Da la impresión de que la microelectrónica y la computación en el mundo de las telecomunicaciones sustituyeron los saberes territoriales, cuando éstos siguen siendo la columna vertebral de las comunicaciones en situaciones de emergencia y conflicto
“eso que brilla allá abajo es el agua para el riego y nosotros aquí sembramos con agua que viene por su propio pie, agua que nadie trae…”
Remembranza de Herminio Martínez sobre su padre campesino.
Por Jacobo Nájera
En Guanajuato yace el cerro Culiacán, desde su cima se avistan los municipios de Jaral del Progreso, Salvatierra y Cortazar, este último en donde crecí. Esta montaña es la más especial en mi vida, pues me ha enseñado el significado de disfrutar y observar el camino, de percatarme, por ejemplo, de laderas, profundas barrancas y tupidos bosques antes de llegar a un destino.
El Culiacán es considerado protector de la comunidad y montaña sagrada. Además, es el cerro de mayor altitud en el centro de México y uno de los responsables de mantener comunicado al país de norte a sur en claves hertzianas (las que comprenden señales de televisión, radio, telefonía y datos), transmitidas por más de 300 antenas que se yerguen en su cúspide.
Cada 3 de mayo, desde hace cientos de años, danzantes de diferente provenir, convocados por la celebración de Santa Cruz de Culiacán, se encaraman a su cima. Suelen encontrarse en el jardín principal de Cortazar para iniciar su camino y posterior ascenso desde la comunidad de Cañada de Caracheo. Me causa admiración que los saberes de las culturas mesoamericanas están presentes en esta comunidad, que hoy cuenta con orgullo su contribución en la instalación y mantenimiento de las antenas que se levantan a más de 2 mil 830 metros sobre el nivel del mar, con el fin de comunicar en clave hertziana a México con el resto de América Latina.
En telecomunicaciones, el concepto de línea de vista refiere al camino limpio, sin obstrucciones, de señales entre las antenas transmisoras y receptoras. Por ejemplo, el Culiacán con la Torre Latinoamericana y el Cerro del Chiquihuite, en Ciudad de México, y con el Cerro del Muerto, en Aguascalientes.
Recuerdo que cuando fui por primera vez a una función de cine con pantalla 3D me sentí confundido y desorientado, ya que mi vista no lograba percibir lo diseñado por la ingeniería. No había, a pesar de la corta distancia, una transmisión limpia entre lo que se proyectaba y lo que veía. El motivo es el estrabismo que me acompaña y es parte de mí. En su momento, los oculistas me hicieron notar que “ver doble” no es normal, sin embargo, ha formado parte de mi cotidianidad esa sensación perceptual, consecuencia de contar con un ojo más activo que otro.
Caso contrario me ocurre al sentir la emoción de saber que el cerro de Culiacán tiene línea de vista con la Ciudad de México por estar casi a la misma altitud, y por lo tanto se pueden transmitir señales sin interrupciones. Así descubrí un lenguaje que me permitía imaginar la comunicación en el intercambio de ondas entre longitudes y distancias, y, al mismo tiempo, recordé que los conocimientos y saberes sobre los territorios en donde crecí son fundamentales para lograr cierto grado de de autonomía en el campo de las telecomunicaciones, todo ello como parte de un lenguaje para inventar y construir.
Menciono esto porque da la impresión de que la microelectrónica y la computación en el mundo de las telecomunicaciones sustituyeron los saberes territoriales, cuando estos siguen siendo la columna vertebral de las comunicaciones en situaciones de emergencia y conflicto. Así lo demostró la primera red telemática de detección sísmica que inició su diseño y desarrollo en 1970, misma que registró el terremoto de la Ciudad de México 15 años después. Este hecho cambió la compresión de los sismos a escala mundial, permitieron comprender su relación con las características de los suelos, particularmente en zonas lacustres, gracias a la combinación de conocimientos situados que permitieron mantener una red distribuida de estaciones de registro sísmico a lo largo de México y que utilizaron la línea de vista.
Hoy, la distribución del uso y acceso al espectro radioeléctrico para el intercambio de mensajes, entre longitudes y distancias, reproduce una visión mercantilista con alta concentración de la propiedad de los medios en manos privadas, que poco tiene que ver con visiones y los objetivos de las radios y medios comunitarios, sin mencionar la territorialidad que históricamente ha posibilitado su uso. Por ello Inés Binder y Santiago Garcia Gago proponen trasladar la defensa del territorio y del derecho a la comunicación al ámbito digital y de las telecomunicaciones, aspectos íntimamente ligados histórica, cultural y tecnológicamente.
Por ahora, cuando me encuentro en la Ciudad de México y veo el cerro del Chiquihuite o la Torre Latinoamericana sé que puedo ver gracias a la línea de vista al cerro más especial en mi vida, a pesar de mi visión limitada por el estrabismo.
Tecnólogo e investigador. Premio de periodismo Gabo, en la categoría de innovación, 2019.
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