“Las muertes en el Chiquihuite se pudieron evitar”. Autoridades ignoraron a las pobladoras

14 septiembre, 2021

Tras la tragedia ocurrida en el cerro del Chiquihuite el pasado viernes 10 de septiembre, aún siguen tres personas bajo los escombros.

Ocho días antes del derrumbe del cerro del Chiquihuite la señora Eustacia Ángel llamó al 911 para advertir del riesgo, pero los bomberos descartaron el peligro. Una semana después las piedras sepultaron su casa y ella sigue esperando que rescaten a su vecina y sus dos hijos

Texto y fotos: Isabel Briseño

TLALNEPANTLA, ESTADO DE MÉXICO- Eustacia Ángel Valentin cuenta que desde hace 15 días comenzaron a desprenderse piedras del cerro del Chiquihuite, en la alcaldía de Tlalnepantla. La mujer lo denunció a Protección civil pero no le hicieron caso. Ella era propietaria de la primera casa sobre la que cayó parte del cerro.

Llamó el jueves 2 de septiembre al 911, una semana antes del derrumbe. Ahí le contestaron y la comunicaron a Protección Civil, enviaron bomberos pero no hicieron nada, solo le dijeron que si volvía a caer, que lo reportara.

“¿Me espero hasta que me muera?”, respondió la señora Ángel a los bomberos quienes ya no hicieron más caso de su reporte.

“Las consecuencias ahí están, ahí está mi vecina, muerta, enterrada por no hacerme caso”, dice con los ojos inundados de lágrimas.

El día viernes 10 de septiembre, ocho días después de su reporte ignorado, el derrumbe de una parte del cerro del Chiquihuite cobró la vida de la joven Mariana y mantiene sepultados entre los escombros a Mía Mairin Mendoza Campos, de 3 años; a Jorge Dylan Mendoza Campos, de 5 años, y a su madre Paola Daniela Campos Robles, de 22 años de edad.

“Ellos pudieron haber evitado esas muertes y el accidente, ojalá que el gobierno de Tlalnepantla haga algo. El reclamo es hacia las autoridades porque Protección Civil nunca hizo el llamado al desalojo. Mi reproche es con la alcaldía de Tlalne (Tlalnepantla) porque no me hizo caso”, dice la señora. 

Doña Eustacia recuerda que el día del desgajamiento salió a las seis de la mañana a trabajar con una mochila en la mano, lo único que conserva del que era su hogar. “M salvé de milagro”, dice sin poder contener las lágrimas.

En su trabajo, una casa donde realiza actividades de limpieza, recibió la llamada de una vecina, que le pidió que viera las noticias, porque se estaba cayendo el cerro. La señora Eustacia encendió el televisor y soltó el llanto. Vio cómo su casa estaba hecha polvo.

Desorientada, con la presión baja y temblando, la señora Eustacia Ángel Valentín, de 52 años de edad, llegó al albergue instalado en la parroquia del Sagrado Corazón de Jesús, en compañía de su hijo David de 15 años. “Me daban por muerta”. Lo dice porque eso escuchó en la tele, por eso se presentó en la denominada zona cero para decir que ella y dos de sus hijos siguen con vida.

“Bienvenida a la vida, estás viva para contarlo”, le dijeron sus vecinos al verla en el albergue.

“Mire como ando con la misma ropa desde el viernes, vengo a ver sí aquí me aceptan”, dice la señora Eustacia Ángel, mientras es registrada junto a su hijo en el albergue de la parroquia del Sagrado Corazón de Jesús.
Muchas casas se construyeron en la parte más alta del cerro por el menor costo de los terrenos.

«Si no tuviéramos necesidad, no estaríamos aquí«

Originaria del estado de Oaxaca, Eustacia Ángel Valentín llegó a Ciudad de México a los 9 años para trabajar. Producto de su trabajo como empleada del hogar construyó una casa de tabiques y láminas. Se tardó 15 años en hacerlo y ya llevaba 29 años viviendo a orillas del cerro.

“Juntaba fierros y botellas PET, trabajaba muy duro para poder salir adelante”, dice y de nuevo las lágrimas la invaden. Su hijo le acaricia el hombro para consolarla.

“Si no tuviéramos necesidad, no estaríamos aquí, estaríamos en el centro o en un lugar donde no corramos peligro, pero es como un sueño pensar en que nos alcance para comprar un terrenito o una casa en otra zona mejor”.

La señora Eustacia señala que las autoridades hasta el momento no le han brindado ningún tipo de ayuda, ni le han dado informes sobre qué pasará con el patrimonio que perdió. Hace tan solo 3 meses, relata, había comprado su refrigerador, y hace 15 días, una máquina para coser. “Hoy pierdo todo”. 

“Ningún rico se compadece de nosotros y nos ofrece un espacio aunque sea pequeño para que guardemos nuestras cosas”. 

La señora Florencia mira hacia el horizonte desde su casa.

El miedo al desalojo

La mañana de este lunes las autoridades informaron que 126 viviendas aún permanecen en peligro por el riesgo del desprendimiento de más piedras. Una de esas casas es la de la señora Florencia González, quien desde hace 30 años vive en una de las partes más altas del cerro. Su casa quedó llena de tierra que se desgajó del cerro. 

La mujer de 52 años de edad indica que teme por seguir cerca del cerro. Tiene la presión elevada, se siente sin fuerzas y no puede dormir por el impacto que le causó mirar desde muy cerca el derrumbe.

La señora Florencia también pidió ayuda a Protección Civil antes del derrumbe. Tres días antes, el martes 7 de septiembre, comenzó a caer tierra del cerro y cayó dentro de su casa.  Por eso ese viernes 10 de septiembre, el día del derrumbe, acudió por la mañana a las oficinas de Protección Civil de la zona Oriente, ubicadas en la calle San José, en Tlalnepantla.

Cuando volvió a su colonia, mientras a bordo del automóvil de una vecina que la llevó, a la altura de la calle Chimalhuacán, vio que el cerro se les venía encima. 

“Ese cerro nos iba a aplastar. Una muchacha gritó ‘¡Regrésense porque se está cayendo el cerro!’. Vimos todo, cómo empezó a botar polvo, tierra y piedras, pensé que me moría, de plano”.

La vecina de doña Florencia, quien iba manejando, afortunadamente reaccionó y se echó de reversa, dejó a la señora González calles abajo, en shock.

“Me bajé del carro y me puse a llorar, una señora me abrazó y me dio un pedazo de bolillo”.    

Florencia González pide ayuda al presidente municipal de Tlalnepantla para que los reubiquen, porque no les dan información clara. 

“Al rato lo hablo con mi jefe… El jefe es el que sabe… Protección civil”… Esos son el tipo de informes que recibe la señora Florencia.

Angustiada y con voz entrecortada la mujer se desespera por no tener claridad sobre la seguridad de sus pertenencias y de su hogar.

La tierra está humedecida por las lluvias y cayó con tal fuerza que derribó láminas que formaban parte del techo. La casa es de dos niveles y en los patios y baño se miran restos de la tierra que se desgajó el martes pasado, tres días antes del derrumbe.

Le preocupa dejar su hogar por los robos. No tiene en donde guardar sus cosas ni quien le ayude a sacarlas. Se pregunta a dónde va a parar todo el patrimonio que ha construido.

“Me desviví para hacer mi casa, no comíamos bien, descuidé a mis hijos cuando de joven trabajé…”. 

El esposo de la señora Florencia González compró el terreno en una de las partes más altas del cerro del Chiquihuite porque estaba más barato. “La verdad no teníamos dinero, yo no quería, yo lloraba porque estaba feo, pero esto fue lo único que nos tocó”, dice ella. 

“Lo que yo más quisiera es que me reubiquen, estoy muy debajo del cerro y ya no es tan confiable porque ya se deslavó y dicen que hay piedras falsas y un pozo arriba”.

Ese viernes 10 de septiembre, como a las ocho de la noche, doña Florencia fue a su casa a encender las luces. Todavía no sabía dónde iba a pasar la noche. 

“Mi esposo está trabajando hasta Santa Fe, mi hija también trabaja y ahorita estoy solita. Nadie ha venido por mi colchón para llevarlo, si viene mi consuegra me voy, y si no pues ni modo. A ver dónde me toca pasar la noche…”.

Tres días antes del desgajamiento del cerro la tierra comenzó a caer y se metió a la casa de la señora Florencia.
Las láminas del techo de uno de sus cuartos fueron derribadas por la tierra desgajada.

Nunca me ha gustado que las historias felices se acaben por eso las preservo con mi cámara, y las historias dolorosas las registro para buscarles una respuesta.

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