25 octubre, 2020
Investigaciones detenidas, búsquedas más lentas, afectaciones económicas y emocionales. La pandemia de covid-19 no detuvo las búsquedas de personas desaparecidas en México pero sí generó cambios en las vidas de quienes buscan. Madres en búsqueda Coatzacoalcos cuentan cómo se han multiplicado sus problemas
Texto y fotos: María Ruiz
COATZACOALCOS, VERACRUZ.- Raquel Hernández May tiene 27 años, una hija y desde hace cinco años busca a su esposo desaparecido José Manuel Cruz. Es una de las representantes del colectivo Madres en búsqueda Coatzacoalcos, en Veracruz, uno de los estados donde se han localizado más fosas clandestinas en el país: 173, de diciembre de 2018 a julio de este año.
Junto con Lenit Enriquez Orozco, Raquel representa al resto de las familias del colectivo, uno de tantos que se han formado en todo el país para buscar a 77 mil 171 personas reportadas como desaparecidas (de 2006 a la fecha).
Desde antes de la pandemia, Raquel tenía que repartir su vida entre el cuidado de su hija y la búsqueda de su esposo.
“Es muy complicado porque te partes en muchos pedazos. Me queda el sentimiento de ¿será que le estoy enseñando bien, dando el tiempo adecuado a mi hija sin descuidar la investigación y búsqueda de mi esposo? Son cosas que se van sumando y llega el momento en el que explotas, lloras. Me ha pasado con la pandemia. La tarea, la investigación, la búsqueda, el colectivo, los problemas, la economía… un montón de cosas”, cuenta.
Las afectaciones entre las madres de personas desaparecidas son diversas. A Virginia Peña, por ejemplo, lo que más le preocupa es que su hijo Rosendo —desaparecido desde 2015— pueda enfermar de covid-19 y, en caso de no sobrevivir al virus, su cuerpo sea incinerado.
“Quiero pensar que ande como indigente, que esté en otra ciudad, que haya perdido la mente por los golpes, o porque se lo llevaron. No sé si esté vivo o muerto. Me afecta pensar que como ahorita están incinerando a las personas… me duele mucho pensar que no lo pueda volver a encontrar”.
La pandemia de covid-19 no detuvo las búsquedas de personas desaparecidas en México pero sí generó cambios en las vidas de quienes buscan.
La organización civil I(dh)eas realizó un informe basado en la consulta a 674 familiares de personas desaparecidas durante la última semana de mayo. El estudio evidencia la inestabilidad económica y laboral en el que se encuentran, pues sólo una de cada cinco personas encuestadas tenía un empleo formal antes de la emergencia sanitaria.
Y la Jornada Nacional de Sana Distancia —el confinamiento social de todas las actividades «no esenciales» durante 40 días— impactó aún más en la economía de las familias que buscan.
“Muchas familias dependen de sus negocios ya que no todas tienen un trabajo estable porque las salidas a búsquedas y diligencias son muy comunes. No han podido tener un trabajo estable para poder salir y ser dueños de su propio tiempo, eso ha implicado un desgaste económico: ellos se encierran, sus negocios cierran”, dice Lenit Enriquez.
Dentro de las familias consultadas por I(dh)eas “dos de cada cinco declararon trabajar en la economía informal y una de cada cinco no tenía empleo”. El 38.51 por ciento de las familias pasó una mayor dificultad durante la pandemia para comprar alimentos. Además, 72.85 por ciento de esas familias tiene a su cargo niños y niñas.
Raquel cuenta su experiencia:
“Pasé el confinamiento estirando el dinero. Que alcance para buscar, sacar copia de las fichas, pagar pasajes a lugares cercanos, mantener la casa, los estudios de mi hija. Estar encerrada y no tener otra entrada de dinero es bien difícil. Y tener un desaparecido es aún más complicado porque aparte de no poder buscarlo, la falta de una persona, el confinamiento y la tristeza son un conjunto de emociones difíciles de explicar”.
El impacto no está solo en lo económico. Las familias que buscan se han visto afectadas de distintas formas por la pandemia, empezando por la atención en fiscalías y ministerios públicos.
“Desde antes de la covid las investigaciones no avanzaban. Con esta pandemia nos afectó el doble ya que ellos se excusaron diciendo que por falta de tiempo, que por estar en guardia, no han podido avanzar”, denuncia Lenit.
El informe de I(dh)eas evidencia que la mayoría de las víctimas no recibió apoyo desde que empezó la pandemia. Las autoridades municipales son las peor calificadas.
Un mes antes del inicio del confinamiento, Carlos, un niño de 12 años, desapareció en Cosoloacaque, Veracruz. Raquel señala que en casos como el de Carlitos, la covid-19 complicó su búsqueda:
“Las fiscalías no estaban con sus horarios normales, no podías exigir en la noche porque ya no estaban, no podías exigir la búsqueda rápida porque se estaba reacomodando todo”.
A finales de junio la Secretaría de Gobernación reinició los trabajos de búsqueda con medidas sanitarias elaboradas por la Secretaría de Salud. Desde entonces se han realizado búsquedas en diferentes estados como Puebla, Tamaulipas, Guerrero, etc.
Entre los lineamientos el manual de bioseguridad para búsqueda en tiempos de covid-19 señala que los grupos deberán ser conformados por máximo 15 personas, contando a funcionarios y familiares.
—¿Cómo afecta tener menos personas para las búsquedas?
—Se llega menos rápido al objetivo, son más días; una se tarda más en encontrar algún tesoro. Además de las varillas y palas, se anexa el gel antibacterial y los cubrebocas y es otro gasto. Cambió el estarnos cuidando entre todos. Preguntar, además de su estado emocional, cuál es su estado de salud— responde Raquel.
El número de búsquedas programadas que tenía el colectivo se redujo. Tenían programados diez puntos y de estos, en todo el año llevan dos.
Para mediados de octubre, sin embargo, ya hay en el estado cinco búsquedas simultáneas.
En estos meses el virus también alcanzó a integrantes del colectivo. Hubo quienes perdieron a miembros de sus familias.
Raquel Hernández cuenta que esto mermó la estabilidad emocional del colectivo:
“De pronto a la fecha de cumpleaños de algún muchacho que desapareció o a la fecha de su desaparición, a la tristeza, se les suman pérdidas de familiares de integrantes”.
Cuenta que una de las mamás del colectivo enfermó y su familia completa también. Como colectivo le apoyaron a la distancia, le mandaron mensajes de ánimo, le llamaron, estuvieron pendientes de su estado y de la evolución de la enfermedad.
Según el informe de Idheas, 56 por ciento de los familiares consultados tiene alguna enfermedad como hipertensión, diabetes u obesidad; de éstas el 29.67 por ciento no cuenta con seguridad social ni algún tipo de seguro.
Durante el confinamiento, las familias tuvieron que organizar búsquedas digitales: subían fichas a sus redes, las compartían puntualmente y su página de Facebook tuvo mucho movimiento.
Lenit dice que no fue fácil para todos participar en este tipo de búsquedas: “no todas las personas tienen acceso a las redes como para estar conectadas de manera virtual”.
Buscar ha significado pérdidas de familia y amigos. En este tiempo el colectivo Madres en búsqueda Coatzacoalcos se ha vuelto su familia. El confinamiento significó también dejarles de ver.
Lenit Enriquez resalta que para muchas de las madres del colectivo la búsqueda de sus hijos se ha vuelto su vida entera.
“En cuanto a lo emocional ha pegado muchísimo. Hay una señora que desde que desapareció su hijo se ha dedicado a estar muy activa en la búsqueda. Con el confinamiento ella se frustró mucho pensando que no estaba haciendo nada. Le dimos a entender que con estar cuidándose en su casa también estaba haciendo mucho, para estar sana y poder seguir con la búsqueda de su hijo”.
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