Los intereses del imperio

3 junio, 2021

Por supuesto que The Economist no es vocería del gobierno británico, pero representa de manera bastante nítida los grandes intereses corporativos y financieros de ese país. No debería causarnos sorpresa que vea con malos ojos a un gobierno que tiene como uno de sus grandes ejes recuperar la soberanía energética

Twitter: @etiennista

Era una tarde de marzo de 2015. La comunidad mexicana, colectivos de derechos humanos y ciudadanos solidarios estaban esos días en las calles de Londres. Tenía lugar la visita del entonces presidente Enrique Peña Nieto (sí, aquel viaje de excesos presumidos por su desvergonzada familia). No era cualquier visita. Era una visita de Estado, es decir, una invitación “del soberano” de ese país, o sea la Reina Isabel II. Dicha visita resultaba indignante para todas las personas que desde ese país seguían los acontecimientos en México. A flor de piel estaban los crímenes de Iguala y la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa.

A uno de los colectivos movilizados nos buscó Elizabeth Mistry, una periodista británica independiente con larga trayectoria cubriendo México y la relación entre ambos países; tenía algo importante qué contarnos. Días antes había tenido lugar la “cena de gala de Guildhall”, un edificio de origen medieval construido para reflejar el poder y el prestigio de Londres y sus líderes, que luego se convertiría en sede de “La Corporación” de “The City of London”, uno de los principales centros financieros del mundo. Resulta que, pese a tener las acreditaciones correspondientes de Palacio de Buckingham para cubrir la visita, y una autorización de seguridad adicional para dicho evento, le fue impedido entrar y cubrirlo.

Sucedió al estar formada frente al ingreso destinado a la prensa. Por otra puerta ingresarían el presidente, miembros de su gabinete, una comitiva de empresarios y diversas personas asociadas a México. Un hombre la llamó por su nombre y le pidió que saliera de la fila. Le preguntó retóricamente qué había escrito que tenía tan enojada a cierta persona “muy, muy arriba”. Elizabeth no supo a qué se refería. Aún no había publicado nada. 

Luego de unos minutos de intentar entrar en razón a quien se ostentó como encargado de relaciones de prensa de la Corporación, explicando que había sido invitada y que tenía sus acreditaciones en regla, el hombre terminó la conversación diciendo que el evento “ahora era solo para periodistas mexicanos”. Al contarnos, Elizabeth aún no podía dar crédito de lo ocurrido.

Como a tantas personas en el Reino Unido y en el mundo entero, a Elizabeth le preocupaban las constantes violaciones de derechos humanos, la violencia, la corrupción y la impunidad en México, y estaba gratamente sorprendida por el activismo de distintos colectivos en el Reino Unido. En retrospectiva, pensó en aquellos tuits en los que dio cuenta de cuestionamientos hechos en una conferencia de prensa a principios de año. En ésta se presentaba el “Año Dual México-Reino Unido”, celebrado durante 2015, y en el cual se enmarcaría, al menos aparentemente, la visita de Peña Nieto.

No estábamos solos en las calles. Nos acompañaban, entre otras personalidades, el parlamentario Jeremy Corbyn, quien había puesto mociones en el Parlamento Británico en torno a las violaciones de derechos humanos en México. Varios parlamentarios criticaron fuertemente a su gobierno por la decisión de ofrecer a Peña Nieto una visita de Estado y por no hacerle ningún cuestionamiento serio durante dicha visita.

El Año Dual a muchos nos tomó por sorpresa. Varios quisimos de inmediato entender de qué iba la cosa e indagar información más allá de lo que comunicaba la página oficial: un programa de intercambios y eventos en torno al arte, la cultura, la ciencia, la academia, los negocios y el turismo. Como ciudadano mexicano radicado en el Reino Unido contacté al entonces embajador Diego Gómez Pickering, quien me correspondió amablemente, aunque su apertura sería de corta duración. Le insistí que era absurdo y una mala idea que el Año Dual no aspirase a tratar aspectos sobre lo que aquejaba a México, particularmente en materia de protección de derechos humanos y combate a la corrupción y la impunidad, desafíos para los cuales el ejercicio de reflexión y la colaboración podrían ser muy útiles. Gómez Pickering no volvió a responder.

El Año Dual México-Reino Unido no ocurría en un momento cualquiera de nuestro país. Una de las reformas emanadas del Pacto por México a la que más prestaba atención la “comunidad” internacional era la Reforma Energética, consensuada desde 2008 pero consolidada en el primer año de gobierno de Peña Nieto. ¿Recuerdan el refrendo de The Economist al presidente electo desde antes de que iniciara su gobierno? Su editorial The Rise of Mexico llamaba entre otras cosas a la liberalización del sector energético y al abandono de los monopolios estatales en el sector, “pues no logran explotar sus potencialmente vastas reservas de petróleo y gas”. Nada de lo que sucedía en México pasaba desapercibido a los dueños del dinero a nivel global y no serían la excepción las grandes empresas petroleras británicas y el sector financiero en conjunto.

Es difícil saber si en espacios como la cena de gala en Guildhall en los que se querían evitar preguntas incómodas por parte de la prensa británica (los periodistas mexicanos que viajaban en el avión presidencial seguramente serían más mansos) se acabaron de tejer negocios, o había sensibilidades vitales por cubrir. Pero sería inocente pensar que la visita de Estado de Peña Nieto, desde la perspectiva británica, no traía consigo como uno de sus principales objetivos afianzar sus intereses en México. 

Casualmente (o más bien no), British Petroleum (BP) fue uno de los emporios energéticos globales que primero aprovechó la apertura del sector en México. A dos años del Año Dual abriría su primera gasolinera (en Satélite) y, de acuerdo con un documento de principios de ese año, veía la compañía un futuro promisorio. Su plan era abrir 200 gasolineras en tan solo 2017, y mil 500 durante los próximos cinco años, “llegando a servir a 50 millones de automotores para 2021”. Su nuevo mercado de venta de combustibles (nosotros) llegó a ser del mismo tamaño que el del propio Reino Unido, superado únicamente por los de Estados Unidos y Alemania, según la misma compañía. Pero su ambición, facilitada por jugosos contratos, no terminaba allí. BP advirtió entonces que “su nuevo capítulo en México incluiría exploración de petróleo en el sur de la cuenca Salina en el Golfo de México y diversas oportunidades en los mercados mayoristas de gas natural, gas licuado y electricidad”.

Hace días volví a conversar con Elizabeth Mistry. Hablamos de aquel suceso y sobre su percepción del Año Dual. Con lo primero, volvió su indignación. El haber sido excluida de cubrir un evento, en su propio país, por ser periodista británica era más que irónico: fue un abuso y una violación discriminatoria a sus derechos humanos. Meses después del hecho relataría éste en una pieza en The Independent, en el marco de otra visita de Estado, la del presidente chino Xi Jinping. El texto fue titulado (en inglés) “Preferimos importar malos valores antes de exportar los buenos que tenemos” en clara alusión a lo que los intereses británicos en México lograron hacer, en ese 2015, con las tradiciones británicas de prensa libre y crítica, y de deliberación sobre lo público. Sobre el Año Dual México-Reino Unido a Elizabeth le apena, como a quien escribe, que haya sido una oportunidad perdida. Además de fortalecer lazos culturales entre ambos países, de indiscutible valor, el énfasis estuvo en incentivar los negocios. Como lo pone Elizabeth, eso no es algo malo, cuando se hace éticamente. Lo que quedó claro es que, al menos durante el infame sexenio de Enrique Peña Nieto, ni a la corona ni al gobierno británico le interesaba gran cosa los padecimientos y los anhelos del pueblo de México.

Nota aclaratoria: 

Al Reino Unido ya no se le reconoce formalmente como un imperio, por más que algunos en la isla añoren sus gloriosos tiempos. Pero eso no significa que no mantenga, además de su influencia global, rasgos y prácticas correspondientes con ese pasado. Como se sabe, tampoco son únicamente países y sus gobiernos quienes en la actualidad llevan las riendas del mundo. 

Por supuesto que The Economist no es vocería del gobierno británico, pero representa de manera bastante nítida los grandes intereses corporativos y financieros de ese país. Es un medio defensor a ultranza del libre mercado al que le desagrada todo tipo de intervención estatal (salvo que se trate de hacer la guerra e invadir otros países, como lo documenta el historiador Alexander Zevin en su libro Liberalism at Large: The World According to the Economist). Como ya se ha comentado mucho luego de la pifia de su más reciente editorial sobre México (The False Messiah), no debería causarnos sorpresa que vea con malos ojos al gobierno de Andrés Manuel López Obrador, que busca fortalecer el papel del Estado en la economía y que tiene como uno de sus grandes ejes recuperar la soberanía energética. 

A sus editores en Londres, thanks, but no thanks. México no es una colonia y sus ciudadanos no necesitan que les digan qué hacer con su voto el próximo domingo.

Profesor de ecología política en University College London. Estudia la producción de la (in)justicia ambiental en América Latina. Cofundador y director de Albora: Geografía de la Esperanza en México.

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