Los sitios del “Halconazo” (1971)

11 junio, 2021

Después de la represión del movimiento del 68 el régimen autoritario seguía ahí. Una marcha estudiantil que se desarrollaba en la Calzada México-Tenochtitlán fue reprimida con violencia por un grupo de “halcones”. Aún siguen vivas las demandas de aquellos años, también las heridas. 

@ignaciodeallba

Esta semana se cumplieron 50 años de la matanza del Jueves de Corpus, también conocida como el “Halconazo”. Varias investigaciones que se han realizado sobre los hechos apuntan a que más de 37 jóvenes fueron asesinados, otros tantos fueron torturados y cientos, detenidos por elementos del Estado. 

El presidente Luis Echeverría Álvarez (1970-1976) nunca esclareció su relación con los hechos. Él mismo fungió como secretario de gobernación de Gustavo Díaz Ordaz, cuando el 2 de octubre de 1968, en la Plaza de las Tres Culturas, fueron asesinados y desaparecidos decenas de estudiantes y otros participantes. 

Después de la marcha del 2 de octubre, el movimiento estudiantil quedó aparentemente apagado. Pero en 1971, en respaldo a una marcha organizada por alumnos y maestros de la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL), en la que reclamaron mayor participación para elegir al rector de la universidad y ampliación de recursos. 

En la Ciudad de México varios alumnos, sobre todo, de escuelas públicas planearon marchar en solidaridad por los integrantes de la UANL. El sitio de encuentro fue el Casco de Santo Tomás, en el Instituto Politécnico Nacional. Pero también se sumaron viejas demandas, como la libertad a presos políticos, libertad para manifestarse y otras demandas políticas. 

Los estudiantes se reunieron en el Politécnico Nacional a las cuatro de la tarde, coincidentemente ese día era el jueves de corpus de la tradición cristiana. Desde entonces a los sucesos también se le conocieron con el nombre de “la masacre del jueves de corpus”. Miles de personas se congregaron para marchar desde la universidad, hasta la calle de Carpio y luego tomar la calzada (recientemente rebautizada) México-Tenochtitlán, hasta llegar al Monumento a la Revolución.

Pero desde horas antes de la manifestación varios militares vestidos de civil rodearon la zona. También grupos de granaderos de la policía capitalina se instalaron en Avenida de los Maestros para cortar el paso al contingente.  Sobre la calle Melchor Ocampo —donde se encuentra el cine Cosmos— había tanquetas del ejército, también ahí esperaron los “halcones”. Fue un ataque coordinado por agencias de seguridad, militares y la policía del Distrito Federal. Varios testimonios relatan que varios vecinos y comerciantes de la zona decidieron guarecerse por aquel ambiente enrarecido.  

Momentos después de que inició la protesta, algunos jóvenes vestidos de civil, ayudados de palos de bambú, llamados “Halcones”, atacaron con técnicas de kendo a los manifestantes. La respuesta de los estudiantes fue aventar piedras y palos. Fue cuando en medio de la trifulca se abrió fuego en contra de los manifestantes, con metralletas M1 y otras armas de fuego. 

En las inmediaciones del Metro Normal, de la línea 2 del metro, se colocó un recordatorio de los sucesos en el 2001, cuando Andrés Manuel López Obrador era jefe de gobierno. Ahí se colocó una placa que conmemora “El 10 de junio de 1971 en esta zona fueron violentamente agredidos los estudiantes que se manifestaban por la libertad y los derechos ciudadanos. En este XXX aniversario, el gobierno electo de la Ciudad de México recuerda a las víctimas de este episodio de la larga lucha por la democracia de los habitantes de la ciudad”. 

Ahora se sabe que los atacantes estaban apoyados por el departamento de la policía del Distrito Federal y que muchos de ellos eran militares, algunos incluso entrenados por la CIA. 

El ataque fue indiscriminado y coordinado, se abrió fuego a los estudiantes que escapaban del lugar. Otros fueron detenidos y llevados a zonas militares. Algunos heridos que fueron llevados al Hospital Rubén Leñero, muy cerca del sitio del ataque, fueron ejecutados dentro de las instalaciones sanitarias. 

Existen varias fotografías del suceso, muchas de ellas tomadas por los hermanos Mayo, unos inmigrantes gallegos que llegaron a México en el Sinaia y que cubrieron varios eventos importantes con su agencia fotográfica. El ataque de las fuerzas de seguridad fue indiscriminado, la idea fue mostrar la fuerza con la que era capaz de actuar el Estado. 

Se justificó el ataque con el argumento de que varios de los estudiantes estaban armados, cosa que nunca fue probada. El gobierno se valió de grupos encubiertos para poder hacer la masacre, las responsabilidades quedaron diluidas; a diferencia de la Masacre de Tlatelolco. 

Los crímenes cometidos por el Estado siguen impunes y poco esclarecidos, ni siquiera el número de personas que perdieron la vida en el evento son exactas. Aún se habla de desaparecidos. Fuera de la Ciudad de México el evento es poco conocido y aún en la capital en las escuelas poco se comprende sobre lo sucedido. Luis Echeverría Álvarez aún vive, pero nunca fue responsabilizado de lo sucedido.  

Increíblemente, hace unos días estudiantes de la Escuela Normal de Mactumactzá se manifestaron en la carretera que va de Chiapa de Corzo a San Cristóbal, en Chiapas. Los manifestantes, de escasos recursos, pedían hacer el examen de admisión de forma presencial y que pararan los recortes contra escuelas normales. En medio de la protesta los estudiantes fueron violentados por la policía y 95 de ellos fueron detenidos durante varias horas. 

Decir que nada ha cambiado en 50 años es un disparate, pero aún es obligación denunciar la violencia y criminalización que perdura contra los movimientos estudiantiles. 

Cronista interesado en la historia y autor de la columna Cartohistoria que se publica en Pie de Página, medio del que es reportero fundador. Desde 2014 ha recorrido el país para contar historias de desigualdad, despojo y sobre víctimas de la violencia derivada del conflicto armado interno. Integrante de los equipos ganadores del Premio Nacional Rostros de la Discriminación (2016); Premio Gabriel García Márquez (2017); y el Premio Nacional de Periodismo (2019).