Los dilemas de ser fotoperiodista

23 mayo, 2020

Las estructuras en las empresas de comunicación tradicionales están en crisis y seguramente van a desaparecer o van cambiar. Lo que no está claro es si con los cambios vendrán mejores tiempos para los reporteros gráficos

@Duiliorodriguez

En los años noventa muy pocos periódicos ofrecían salarios competitivos o tabulados. La mayoría de los sueldos eran a contentillo de los jefes, las jornadas laborales eran de 12-14 horas, los descansos de dos días a la semana eran muy poco comunes y los fotógrafos más afortunados descansaban un día de fin de semana.

Aunque trabajar y publicar en aquellas épocas en un medio de comunicación era un trabajo exclusivo de quienes podían informar lo que otros no, también era muy difícil ganarse un lugar en un medio de comunicación. Las opciones de trabajo eran muy pocas, lo que reducía las posibilidades de convertirte en fotoperiodista.

Para los nuevos fotógrafos que no teníamos palancas o conocidos en periódicos, la forma de entrar al “staff” era picando piedra. Se empezaba en el laboratorio de fotografía, donde revelabas rollos e imprimías las fotos  de otros. Esto no era malo. Por el contrario, era una forma de valorar mejor el trabajo de los demás miembros del equipo. Un revelado mal hecho arruinaba todo el material, pero uno bien hecho ayudaba a que el trabajo se viera mucho mejor.

A la par del trabajo de laboratorista, si querías publicar, dependía de ti: si usabas tus horas libres para hacer coberturas periodísticas. A mí me encantaba hacer las coberturas de la sección de cultura o lo que hubiera de información general.

No todos los fotógrafos trabajábamos bajo las mismas condiciones laborales, pero coincidíamos en la mayoría de inconformidades. 

Recurrentemente hablábamos de la nula empatía de los editores con nuestras propuestas, de los salarios bajos, propios o de colegas. También de la falta de equipo fotográfico para mejorar las coberturas, de que nos publicaban escasamente, de fotografías sin crédito y del agandalle en los derechos de autor. 

Claro que había excepciones: un par de periódicos y revistas que tenían las mejores prácticas de la época. Sin embargo, poco a poco terminaron por hacer lo mismo que los demás.

A pesar de que había muy poco espacio para publicar, algunos fotógrafos buscábamos distintas formas para mostrar nuestro punto de vista con trabajos personales, exposiciones o publicaciones independientes pagadas con recursos propios que nos permitieran mostrar lo que queríamos decir.

También entre fotógrafos fantaseamos muchas veces con abrir una librería, un café o un negocio que nos permitiera fondear los proyectos gráficos que cada uno quería realizar.

Desde 1993, el año en el que comencé a trabajar, hasta la fecha, muchos cambios han sucedido:  el uso de cámaras digitales, la multiplicación de medios de comunicación y el crecimiento desmedido de la violencia son los más importantes.

Es innegable que los avances tecnológicos han simplificado la forma de hacer fotoperiodismo y que muchos pueden documentar lo que sea con un “smartphone” pero también es innegable que existe una sobreexposición de imágenes que en cierta forma diluye la comprensión de lo que vemos.

En cuanto a la seguridad en las coberturas no existe comparación alguna con lo que pasaba hace una década. Si antes había riesgos, hoy se multiplican y lo vuelve todo mucho más difícil. Pero también hay que decir que no todas las coberturas son de riesgo y que existen formas de cuidarnos y cuidar a los demás.

La pandemia por Sars-Cov2 ha visibilizado aún más las carencias laborales de los reporteros gráficos y de los riesgos potenciales al cubrir algo semejante. Entonces, ¿por qué ser fotoperiodista vale la pena? Por su labor social. 

La vocación de un fotógrafo documental es realizar imágenes que comuniquen lo que nos afecta y lo que nos impacta como sociedad, también es sostener un punto de vista que nos permite informarnos y crear un criterio propio de las cosas que vemos. 

Las estructuras en las empresas de comunicación tradicionales están en crisis y seguramente van a desaparecer o van cambiar. Lo que no está claro es si con los cambios vendrán mejores tiempos para los reporteros gráficos.  

Por ahora los dilemas de fondo para los fotógrafos siguen siendo los mismos.  Trabajar en condiciones muy adversas o dejar de hacer lo que aman. 

Incursión del Ejército Mexicano a la comunidad de Chavajeval, Chiapas 1996.
Mas de  20 años han pasado desde entonces y las condiciones para periodistas  no mejoran sustancialmente y el país es mucho más violento ahora. Foto Duilio Rodríguez. 

Editor y fotógrafo documental, retrato, multimedia y vídeo. Dos veces ganador del Premio Nacional de Fotografía Rostros de la Discriminación.