En este sitio se libraron las batallas más duras entre el EZLN y el Ejército Mexicano, 26 años después del alzamiento indígena el lugar vive con cierto olvido y nuevas carencias. Una fosa común es el único recuerdo de lo que aquí pasó
Ocosingo es el municipio más grande de Chiapas. En su cabecera municipal, del mismo nombre, se llevó a cabo uno de los enfrentamientos más duros entre el Ejército Zapatista de Liberación Nacional y el gobierno mexicano en 1994. Es un lugar rodeado de fértiles montes que se considera el paso de entrada a la selva Lacandona. El clima cálido se cuela hasta las alturas.
Ocosingo tiene unos 40 mil habitantes. Cada día, acuden personas de comunidades aledañas a comerciar sus productos: café, maíz, plátanos, naranjas y carne. También ahí se compran aditamentos para el campo que no se consiguen en los alejados poblados, como fertilizantes o herramientas.
Este pueblo resulta ser el centro de esta olvidada región chiapaneca.
La batalla de 1994 ocurrida en ese sitio tiene varias versiones: unos dicen que fue un enfrentamiento que el EZLN no esperaba, mientras que por parte de los gobiernos federal y local, se trató de un encuentro improvisado y el número de bajas oficiales fue alto.
Un día después de que el EZLN se levantara en armas (el 1 de enero), el pueblo de Ocosingo estaba alerta por las noticias de las acciones de la guerrilla indígena en otros lugares como San Cristóbal de las Casas o Chanal. Ese día en la madrugada hubo varios apagones y los vecinos, de por sí asustados, se encerraron en sus casas.
Apenas despuntó el sol, hubo avistamientos de guerrilleros en el centro de la ciudad; los gobiernos federal y estatal improvisaron un operativo con agentes de estatales y policías judiciales, mientras arribaba el Ejército. El EZLN logró tomar el Palacio Municipal haciendo varias bajas.
Los zapatistas tomaron varios lugares donde policías y judiciales se guarecían, incluso una estación de radio. Pero la toma del pueblo sufrió un revés con la llegada del Ejército; los batallones 17, 53 y 73 lograron envolver a los insurgentes que tenían sitiada la ciudad.
Ochocientos militares se desplegaron por las calles para tomar Ocosingo, el reducto de guerrilleros intentó escapar, pero fue masacrado; en el lugar también quedaron tirados los cuerpos de otras personas identificadas como “civiles”. La batalla terminó ese mismo 2 de enero.
El mercado municipal de Ocosingo quedó encharcado de sangre, los rebeldes habían elegido ese lugar para hacerle frente al ejército. En el hospital del Instituto Mexicano del Seguro Social los militares –bajo el mando de Luis Humberto Portillo Leal y Juan López Ortiz- asesinaron a ocho personas, a quienes, al parecer, confundieron con milicianos.
En total, 12 militares murieron en los enfrentamientos. El EZLN tuvo 34 bajas, 32 desaparecidos, incluyendo Francisco Gómez Hernández (Comandante Hugo), el guerrillero que encabezó la incursión a Ocosingo. Además, murieron varios policías estatales y policías judiciales.
Los cuerpos de los combatientes que quedaron regados en el pueblo fueron recogidos por el Ejército, asegura un encargado del panteón municipal. Los muertos, que en vida pertenecieron a bandos diferentes acabaron en la misma fosa común.
El panteón municipal de Ocosingo tiene unos murales coloridos, con imágenes de “Coco” y otros personajes de culto.
En una de las orillas del cementerio hay 5 cruces oxidadas que no indican nada más que cristiandad. Sin la ayuda del panteonero es imposible saber que pertenecen a los combatientes de 1994, pues no hay nada que indique quiénes son esos muertos. De hecho, el pasto agreste es más alto que las cruces.
El sitio más olvidado del panteón no tiene placas. Cuando se le pregunta al encargado del sitio si hay personas que visitan el lugar, el sepulturero responde que sí, sobre todo últimamente que hay «actividad paranormal».
En el centro del pueblo, una veintena de militares, con brazalete de la Guardia Nacional, cuida la explanada central, como si el enfrentamiento contra la guerrilla indígena hubiera sido la semana pasada.
Los pobladores, sin embargo, acuden con normalidad a un evento navideño, donde se instaló una escenografía con trineos, santacloses y unicel, creando la ilusión de nieve en la selva chiapaneca.
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Cronista interesado en la historia y autor de la columna Cartohistoria que se publica en Pie de Página, medio del que es reportero fundador. Desde 2014 ha recorrido el país para contar historias de desigualdad, despojo y sobre víctimas de la violencia derivada del conflicto armado interno. Integrante de los equipos ganadores del Premio Nacional Rostros de la Discriminación (2016); Premio Gabriel García Márquez (2017); y el Premio Nacional de Periodismo (2019).
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