Llevar a los hijos a la escuela… de contrabando

25 julio, 2020

Sí. Hay escuelas y guarderías que abren “discretamente”, con la connivencia de los padres de familia. Y sí. Hay niños que no regresarán a estudiar.

Lydiette Carrión

@lydicar

Las escuelas primarias, secundarias, las guarderías, fueron las primeras en cerrar. Serán las últimas en abrir. No sólo ocurre así en México; en Italia pasó de manera similar. Y se ha denunciado en todos los tonos posibles la carga de trabajo de cuidados no remunerado que ello implica, sobre todo, para las mujeres de una familia. 

Pero todo lo demás abre: abre el homeoffice, en la violenta obsesión por seguir produciendo; abren restaurantes, para sobrevivir; incluso librerías. Mujeres que deben salir a trabajar para ganarse la vida. ¿Pero y los hijos? 

La escuela no es sólo educación; no es solo para que una niña o niño socialice. También cumple la función de aligerar la carga de las familias en el cuidado a menores de edad, sobre todo en una sociedad que ha perdido muchos de los lazos de ayuda mutua; y sobre todo en una pandemia, donde una familia debe mantener lejanía.

Y de nuevo, con estas escuelas que deciden abrir de contrabando, se genera una brecha económica, social…

Son sobre todo guarderías y preescolares  de paga las que pueden, tienen la infraestructura, de hacer esto. Escuelas que cuentan con la complicidad de madres y padres agotados, y que de alguna manera han tenido el privilegio de poder pagar una colegiatura cara; y de tener la infraestructura necesaria para guardar cierta sana distancia: desde el automóvil para el traslado, hasta instalaciones alejadas.

Por supuesto la crisis educativa no ha parado ahí. Amigas, conocidas, que llevan años cuestionando y criticando la escuela hegemónica, han dado un paso: sacar definitivamente a sus hijos de la escuela estructurada e implementar (otro anglicismo más) el homeschooling. Total, advierten, es algo que se practica en Estados Unidos.

En Estados Unidos, un resabio de la época de los pioneros y aventureros que ocupaban terrenos agrestes y lejanos, es la posibilidad de pedir por correo postal una serie de libros y material para que los niños de estas comunidades pudieran acceder a la educación y obtener un certificado. 

En México no existe cosas similar, excepto algunas clases en línea. 

Entre ambas posturas –sacarlos definitivamente o llevarlos de contrabando a un plantel– está atravesada la mayor crisis mundial en décadas: la pandemia. Es urgente replantear no sólo la educación, sino el papel de las escuelas, educadores, y subrayar la carga de los trabajos de cuidados no remunerados. 

Pero la última frontera de esta crisis es perder la escuela, y con ella toda posibilidad de aprendizaje. Como narró Ángeles Mariscal desde Chiapas, el 97 por ciento de los niños, niñas y adolescentes que trabajan en San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, les preocupa quedarse sin dinero, y sin comida. Esto debido a la contingencia por covid-19. Y aunque tratan de continuar en la escuela, no pueden: la televisión educativa no ofrece realmente un aprendizaje, y no tienen acceso a internet. Aunque, ¿quién puede concentrarse en ello, cuando el miedo es no juntar lo suficiente para comer?

Si regresamos la llamada “normalidad” sin hacer cambios estructurales, genuinamente creo que no merecemos la supervivencia como especie. 

Lydiette Carrión Soy periodista. Si no lo fuera,me gustaría recorrer bosques reales e imaginarios. Me interesan las historias que cambian a quien las vive y a quien las lee. Autora de “La fosa de agua” (debate 2018).