Cande Palma, ganadora de la beca otorgada por el director Guillermo del Toro, arreglaba uñas y teñía el cabello para ganar un poco de dinero. Hoy debe decidir en cuál de las 10 mejores escuelas del cine del mundo desea estudiar
Texto: Antonia Ramírez / Amapola Periodismo Transgresor
Fotografía: Cortesía de Cande Palma
“Jamás imaginé estudiar cine, mucho menos hacerlo”, dice María Candelaria Palma Marcelino, o Cande Palma, su nombre artístico, la joven acapulqueña que estudiará cine documental becada por Guillermo del Toro, el cineasta mexicano ganador de dos Óscares por la película La forma del agua.
Cande Palma ganó la beca Jenkins del Toro, en marzo pasado, con el cortometraje Rojo, sobre la vida de otro acapulqueño.
La beca da a los beneficiarios la posibilidad de estudiar una licenciatura, maestría o posgrado en una de las 10 mejores escuelas de cine del mundo. Cande Palma aún no decide a dónde se irá. El premio lo recibió de las manos del director Guillermo del Toro, junto con el jurado del Festival Internacional de Cine en Guadalajara (FICG).
Tiene 27 años, es afromexicana, de la comunidad de San Antonio, de los Bienes Comunales de Cacahuatepec, la zona rural de Acapulco, donde para defender su territorio y sus aguas los campesinos crearon el Consejo de Ejidos y Comunidades Opositores a la presa La Parota, proyecto hidroeléctrico de la Comisión Federal de Electricidad (CFE).
Cuenta que lo más cercano al cine en su vida eran los domingos familiares mirando películas en la televisión, además de los cumpleaños de ella y su hermano menor. Amelia, su mama, compraba una película en el mercado. Ellos invitaban a sus amigos a verla, mientras comían. Esa era su fiesta de cumpleaños.
Sus padres son grandes. Manuel tiene 70 años y su mamá, 60. Les preocupaba que su hija “no esté estable” y siempre se lo decían pero cuando ganó la beca, eso cambió. Sus hermanos Manuel, Rafaela y Daniel, hace tiempo que se casaron y ya tienen hijos. Juan, su hermano menor, ya llevó a su novia a presentar a la familia.
—María, ya tienes 25 años, y yo no te veo estable, me voy a morir y no veo que te cases, ¿qué va a pasar contigo?, no quiero que te quedes sola—le decía a cada rato su mamá.
Para Manuel, su hija se la pasaba de vaga; en la pura calle. Cande Palma llegaba a su casa, estaba sólo un rato, tomaba las cosas que necesitaba y se volvía a ir. Se iba a las comunidades a investigar para su documental.
—No veo que trabajes como la gente normal —le reclamaba su padre. —Yo hago lo que me hace feliz —respondía Cande.
Cuenta que fue difícil que sus padres comprendieran las cosas que a ella le han interesado. Ellos hubieran querido que se hiciera profesora, enfermera o doctora. Pero esas profesiones nunca le interesaron.
Estudió informática en el Instituto Tecnológico de San Marcos, a una hora de su comunidad, sólo hasta el séptimo semestre. Un día se preguntó así misma «¿por qué estudio esto si ni siquiera me gusta?». Tomó la decisión de dejar la escuela.
—Le dije a mi mamá «ya no voy seguir estudiando, no me gusta». Ella se molestó, por unos días dejó de hablarme, pero después se le pasó. Sentí que le fallé.
En septiembre del 2013, cuenta, la tormenta Manuel y el huracán Ingrid le cambiaron la vida. Participó en las brigadas de ayuda a los afectados.
—Miré cómo estaba la gente desesperada por recibir algo de comer. Ahí conocí a Nancy, una de las mujeres que le debo mucho, y ha sido parte de inspiración para llegar hasta donde ahorita estoy. Ella estaba trabajando en la Loyola, una universidad privada de Acapulco y con el tiempo me dijo que si estaba interesada en estudiar una carrera, porque podía entrar como becaria en esa escuela.
Cande Palma consiguió la beca para estudiar en la Universidad Loyola. No tenía que pagar nada a la institución pero necesitaba dinero para la renta y su alimentación. Al principio, vivía con otras tres jóvenes de su pueblo, también becadas. Sus compañeras de cuarto desistieron de estudiar porque no podían sufragar la renta y sus alimentos, y Cande a los pocos meses también renunció, pues los 200 pesos que su mamá le mandaba no le alcanzaban.
—Ya no aguanté más, tuve que dejar la escuela, sentía que era mucho peso para mi familia y me regresé a mi comunidad, pero sí, hice muchos amigos en Acapulco, me involucré con varias organizaciones y seguí en contacto con ellos.
Tomó seminarios, diplomados, estaba al tanto de las convocatorias en internet de cursos gratuitos y de algunos presenciales que le interesaban y algunas veces pagaban los pasajes.
También estudió estilismo: arreglaba uñas y teñía el pelo para ganarse unos pesos. Colaboró con diversos grupos culturales como Arte en Acapulco, Cultura Colosio, Unitierra Tecuanimec y en Comunidad Creativa de Emprendedores Revolucionarios (CREA), de la que forma parte, así fue como llegó a la convocatoria de Ambulante Más Allá (AMA) proyecto permanente de formación en documentales, en donde realizó el corto Rojo, que cuenta la historia de un joven de 20 años que en medio de la violencia se gana la vida haciendo malabares en los semáforos de Acapulco.
Con este cortometraje ella ganó la beca Jenkins del Toro que le dará la oportunidad de estudiar cine en cualquier parte del mundo.
Cuando se enteró de los resultados no podía creerlo, a la primera persona que le habló fue a su mamá.
—Mamá, me gané la beca de Guillermo del Toro. —Hija, ¿de qué me hablas?, no juegues con esas cosas. —Es en serio, hoy en la noche viajo a Monterrey para recibirlo.
Viajó de Acapulco a su pueblo para ir por un vestido para la ocasión, cuando llegó a casa, su familia aún no asimilaba la noticia, pues su mamá, a quien le gusta el cine y es fan del cineasta, sabía quién era Guillermo del Toro. Para ella una persona difícilmente alcanzable.
Su hermano Jorge también le preguntó si estaba segura porque tal vez podría ser un engaño, y se la llevaran para la trata de personas.
Así con todas las dudas se animó a ir. Su papá, su mamá y su hermano la llevaron hasta la terminal de Acapulco porque ya era noche y ya no había transporte.
Todavía recuerda que su hermano en la terminal le dio 500 pesos y le aconsejó que si veía algo raro, les avisara de inmediato.
María Inés Roque, la directora de Formación y Producción en Documental de Ambulante Más Allá, también se sorprendió con la noticia.
—Cuando recibo el premio, Guillermo me saluda y me da un beso y yo de la emoción me suelto a llorar, y me dice «hace dos días vi tu documental y todavía me sigue causando emociones».
Después de la entrega del premio, hubo una cena donde estuvieron varios personajes del cine como Diego Luna, y ahí platicó más con Del Toro, quien otra vez la felicitó y le recomendó seguir haciendo lo que le gusta.
— ¿Qué películas has visto de Guillermo del Toro?
—Solo una, La forma del agua, no soy su fan. Solo he leído de él, mi mamá sí es su fan.
Después de que ganó esta beca, varios medios la entrevistaron, entre ellos recuerda un programa de TvAzteca, ahí fue donde sus papás la vieron por televisión.
Una de sus vecinas le contó que su mamá salió a la calle a decirles que su hija estaba en televisión con mucha emoción y orgullo.
Aunque cuando llegó a casa, su mamá no le demostró su felicidad porque es una mujer muy seria. Su papá sí lloró de la emoción y aceptó que está bien hacer lo que a uno le gusta y no lo que otros esperan que hagas.
—De alguna manera he cambiado la forma de pensar de mis padres, ya dejaron de presionarme para que me case o tenga novio. Lamentablemente en los pueblos nosotras las mujeres debemos cumplir ciertas expectativas, si no cumples, no vales como mujer. Y una de ellas es casarse porque si no lo haces es que no te has realizado.
Su documental Rojo estuvo en la proyección de la gira de Ambulante 2019. Recientemente se anunció que está en la selección Oficial del 17 Festival Internacional de Cine de Morelia que se llevará a cabo del 18 al 27 de octubre de 2019, en la capital de Michoacán.
El protagonista de la cinta es Michael Díaz, de 20 años, quien se gana la vida en los semáforos de Acapulco haciendo malabares y tatuajes, y lleva rap a las colonias marginadas.
Al Rojo, apodo que le pusieron sus amigos desde niño por su pelo rojizo, la violencia le arrebató sus sueños e inquietudes el 29 de diciembre del 2017. Fue asesinado a balazos en la Avenida Gran Vía El Coloso de la colonia La Esperanza, en la unidad habitacional el Coloso. El reporte policiaco sólo dio cuenta de una balacera en el lugar.
Algunos medios de comunicación manejaron que su homicidio fue por disputas territoriales entre grupos del crimen organizado. Los colectivos en que participaba Rojo los desmintieron.
Este trabajo fue realizado por el equipo de Amapola Periodismo Transgresor. La reproducimos como parte de la Alianza de Medios. Consulta aquí la publicación original.
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