Las orquídeas de Lankester, un tesoro de Costa Rica

21 octubre, 2022

Esta es una de las colecciones de orquídeas más importantes del mundo, Costa Rica resguarda la colección de un botánico inglés que dedicó su vida a esta exótica y hermosa flor

@ignaciodealba

Llego a Cartago, Costa Rica, con un solo objetivo en el itinerario: visitar el orquideario de Lankester. Un letrero en la entrada advierte que un guardia de seguridad podría revisar mi mochila durante cualquier parte del recorrido. ¿La razón? Algunas de estas flores se cotizan en miles de dólares.

Estas plantas exóticas fueron extraídas de selvas remotas para ser estudiadas y para que el público las pueda conocer. Las especies de orquídea florecen en distintas estaciones del año. Así que me encuentro con algunos ejemplares apagados y dormitando, otros en una explosión de formas exóticas. Algunas de intensos colores rojos, el moteo en ocasiones asemeja a los animales ponzoñosos del trópico. Otras son de colores tersos, delicadas, aunque también sugestivas. En ocasiones hay olores pútridos y otras con esencias de vainilla.

Es la colección de orquídeas más importantes de Centroamérica, una de las regiones más ricas para este género de plantas. En el sitio hay un concierto de insectos, que acuden atraídos por la seducción de las flores; todos participes de un complejo sistema de reproducción. Abejorros y moscas sucumben al alegre cortejo de la floresta.

El iniciador de esta colección es Charles Hebert Lankester. El hombre nació en el anubarrado puerto de Southampton, Inglaterra, en 1879. Sus padres fallecieron cuando apenas tenía tres años, así que él y su hermana crecieron bajo el resguardo de sus tías. Lankester se interesó desde joven en la fotografía, uno de los inventos más novedosos de su tiempo. En Londres se dedicó a trabajar con imágenes a color, la vanguardia del mundo gráfico.  

Pero un anuncio de periódico hizo cambiar su destino. En el Daily Telegraph encontró que la Sarapiquí Coffee Estates Company necesitaba empleados en Costa Rica. Lankester mandó su solicitud y meses después el llegó a Puerto Limón, en el paradisiaco Caribe costarricense.

En Costa Rica el “grano de oro” había convertido al país en una potencia exportadora. El gobierno se empeñó en convertir bastas zonas de selva en plantaciones, pero en Sarapiquí el proyecto fracasó. Ahí la verdura se extiende con una humedad que empapa. Rodeado de la más exuberante vegetación, Lankester quedó fascinado por la diversidad biológica.

Tuvo que volver a Inglaterra. Pero tiempo después regresó a Costa Rica para trabajar en la administración de otra empresa cafetalera. El hombre se dedicó entonces a estudiar las aves y mariposas que pueblan la espesura, pero también empezó a coleccionar orquídeas, la más exótica y hermosa flor selvática.

Desde sus primeras recolecciones intuía que estaba atesorando flores de mucho interés científico. Desde 1910 el hombre se puso en contacto con el director del Royal Botanic Garden de Inglaterra para ofrecer algunas de sus muestras para que fueran examinadas. Una de las orquídeas que mandó, recolectada cerca de Cachí, en 1912 no era conocida por el mundo científico. Ese fue el primero de muchos descubrimientos de Lankester.

El mundo de la orquideología estaba dominado en ese entonces por ingleses y alemanes, a pesar de que el hogar se encontraba en las lejanas colonias. Esta rara flor era símbolo de estatus en la sociedad europea. La aristocracia celebraba ágapes en torno a los colecciones exóticas y orquidearios espléndidos. La esperada floración de un botón raro suponía la portada de periódicos victorianos.

En Europa familias adineradas invertían grandes sumas de dinero para proveer de calefacción a sus invernaderos. Poco se dice, pero la extinción de orquídeas fue provocada, en gran medida, por los saqueadores y coleccionistas europeos.

La labor de Lankester se distingue por un genuino interés de preservación, el botánico autodidacta colaboró con el estadounidense Oakes Ames, quien desde su país recibía las muestras y las registraba para el mundo científico.

El trabajo de campo duró quince años y Lankester logró que se registraran más de cien especies de orquídeas. Una de ellas lleva su nombre Orchidaceae Lankesterela, una pequeña planta verde y sedosa con una flor blanca. El brote germina en musgos y bosques sombríos.

También se dedicó a procurar y resguardar especímenes vivos, en su finca cafetalera Las Cóncavas, en Cartago, instaló un orquideario que se convirtió en la colección más completa de Centroamérica y una de las más importantes del mundo. También el botánico abrió espacio para coleccionar, cactáceas, palmas y bromelias.

Paradójicamente Lankester murió, en 1969, bajo muchos apuros económico. Su familia no pudo mantener el jardín, pero el Stanley Smith Horticultural Trust, de Inglaterra y la American Orchid Society se interesaron en preservar la colección y compraron la finca. Años después donaron el lugar a la Universidad de Costa Rica. Desde los años setenta está abierto al público.

Hoy a diferencia del siglo XX las orquídeas están en riesgo por un elemento más grave que su mera extracción de su ambiente. El calentamiento global ha provocado un desorden tan grande en los ecosistemas que las condiciones de supervivencia de las flores se hacen cada vez más difíciles. ¿Serán las fotografías la última forma de conservación de estas raras flores? Tristemente parece que sí.

Cronista interesado en la historia y autor de la columna Cartohistoria que se publica en Pie de Página, medio del que es reportero fundador. Desde 2014 ha recorrido el país para contar historias de desigualdad, despojo y sobre víctimas de la violencia derivada del conflicto armado interno. Integrante de los equipos ganadores del Premio Nacional Rostros de la Discriminación (2016); Premio Gabriel García Márquez (2017); y el Premio Nacional de Periodismo (2019).