«¿Podría este punto y aparte llamado pandemia dar espacio para imaginar una transición a una desfeminizacion de lo doméstico?» Nos urge comenzar a contestarnos que sí
Twitter: @celiawarrior
Desde que inició la emergencia sanitaria por el coronavirus, consumir contenidos de ciencia ficción se ha convertido en una de mis actividades esenciales. Ese salvavidas me lo aventó, allá en el lejano abril, un grupo de mujeres con quienes cursé un taller de escritura en el que también leímos y analizamos con mirada feminista El cuento de la criada. En medio del contexto pandémico, ese ejercicio resultó muy ilustrativo y nos fue imposible disociar el contenido de la novela distópica de la propia experiencia de sobrevivencia en encierro. ¿Cuánto iba a cambiar el mundo y nuestras vidas como mujeres a partir del coronavirus? ¿Nos daríamos cuenta de ello en el momento o sólo hasta que ya no hubiera vuelta atrás?
Con el salvavidas bien puesto, llegué hasta el podcast Qué haría Barbarella [ampliamente recomendable], el cual “disecciona temas claves del feminismo actual a bordo de la ciencia ficción”, según su propia descripción. En el primer episodio presentan diversas obras (cuentos, novelas, películas sci fi) de las que rescatan el aspecto de lo doméstico. Conforme avanzan en el análisis descubrimos que, en todas ellas, los cambios en las dinámicas de la humanidad respecto a lo doméstico derivan siempre de una situación catastrófica. Entonces, la presentadora del podcast lanza una pregunta incisiva que ha sido para mí una isla desierta (pero isla, al fin): “¿Puede la ciencia ficción imaginar una transición a una desfeminizacion de lo doméstico que no pase por un punto y aparte apocalíptico?”.
Luego de escuchar esa pregunta, aquello de considerar la ciencia ficción un salvavidas durante la pandemia pareció cobrar más sentido que nunca. Si lo que buscaba era por lo menos entrever nuestro presente distópico —del que claramente estoy demasiado cerca para darle sentido—, la ciencia ficción podría permitir descolocar la visión para detectar algunas luces en el horizonte.
Con la duda sembrada, el pensamiento apocalíptico, la entropía, la incertidumbre, cobraban un nuevo significado y, entonces, la pregunta pasaba a ser: ¿podría este punto y aparte llamado pandemia dar espacio para imaginar una transición a una desfeminizacion de lo doméstico?
Pero, ¿cómo intentar entablar una reflexión sobre la desfeminización de lo doméstico en México, un país cuyo gobierno lo encabeza un cñor que piensa que las mujeres son cuidadoras de sus padres por mera tradición? —sólo por dar un ejemplo.
Y es que eso de lo doméstico, dependiendo desde dónde y quién lo mire, puede ser clarísimo o un concepto ambiguo, cargado de prejuicios y subjetividades. Tal vez tendría que comenzar por decir que cuando me refiero a lo doméstico, hablo de cuidados para el sostenimiento de la vida, de trabajo reproductivo, de tareas no remuneradas o precarizadas que generalmente recaen en mujeres [si se quiere ahondar más en el tema de los cuidados, recomiendo ver: ¿Qué es lo que sostiene la vida? de Alejandra Eme Vázquez].
Para hablar de la desfeminización de lo doméstico, partimos de lo anterior. Y aquí es cuando los adeptos del presi preguntán: “Pero, ¿por qué las encabronadas feministas se empeñan en acabar con la tradición familiar mexicana?”
Para abril de 2020, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) ya tenía un pequeño informe sobre cómo la pandemia por el covid-19 profundiza la crisis de los cuidados en esta región. “La crisis sanitaria en curso pone en evidencia la injusta organización social de los cuidados”, expone la CEPAL, a la par de los datos que nos hablan de esta desigualdad: las mujeres dedican diariamente el triple de tiempo a trabajos domésticos, en comparación a los hombres; antes de la crisis sanitaria, ellas destinaban a estas actividades de 22 a 42 horas semanales; con la pandemia, son los hogares en donde el ingreso es menor, en donde la demanda de cuidados es mayor.
Los impactos de esta sobrecarga del trabajo doméstico pueden verse de inmediato en el deterioro de la salud mental, mientras la diferencia de género vuelve a ser un factor a destacar: los niveles de ansiedad son “marcadamente mayores” en las mujeres (19 contra 12 por ciento); y también son ellas las que muestran más síntomas de depresión (34 contra 21 por ciento), según la Encuesta de los efectos del covid-19 en hogares mexicanos del centro de investigación EQUIDE de la Universidad Iberoamericana, realizada en mayo.Con estos datos en mano, voy a volver a mi isla desierta: ¿podría este punto y aparte llamado pandemia dar espacio para imaginar una transición a una desfeminizacion de lo doméstico? Nos urge comenzar a contestarnos que sí.
Periodista
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