Los estragos de la peor sequía en la historia de Francia

14 agosto, 2022

La histórica sequía en Francia ya impactó en la menor producción de cereales, fuertes olas de calor, incendios forestales y menor suministro de agua a la población. La especialista Magali Reghezza-Zitt advierte del riesgo que amenaza no sólo a los habitantes de ese país, sino a más de 3 mil millones de personas por el cambio climático

Texto: Iván Cadin / Tw: @ivankdin

Fotos: Servicio Meteorológico Francés y Dirección General de Seguridad Civil y Gestión de Crisis de Francia

PARÍS.- Este verano de 2022 Francia ha experimentado la que se presume es la peor sequía de sus últimas décadas.

Con fuertes olas de calor consecutivas, Francia ha experimentado junto a sus vecinos europeos unas auténticas jornadas sofocantes: incendios forestales en España, sequía sin precedentes en Italia y Portugal, Reino Unido registrando la temperatura más alta de su historia (superando los 40 grados Celsius).

Ante el fenómeno climático, la primera ministra, Élisabeth Borne, decidió activar la unidad de crisis interministerial el pasado viernes 5 de agosto. Al cierre de este texto, la totalidad de los departamentos franceses metropolitanos están bajo alguna de las cuatro restricciones oficiales en cuanto al uso del agua para aminorar los efectos de la sequía.

Orígenes de la sequía

Para entender más sobre este tema, Pie de Página entrevistó a Magali Reghezza-Zitt, geógrafa especialista en riesgos naturales, vulnerabilidad urbana y estrategias de gestión ante las amenazas ambientales globales, en particular el cambio climático.

—¿Cuáles son las características de la actual sequía que vive Francia, dado que la situación geográfica y el relieve del país implican características distintas a las sequías que se producen en otras partes del mundo?

Esta sequía afecta a todo el territorio nacional y no sólo a determinadas regiones, explica Reghezza, doctora en geografía por el Centro de Formación sobre Medio Ambiente y Sociedad (CERES) de la Escuela Normal Superior (ENS), institución académica francesa que ofrece una gama de cursos interdisciplinarios sobre medio ambiente y de la cual es también codirectora.

Hay varios tipos de sequía que se combinan: sequía meteorológica, como la ausencia de o lluvias débiles durante varios meses; sequía de suelos superficiales y profundos, que tiene terribles impactos en los bosques; sequía hidrológica, vista en el bajo caudal de ríos, en el bajo nivel freático. La sequía meteorológica ya dejó impactos catastróficos en la primavera pues hubo un severo déficit de lluvia (…). La producción de cereales se ha visto gravemente afectada. Ahora los cultivos de riego, el maíz y la horticultura en particular están sufriendo. A esto se suman los sucesivos episodios de olas de calor y temperaturas altas persistentes, que además empeoran las condiciones propicias para los incendios forestales y tienen consecuencias catastróficas en las montañas sobre glaciares y con el desprendimiento de rocas. Muchos macizos nevados están cerrados a los turistas, incluida la montaña del Mont Blanc (la cumbre más alta de Europa, ubicada en los Alpes). Finalmente, el mar Mediterráneo está alcanzando temperaturas récord, con terribles consecuencias para la fauna y la flora.

Según información del ministerio de Ecología de Francia, la gran mayoría del agua utilizada en Francia (82 por ciento, aproximadamente 26 mil millones de metros cúbicos) proviene de ríos y lagos, que son “aguas superficiales”. Para el agua potable se utiliza agua subterránea en un 63 por ciento, que es la menos contaminada. Sin embargo, para las zonas urbanas, donde el consumo es mucho más elevado, la fuente son las aguas superficiales, aunque tratadas.

En Francia, continuando con las estadísticas oficiales, las precipitaciones ofrecen una media de 512 mil millones de metros cúbicos de agua al año, de los cuales dos tercios se evaporan mientras que los 200 mil millones de metros cúbicos restantes alimentan las aguas superficiales y subterráneas. Es por esto que la falta de lluvias ha significado un gran problema para el suministro.

Pipas de agua, falta de lluvias, olas de calor, incendios

La fuerte sequía de este verano provocó que en ciertas comunidades de Francia el llamado “sistema D” entrara en funciones: pipas de agua o agua embotellada para abastecer a las comunidades con el recurso. Más de cien municipios en Francia estuvieron privados de agua potable y fueron abastecidos de esta manera, un hecho confirmado por el ministro de la Transición Ecológica y Desarrollo Sostenible, Christophe Béchu. “No quedaba nada en las tuberías.”

«Con un déficit de precipitaciones del 88 por ciento, Francia ha sufrido el mes de julio más seco de su historia«, comentó Béchu en los momentos en que en Francia no se veía ninguna nube en el cielo, no corría el aire, el sol caía a plomo y diversos ríos del país descendían en su nivel de agua.

Ríos como el Clain, el Drôme, el Loira, el Ródano bajaron considerablemente su volumen. Incluso algunos de ellos, en amplias extensiones de su curso, se convirtieron en riachuelos que se podían atravesar caminando. El lago de Serre-Ponçon, el segundo lago artificial más extenso de Europa y primero de Francia, ubicado en los Alpes, para inicios de junio, justo en la antepuerta del periodo vacacional, presentaba un déficit de 12 metros de su nivel habitual.

Ante esto, julio de 2022 está considerado como el segundo mes más seco desde que los registros meteorológicos arrancaron en Francia en 1958, justo detrás de marzo de 1961. La ausencia de lluvias se resintió en este país, que es el primer exportador europeo de maíz, cultivo al que dedica alrededor del 10 por ciento de su superficie agrícola. De igual manera, Francia, quinto productor mundial de trigo, podría ver decaer su cosecha entre un 8 y 10 por ciento este año, sumándose a la escasez del alimento derivada de la guerra en Ucrania.

Además, a partir de datos del Sistema Europeo de Información sobre Incendios Forestales (Effis, por sus siglas en inglés), en Francia se han registrado 256 incendios desde inicios de 2022, con una superficie total de más de 50 mil hectáreas quemadas (en 2021 hubo 214 focos de fuego que hicieron arder 30 mil hectáreas).

Gironda, departamento al sudoeste de Francia, ha vivido días aciagos en las últimas semanas. Un voraz incendio forestal ha consumido por sí solo cerca de 9 mil hectáreas y provocado la evacuación momentánea de cerca de 10 mil personas y la movilización de mil 300 bomberos franceses y europeos.

Durante el período del 1 de julio al 10 de agosto, el sistema de imágenes infrarrojas VIIRS de la NASA, la agencia espacial estadounidense, detectó 7 mil fuentes de calor intenso en Francia. Durante ese mismo período pero en el año pasado, registró un poco menos de mil 500.

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Departamentos en crisis hídrica

Para hacer frente a momentos en que escasea el agua, las autoridades pueden ejercer medidas excepcionales para limitar o suspender el uso del líquido. Quien emite estos controles es el Ministerio de la Transición Ecológica vía el sitio Propluvia. Sea por regiones o departamentos, el sitio informa sobre el estatus de las restricciones, las cuales se dividen en cuatro en función del nivel de severidad de la sequía: vigilancia, alerta, alerta máxima y crisis.

En etapa de vigilancia ninguna restricción entra en vigor pero sirve para informar a la población de un posible riesgo hídrico en puerta. En etapa de alerta hay algunas restricciones con horarios definidos para actividades como regar céspedes y jardines, llenar piscinas privadas, lavar autos, riego por aspersión o riego de cultivos, etc.  Es a partir de la alerta máxima que las restricciones se endurecen un poco. En el nivel de crisis es donde se activan todas las restricciones que no sean de uso prioritario para la salud, la seguridad, el agua potable y el saneamiento. Al cierre de este texto, toda Francia metropolitana estaba bajo vigilancia, con 22 departamentos en alerta máxima y 68 en crisis (de un total de 96).

“(Estas restricciones) no se refieren sólo a la población sino a todas las actividades. Los agricultores se ven muy afectados por estas restricciones”, puntualiza la doctora Reghezza, quien realizó su tesis profesional investigando sobre los riesgos de una inundación de grandes proporciones en París a causa de una eventual crecida del río Sena.

Se trata, sobre todo, de medidas de emergencia que no constituyen respuestas satisfactorias a mediano plazo. Son todas nuestras prácticas individuales y colectivas las que tendrán que cambiar a la vez para reducir nuestras emisiones y ser menos vulnerables a los impactos de un clima que ya ha cambiado”, complementa.

Reghezza es autora de libros como Personas y riesgos: amenazas locales, amenazas globales y Resiliencias. Sociedades ante riesgos, desastres e incertidumbre.

En caso de incumplir las restricciones, los controles van desde un simple recordatorio de la ley hasta multas de mil 500 euros para particulares y 7 mil 500 euros para empresas. Estas revisiones son hechas por la Oficina Francesa para la Biodiversidad (OFB). Pero debido a la falta de agentes de la OFB, los medios de control son muy porosos. Según datos oficiales, hay un agente por cada mil kilómetros de ríos en Francia, un equivalente a 2.5 agentes de control por departamento.

El agua, una mercancía

Según datos del Ministerio de Agricultura, Francia extrae del entorno natural 40 mil millones de metros cúbicos al año. De este total, el consumo neto (es decir, los volúmenes de agua no devueltos al medio acuático o evaporados) asciende a 5 mil 600 millones de metros cúbicos. En este consumo neto es la agricultura vía riego la principal actividad consumidora con el 45 por ciento del total (tasa media, pues en los meses de junio a agosto llega a elevarse a 80 por ciento). Le sigue el uso doméstico con alrededor de 24 por ciento, las centrales eléctricas de refrigeración con 22 por ciento y los usos industriales con 6 por ciento.

En Francia, el acceso al agua no se considera un derecho humano. Si bien existe un marco legal en torno al acceso al agua, éste no garantiza el acceso universal al recurso. De hecho, diversas voces y fuerzas políticas en Francia buscan reglamentar este tema creando una figura legal que permita que cierta cantidad de metros cúbicos de agua, la indispensable para el uso humano, esté libre de cobro, que no sea una mercancía. El 43 por ciento de la población francesa (28 millones de habitantes) está adscrita al servicio público del agua potable. A la par, la gestión privada es menor en número de contratos pero cubre a más personas. Las transnacionales del agua operan principalmente en las grandes áreas urbanas donde los costos de servicio son mayores.

Según un reporte de las asociaciones Action contre la Faim y Solidarités International emitido en 2021, en Francia existen  1.4 millones de personas desconectadas de la red de agua potable, por lo que deben de utilizar servicios que ofrece el Estado como fuentes, aseos y duchas públicas para allegarse el recurso.

—El calentamiento global provocado por el hombre se siente en todas partes y Francia no es la excepción, pero más allá de esto, ¿qué circunstancias específicas del statu quo y de la política francesa (como la gestión del agua, las normas agrícolas, el control de la huella ecológica de los principales sectores, etc.) influyen en la actual crisis del agua que está viviendo el país?, se le pregunta a Magali Reghezza, quien es también miembro del Alto Consejo para el Clima francés, un organismo independiente que asesora al gobierno sobre políticas y medidas públicas para la transición en el bajo uso de carbono y la disminución de las emisiones de gases de efecto invernadero, en coherencia con los compromisos internacionales.

Francia está reduciendo sus emisiones de CO2 pero no lo suficientemente rápido ni lo suficientemente fuerte. Cuanto menos limitemos el calentamiento se multiplicarán más los casos de sequía, calor y humedad, con tormentas brutales, y con ello los riesgos. Francia debe hacer su parte y lograr la neutralidad en carbono para 2050. Por el lado de la adaptación, nuestras herramientas de prevención y protección son capaces de hacer frente a la variabilidad climática natural. Por ejemplo, hemos reducido considerablemente el riesgo de incendios forestales, contamos con represas para almacenar agua y alimentar los ríos durante el estiaje. Pero nada es lo suficientemente grande como para hacer frente a las consecuencias del cambio climático. En regiones ‘acostumbradas’ a sequías y olas de calor, éstas se vuelven más tempranas, más prolongadas, más intensas, más frecuentes. Otras regiones no están acostumbradas a lidiar con este tipo de eventos. En ambos casos, somos muy vulnerables y nuestras prácticas de producción y consumo agrícola, energético, etc. ya no son adecuados.

Macron: una transición climática cuestionada

Durante su primera candidatura en el año 2017 el actual presidente francés Emmanuel Macron promovió una imagen de presidente verde, ecologista: tras el anuncio del entonces presidente de Estados Unidos, Donald Trump, de retirar a este país del Acuerdo de París, aprovechó para  hacer un llamado al mundo por la lucha contra el calentamiento global y parafraseó al presidente estadounidense con la frase “Make our planet great again”.

Las frases de campaña, sin embargo, quedaron atrás cuando llegaron las acciones de gobierno. Macron dio marcha atrás en diversos puntos de su campaña como la prohibición del glifosato y otros pesticidas. Puso en marcha la aplicación del tratado de libre comercio entre Canadá y la Unión Europea (CETA), muy cuestionado por su huella medioambiental. Esto provocó que al primer año de su gobierno, frustrado, Nicolas Hulot, su ministro de Transición Ecológica, renunciara en vivo durante una entrevista de radio, sin avisar a nadie previamente en el gobierno, denunciando la influencia de los poderes fácticos, los lobbies, en el gobierno:

No quiero seguir mintiéndome. No quiero dar la ilusión que mi presencia en el gobierno significa que estamos a la altura (en política medioambiental)”, dijo Hulot frente al micrófono radial.

Bajo Macron, Francia tampoco cumplió sus metas en modelos renovables. Con un 19.1 por ciento, Francia fue el único miembro de la Unión Europea que no alcanzó en 2020 la cuota de 23 por ciento de energías renovables establecida por el organismo.

Todo lo anterior derivó en que el Tribunal Administrativo de París emitiera en octubre de 2021 un dictamen en el que ordena al Estado francés a cumplir sus compromisos frente al cambio climático. El fallo da un ultimátum a las autoridades para tomar las medidas correspondientes antes del 31 de diciembre de 2022. La resolución fue dada tras una demanda interpuesta por organizaciones y acompañada con las firmas de más de 2 millones de ciudadanos bajo el lema «Asunto del siglo». Meses antes, en agosto, el Consejo de Estado había multado al gobierno de Macron con 10 millones de euros por no mejorar la calidad del aire. 

Ucrania y sequía: un espejo absurdo

—Europa vive actualmente un momento extraño: mientras sus habitantes son testigos de los estragos del calentamiento global a través de la fuerte sequía actual (entre otros fenómenos climáticos), al mismo tiempo son testigos de los estragos de un conflicto armado, político, económico, social y energético que se desarrolla también en su suelo (la guerra en Ucrania) y cuyas repercusiones significan un retroceso en la búsqueda de una adaptación y una solución para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. ¿Cuáles son las acciones que deben implementar las llamadas “potencias” y los países industrializados en este paradójico contexto?

—Efectivamente, estamos nadando en el absurdo. El conflicto actual no es la causa de la escasez de energía. Es la consecuencia de la inacción. Los gobiernos europeos han tenido presentes todas las alertas climáticas pero también las geopolíticas, lo que debería haberles animado a salir de los combustibles fósiles. La dependencia al gas y al petróleo provenientes de regímenes políticos autoritarios, antidemocráticos y que atacan a sus vecinos es una aberración ética, pero también política, económica y climática. Se trata, efectivamente, de decisiones políticas, que se explican por el juego de los lobbies, notablemente, y que conducen a una pérdida de soberanía y, por lo tanto, de seguridad. Existen todas las soluciones para prescindir de los combustibles fósiles. Falta voluntad política.

El agua y la energía nuclear

Ante la crisis de soberanía energética que varios países de Europa experimentan por el conflicto en Ucrania, Francia presume su independencia energética libre de la quema de energías fósiles sustentada en su infraestructura nuclear. Sin embargo, la actual sequía ha puesto sobre la mesa las diversas inquietudes sobre la viabilidad de las centrales nucleares, pues requieren de determinados volúmenes de agua de los ríos y de cierta temperatura para el enfriamiento de los reactores.

Francia cuenta con 56 centrales nucleares, de las cuales 29 han cesado su actividad en diversos grados de tiempo y por diversas causas. Aunado a esto, debido a la sequedad de los ríos o/y a la alta temperatura de sus aguas, se redujo la actividad de varias plantas nucleares. Los cortes de producción por estos motivos se producen regularmente durante el periodo de verano, pero este año se han producido antes de lo habitual, desde mayo.

Cada central cuenta con reglamentaciones sobre el nivel de la temperatura del agua que debe verter nuevamente al río tras haber sido usada para enfriar los reactores, temperatura que no debe superarse para no enturbiar los ecosistemas circundantes. Sin embargo, dadas las circunstancias de las altas temperaturas, la Autoridad de Seguridad Nuclear (ASN) ha prorrogado hasta el 11 de septiembre las derogaciones medioambientales de las que se beneficiaban cuatro centrales específicas para poder seguir vertiendo agua más caliente de lo habitual. Esta medida fue fuertemente criticada por asociaciones ecologistas, para quienes el calentamiento del agua de los ríos provoca un descenso de la biodiversidad.

“La nuclear es un debate que contamina y retrasa la transición energética y, por extensión, la climática”, opina Reghezza.

“En Francia, nuestra electricidad está libre de carbono gracias a la energía nuclear e hidroeléctrica, pero la electricidad no es toda la energía y la reducción de emisiones también exige transformaciones estructurales más allá de lo energético. En materia de energía, Francia es el único país europeo que no ha cumplido sus objetivos de desarrollo renovable, en particular la eólica y la solar, pero también la geotérmica, por ejemplo. El desarrollo de la energía nuclear llevará al menos una década pues su infraestructura ha envejecido. También tenemos un problema con las hidroeléctricas. Ahora es el momento de actuar y salir de los combustibles fósiles. No hay elección para esto: debemos actuar sobre la eficiencia, desarrollar soluciones que nos permitan hacer lo mismo, pero con menos, y limitar las pérdidas; en particular a través de la renovación energética; moderación, consumiendo menos y por tanto priorizando y pensando en los usos, luchando también contra el derroche; alternativas libres de carbono, energías renovables.”

A futuro: “Los ricos son quienes deben comenzar a reducir”

Al cierre de esta nota y tras una larga temporada sin lluvias, Météo-France, el servicio meteorológico francés, pronostica precipitaciones para los próximos días en gran parte del país. La palabra “lluvia” se ha instalado como tendencias en las redes sociales y usuarios suben fotos de las lluvias que por aquí o allá han comenzado a chispear. Habrá que ver la intensidad y características de estas lluvias, pero con su llegada las cosas no bastan ni se solucionarán. Las sequías, según todos los especialistas, se anuncian como fenómenos que cada vez aparecerán más y con más intensidad si el planeta continúa calentándose. 

Ante la sequía «histórica”, el ministro Béchu afirma que el gobierno quiere «enviar mensajes sobre la necesidad de acelerar las transiciones». ¿Ahora sí será la buena?, se preguntan muchas personas en Francia.

“El GIEC (el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, IPCC por sus siglas en inglés) ha evaluado todas las soluciones disponibles para mitigar el calentamiento global y adaptarse a sus consecuencias. Si las soluciones técnicas son imprescindibles, ellas no serán suficientes y son contraproducentes desde el momento en que impiden más transformaciones estructurales. Debemos aprender a vivir dentro de los límites planetarios. Y el informe del GIEC muestra que es posible, sin comprometer nuestra calidad de vida, alcanzar los objetivos de un desarrollo sostenible. Por el contrario, ningún desarrollo humano será posible para nadie en un mundo donde el calentamiento global supera los 2°C. Para cualquiera que sea el país hay trayectorias: tenemos la opción de qué solución aplicar, en qué momento, qué priorizar, cómo distribuir los esfuerzos de manera equitativa. Todos tenemos que participar pero no todos al mismo nivel. Los más ricos, por ejemplo, son los que más emiten. Ellos son los que más tendrán que reducir.”

Algo que caracteriza al análisis de Magali Reghezza-Zitt es que en la observación que ella hace del fenómeno climático no deja de lado el intrínseco aspecto social y político que conlleva este tema. De hecho, es muy puntual en el aspecto de no ver la actual situación que aqueja al mundo sólo en el plano de lo técnico e instrumental. 

 —Si nos quedamos como estamos, ¿cuáles serían los riesgos para la humanidad?

Más de 3 mil millones de personas ya estamos amenazadas por el cambio climático. Si continuamos, se superarán los 2°C a finales de este siglo. Esto significa un aumento de los climas extremos y, por tanto, de los riesgos como el agravamiento de la subida del nivel del mar, las tierras inhabitables, pero también consecuencias importantes sobre la agricultura, y por extensión el hambre, el agua, problemas en la salud, incluida la psíquica, el empleo, el poder adquisitivo, el desarrollo humano. Los riesgos implican muertes, heridos, disminución de la esperanza de vida, destrucción, aumento de las desigualdades. Todo esto se puede evitar. La acción climática es compatible con un mundo más justo y menos desigual. No es una acción regresiva pues asegura el desarrollo de todos dentro de los límites planetarios. Y si únicamente lo vemos por el lado de la economía, no actuar cuesta más dinero que actuar. Así que no hay razón para no hacerlo.

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