Salma Luévano, la primera mujer trans diputada federal en México, conversa en esta entrevista sobre la importancia de la denuncia, la visibilización de los discursos de odio, sus temores, así como el significado que le representa la vestimenta
Texto: Ever Aceves / Tw: @aceves_ever
Foto: Canal del Congreso
CIUDAD DE MÉXICO.- Salma Luévano me recibe en esta entrevista con un precioso vestido rojo de estampados florales y un escote de olanes discretos que hace resaltar su rostro. En su regazo, reposa Pinky, su perrita blanca que ha llegado ahí para tomar su siesta.
Salma Luévano se presenta a sí misma: “Soy Salma Luévano, diputada federal, primera mujer que accede a una diputación federal por la cuota arcoíris en la historia de México y marcando ese gran precedente. Además, soy la promotora y precursora, la madre de las cuotas arcoíris”.
—Tu activismo comenzó a raíz de un salón de belleza, ahí conociste a más mujeres trans. ¿Cómo se fue creando comunidad a partir del salón de belleza y qué resultados dio?
—Soy de Minatitlán, Veracruz, orgullosamente veracruzana. Llegué de Veracruz a la Ciudad de México y de la Ciudad de México a Aguascalientes. Aquí, en Aguascalientes, hace más de treinta años, mostrar tu identidad era motivo de persecución, hostigamiento y encarcelamiento. Se te encerraba por “faltas a la moral”, y desafortunadamente me tocó: estaba yo de vacaciones con una amiga, también trans -fue muy triste- y llegaron muchísimas patrullas, no podría decirte cuántas. Con lujo de violencia nos sacaron, cerraron las entradas del establecimiento. Fue tan horrible… una gran humillación e impotencia. Me representó mucho coraje el no entender esta situación. Me regresé a la Ciudad de México a seguir estudiando y, por azares del destino, decidí irme a vivir a Aguascalientes. Esta situación transfóbica y fascista seguía en ese estado. A mí me daba miedo salir, al igual que a muchas de mis compañeras. Se nos detenía, se nos golpeaba. Decidimos reunirnos porque no nos dejaban en paz, y llevamos un oficio a Palacio Municipal. No nos hicieron caso ni la primera ni la segunda vez. Entonces optamos por hacer un plantón afuera de Palacio. Ahí nos quedamos. Llevábamos tres días y no nos hacían caso, hasta que les dije a las compañeras: “Vamos a encuerarnos, vamos a quitarnos la ropa a ver si así nos hacen caso”. Y sí, como resorte, inmediatamente nos recibió el secretario de gobierno. Esto nos permitió avanzar, la situación ya no era tan fascista como días antes. Ahí entendí la lucha, el activismo y esta necesidad que tenemos que señalar. Tenemos que agruparnos para exigir nuestros Derechos Humanos, y fue la única manera en la que hemos sido escuchadas. Además de señalar, ser mediáticas en estos temas nos funcionó para avanzar. A golpe de sentencia hemos avanzado y seguiremos avanzando, porque nada se nos ha regalado.
—¿Cuánto tiempo llevas en el activismo?
—Esta es una lucha de décadas. Una lucha de la cual tenemos que agradecer las nuevas generaciones a nuestros antecesores. Hay que reconocer a la historia, pues gracias a ellas, ellos, y elles, quienes desafortunadamente dieron la vida para que hoy en día estemos aquí. Mi activismo tiene aproximadamente treinta años. Esta lucha por el reconocimiento a nuestros derechos, por esa dignificación, me dio más fuerza para seguir luchando y exigiendo, pero había algo que nos hacía falta, mucha falta: tocar la puerta de enfrente y no las puertas de atrás.
—¿Cuáles son esas puertas de atrás?
—Las puertas de atrás son aquellas y aquellos aliados que nos han permitido avanzar en nuestras políticas públicas, en nuestras propuestas e iniciativas, pero no había quién estuviera ahí, en esa toma de decisiones de nuestra población, de nuestro sector trans. Pero esto se logra, afortunadamente, con esta lucha de litigios y, repito, a golpe de sentencia hemos avanzado y avanzaremos. Nada nos ha sido regalado. El lograr estas cuotas arcoíris, estos espacios donde se toman las decisiones y que, además, históricamente se nos deben. Esto representa esa puerta de enfrente que nos abre un panorama grandioso.
Al mencionar esto, la diputada Luévano expande sus brazos como corriendo una cortina de cristales. Enfatiza, posteriormente, en la importancia de la inclusión y la visibilidad:
—El estar en espacios donde se toman decisiones en el sector privado, y estando nosotras, como mujeres trans, en todos estos espacios, tenemos una gran visibilidad. El ocupar estos espacios nos va a permitir esa visibilidad y educar; el permitir educar va a sensibilizar, y el sensibilizar nos va a permitir avanzar. Por eso la importancia de que ocupemos estos espacios, ¡ya! Como legisladora, como mujer trans y como presidenta de la Comisión de la Diversidad, mi gran compromiso es lograr el libre tránsito político, social, cultural y económico para nuestra población, trabajándolo con transversalidad y con políticas públicas específicas a nuestras necesidades, a nuestra población. ¡Ya basta! Ya basta de ser siempre la minoría de la minoría de la minoría. Y repito: las cuotas arcoíris nos van a permitir ese gran avance, visibilidad y educación. Por eso es una de mis iniciativas, la cual propuse y subí para que estuviera a rango constitucional y no a ras, peleando por ella en cada periodo electoral.
—¿En qué momento, Salma, llegaste a la diputación, al Parlamento, a esa puerta de enfrente?
—Era importante contar con legitimidad y luchar por esas políticas públicas enfocadas a nuestras necesidades. Hace tres años decidí buscar la alcaldía de Aguascalientes, en la cual, si bien, mi partido me dio la oportunidad de ser parte, los medios de comunicación se ensañaron en decirme que mejor me dedicara a seguir cortando el cabello, que eso era lo único que yo sabía hacer, y que cómo era posible que, siendo mujer trans, tuviera la capacidad de administrar un municipio. Ante esta situación, no fue posible contender a la Alcaldía de Aguascalientes. Esto, en lugar de darme para atrás, me dio más fuerza. Ahí entendí la otra parte: solamente jurídicamente iba a poder avanzar. Metí una solicitud en el OPLE (Organismos Públicos Locales Electorales) de Aguascalientes solicitando espacios, cuotas para grupos en situación de vulnerabilidad. A pesar de que en el OPLE hay un protocolo trans y deben ser progresistas, me negaron todos mis derechos. Ante esta situación, decidí impugnar en el Tribunal Estatal Electoral de Aguascalientes, y ahí empezamos a marcar las primeras cuotas arcoíris. Por su ignorancia, un grupo se inconformó, creyendo que esto afectaba a la paridad, lo cual es totalmente falso. En la Sala Regional de Monterrey se ratificó lo que el Tribunal Electoral había otorgado: 10% para los grupos en situación de vulnerabilidad. El mismo grupo de personas volvió a impugnar y nos hicieron un gran favor, pues se fue a lo federal, y el Tribunal Federal Electoral no nada más ratificó esto, sino, además, se otorgaron espacios —en ese momento había un periodo electoral— para la población LGBTTTIQ+. Armé un documento para empezar a pelear estos espacios también a nivel local, y hoy en día ya tenemos regidoras trans, un diputade en Veracruz, y diferentes puestos de la comunidad LGBTTTIQ+ en alcaldías.
Luévano habló sobre la importancia del censo arcoíris en el INEGI:
—La razón por la que se nos dio inicialmente el 10% es porque no tenemos un censo arcoíris. Llevé una solicitud dos veces al INEGI, en la cual pedí que se hiciera el censo arcoíris. No le dieron importancia. Posteriormente, tras haber hecho una clausura simbólica afuera del INEGI, el presidente se comprometió a arrancar con mi propuesta del censo arcoíris: otra acción afirmativa hacia nuestra población. Estoy muy contenta de poder ir avanzando en toda esta lucha que nos va a permitir esta transversalidad: espacios dignos, salud digna, que urge y que políticamente se nos debe.
—En este momento, ¿qué acciones estás emprendiendo, como legisladora, en materia laboral, para la población trans y LGBTQ+?
—He estado platicando con empresarios, tengo una reunión próximamente con el presidente de la Comisión de Puntos Constitucionales, en el cual traemos una ruta de trabajo para la inclusión laboral en el sector privado. Nos vamos a sentar posteriormente con diferentes secretarías, porque si vamos a ir al sector privado a solicitar cuotas para nuestra población y los demás grupos vulnerables, tenemos que trabajar con ese engranaje en el cual, con ellos, como sector privado, veremos la manera en que nos podemos apoyar. Sabemos que esto es una lucha de sumar, avanzar y construir. Ya vamos para la tercera reunión en la cual estamos armando este documento. Es algo muy bonito con lo cual me siento contenta. A eso llegué, a luchar por estos espacios, por esta dignificación. Repito, es muy importante que ocupemos estos espacios, porque finalmente es educación. Es fácil: se va normalizando lo que se ve.
—¿Qué significa para ti la vestimenta?
—La vestimenta para mí es una simbología. Yo me he manejado toda la vida por símbolos. Ahí está el día que tomé protesta, este vestido transparente, con alas, el abrirlo; esta mariposa que va emprendiendo el vuelo —Salma abre los brazos lentamente encarnando una mariposa en pleno despegue—, estos canutillos, estos brillos que representan nuestras vidas como mujeres trans, como trabajadoras sexuales. Ésa es mi congruencia.
—Y hago esta pregunta porque mencionabas hace un momento: “decidí que nos desnudáramos y fue así como nos hicieron caso”. Esta forma en la que tú llevas el cuerpo a la protesta, esta manera performativa de utilizar el cuerpo y la vestimenta como una protesta, como cuando decidiste quitarte el cabello, ¿por qué fue que decidiste rapar todo tu cabello?
—Yo soy diseñadora de imagen y estilista. Sé lo que representa el raparte o el que se te caiga tu cabello. El cabello es un gran símbolo, de esperanza, de lucha, de cambio. Me ha tocado tener que rapar la cabecita de mis clientas por el cáncer, y es tan desgarrador verlas llorar, llorar, llorar sin parar… Decidí raparme a manera de protesta, a manera sorora, por ser esa voz que, como mujer trans, como legisladora federal, como presidenta de la Comisión de la Diversidad y como ser humano, es mi compromiso. Hay un legislador panista, Gabriel Quadri, que desde el año pasado empezó con sus discursos de odio. Lo señalé en su momento, y pareciera que se lo hubiera festejado. Siguió con ellos. No pasó ni un mes y ya había como cinco o seis compañeras, hermanas trans, muertas por esos crímenes de odio. Ante esa situación, esa impotencia y tristeza, tenía que hacer algo. No hay necesidad de que lleguemos a los golpes o a insultarnos, hay más maneras de decir “¡Ya basta!”.
—Como te lo dije, yo me manejo por símbolos —coloca su puño izquierdo en alto— y éste es un símbolo muy fuerte, de lucha, de sororidad, de decir “Aquí estoy, ¡véanme!”. Yo estoy sufriendo por la caída de mi cabello, pero estoy sufriendo más por ellas que ya murieron, porque tampoco quiero que a mí me toque. No por ser legisladora tengo una coraza, yo también estoy expuesta y no quiero que sigan avanzando los crímenes de odio.
—La semana pasada te disfrazaste, personalizaste a Gabriel Quadri, con dos pancartas que decían: “¡Quadri transfóbico!” y “¡El discurso de odio incita al homicidio!”, ¿me podrías hablar sobre la importancia de visibilizar y demandar la penalización de estos discursos de odio?
—Es muy importante. Tú, ahorita que estás de aquel lado, del lado de la comunicación, entiendes perfectamente lo que significa la palabra. Si utilizamos la voz para dirigirla a un grupo, a una población, con odio, sabemos las consecuencias, no nos hagamos. Sabemos que esto termina en crímenes de odio, desafortunadamente. No vayamos tan lejos, está Donald Trump cuando incitó a su gente para el tema del Capitolio, ¿y en qué terminó? Sabemos perfectamente lo que es el discurso de odio y en lo que termina, casi siempre en golpes o, en el peor de los casos, en crímenes. El señor seguía con sus discursos de odio, así que decidí personificar a este violentador transfóbico, a esta persona y a todas aquellas personas que proliferan estos discursos de odio y decir “¡Ya basta!”. Como legisladora federal y como Salma Luévano, mujer orgullosamente trans, no voy a permitirlo. No lo permitiré y lucharé para erradicar estos discursos de odio, y seguiré avanzando. Por eso estos símbolos, y seguiré mi lucha con más y más símbolos para visibilizar que nos están matando, que nos han negado los espacios, y que eso también nos está matando.
—¿A qué le teme Salma Luévano?
—A la muerte no le temo, eso sí te lo puedo asegurar. ¿A qué le temo? A esos discursos de odio, porque también me ha dado a mí inseguridad. He estado reunida con compañeras del trabajo sexual y me comentan que les da mucho miedo salir, que se sienten inseguras, y tienen que hacerlo porque entonces de qué van a comer.
—¿Crees, Salma, que la manera de desafiar los miedos es enfrentándolos?
—Sí, haciéndoles frente. No puedes ocultarte. Hay que visibilizarlos y no permitir que avancen, porque también soy ser humano, como tú y todas y todes, y también tengo familia. Si algo me pasa, mi familia va a sufrir. No hay que permitirlo.
—Para ir cerrando, me gustaría preguntarte ¿a qué escritores (as) lees y a qué bandas musicales o cantantes escuchas en tu tiempo libre?
—Uno de los libros que desde chica me fascina es El Principito, sigue siendo actual, tiene muchos símbolos en su escritura, y es por eso que me encanta. De ahí retomo mis discursos, de sus frases. Y de bandas, no tengo una en específico, depende el momento, no tengo un género que me vuelva loca, pero me gusta escuchar de repente baladas o a veces banda, pero sí disfruto la música, mucho, me encanta. Tenemos música muy bonita, y en nuestro país, ¡ni se diga!
—¿Quisieras decir algún comentario, algo que te gustaría mencionar en este momento?
—Decirles que no están solas, solos, soles, y que sigamos denunciando. Es muy importante la denuncia, como lo dije hablando de las cuotas arcoíris: el tener una estadística para luchar por más espacios, una estadística de todas estas incidencias va a permitirme a mí, como legisladora, utilizarla como argumento para mis iniciativas y fortalecerlas. Por eso es importante el no dejar de denunciar, porque, como en el Derecho, lo que no se dice, no está escrito, y lo que no está escrito, no existe. Por eso es muy importante que señalemos, que denunciemos y que no permitamos ningún tipo de discriminación. Y como siempre he dicho: “Hasta que la dignidad se haga costumbre”.
Évolet Aceves escribe poesía, cuento, novela, ensayo, crónica y entrevistas a personajes del mundo cultural. Además de escritora, es psicóloga, periodista cultural y fotógrafa. Estudió en México y Polonia. Autora de Tapizado corazón de orquídeas negras (Tusquets, 2023), forma parte de la antología Monstrua (UNAM, 2022). Desde 2022 escribe su columna Jardín de Espejos en Pie de Página. Ha colaborado en revistas, semanarios y suplementos culturales, como: Pie de Página, Nexos, Replicante, La Lengua de Sor Juana, Praxis, El Cultural (La Razón), Este País, entre otros. Fue galardonada en el Certamen de ensayo Jesús Reyes Heroles (Universidad Veracruzana y Revista Praxis, 2021). Ha realizado dos exposiciones fotográficas individuales. Trabajó en Capgemini, Amazon y Microsoft. Actualmente estudia un posgrado en la Universidad de Nuevo México (Albuquerque, Estados Unidos), donde radica. Esteta y transfeminista.
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