Los Cofanes luchan contra la minería empleando tecnología y preservando su conexión espiritual con el bosque en Sucumbíos, Ecuador. Unos meses atrás, tuvieron la visión de una ‘luna de sangre’. Presagio y mito vinculado a Gran Mortandad.
Texto: Gabriela Ruiz Agila
Fotos: Josué Araujo
En memoria de Alejandra Yépez
SUCUMBÍOS, ECUADOR.– El Primer Encuentro Nacional de Guardias Indígenas tuvo lugar en septiembre, en la Comunidad A’i Cofán de Sinangoe, reconocida con el Premio Ambiental Goldman 2022. Los Cofanes luchan contra la minería empleando tecnología y preservando su conexión espiritual con el bosque. Unos meses antes, durante la ceremonia de toma de yagé, los taitas cofanes tuvieron la visión de una ‘luna de sangre’. Presagio y mito vinculado a gran mortandad.
Los Cofanes son guardianes del Athianbi A’i (gente invisible), una región transparente —por llamar así— al mundo donde los espíritus son también guardianes de cada árbol, animal, planta, y medicina, explica Alex Lucitante de 29 años, quien junto a Alexandra Narváez de 30, lideraron a su comunidad en la defensa del territorio.
Asediados por la guerrilla, bandas criminales, traficantes de drogas ilícitas, oro y madera, sufren por la contaminación de derrames de petróleo, y el empleo de mercurio o cianuro en actividades mineras.
En 2018, lograron que la Corte Constitucional del Ecuador sentara jurisprudencia a favor de las comunidades indígenas: deben ser consultadas y autorizar el Consentimiento Libre, Previo e Informado antes de iniciar proyectos extractivos en sus territorios.
Para evitar la expansión de la oscuridad, los ancestros pidieron a los taitas cofanes, —reconocidos por su linaje de médicos y brujos—, llamar a todos los pueblos a la unión, al intercambio de saberes y experiencias para la defensa de sus territorios ancestrales.
Esta fue la motivación del encuentro. La convocatoria se hizo por la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie) junto a la Confederación de Nacionalidades Indígenas Amazónicas del Ecuador (Confeniae), la Coordinadora de las Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica (Coica) y Amazon Frontlines. Asistieron además delegados del CRIC desde Colombia y otras comunidades de Putumayo.
Ambición y guerra se ciernen sobre tierras ancestrales ricas en petróleo, oro y recursos naturales en la Amazonía. Pido permiso para nombrar sombras y revelar la fuerza luminosa del mundo invisible en Sinangoe, la región más transparente de la Amazonía ecuatoriana. En ello radica su mayor victoria y resistencia.
El territorio Cofán es extenso y está conformado por las comunidades de Sinangoe, Zábalo, Chandía Na’en, Avie (antes Tayosu Conqque), Dovuno y Dureno. Limitan con el Parque Nacional Cayambe-Coca.Su lengua es el A’ingae, y no ha podido ser clasificada en ninguna familia lingüística. En 2021, la comunidad de Sinangoe solicitó la adjudicación y entrega de título de propiedad de 63.775 hectáreas que constituyen su territorio ancestral y como en otros casos, se encuentran dentro de áreas protegidas bajo administración del gobierno.
Los Cofanes se encuentran en Putumayo del lado colombiano, y en Sucumbíos, en Ecuador. En el siglo XIX, este pueblo sobrevivió al régimen esclavista de extracción del caucho y quinua, y a la evangelización de misiones jesuitas, franciscanas y capuchinas. Han sobrevivido a varias pandemias con medicina ancestral. Sin embargo, el Covid-19 se llevó a varios taitas.
En 1969, llegó la petrolera Texaco Gulf que causó una de las mayores catástrofes ambientales por derrames de petróleo, como denunció The New York Times calificó. El problema se agrava con la contaminación por extracción de oro que afecta a las cabeceras de cuatro fuentes hídricas: Río Aguarico, Río Quijos, Río Mira y Río Esmeraldas.
Sinangoe se ubica en el cantón Gonzalo Pizarro, a orillas del río Aguarico dentro de Las Andes Tropicales, uno de los hotspots de biodiversidad de alta diversidad biológica a nivel mundial. Se calcula que en Ecuador existen 5.000 especies de plantas por 1 millón de hectáreas. Y en particular, en Sinangoe, existen entre 2.000 a 4.000 plantas, de las cuales, más de 100 especies son endémicas. Esta es la Gran Casa donde habitan 54 familias, 240 personas aproximadamente.
Nicolas Mainville, biólogo y coordinador en defensa territorial para Amazon Frontlines y Alianza Ceibo, cuenta con amplia experiencia en monitoreo de impactos de la deforestación, extracción de oro y petróleo, y contaminación por mercurio en la salud de la población de la Amazonía donde “más de 650 mil hectáreas de bosques nativos han sido taladas por la extracción petrolera desde 1990 hasta ahora” explica el experto.
Ha cooperado con la Guardia Indígena de Sinangoe que considera “ha sido testigo de daños a su territorio por décadas”. Desde 2016, ha participado en más de 50 recorridos. Presentó un Amicus Curiae en 2021 relativo a la acción de protección presentada el 12 de julio de 2018 por la comunidad A’I Cofán de Sinangoe.
Mainville asegura que la Guardia Indígena es una estrategia ancestral que frena la deforestación, grave problema que atrae a los mineros, los taladores de madera y otras amenazas. La Reserva Cayambe Coca ha sufrido la tala de 1.800 hectáreas de bosque, y al igual que las reservas de Cuyabeno, Yasuní, Sumaco-Galera, evidencian el impacto de las políticas públicas del Ministerio de Ambiente del Ecuador y entrega de concesiones: “Esa es la gran diferencia en cómo se maneja el territorio como indígena y cómo se maneja el territorio como gobierno”, concluye Nicolas Mainville.
—¿Quién es la mujer? —preguntaban los finqueros y mineros ilegales. —Una cofana que mucho jode para hacerle callar la boca porque eso no es de ustedes — recuerda Alexandra Narváez, fundadora de la Guardia Indígena. Las amenazas venían de parte de los dueños de las fincas y los dueños de las concesiones —Nos iban a matar.
Entre abril y mayo de 2017, la comunidad creó la Ley Propia de Control y Protección del Territorio Ancestral de la Comunidad de Sinangoe de la Nacionalidad A´i Kofan para conformar la guardia comunitaria. Con ayuda de la Fundación Alianza Ceibo y Amazon Frontlines, recibieron asesoría jurídica y empezaron a usar cámaras trampa y drones para documentar incursiones ilegales, así como sistemas de georeferencia para mapear amenazas y denunciar intrusos a la policía ambiental.
En enero de 2018, la Guardia Comunitaria detectó excavadoras en su territorio y en junio de 2018 con apoyo de Amazon Frontlines, presentaron una demanda contra el Ministerio de Ambiente de Ecuador, Ministerio de Energía y Recursos Naturales No Renovables, la Agencia de Regulación y Control Minero y la Agencia del Agua. Recibieron el respaldo público de Greenpeace, Amazon Watch e Hivos, así como de las Federaciones Siona, Secoya y Kichwa.
El gobierno del Ecuador había otorgado 20 concesiones a mineras a gran escala, y 32 estaban pendientes para la extracción de oro a pequeña y mediana escala, sin la consulta previa, libre e informada a la comunidad, como manda la Constitución y el derecho internacional. Las concesiones se entregaron a pesar de rechazarlas en Consulta Popular.
Ese mismo año, el Tribunal Provincial de Sucumbíos falló a favor de la comunidad ancestral Sinangoe de la nacionalidad Ai Cofán, dejó sin efecto las concesiones mineras en los ríos Aguarico, Chingual y Cofanes que afectan el agua, pesca, cacería y cultivos para subsistencia de la población. El caso sentó un precedente legal y fue elegido por la Corte Constitucional ecuatoriana para desarrollar jurisprudencia para los pueblos indígenas.
La Guardia es un ejercicio colectivo y milenario, su conformación ha sido difícil, explica Alexandra Narváez. La Guardia es un ejercicio ancestral que a medida que avanza el tiempo y avanzan las amenazas, también se va ubicando y organizando de maneras diversas para garantizar la protección de la vida y del territorio.
Lina María Espinosa, es abogada, miembro de Amazon Frontlines y Alianza de Derechos Humanos del Ecuador. Asesoró a la Comunidad de Sinangoe en la creación de la Ley Propia de Control y Protección del Territorio Ancestral. Ha participado en las Mesas de Diálogo entre el gobierno de Guillermo Lasso y el movimiento indígena en 2022.
—El proceso de conformación de Guardias Indígenas, ¿cómo se integra al proceso de reconocimiento de derechos del movimiento indígena a nivel internacional?
—La Guardia Indígena está amparada en el derecho internacional y en la norma constitucional ecuatoriana: El derecho a la libre autodeterminación de los pueblos, le da la base legal y la legitimidad nace de los territorios, de las asambleas, de las decisiones comunitarias. El Convenio 169 de la OIT, la Declaración de la Naciones Unidas sobre Pueblos Indígenas, la jurisprudencia internacional le da el carácter de sujeto colectivo. Lo que se hace es adecuar la Guardia en cada uno de los territorios a partir de los diferentes usos de la gobernanza. Tienen diferentes denominaciones pero el objeto es uno: defender vida, defender territorio.
—El Paro Nacional de Octubre de 2019, se prolongó hasta junio de 2022. En la Mesa de Diálogo dedicada al extractivismo, ¿hay una victoria? ¿Ve Usted el reconocimiento de la responsabilidad del Estado en los reclamos que se pusieron sobre la mesa?
—2019 puede ser un detonante, una manifestación masiva de un cansancio por la violación sistemática de derechos que viene acompañada de extractivismo. Mientras el extractivismo petrolero y minero avanzan; la vida de los territorios y de las comunidades, está en riesgo. Ante un gobierno sordo que posiciona de manera violenta el extractivismo; el derecho a la protesta, el derecho a la defensa de los territorios es una alternativa. Indiscutiblemente ha habido un triunfo del movimiento indígena cuando ha obligado a sentarse al gobierno (de Lasso) a dialogar porque era un gobierno que no quería el diálogo como mecanismo.
—¿Cuál es su gran motivación para continuar enfrentando los grandes intereses sobre estos territorios? —La abogada Lina María Espinoza ha sido varias veces amenazada.
—Estoy aquí cumpliendo un mandato comunitario y asambleario. Mi acompañamiento técnico es solicitado por las comunidades y organizaciones. Me debo a las decisiones del movimiento indígena, a las decisiones de sus estructuras organizativas. Hay una convicción de que los derechos son una conquista permanente. No nos los van a regalar.
Los acuerdos alcanzados en las Mesas de Diálogo tienen carácter vinculante para establecer mecanismos de remediación y reparación al movimiento indígena. Se logró la moratoria de varios bloques petroleros en la Amazonía centro-sur. Mientras el Estado avanza en su proyecto extractivo, de intención inconsulta y que viola derechos, explica María Espinoza, las comunidades avanzan en sus decisiones asamblearias y fortalecen sus Guardias en su decisión de defender su territorio que es lo único que tienen.
Para caminar en territorio ancestral, un kukama (foráneo) necesita ser invitado. Este llamado suele hacerse por los taitas en trance, en medio de la ceremonia y toma de yagé. El “remedio” ayuda a ver más allá del cielo y de la tierra, ayuda a tomar decisiones, resolver conflictos y dar tratamiento médico.
El dolor del Paro Nacional continuaba latente desde junio. El movimiento indígena, encabezado por la Conaie, rechazó las medidas del gobierno neoliberal de Guillermo Lasso. La Misión de solidaridad Internacional y Derechos Humanos recogió testimonios de víctimas de desapariciones forzadas, homicidios, privación ilegal de la libertad, y tortura, delitos de lesa humanidad cometidos contra la población civil.
Fueron 18 días que sumieron al Ecuador en sus añejos y precarios conflictos entre patrón y esclavos, “indios” y “blancos”, ricos y pobres. En esos días, fui invitada por los taitas en un sueño. Vi a un búho blanco elevar su vuelo sobre el bosque nublado y el páramo. Se dejaba contemplar. Tenía dos líneas rojas pintadas sobre su plumaje.
Otras soñadoras recibieron advertencias, me contaron las Mujeres Amazónicas reunidas en círculo mientras se refugiaban en la ciudad. Se temía una gran masacre. El sábado, 11 de junio, me pintaron la cara con wituk, como en rito, como en la guerra.
Al finalizar el Paro, los pueblos encendieron el fuego sagrado del Inti Raymi, celebración mayor postergada por la conmoción social. Ahí pude contar mi sueño a las Guardianas del Fuego. Danzamos en círculo para renovar la espiral del tiempo. Zapateamos para conectar con la tierra, levantamos los brazos para empujar más alto a wayra (viento). También hubo lágrimas, las que se secan con sollozos y trenzas oscuras.
Estamos aquí para contar, atendiendo el encargo de los pueblos. Cuando cruzamos las místicas aguas del río Aguarico, atravesamos un portal del tiempo, y llegamos a Sinangoe, lugar de resistencia histórica. Escribo el nombre de mi hija en la playa, ofrezco mis respetos al Gran Espíritu. En el sendero de ingreso percibo la presencia de alguien. Nos observa de pie bajo la enramada del árbol de Chonta. Lleva puesto una manta blanca con rayas rojas y negras.
“Hay un espíritu que vive en los árboles grandes al que los abuelos llaman Ma’jo Cucu. Pero en idioma yagé, es Ma’jo Guati. Otro es el lenguaje del yagé”, explica Alex Lucitante, que viene preparando también su camino como chamán cofán. Los vientos tamborean las bambas donde viven estos seres. Quienes lo han visto cuentan que a veces, Ma’jo Cucu acompaña a caminar hasta la orilla del río. Ellos también cuidan.
Es 10 de septiembre. La luna tiene cuatro días creciendo. Pasó el aguaje. Los taitas tienen una visión en colectivo sostenido por las plantas sagradas.
Todos los convocados a Sinangoe debemos entrar al mismo sueño. A las 4h00 de la madrugada, junto al río Aguarico, los taitas Luciano Lucitante, Ángel Quenamá, Patricio Criollo y Edison Lucitante, presiden la ceremonia de yoko, una liana de espíritu femenino que ayuda a preparar el camino para el yagé. Se raspa la corteza en un cuenco, se mezcla con agua, se torna marrón y rojiza, espumosa y luego espesa. La bebida se pasa de mano de un hombre a otro hombre, y de una mujer a otra mujer. No se debe romper la línea de energía.
El yoko tiene un fuerte sabor que primero seca la boca con amargor, y después, activa las papilas gustativas, haciendo florecer un sabor dulce entre la lengua y las mejillas. Hay quienes vomitan. Depende de la cantidad que ingiera y tolere el cuerpo. Conmigo la planta es buena, me manda a descansar. “Has caminado tanto, duerme”.
Cuando amanece, las Guardianas del Fuego instalan el altar dibujando la espiral del tiempo con flores y semillas dentro de la chakana, símbolo de la cosmovisión andina. Se instalan veladoras al pie de ocho retratos de los caídos en el Paro Nacional de 2022, elaborados por Zinecdoc. Se enciende el fuego junto a la lanza de Juan Carlos Vargas Chango de 33 años, uno de los fallecidos.
“Somos los Kuirasûndekhû, que en nuestra lengua materna A’ingué significa “quienes cuidan”, nos da la bienvenida, Wider Guaramag Umenda, presidente de Sinangoe. Al saludar a los presentes, el presidente de la Conaie, Leonidas Iza, empeña su palabra frente al fuego y pide honrar la memoria de los hermanos que perdieron la vida en octubre de 2019, junio de 2022, y aquellos que murieron por defender territorio como José Tendetza, Bosco Wisum, Freddy Taish.
«Si nosotros los pueblos y las nacionalidades vivimos, es gracias al trabajo espiritual», declara enfática Blanca Andrade, mayora del Pueblo Nasa e integrante del Consejo Regional Indígena del Cauca -CRIC en el Cauca-Colombia, uno de los lugares más peligrosos para personas defensoras de #DDHH ya que varios guardias indígenas y líderes sociales han sido asesinados. Los Nasa también han liderado el Paro Nacional en Colombia en 2019 y 2021.
Anochece en Sinangoe. —¡Miren! La luna está teñida de sangre —dijo Fabián Jaguaco, chamán del pueblo Kitu Kara en Machachi, señalando al cielo. La temperatura baja hasta los 9°C. Muere Lasterio Lucitante de 33 años, miembro de la Guardia Indígena. Deja a su esposa Mónica Alvarado, y sus cuatro hijos.
Dicen que Lasterio ha muerto de cáncer, que un día de repente se puso muy mal, que le encontraron tumores en el pecho. ¿Será por el pescado que consumen envenenado de mercurio? —se preguntan unos a otros. Lágrimas. Lasterio no es el primero ni el último cofán que morirá de cáncer por contaminación.
La siguiente madrugada, hay que beber de nuevo yoko y cumplir con las tareas de trabajo colectivo y ejercicios. Antes de partir de Sinangoe, nos avisan de otro muerto en la comunidad. Más lágrimas. El 17 de septiembre, sabremos de la partida de Alejandra Yépez, activista de Amazon Watch y defensora de derechos humanos. Alejandra me presentó a Alex Lucitante, y por esa razón, el viaje más profundo a la Amazonía, solo se pudo hacer con su voluntad de juntar. El luto se echa a correr por el barro en dirección a la Gran Casa.
¿Esta es la Luna de Sangre que temimos desde Octubre de 2019? ¿Esta es la sombra que vieron los taitas desde que empezó la pandemia? No ha terminado.
Cuando Wider Guaramag Umenda habla, su voz alcanza a cada árbol, pez, y niño de su territorio. A los 31 años, es padre de familia y presidente de la Comunidad A’i Cofán de Sinangoe. Viste el atuendo tradicional con orgullo, rodeado de collares de dientes de sajino y tigre. Sus decisiones las mantiene con firmeza pues está en juego la subsistencia de su pueblo.
“La Guardia Indígena es el ejercicio propio de nuestros derechos colectivos en Ecuador. En las últimas movilizaciones, el gobierno criminalizó diciendo que somos grupos paralelos o subversivos. Eso es una falsedad” rechaza el líder comunitario. La Guardia Indígena de Sinangoe es la más antigua del Ecuador y referente en el Movimiento Indígena.
—Usted está acompañado de su hija Melany, de 9 años. ¿Por qué es importante que los niños participen de estos procesos donde se habla del bosque, La Casa Grande y la comunidad?
—Es importante que como líderes, compañeros mayores de cada nacionalidad, podamos transmitir el gran mensaje de protección territorial, cuidado de los ríos y el bosque, porque efectivamente, esa es la relación que nosotros como indígenas tenemos con la naturaleza, una reacción íntima, diaria. Hemos heredado ese conocimiento de nuestros abuelos y queremos transmitir a las nuevas generaciones.
A Sinangoe llegaron 150 representantes de los pueblos indígenas de Ecuador y Colombia para analizar riesgos y amenazas. Como resultado del Primer Encuentro de Guardias Indígenas, firmaron el Mandato del Encuentro de Guardia Indígena, un Plan de Acción en defensa de la vida y los territorios que tiene 10 puntos.
Resalta el fortalecimiento de procesos de gobernanza territorial por medio del mutuo apoyo entre pueblos; la gestión de alianzas y cooperación con apoyo jurídico, logístico, comunicacional y financiero, así como la capacitación y formación de la Guardia indígena. El componente cultural requiere ser recuperado y revitalizado dentro de los territorios.
Entre los firmantes se encuentran: CONAIE y Confeniae, Asociación de Cabildos Indígenas del Pueblo Siona; Resguardo Buenavista del Pueblo Siona, Organización Zonal Indígena del Putumayo, Pueblo Kamtshá, Pueblo Maruri Munilaamena, Pueblo Inga, Pueblo Quillasinga, Cabildo del Pueblo Yanacona, Pueblo Cofán de Colombia, Pueblo Emberá, Pueblo Awá-Putumayo, Pueblo Murui Muina, Pueblo Pasto, Pueblo Nasa, Pueblo coreguaje, Pueblo Chicala Pijao, Comunidades Waoranis de Pastaza como la OWAP.
En otro sueño, a un árbol de bocas le brotan otras bocas, le nacen mazorcas de maíz de las palmas de las manos. En la Gran Casa, los frutos del árbol de Chonta cambian de color. La luna de sangre también muestra cuando los frutos maduran y están listos para la cosecha. Los guardianes salen a la oscuridad de la noche a cumplir su misión. ¿Quiénes se atreven a convocar con su sueño a todos los sueños del mundo?
Entre la luz y la sombra, las noticias tristes nos hicieron creer que hablábamos de muerte pero en realidad, hablamos del tiempo. Entre las aguas y el viento, por la voz de Sinangoe habla la voz de los pueblos en resistencia. Mucho se escribirá después. Hoy todavía, soñamos.
Gabriela Ruiz Agila @GabyRuizMx Investigadora en prensa, migración y derechos humanos. Cronista. Es conocida como Madame Ho en poesía. Premios: Primer lugar en Premio Nacional de Periodismo Eugenio Espejo [Ecuador, 2017]; segundo lugar en el Concurso Nacional de Poesía Ismael Pérez Pazmiño con Escrituras de Viaje [Ecuador, 2016]; primer lugar en Crónica del Cincuentenario organizado por la UABC con Relato de una foránea [México, 2007].
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