9 abril, 2023
El análisis muestra que las transferencias monetarias a las poblaciones pobres mejoran los trastornos de depresión y ansiedad. Sin embargo, estos beneficios pueden no mantenerse una vez finalizada la ayuda económica, señalaron los autores.
Texto: Francis Kokutse / IPS
Foto: Annie Spratt / Unsplash
ACRA – Las políticas de alivio de la pobreza, especialmente las transferencias de efectivo, mejoran la condición de los beneficiarios y también desempeñan un papel en el fortalecimiento de la salud mental de las personas de quienes viven en la pobreza en los países de bajos y medianos ingresos en África.
Un ejemplo de estos programas de alivio de la pobreza está en Ghana, del que Acra es su capital, con el denominado Empoderamiento de medios de vida contra la pobreza, dependiente del Ministerio de Género, Infancia y Protección Social.
Se destina a hogares extremadamente pobres y vulnerables, como niños huérfanos, personas con discapacidades graves y sin posibilidad productiva, así como las que tienen más de 65 años.
El objetivo es mejorar, entre otras cosas, el consumo básico de los hogares y la nutrición de los niños menores de dos años y de los ancianos. También se pretende aumentar el acceso a los servicios sanitarios para los niños menores de cinco años.
Según un nuevo estudio con base en investigaciones realizadas en diferentes países de África, más de 20 mil africanos, de los 26 mil 794 que reciben estas transferencias de efectivo en el marco de programas de mitigación de la pobreza en seis países del continente, admiten que esta ayuda económica tiene efectos positivos en su salud mental.
La coautora del estudio, Clara Wollburg, afiliada al departamento de Política e Intervención Social de la británica Universidad de Oxford, dijo a IPS que 13 de las 17 investigaciones se realizaron en África subsahariana. De ellas, cuatro se realizaron en Malaui, cuatro en Kenia, dos en Sudáfrica y uno en Zambia, Malí y Uganda, respectivamente.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) define la salud mental como un estado de bienestar en el que un individuo se da cuenta de sus propias capacidades, puede hacer frente a las tensiones normales de la vida, puede trabajar de forma productiva y es capaz de hacer una contribución a su comunidad.
Y en África, la organización Strong Minds (mentes fuertes) de Uganda afirma que, a pesar de la elevada prevalencia de enfermedades mentales en todo el continente, en muchos países africanos la salud mental sigue abordándose con insuficiente prioridad.
El estudio titulado “¿Las transferencias de efectivo alivian los trastornos mentales comunes en los países de bajos y medianos ingresos? Una revisión sistemática y metanálisis”, publicado en la revista PLOS One el 22 de febrero, afirma que sus hallazgos refrendan la hipótesis de que el alivio de la pobreza puede desempeñar un papel en el fortalecimiento de la salud psicológica de las personas que viven en esa situación en los países de bajos y medianos ingresos (PRMB, en inglés).
El análisis muestra que las transferencias monetarias a las poblaciones pobres mejoran los trastornos de depresión y ansiedad. Sin embargo, estos beneficios pueden no mantenerse una vez finalizada la ayuda económica, señalaron los autores.
El profesor asociado de psiquiatría Andrews O Newton, nacido en Nigeria y residente en Estados Unidos, puso como ejemplo negativo la decisión del Banco Central de Nigeria de negar a la población el acceso al dinero en efectivo, lo que podría provocar depresión, la forma más común de enfermedad mental.
Sin embargo, la mayoría de la gente no lo sabe porque los enfermos no lo expresan. El estrés crónico causado por las políticas gubernamentales la agrava, y una consecuencia terrible es el suicidio, dijo Newton.
El banco emisor nigeriano se ha visto obligado legalmente a retrasar sus plazos para rediseñar la moneda restringir el acceso al efectivo.
Según Newton, la pobreza extrema deshumaniza, y añade que es probable que una situación así lleve a sentirse triste y vacío, a la falta de concentración, de impulso y motivación, a dormir mal y a carecer de energía.
El estudio se centró en las personas que viven en la pobreza y son receptoras de transferencias de efectivo, y los participantes en grupos de control inactivos, que no recibieron transferencias o se inscribieron en una fase posterior, sirvieron como grupo de comparación.
No se sumaron grupos de control activos que recibieran intervenciones alternativas, ya que esto dificulta establecer una inferencia causal sobre los efectos de las transferencias.
Sí se incluyeron programas de transferencia de efectivo, condicionales e incondicionales, dirigidos a hogares que viven en la pobreza en los PRMB, pero no se aplicó un umbral absoluto de bajos ingresos/pobreza, sino que se confió únicamente en el umbral relativo de elegibilidad para el subsidio, aplicado por las organizaciones que administran las transferencias.
“Nuestras conclusiones tienen importantes implicaciones para los responsables políticos de África, ya que demuestran que la provisión de transferencias monetarias a las personas que viven en la pobreza no solo mejora los indicadores de pobreza y la asistencia escolar, por ejemplo, sino que también influye significativamente en los resultados de depresión y ansiedad de los beneficiarios”, dijo Wollburg.
Puntualizó que “esto es especialmente cierto en el caso de las transferencias de efectivo incondicionales”.
La coautora del estudio dijo que analizaron programas de transferencias de efectivo dirigidos específicamente a hogares con ingresos bajos y/o desfavorecidos, con base a parámetros como el bajo gasto y consumo mensual de los hogares, la incapacidad de satisfacer las necesidades básicas, la inseguridad alimentaria, el bajo nivel educativo y el alto riesgo de contraer el VIH.
Esenam Abra Drah, defensora de la salud mental en Acra, dijo que, por experiencia personal, no tener dinero puede ser frustrante. Esenam lo sabe porque le diagnosticaron trastorno bipolar en agosto de 2015, cuando estudiaba la licenciatura en Francés y Lingüística en la Universidad de Ghana.
En la actualidad es una de los miembros ejecutivos de Psychosocial Africa, un grupo de base de apoyo a la salud mental creado por y para personas con experiencia de enfermedad mental, Drah admitió, tal y como mostró el estudio, que su situación afectó a su trabajo escolar, aunque pudo graduarse.
El estudio advierte que las políticas destinadas a abordar el ciclo pobreza-salud mental deberían considerar un apoyo incondicional y a más largo plazo a las poblaciones que viven en la pobreza y otras situaciones vulnerables.
Este trabajo se publicó inicialmente en IPS. Aquí puedes consultar la versión original.
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