Desde hace 15 años se ubicaron las redes de Joaquín Guzmán Loera en Ecuador. Las alianzas tejidas desde entonces estallaron con el asesinato del candidato presidencial Fernando Villavicencio
Tw: @anajarnajar
2008. Algunos medios de Ecuador reportan el decomiso de un avión Lear Jet con matrícula mexicana, donde las autoridades encontraron más de 300 kilos de cocaína.
El aparato supuestamente pertenecía a una fábrica de zapatos con domicilio en Zapopan, Jalisco. La policía ecuatoriana, sin embargo, aseguró que la nave y el cargamento de droga pertenecían al Cartel de Sinaloa.
En ese momento la noticia pasó desapercibida en México. El país vivía la cresta de una intensa ola de violencia desatada por el impresentable Felipe Calderón.
Las informaciones sobre la expansión internacional del Cartel se concentraban en las células de la organización detectadas en Australia y Nueva Zelanda, donde se desmantelaron laboratorios para fabricar metanfetaminas.
Los reportes sobre el puente aéreo entre Ecuador y México se perdieron en el océano de malas noticias.
Años después revivieron los datos durante el juicio que enfrentó Joaquín Guzmán Loera, El Chapo, en una corte federal de Manhattan, Nueva York.
Testigos protegidos de la DEA y el FBI revelaron una extensa red de trasiego de droga y lavado de dinero establecida en Ecuador por el acusado.
Un entramado que incluía empresas fantasmas para lavado de dinero, sobornos a políticos y corporaciones policíacas, así como alianzas con bandas locales para proteger las operaciones.
La huella recabada hace 15 años estalló hace unos días. El candidato a la presidencia de Ecuador, Fernando Villavicencio, fue asesinado durante un acto de campaña.
El crimen, afirmaron medios de Ecuador, podría ser parte de la disputa por el mercado local de drogas entre los carteles Jalisco Nueva Generación (CJNG) y Sinaloa.
Los presidentes Guillermo Lasso, de Ecuador, y Andrés Manuel López Obrador de México han sido muy cuidadosos en repartir culpas.
Pero es claro que el origen del magnicidio es una mezcla compleja con ingredientes mexicanos.
En 2008, cuando aparecieron los primeros indicios de narcos mexicanos en Ecuador el fundador del CJNG, Nemesio Oseguera Cervantes, colaboraba con el Cartel de Sinaloa.
El Mencho, como se conoce al capo, era jefe de seguridad de Ignacio Coronel, El Nacho, operador financiero de la organización sinaloense.
El Nacho vivía en Zapopan que desde los años 80 ha sido refugio –y alguna vez santuario- de las familias de líderes de ese cartel.
El capo fue abatido por la Marina en 2010, y desde entonces nació el CJNG que una década después se convirtió en el mayor competidor y enemigo de sus antiguos socios
La batalla llegó hasta Ecuador, que sufre ahora el efecto que padecieron otras trincheras de Latinoamérica invadidas por carteles mexicanos.
Un ejemplo es El Salvador. En 2003 las organizaciones de Juárez y Sinaloa disputaron la ruta terrestre de drogas por ese país, y para ello contrataron a las dos facciones de pandillas Mara.
La MS 13, conocida como Mara Salvatrucha, y el grupo Barrio 18 pasaron de disputar con pistolas hechizas y golpes las calles de la capital salvadoreña, a convertirse en organizaciones paramilitares y fuertemente armadas gracias al dinero de las organizaciones mexicanas.
Eso ocurrió en Ecuador. Y con historias parecidas.
La banda Los Lobos que inicialmente se atribuyó el asesinato de Fernando Villavicencio, trabaja con el CJNG según datos de la fundación InsightCrime.
Al grupo se le considera el más numeroso de Ecuador, con unos ocho mil integrantes. Desde 2016 provee armas y seguridad para las operaciones de su socio mexicano, el cual controla parte de las rutas ecuatorianas de cocaína.
Recientemente se unió con las pandillas Chine Killers y Los Tiguerones para crear la organización llamada Nueva Generación.
Los Lobos son una escisión del cartel Los Choneros que hasta hace un par de años se consideraba el grupo criminal más importante de ese país sudamericano.
Es decir, el grupo que asegura haber cometido el magnicidio del candidato presidencial sigue los mismos pasos de su aliado, el CJNG.
Algo parecido ocurre con su rival: Los Choneros son los representantes en Ecuador del Cartel de Sinaloa con el que mantiene una férrea alianza desde 2019, por lo menos.
El grupo ecuatoriano no sólo ofrece protección y apoyo a los mexicanos, sino que también ha servido de enlace con disidencias de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).
La alianza de Los Choneros con el Cartel de Sinaloa tiene varios años, y como le sucedió con el aliado mexicano también ha enfrentado el crecimiento de grupos más pequeños que le disputan el control del territorio, mercado y rutas de tráfico de droga, especialmente cocaína.
Hasta ahora se sabe el papel de las alianzas criminales entre bandas mexicanas y ecuatorianas en el asesinato del candidato presidencial.
Pero es claro que las huellas marcan ese camino. Villavicencio había denunciado amenazas de muerte por parte de José Adolfo Macías Villamar, conocido como Fito y a quien se vincula con el Cartel de Sinaloa.
Sin embargo, el asesinato fue reivindicado por aliados del CJNG. El caso no será resuelto por el gobierno de Guillermo Lasso sino por el FBI, que envió un equipo a Ecuador para colaborar en las pesquisas.
Paradojas del mundo criminal: fue esta agencia estadounidense la que aportó la mayor cantidad de evidencia contra Guzmán Loera.
El FBI documentó las redes ecuatorianas de El Chapo, y durante el juicio en Nueva York involucró a militares, policías y funcionarios de ese país.
Ahora le abrieron la puerta de Ecuador. Muchos, tal vez, empiezan a arrepentirse.
Productor para México y Centroamérica de la cadena británica BBC World Service.
Periodista especializado en cobertura de temas sociales como narcotráfico, migración y trata de personas. Editor de En el Camino y presidente de la Red de Periodistas de a Pie.
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