Los cuidados en el campo: una oportunidad para un trabajo más justo

11 octubre, 2024

Es necesario avanzar hacia un enfoque de corresponsabilidad social, tanto de parte del Estado como del sector privado desde la debida diligencia, para que los derechos que ya les corresponden y las nuevas políticas sobre sistemas de cuidados sean pertinentes y efectivas

Por Cynthia Carrasco, Equipo de Cuidados, y Víctor Espinosa**

En el contexto rural y de trabajo agrario, las labores de cuidado que realizan las mujeres son diversas, constantes e inagotables; en su mayoría son no remuneradas y sistémicamente son invisibilizadas. El papel fundamental de las mujeres en el sostenimiento de la vida y en los procesos productivos agrícolas no es reconocido ni valorado, lo que coloca a las trabajadoras del sector en una doble precarización. Si bien es clave que la agenda de cuidados esté en la conversación pública y en los objetivos de la administración entrante, es fundamental comprender que la precarización laboral y la falta de corresponsabilidad en los cuidados son dos caras de la misma moneda.

En enero de este año, se aprobaron cambios a la Ley Federal del Trabajo y a la Ley del Seguro Social (1) en busca de mejorar los derechos de las personas trabajadoras del campo. Sin embargo, las disposiciones apenas comienzan a reflejar una visión más integral de las realidades que estas mujeres enfrentan y sobre las cuales debe profundizarse.

Para mejorar las condiciones de las mujeres jornaleras agrícolas, es esencial priorizar acciones que reconozcan y recompensen el trabajo de cuidados, junto con la creación de infraestructura óptima y servicios de cuidado que permitan una efectiva redistribución y reducción de estas tareas.

La sobrecarga invisible

Las personas jornaleras viven jornadas extenuantes y con salarios bajos, aún pese a los avances normativos en esta materia. Sin embargo, la carga es mayor para las mujeres. Antes del amanecer ya están en marcha: preparan alimentos y organizan las tareas del hogar, para después, dirigirse a los campos agrícolas, donde realizan labores físicas intensas como cortar y empacar los cultivos. Pero el trabajo no termina ahí. Durante el día, muchas de ellas deben cuidar a sus hijas e hijos en los mismos campos, superponiendo los trabajos productivos y de cuidado no remunerado. Al regresar a sus hogares, las esperan más tareas domésticas y cuidados familiares, configurando así las dobles y triples jornadas de trabajo.

En algunos casos, las responsabilidades de cuidado también recaen en otras mujeres de la estructura familiar; otras madres, hijas mayores, sobrinas o vecinas. Esto responde en su mayoría a la escasa oferta de servicios de cuidado, a servicios educativos no adaptados a contextos migratorios, a la falta de seguridad y, en general, a la carencia de condiciones e infraestructura. Estos factores afectan el desarrollo óptimo de las infancias, los logros formativos de las juventudes y profundizan las múltiples condiciones de desigualdad que enfrentan las mujeres.

La desigualdad de género en el trabajo agrícola

Un aspecto crucial de esta problemática es la desigualdad salarial y la segregación laboral por género. Como narra una jornalera en una entrevista reciente:

“Porque todavía se está dando eso del machismo, de que el hombre es el sexo fuerte el que puede cargar y la mujer es el sexo débil, la que es delicada y la que no pueden tocar con el pétalo de una rosa. Entonces, hay trabajo que hacen los hombres y que también las mujeres pueden hacer, así como hay trabajo que hace la mujer en casa, también los hombres lo pueden hacer. Es cuestión de que les den también la oportunidad a las
mujeres».

La distribución social del trabajo y la feminización de algunos trabajos no solo genera mayores cargas para las mujeres, sino que también limitan su desarrollo personal y su independencia económica. Como expresa una mujer trabajadora agrícola:

“Yo en lo personal siento que yo siempre he querido escalar como dicen ¿no? no quedarme ahí estancada… es también de que nos den la oportunidad. Si pides que te den la oportunidad, pero no te la dan ¿cómo vas a saber si realmente puedes hacer ese trabajo? Es cuestión de que todos abramos los ojos y de que tanto hombres y mujeres tenemos los mismos derechos y debemos tener las mismas oportunidades y tener un mejor desarrollo humano».

El papel del Estado y las empresas

El Estado tiene un papel fundamental como ente rector de las políticas que garanticen el derecho al cuidado a través del reconocimiento, la reducción y la redistribución. Sin embargo, esto debe ir de la mano con acciones por parte de las empresas, que también deben asumir su responsabilidad desde el cumplimiento a las obligaciones patronales, como sucede con el aseguramiento social, hasta mediante la exploración de convenios y acuerdos entre las partes involucradas: autoridades y mujeres trabajadoras.

La falta de servicios básicos como guarderías y la falta de infraestructura adecuada en las zonas rurales es un agravante de la situación de las mujeres jornaleras. Estas condiciones no solo perpetúan la desigualdad, sino que también limitan el desarrollo de las infancias y juventudes, que muchas veces asumen responsabilidades de cuidado en ausencia de alternativas.

Hacia una transformación de los cuidados integral

El trabajo de cuidados no es secundario ni accesorio, es la base sobre la cual se sostienen nuestras economías y nuestras vidas. Para mejorar las condiciones de las mujeres jornaleras, sus familias y las comunidades rurales, es necesario transformar profundamente las políticas públicas, los estereotipos de género y las representaciones sociales del cuidado que perpetúan la desigualdad.

Un cambio real solo será posible mediante un enfoque integral con visión transformadora, en clave de derechos humanos, desde una perspectiva feminista, interseccional y territorial, que no solo reconozca el valor del trabajo de cuidados, sino que también el Estado tiene un papel fundamental como ente rector de las políticas que garanticen el derecho al cuidado a través del reconocimiento, la reducción y la redistribución. Sin embargo, esto debe ir de la mano con acciones por parte de las empresas, que también deben asumir su responsabilidad desde el cumplimiento a las obligaciones patronales, como sucede con el aseguramiento social, hasta mediante la exploración de convenios y acuerdos entre las partes involucradas: autoridades y mujeres trabajadoras.

La falta de servicios básicos como guarderías y la falta de infraestructura adecuada en las zonas rurales es un agravante de la situación de las mujeres jornaleras. Estas condiciones no solo perpetúan la desigualdad, sino que también limitan el desarrollo de las infancias y juventudes, que muchas veces asumen responsabilidades de cuidado en ausencia de alternativas.

Hacia una transformación de los cuidados integral

El trabajo de cuidados no es secundario ni accesorio, es la base sobre la cual se sostienen nuestras economías y nuestras vidas. Para mejorar las condiciones de las mujeres jornaleras, sus familias y las comunidades rurales, es necesario transformar profundamente las políticas públicas, los estereotipos de género y las representaciones sociales del cuidado que perpetúan la desigualdad.

Un cambio real solo será posible mediante un enfoque integral con visión transformadora, en clave de derechos humanos, desde una perspectiva feminista, interseccional y territorial, que no solo reconozca el valor del trabajo de cuidados, sino que también establezca infraestructura adecuada y políticas redistributivas. Este enfoque permitirá avanzar hacia una sociedad y un mercado laboral más justo y equitativo. Es hora de que la justicia social llegue a las mujeres jornaleras agrícolas que han estado invisibilizadas sistémicamente.

Por ello, es necesario avanzar hacia un enfoque de corresponsabilidad social, tanto de parte del Estado como del sector privado desde la debida diligencia, para que los derechos que ya les corresponden —como el acceso a servicios de salud y guarderías vía seguridad social contributiva— y las nuevas políticas sobre sistemas de cuidados sean pertinentes y efectivas. Solo así se generará un cambio real en las vidas de las mujeres jornaleras y sus familias.

*Aunque el cuidado es un concepto polisémico y en constante evolución, para los fines de este escrito, lo definiremos como el conjunto de actividades esenciales e interdependientes necesarias para satisfacer las necesidades básicas y reproducir los medios de vida que permiten a una persona o comunidad sostenerse.

**Equipo de Bienestar y Trabajo, Oxfam México.

1) DOF – Diario Oficial de la Federación, consultado el 10 de septiembre de 2024.

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