29 octubre, 2021
Pierre Wenderly fue detenido en la ciudad fronteriza de El Río, Texas, y deportado a un país que apenas reconoció. “Lo peor de todo… no fue ser enviado con cadenas entre las manos y de la cintura a los pies, sino llegar con las manos vacías”, resume
Texto: Linnea Fehrm
Fotos: James Buck
PUERTO PRÍNCIPE.- Había querido emigrar a los Estados Unidos desde hace mucho tiempo. Durante sus seis años como inmigrante indocumentado en Chile, cada vez que tuvo la oportunidad, ahorró parte de su sueldo para el viaje. Al final, había juntado 7 mil dólares, presupuesto incluyendo sobornos a la policía, en todas las diferentes fronteras que iba a cruzar.
Esperaba el momento adecuado y en mayo de 2021 pensó que había llegado. Fue entonces que el gobierno estadounidense designó a Haití para el estatus de protección temporal. Cada vez más haitianos entraban al país para pedir asilo, y el estatus fue extendido otra vez en agosto.
Pierre Wenderly creó un grupo en WhatsApp con 17 paisanos migrantes residiendo en la ciudad chilena de Concepción. En julio escribió un mensaje a los demás: “Marchamos.”
Resultó la peor decisión que podrían haber tomado. Dos meses después que iniciaron su viaje, y pocos días después de que llegaron a la pequeña ciudad estadounidense de Del Río, la protección temporal fue reemplazada por una “nueva estrategia integral”: la deportación masiva.
Pierre Wenderly fue devuelto a Haití el 19 de septiembre del 2021.
“En el vuelo de deportación me dije a mi mismo que no iba a llorar. Después de todo, Haití es donde se encuentran mis hijos, es mi hogar”.
Pero cuando fue a recoger su mochila con su ropa y un poco de dinero, según relató Pierre Wenderly, le dijeron que sus pertenencias se habían quedado en Estados Unidos.
Luego le informaron que su pasaporte también se había perdido durante el proceso de deportación.
Tras una noche pidiendo ayuda para encontrar sus cosas le tocó otro golpe: no había forma de recuperarlas.
Además, de los 100 dólares en apoyo económico que fueron prometidos por la Oficina Nacional de Migración haitiana a cada repatriado, no obtuvo “ni un centavo”.
Pierre Wenderly salió del aeropuerto y notó que las calles se veían diferentes: “Más sucias, abandonadas”, desde que emigró a los 18 años. La inflación se había disparado y una grave escasez de gasolina había comenzado a paralizar varios sectores del país.
Haití no se sentía como su hogar para nada.
Marcó el número a su esposa. Pensó en la última promesa que le había hecho antes de emigrar: darles a sus dos hijos una vida mejor.
“‘Amor, estoy en Haití’, dije al escuchar su voz. Lloramos un rato. Luego le conté que no volvería a casa. No puedo ver a mi familia sin dinero, sin llevar ropa, sin ni siquiera tener un regalo para mis niños. No quiero ser una carga para ellos”.
Actualmente se queda en la casa de un amigo quien fue deportado seis días después que Pierre Wenderly. No salen a la calle a menos que sea necesario ya que Haití tiene la tasa de secuestro per cápita más alta del mundo –un grupo de 17 misioneros extranjeros fueron secuestrados en la capital el 16 de octubre– e irónicamente, corre un rumor que los deportados están llegando con balas de dinero.
Pierre Wenderly pasa los días acostado en su colchón, pensando.
Pensando en lo que podría haber hecho diferente:” Muchísima gente llegó a la ciudad de Del Río. Hubiera sido mejor si algunos hubiéramos esperado, pero en México no había trabajo. Después de 19 días en Tapachula no pude pagar la comida, el alquiler”. Luego añadió recordando: “Cuando los agentes americanos me detuvieron firmé un documento que leyó algo como deport… algo así. Fue en inglés y pensé que no vale la pena pelear. ¿Qué podría hacer, volver a México sin dinero?”.
Luego, piensa en voz alta, qué puede hacer ahora: «Lo único que llega a mi mente es emigrar otra vez. ¿Pero cómo voy a salir del país sin pasaporte?”.
La periodista haitiana Madeleine Auguste, quien informa a diario desde el aeropuerto, relató a Pie de Página que cada día ha observado a deportados volviendo en busca de sus pertenencias, perdidos de la misma manera que las de Pierre Wenderly.
El Departamento de Seguridad Nacional (DHS) en los EEUU, y la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), no han respondido a la solicitud de comentario de por qué llegan deportados sin sus maletas y documentos. No obstante, el secretario del DHS anunció el 24 de septiembre que La Agencia para el Desarrollo Internacional (USAID) proporcionará 5.5 millones dólares para asistir a los migrantes haitianos repatriados a través de la OIM.
Marie Yolène Gilles es directora de una organización haitiana de derechos humanos llamada Fondasyon Je Klere (FJKL). Comentó a Pie de Página que el director de la Oficina Nacional de Migración de Haití había acertado a través de un programa de radio, que todos los repatriados habían recibido 100 dólares. “Es mentira. Algunos han recibido la mitad; otros una cuarta parte. Los deportados fueron instruidos a descargar una aplicación de transacción de dinero para recibir lo restante. Pero no sabemos cuándo ni si llegarán”, dijo Marie Yolène Gilles.
Desde el día que Pierre Wenderly aterrizó en el aeropuerto de Puerto Príncipe, han llegado más de 10 mil deportados a Haití. Es entre las mayores deportaciones masivas que ha tenido lugar desde los Estados Unidos y puede implicar que miles de familias perderán su salvavidas financiero. Las “remesas personales” representan más de una quinta parte del PIB haitiano.
«Extraño a mi madre. Pero cada día tengo miedo de que la van a mandar a casa”, dijo a Pie de Página Cherley Alcindor, 21 años de edad, desde el apartamento de su tía en Puerto Príncipe.
Ella tenía 17 años cuando su madre soltera, Guerline Alcindor, se sentó con ella para contarle que iba a emigrar a Chile después de que el negocio familiar, una tienda de ropa en la ciudad haitiana de Jacmel, fuera quemada por una banda criminal, y por lo tanto tenía dificultades para mantener a su familia: “Ahora tienes que cuidar a tus cuatro hermanos”, le dijo a su hija mayor.
Hace tres meses se unió a la oleada de haitianos que intentaron emigrar de Chile a Estados Unidos.
El 22 de septiembre su hermano, Maxime Beauciquot, estaba en su casa en Jacmel cuando escuchó en las noticias de radio que “estuvieron deportando a haitianos” del campo de refugiados en Del Rio, donde Guerline Alcindor y otros 14.000 migrantes se estaban alojando. ”Regrésate a México ya”, le dijo a su hermana por teléfono.
“Ella tenía 600 y tanto en número de cola al centro de detención migratoria en Texas. Pensó que ahí la iban a ayudar para pedir asilo”, dijo Maxime Beauciquot, sentado a lado de su sobrina en el sofá de Puerto Príncipe.
Guerline Alcindor retornó a México y desde entonces se queda en la pequeña ciudad fronteriza de Ciudad Acuña, cruzando el Río Grande desde Texas, junto con al menos otros 1.000 migrantes haitianos. Ella relató por medio de WhatsApp que duerme en el suelo de un campo de refugiados, con su hija de 2 años, y que no sabe qué hacer después.
La mayoría de los migrantes haitianos en México están esperando otra oportunidad de cruzar la frontera estadounidense, o están en espera de pedir asilo mexicano, aunque la última opción puede resultar difícil para ellos que salieron de Haití años atrás.
Una nueva caravana constituida mayormente por migrantes haitianos y hondureños partió el 23 de octubre desde la ciudad de Tapachula, en el estado de Chiapas, hacia el norte. Mientras tanto, Haití se encuentra en su peor crisis política y económica en décadas, lo que puede provocar otra ola migratoria. “Aquí no hay seguridad ni trabajo”, explicó Pierre Wenderly admitiendo: «Bueno, sí, ya quiero reunirme con mi familia, pero no tengo dinero ni para el viaje a casa».
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