Hace unas semanas el gobierno de Oaxaca anunció que reactivará la construcción del Libramiento Sur, al cual se han opuesto durante casi quince años algunos de los pueblos y comunidades de los Valles Centrales. El proyecto llega en un momento de rápida transformación del territorio y puede marcar un antes y un después en esta región tan diversa
Por: Mariana Benítez* y Cristina Alonso*
“Le compro su parcela”, “Se venden lotes”, y un número de teléfono. Así se muestran los letreros que tapizan los postes y cercas de algunos de los pueblos al Sur de la capital Oaxaqueña. En efecto, en los últimos años los Valles Centrales de Oaxaca (VCO) han visto convertir muchas de sus tierras agrícolas en asentamientos urbanos caracterizados por la precariedad y la violencia, en casas de campo escondidas detrás de enormes bardas, en gasolineras, y en fraccionamientos cuya fórmula de urbanización y financiamiento es ya bien conocida por acarrear desastres sociales y ambientales, tales como la escasez de agua.
La agricultura campesina y familiar tiene un papel central en la alimentación local y nacional, así como en la posibilidad de alcanzar la soberanía alimentaria. No obstante, los procesos de especulación, acaparamiento de tierras y urbanización desregulada como los que vemos en los VCO prevalecen como una de las principales amenazas a la agricultura campesina en todo el mundo. Estos procesos se agudizaron con la pandemia de COVID-19, pues muchas personas debieron vender tierras para atender emergencias de salud o diversas situaciones familiares y laborales, además de que algunos de los procesos de defensa del territorio se vieron obstaculizados por la dificultad de llevar a cabo asambleas y reuniones.
Las y los campesinos de Villa de Zaachila, en los VCO, relatan que durante muchos años las parcelas en venta se ofrecían primero entre los vecinos del pueblo o de la unidad de riego y que sólo en caso de no haber interesados en comprarlas para sembrar se vendían a personas fuera de la comunidad. Sin embargo, cuentan, este acuerdo se ha roto porque los fraccionadores y especuladores están atentos y listos para pagar de inmediato hasta el triple del costo regular de las parcelas. Así, la acción especulativa y el impacto socioeconómico de la pandemia han derivado en una drástica, y forzada, transformación de estos paisajes agrícolas.
Aunado a la pérdida de tierras para la agricultura, y como en buena parte de México, las sequías son un problema cada vez más grave para las y los campesinos de la región. En paralelo, ha disminuído la disponibilidad de agua subterránea para uso agrícola en los VCO; hemos constatado cómo en la última década el nivel del agua utilizada para riego disminuye progresivamente, por lo cual también abundan en la zona los letreros de venta de anillos de cemento y de trabajos para profundizar los pozos. Aún así, las compañías mineras y refresqueras continúan asediando el agua de esta región.
Es en este contexto que en marzo de este año el gobierno del Estado anunció que retomaría el proyecto de construcción del Libramiento Sur de Oaxaca, una carretera de cerca de 70 km que busca rodear la Ciudad de Oaxaca por el Sureste, atravesando 18 municipios habitados históricamente por diversos pueblos y comunidades indígenas o campesinas.
Desde la narrativa oficial, los objetivos de esta carretera son, por un lado, facilitar el tránsito regional y el desplazamiento de los preciados turistas nacionales y extranjeros y, por otro, liberar a la capital del tráfico y la contaminación causadas por los vehículos que atraviesan la ciudad para ir desde la CDMX o Puebla hacia la Costa o el Istmo de Oaxaca. Resulta curioso este supuesto interés por la movilidad y el ordenamiento urbano cuando, fuera del cuadro central arreglado para el turismo, no se ven esfuerzos para el beneficio de la población en general de la Ciudad de Oaxaca y sus alrededores. Vemos eso sí, estaciones y carriles fantasma de un CityBus que nunca llegó a ser, o carriles para bicicleta frecuentemente inservibles y peligrosos.
Pero más allá de la cuestionable estrategia para atender los problemas viales y de contaminación del aire, los documentos públicos disponibles sobre el Libramiento (por ejemplo, su Manifestación de Impacto Ambiental – MIA) exhiben de inmediato el objetivo expreso de facilitar la extracción y movilización de distintos tipos de mercancías en la región y más allá. En efecto, en un informe elaborado con algunas compañeras y colegas académicas, el Grupo de Análisis Ambiental y el Consejo de Pueblos en Defensa de la Tierra y el Territorio en los VCO, documentamos el papel estratégico que tendría este libramiento en la articulación de proyectos extractivos, por ejemplo mineros, con el corredor Interoceánico del Istmo de Tehuantepec y otras rutas de comercialización hacia el exterior. Más aún, en diversas declaraciones públicas, los gobiernos estatales y federales han presumido la intención de impulsar la construcción de nuevos parques industriales a lo largo del Libramiento.
Más acaparamiento, más extracción y contaminación del agua, más urbanización desregulada. Eso es lo que, hasta donde podemos ver a partir de la elaboración de nuestro informe, promueve este Libramiento.
El proyecto del Libramiento Sur de Oaxaca no es nuevo. Ha sido impulsado desde hace ya cerca de quince años, asociado, entre otras cosas, a la expansión minera que se dio en los VCO a partir del 2006. Desde entonces diferentes grupos organizados de pueblos, comunidades y núcleos agrarios de los VCO se han opuesto a su construcción. Pero no ha sido una lucha aislada, sino que se articula con diferentes movilizaciones en defensa del territorio: en contra de proyectos mineros, de la introducción de prácticas y semillas de la agroindustria y, en general, de la imposición de proyectos con una visión colonial de desarrollo.
Alrededor del 2010 se formó el Consejo de Pueblos en Defensa de la Tierra y el Territorio, el cual, junto con el magisterio y otros sectores aliados, ejerció presión suficiente para que el proyecto del Libramiento se cancelara. En el 2020, en medio del contexto de emergencia social generadas por la pandemia de la COVID-19, el proyecto se reactivó y a inicios del 2021 se dio a conocer una Manifestación de Impacto Ambiental, evaluada y aceptada sin consulta pública ambiental. Debido probablemente a una nueva ola de resistencia y la dificultad de conciliar los derechos de vía, en el mismo 2021 el exgobernador Alejandro Murat canceló la construcción del Libramiento, redireccionando el presupuesto que se le había asignado y dejando el proyecto en manos del gobierno federal. Ahora, a inicios del 2023, se anuncia la reactivación del proyecto, asignando de inicio 400 mdp para la liberación del derecho de vía y definiendo dos etapas de construcción.
Es posible que algunos sectores en Oaxaca estén a favor de la construcción del Libramiento o que estén dispuestos a participar en su diseño e implementación. Sin embargo, de acuerdo con el derecho a la autodeterminación y a la identidad respaldados en la Constitución, y en línea con diversos acuerdos internacionales suscritos por México, como la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos Campesinos, que establece que los campesinos y otras personas que viven en zonas rurales tienen derecho a la tierra, individual o colectivamente, un proyecto de este alcance debió haber sido consultado, de forma obligatoria y desde su formulación, deliberado y aprobado en todos los municipios, ejidos y comunidades agrarias que atraviesa. Todo ello mediante procedimientos apropiados basados en los estándares internacionales.
Hasta donde sabemos no hay ninguna evidencia de participación legítima de los pueblos y comunidades de los VCO en la planeación del proyecto de desarrollo de esta zona, en particular en proyecto del Libramiento Sur. Tampoco ha habido ningún ejercicio de consulta que cumpla con los estándares internacionales. Incluso la SEMARNAT nota esta omisión y condiciona la construcción a la elaboración de una consulta (aprobación SGPA/DGIRA/DG/06287). Considerando la historia de oposición pública al Libramiento Sur y la imposibilidad de conciliar derechos de vía, es imposible suponer que el Libramiento es deseado y consentido por las poblaciones potencialmente afectadas en los VCO.
Los VCO han sido por miles de años un vergel. En ellos se distinguen tres principales zonas fisiográficas: la montaña, el piedemonte y la planicie aluvial, también llamada planicie de inundación. En ellas existe una diversidad de microambientes, tipos de suelos y fuentes de agua que ha favorecido durante miles de años la siembra de diversos cultivos. En estos suelos se han cultivado, seleccionado y generado numerosas variedades de maíz, frijol, chile, calabaza, tomate y muchos otros cultivos adaptados a las condiciones locales. Sus suelos aluviales no sólo son particularmente propicios para la agricultura, sino que además, son documentos históricos que reflejan el trabajo de generaciones de hombres y mujeres que los ha convertido en un territorio sumamente fértil y productivo. Así, los VCO han sostenido y alimentado durante miles de años a diversas poblaciones y culturas humanas a partir de distintas prácticas agrícolas, entre las cuales destaca un manejo muy complejo del agua. Una expresión actual de este manejo histórico del agua y el territorio es el trabajo comunitario como el que hacen los sembradores de agua.
Con el grupo de investigación del que formamos parte hemos aprendido que los VCO conforman un mosaico heterogéneo que, asociado a formas de manejo agrícola campesinas diversificadas, favorece la migración y el establecimiento temporal o permanente de especies silvestres de plantas y animales. El papel de este mosaico en la llamada conectividad del paisaje es crucial para la conservación de la biodiversidad, tal como sugiere desde la década de los sesenta la teoría ecológica de metapoblaciones. En este sentido, lejos de lo que expresa la Manifestación de Impacto Ambiental del Libramiento Sur, las áreas de uso agrícola por donde pasaría esta carretera no son despreciables en términos de biodiversidad ni son equiparables a un área urbanizada o industrializada; son parte esencial de un paisaje complejo que a través del manejo campesino sostiene y ha sostenido durante miles de años a numerosas formas de vida silvestre. El Libramiento atravesaría, además, algunas áreas de vegetación natural, en uno de los estados con mayor biodiversidad del país.
Asociada a la diversidad agrícola y biológica que albergan los VCO, en estos territorios se reproduce constantemente una vasta diversidad cultural, expresada por ejemplo a través de la riqueza gastronómica, de las diferentes fiestas y de manifestaciones artísticas y culturales de esta región: el tejate, los moles, las mil formas del maíz, la música, los murales y las calendas, entre muchas cosas más. Vale la pena recordar que esta diversidad cultural no se crea ni mantiene en museos o catálogos, sino que es una expresión vigente de las formas de vivir y habitar los territorios; su reproducción pasa necesariamente por la posibilidad de continuar los procesos del trabajo y formas de vida campesinas que en primera instancia han sido las que generado y continúan generando esta diversidad.
El trazo del libramiento atraviesa territorios en los que habitan pueblos zapotecos, mixtecos y mixes; más de la mitad de la población de los municipios por donde pasaría se autoadscribe como indígena. No obstante, la Manifestación de Impacto Ambiental (MIA) del proyecto sostiene que “en el área de estudio (…) la presencia de población indígena no resulta relevante”. Además de contener afirmaciones profundamente racistas como ésta, y que atentan con los derechos de la población, los muestreos que reporta para la evaluación de la diversidad de flora y fauna son insuficientes y oscuros en sus métodos, a pesar de que la misma MIA reconoce que la zona tiene una relevancia biológica alta.
Respecto a la actividad agrícola, la construcción del libramiento afectaría cerca de 240 hectáreas de uso agrícola, pero la MIA ignora o minimiza los potenciales impactos que el Libramiento tendría en este rubro. Entre ellos están: i) la pérdida o afectación de variedades locales de maíz y otros cultivos, así como de las técnicas con las que se manejan, y la posibilidad de que las próximas generaciones puedan hacer uso de estos recursos y conocimientos, ii) la modificación y contaminación de los escurrimientos de agua, tanto perennes como anuales, iii) el truncamiento de una red de caminos rurales necesarios para el trabajo agrícola y la comercialización local de los productos y iv) el impulso a cambios de uso de suelo y una mayor pérdida de tierras de uso agrícola. La MIA y su subsecuente evaluación por parte de la SEMARNAT no consideran la resistencia ni los serios conflictos sociales y ambientales que la construcción del Libramiento puede generar o agravar.
Éstas son sólo algunas de las irregularidades y omisiones graves de la MIA detrás del proyecto del Libramiento, el cual representa un retroceso en la búsqueda de la autosuficiencia y la soberanía alimentaria.
Ante esta renovada intención de construir el Libramiento Sur de Oaxaca es importante volver a preguntarnos ¿Qué impacto tendrá en los procesos en curso de especulación, acaparamiento y urbanización desregulada de tierras de uso agrícola? ¿Qué sucederá con el mosaico agroecológico en que se genera y sostiene la enorme diversidad biológica, agronómica y cultural tan valorada de los VCO? ¿Cómo afectará este proyecto, y los procesos extractivos e industriales que impulsa, a la vida campesina y su capacidad de contribuir a la soberanía alimentaria? ¿Quiénes asumen los riesgos y daños y quiénes los beneficios? ¿Es este modelo de desarrollo el que proyectan las comunidades y pueblos campesinos e indígenas de los VCO como camino para florecer en su forma de ser y estar en el mundo?
Actualmente se impulsa desde los gobiernos la imagen de una Oaxaca, cada vez más gentrificada, para la cual los alimentos y gastronomía locales, los mercados y las “experiencias rurales” son un gran atractivo turístico. Sin embargo, estos elementos que hacen tan especial a Oaxaca se han generado y se reproducen temporal tras temporal mediante el trabajo campesino, en las parcelas, en las cocinas, en las asambleas y organizaciones comunitarias y, en general, mediante formas de vida que el Libramiento Sur y otros proyectos gubernamentales, contradictoriamente, amenazan.
¿La tercera es la vencida? Podría serlo a favor de la construcción del libramiento, pero esperemos que lo sea a favor de lo que, desde la libre autodeterminación, decidan los pueblos y comunidades de los Valles Centrales de Oaxaca.
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*Mariana Benítez es investigadora titular en el Laboratorio Nacional de Ciencias de la Sostenibilidad, del Instituto de Ecología de la UNAM, y es miembro del sistema nacional de investigadores. En su grupo de trabajo se desarrollan investigaciones sobre Agroecología y sistemas agroalimentarios.
*Cristina Alonso es bióloga y maestra en geografía. Trabaja temas interdisciplinarios de agroecología, domesticación de plantas y recursos naturales.
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