Miles de barrenderos y recolectores de basura mantienen limpia la Ciudad de México, pero muchos carecen de contrato, salario digno y seguridad social. Sindicatos y gobiernos los ignoran, mientras enfrentan explotación, discriminación y hasta despidos injustos
Texto y fotos: Jade Guerrero y Jazmín Sandoval
CIUDAD DE MÉXICO. – Alejandro Galván se despierta todos los días a las seis de la mañana. Carga sus herramientas de trabajo y se prepara para una jornada laboral de diez o más horas: barre calles, recoge basura de casa en casa y empuja un carrito bajo el sol, la lluvia o el frío.
Él cumple con su labor de mantener limpias las calles de la ciudad. Lo hace sin un sueldo fijo ni acceso a seguro social. Todo este esfuerzo apenas alcanza para cubrir lo básico para él y su familia.
Como Alejandro, miles de personas en México realizan trabajos esenciales en la sociedad en condiciones precarias, viviendo una injusticia que ha sido invisibilizada desde hace tiempo por los sindicatos y gobiernos en turno, los encargados de apoyar a este sector trabajador de la población.
Estos son los testimonios y análisis de personas trabajadoras del sector de mantenimiento y limpieza de la Ciudad de México, que durante la pandemia fueron llamados héroes y su labor fue reconocida como esencial para el funcionamiento de la ciudad.
Alejandro, trabajador del sector de limpieza y transporte de la Sección 1 Coyoacán, lleva más de 25 años trabajando y esperando un contrato desde hace 8 años, contrato que se le ha retenido por el mismo sindicato que lo representa.
“Los sindicatos no entregan los contratos o solo pocos son los elegidos, los que son parte de los sindicatos son quienes eligen quiénes obtienen una base y son quienes retienen contratos y, en otros casos, pagos. Incluso en el sexenio pasado llegaron varios contratos para nómina 8 que, estando ya en el sindicato, muchos vendieron sus lugares o metieron a sus allegados, dejando de lado a muchos que llevamos tiempo esperando un contrato”, comenta.
¿Quiénes son los responsables de esta inestabilidad o a quiénes debemos voltear a ver para encontrar respuestas?Manuel Fuentes Muñiz, doctor en Derecho y especialista en Derecho Laboral individual y colectivo, reflexiona:
«El sector de limpieza se divide entre lo formal y lo informal. Esto quiere decir que dentro de un sector formal de contratados existe otra sección de trabajadores más vulnerables, que son los que no cuentan con un contrato y están en la informalidad».
Estos trabajadores, resalta el especialista, a pesar de tener un trabajo en lo informal, los derechos laborales son vulnerados desde lo mínimo que se les debe dar por ley, que es un sueldo digno, ya que muchos solo trabajan por las propinas que les da la gente al tirar su basura. Esto nos hace ver que muchos no llegan a ganar ni el salario mínimo.
Al trabajar desde la informalidad, este acto de no recibir un contrato se repite en más del 60% de los trabajadores.
El testimonio de Alejandro confirma el análisis del especialista:
“Al no tener contrato, he tenido que trabajar como voluntario, o sea, de manera informal; gano de las propinas que nos da la gente, y mientras esto pasa, sigo esperando que me den mi contrato. Muchos me dicen que busque otro trabajo, pero a mí me gusta hacer lo que hago, solo que sería ideal para mí, como para muchos, que nuestros derechos laborales se cumplieran y tener un contrato, que se nos reconozca como trabajadores y no como voluntarios».
El problema es estructural, y lo operan los dirigentes de los sindicatos, que en este caso sería el Secretario General de la Sección 1 “Limpia y Transportes” del SUTGCDMX, Hugo Alfredo Alonso Ortiz, quien tiene como obligación responder por el cumplimiento de dar contratos a los trabajadores, ya que es quien controla desde la asignación de plazas sindicales hasta la distribución de nóminas del gobierno y de las empresas subcontratadas, lo cual le otorga poder para decidir quién trabaja y en qué condiciones.
«Estamos viendo que muchos de ellos ponen trabas, venden lugares o incurren en prácticas de nepotismo. Asimismo, podemos ver cómo el gobierno en turno solo vela por sus propios intereses, generando una confabulación entre gobierno y sindicatos», reflexiona Fuentes Muñiz.
Y añade que esta problemática no solo se limita a los trabajadores informales, ya que también los trabajadores formales, contratados por empresas privadas que actúan como subcontratistas, resienten estas problemáticas.
Estos trabajadores, que generalmente cuentan con salarios fijos y prestaciones de ley (incluyendo seguro), con el tiempo se les da de baja sin que lo sepan. Esto ocurre por el aprovechamiento del contrato indefinido, haciéndolos renunciar y firmar hojas en blanco, lo que provoca que no puedan hacer nada al respecto para reclamar sus derechos laborales y humanos.
“Existe una ausencia de sindicatos, y los que hay son manejados por patrones; es ahí donde la defensa del trabajo debe intervenir, es una obligación constitucional ver por estos trabajadores», resalta el abogado Manuel Fuentes.
Lidia J., una barrendera de 48 años de edad, forma parte del sector informal y nos comparte su historia. Como muchos otros, realiza su labor sin contrato, sin seguridad social, pero con profundo compromiso.
«La verdad, a mí me gusta mucho mi trabajo, la mayoría de las personas son amables y solidarias con nosotros. Hay uno que otro que es muy grosero y nos hacen menos, incluso nos tratan de tontos por estar trabajando en la basura y luego no nos quieren pagar por lo que tiran. Pero ningún trabajo es más que otro, nosotros solo hacemos nuestra labor y buscamos ganarnos el pan de manera honrada».
Más allá de las carencias, muchas de estas personas enfrentan discriminación y estigmas profundamente arraigados. A menudo se les menosprecia por el tipo de trabajo que realizan; se les ve como ignorantes, sin educación, o incluso los relacionan con personas con problemas de adicción, sin conocer su realidad.
Esta deshumanización borra el hecho de que muchos son madres o padres de familia que sostienen a sus hijos, menosprecia a los jóvenes que estudian y trabajan al mismo tiempo, o a adultos mayores que, aún con desgaste físico, siguen saliendo a cumplir con su labor diaria.
Lidia nos cuenta que, pese a las condiciones laborales, el trabajo le permite equilibrar otras responsabilidades que recaen sobre ella por el simple hecho de ser mujer:
“Como mujer, claro que es cansado, pero muchas de nosotras somos madres y tenemos otras responsabilidades que atender, y este trabajo, en mi caso, me ayuda a poder atender todas esas responsabilidades, ya que tiene la ventaja de que puedo manejar mejor mis tiempos y no desatender a mi hijo. Lo único que a veces es complicado es que tengo que pagar una cuota a mi jefe, independientemente de si trabajo o no tal día, sin importar cuánto gane en la semana. Es lo malo de estar como trabajadora informal, entonces eso significa para mí ganar menos.”
Manuel Fuentes Muñiz ahonda en esto:
«Lamentablemente, en el caso de las mujeres esto empeora, ya que el 80% de ellas son madres solteras, y esto muchas veces se usa en su contra, ya que existe una vulnerabilidad ante este problema de que sean despedidas. Es por eso que es importante enfocarnos en orientar e informar a las y los trabajadores sobre sus derechos laborales.”
Como Lidia, otras trabajadoras se enfrentan no solo a condiciones laborales precarias, sino a una carga más de trabajo no pagado al llevar a cabo labores del hogar. Es así como hacemos mención de la importancia de aplicar la perspectiva de género a la problemática. Ante este panorama, existen organizaciones como la Coordinadora Nacional de Defensoras de Derechos Humanos Laborales (CNDDHL), que agrupa a mujeres trabajadoras de sectores vulnerados, como el de la limpieza, con el objetivo de articularse, defender sus derechos y visibilizar las violencias estructurales que enfrentan.
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