguijuela para lentamente apropiarse de las causas justas y así volverse una institución recaudadora de fondos provenientes de empresas privadas, Amazon, Didi, Facebook. Google, Pepsi, Coca-Cola, y a propósito de Colas, las desnudeces travestidas el día de la marcha aún hoy en día son cuestionadas, por carecer de la solemnidad que le encanta a la cisheteronorma hasta para las marchas, y porque las travestis somos siempre la carne de cañón de la comunidad LGBTQ+.
Olvidaba mencionar que estas marchas del orgullo capitalizadas y globalizadas, eran/son gestionadas por gente que vio en las marchas el signo de pesos y no el signo de indignación de años de opresión que, aunque distinta, hasta la fecha continúa, sobre todo en zonas más allá del centro de la capital, tanto urbanas como rurales. Aunque, eso sí, la original marcha del orgullo, ya es llamada por muchos Pride, we love to diminish our own history because we love to pretend that we are like the Global North.
A mi parecer, “Pride” es un término que en México más allá de ofrecer un aura celebratoria, lo leo no sólo como un gesto clasista sino desconsiderado con la mayoría de la población mexicana LGBTQ+, desconsiderado con las violencias, asesinatos por razón de odio; honremos a nuestros jotos antepasados, a quienes no podían salir a la calle agarrados de la mano y mucho menos darse besos en vía pública, por aquellos a quienes exiliaron de sus casas, de sus pueblos, de sus países. Honremos a nuestros jotos fusilados, a nuestras travestis quemadas en la Nueva España; celebremos la memoria de nuestras sodomitas travestidas, aguerridas a sus faldas y a sus zapatos de tacón, a sus medias caladas que provocaron el resquemor de la sociedad y los nervios encontrados de todo hombre amante de la feminidad, confundidos entre el deseo y la vergüenza.
El Pride en México es una arista aspiracionista que no nos hace falta. Festejemos y marchemos en la marcha del orgullo, porque por supuesto que también es celebración, la celebración de arrancarse las venas que antes drenaron miedos y ahora drenan diamantina, cínica y rejega, porque así es como debe de mostrarse la naturaleza humana, sobre todo cuando ha sido y continúa siendo oprimida.
En particular invito a celebrar a cada travesti que nos encontremos en vía pública, porque es gracias a las travestis que esta lucha inició, y sin embargo, las travestis seguimos siendo las menos favorecidas de la comunidad LGBTQ+, también las más cuestionadas y asediadas.
No olvidemos tampoco a quienes fueron dando forma a la consolidación de un movimiento más sólido: Nancy Cárdenas, Carlos Monsiváis, Antonio Cué, Juan Jacobo Hernández, y a quienes eventualmente se fueron uniendo en la segunda mitad del siglo XX. Celebremos la sangre derramada de nuestras travestis ancestras.
Évolet Aceves escribe poesía, cuento, novela, ensayo, crónica y entrevistas a personajes del mundo cultural. Además de escritora, es psicóloga, periodista cultural y fotógrafa. Estudió en México y Polonia. Autora de Tapizado corazón de orquídeas negras (Tusquets, 2023), forma parte de la antología Monstrua (UNAM, 2022). Desde 2022 escribe su columna Jardín de Espejos en Pie de Página. Ha colaborado en revistas, semanarios y suplementos culturales, como: Pie de Página, Nexos, Replicante, La Lengua de Sor Juana, Praxis, El Cultural (La Razón), Este País, entre otros. Fue galardonada en el Certamen de ensayo Jesús Reyes Heroles (Universidad Veracruzana y Revista Praxis, 2021). Ha realizado dos exposiciones fotográficas individuales. Trabajó en Capgemini, Amazon y Microsoft. Actualmente estudia un posgrado en la Universidad de Nuevo México (Albuquerque, Estados Unidos), donde radica. Esteta y transfeminista.
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