Habrán de hacerse ajustes a leyes y políticas públicas, planes, programas y estrategias, mejorar y fortalecer a las instituciones ambientales públicas y privadas, fortalecer la participación social en materia ambiental e invertir más recursos financieros en el cuidado y la protección ambiental. ¿Quién dice yo? ¿Quiénes serán esos líderes a nivel local, nacional y global que necesitamos urgentemente para enfrentar el enorme reto que nos planteó el Papa Francisco y que muy pocos han estado a la altura de las circunstancias para resolverlo?
Por Gustavo Alanís Ortega
El 24 de mayo del 2015, el Santo Padre Francisco, que en paz descanse, sorprendió gratamente a la comunidad internacional con una Encíclica relacionada con la urgencia y necesidad de cuidar y proteger más y mejor los recursos naturales. Su mensaje es amplio, integral, realista y podríamos decir que tiene una visión sistémica. Esta Encíclica es muy especial porque no solo está dirigida a los católicos, sino a todos los habitantes del planeta, sin importar religión, nacionalidad o ideología. Es un llamado urgente a repensar cómo estamos viviendo, qué relación tenemos con la Tierra y cómo nuestras decisiones afectan tanto al ambiente como a los seres humanos.
En dicha Encíclica se reconoce ampliamente la crisis ambiental que se vive a nivel global, haciendo énfasis en temas que ambientalmente nos están estrangulando como es el caso del calentamiento global, la pérdida de biodiversidad, el acceso limitado al agua y la necesidad de cuidar este recurso y la pérdida de calidad de vida como producto de diversos impactos ambientales a los que estamos expuestos en la vida cotidiana, entre otros. Dichos problemas deben tratarse y atenderse desde otros ámbitos como la ética, la moral y la filosofía, así como desde la verdadera política del desarrollo.
La Encíclica señala que es necesario utilizar “la creación” valorando de qué forma se debe hacer uso del patrimonio natural, bajo qué criterios y con qué límites. Aquí está la novedad: el Papa insiste, como lo hizo en repetidas ocasiones, en que el esquema de nuestra actual civilización no puede decidirse sólo desde criterios económicos, de consumo, de tipo inmediatista y voraz.
El manejo adecuado del medio ambiente y los recursos naturales requiere que los seres humanos se pongan de acuerdo en asuntos esenciales: ¿Cómo se vislumbran a sí mismos en esta casa común? ¿Cómo quieren vivir; cuál es el sentido del desarrollo; cómo debe ser el verdadero progreso humano? ¿Es posible pensar sólo en algunos sectores de la población o necesariamente necesitamos vislumbrar el bien de todos?
El Papa Francisco nos dijo que la madre Tierra nos da sustento y produce día a día los frutos de los cuales nos alimentamos. Reconoció, al mismo tiempo, que hemos hecho un uso irresponsable y que hemos abusado de los bienes que ella nos proporciona. Reitera lo dicho por el Papa Paulo VI en 1971 sobre la problemática ambiental como producto de la actividad descontrolada del ser humano. También recuperó lo que Juan Pablo II expresó en 1991: “Toda pretensión de cuidar y mejorar el mundo supone cambios profundos en los estilos de vida, los modelos de producción y de consumo, las estructuras consolidadas de poder que rigen hoy la sociedad”.
El Papa Francisco hizo un llamado urgente a proteger nuestra casa común, procurando despertar el interés de todos por participar en la generación de un desarrollo sostenible e integral, en beneficio de las actuales y futuras generaciones que reclaman un cambio, un giro en la forma de relacionarnos y entendernos. Nos invitó a construir un urgente diálogo sobre cómo estamos construyendo el futuro de la humanidad.
Ante esta sacudida y este enérgico llamado de atención que hizo la Iglesia Católica a través del Papa Francisco hace 10 años, es momento de dejar atrás las vacilaciones, reconocer la crisis ambiental que estamos viviendo y, en consecuencia, tener todos la suficiente voluntad y el compromiso que se requieren para poder seguir con el crecimiento y el desarrollo de los pueblos y, al mismo tiempo, hacer un uso adecuado y racional de la naturaleza. La tan anhelada sustentabilidad, propuesta por la ONU a finales de los años ochenta, no solamente no ha llegado, sino que los problemas como el cambio climático van en aumento.
Ya no estamos en tiempos de seguir favoreciendo a los intereses económicos sobre los intereses ambientales; tenemos que encontrar la fórmula para que ambos vayan de la mano. No debemos pretender que no está pasando nada; más bien, hay que actuar en función de la problemática global que en materia ambiental enfrentamos y, para ello, debemos de evitar la indiferencia que aún persiste en algunos individuos y corporaciones. El llamado es de urgencia a la sociedad en su conjunto. La inacción en el tiempo nos puede costar más de lo que nos costaría hoy en día actuar al respecto.
Así las cosas, habrán de analizarse en el contexto nacional e internacional qué cambios se pueden generar para efectos ser todos más ambientalmente responsables y amigables. Habrán de hacerse ajustes a leyes y políticas públicas, planes, programas y estrategias, mejorar y fortalecer a las instituciones ambientales públicas y privadas, fortalecer la participación social en materia ambiental e invertir más recursos financieros en el cuidado y la protección ambiental. ¿Quién dice yo? ¿Quiénes serán esos líderes a nivel local, nacional y global que necesitamos urgentemente para enfrentar el enorme reto que nos planteó el Papa Francisco y que muy pocos han estado a la altura de las circunstancias para resolverlo?
Gustavo Alanís Ortega, Director Ejecutivo del Centro Mexicano de Derecho Ambiental, A.C. (CEMDA).
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