11 junio, 2021
Todas coinciden: a sus hijos los lastimaron. Y saben que muchos agresores fueron dejados en libertad, impunes. Ellas alzan la voz porque no quieren que la hija o hijo de nadie más pase por algo así.
Texto: Lydiette Carrión/ Daniela Rea
Fotos: Especial
CIUDAD DE MÉXICO.- En días pasados la Oficina de la Defensoría de la Infancia dio a conocer el informe Esto es un secreto, que investiga y denuncia redes de trata y abuso sexual en preescolares públicos y privados en el país.
El informe es un reflejo de nuestra miseria como sociedad: niñas y niños pequeños agredidos y explotados, de forma sistemática por redes de tres a 10 trabajadores en sus escuelas. Todo esto en un contexto de negligencia e impunidad que impiden que los responsables sean castigados y así, se puedan desarticular estas redes de trata.
Entre el horror que evidencia ese informe, los autores presentan también elementos para que cuidadores de la infancia, madres, padres y tutores puedan detectar y prevenir abusos.
Pie de Página habló con mamás cuyos hijes sufrieron abusos en centros escolares y, desde su experiencia y aprendizaje, desde su dolor también, comparten su proceso para que otras mamás, papás, cuidadores de menores de 18 años puedan prevenir, detectar y atender los abusos.
Estas mamás nos dicen: crean en sus hijas, hijos, escúchenlos y, sobre todo, denuncien, no sientan culpa ni vergüenza, hay otras familias e instituciones que están para acompañarles.
“Olivia” es una mamá cuyo hijo sufrió abuso en el preescolar.
“El abuso, las noticias del abuso lo vemos en la televisión, pero nunca nos imaginamos que está tan cerquita y cuando estamos ya tan cerquita no queremos entender, nuestra misma mentalidad lo bloquea y dice: no no está pasando… Eso fue lo que pasó con muchos padres de la escuela de mi hijo, que al saber que pasó esto dentro de las aulas, pues muchos quisieron decir a mi hijo no le pasó nada y no investigamos. Yo lo vi con muchos padres que dijeron: mi hijo está bien. Yo no podría quedarme con esa duda sobre todo cuando salieron muchos casos de esa institución”.
Por eso, la primera recomendación de Olivia es:
“Nos bloqueamos como papás y no queremos saber qué pudo haber pasado”, dice Olivia, pero también dice que es importante superar ese bloqueo e investigar si hubo abuso.
“Es doloroso que nos toquen a nuestros hijos. Es lo más doloroso, pero sí es mejor investigar y descartar, o investigar y atender”.
Olivia dice que, como mamá, siempre les inculcó a sus hijos que nadie debe tocar su cuerpo, que cualquier cosa que pasara, le contara. “Yo se los decía a mis niños, pero a veces no sabemos interpretar su lenguaje. Como mamás, cuando los llevamos al preescolar pensamos que es normal que llore porque acaba de entrar, porque no se acopla, es normal porque lloran mucho, pero yo lo que aprendí es que no es normal nada, debemos descartar todas estas situaciones.
Y agrega:
«Más vale exagerar porque a veces aunque nosotros les demos los consejos dentro de una institución esta gente a veces no es agresiva, no llega con una agresión física fuerte que el niño identifique como malo, sino que son suaves, tratan de entrar como ganarse la confianza y poco a poco ir avanzando. Los confunden: ‘esta persona no es mala, pero sí me hace cosas malas; no me pega, no me trata mal, no es una persona mala, pero sí me hace cosas malas’”.
“La mejor forma de lograr que un niño o niña cuente si le ha pasado algo”, dice el informe, “es transmitiendo mensajes de protección”. Estas son 4 ideas claves para que les hijes puedan hablar sin temor:
Olivia dice: “Las preguntas tienen que ser directas y tener un enlace directo con los niños: ‘qué te está pasando, sabes que cuentas conmigo’, sobre todo creerles, porque les decimos sí, sí te creo, pero si no le crees en otra cosa pues no te va a creer que les crees. Hay que ganarnos la confianza y escuchar. A veces, a lo mejor por el trabajo, el poquito tiempo que estamos con él estamos en ocupaciones de la casa y les ponemos atención pero no una atención realmente de calidad, entonces en ese aspecto decirles ‘sabes que yo estoy aquí y te cuido, te protejo, te escucho y necesito que me cuentes que sientes qué tienes’”.
Maité Azuela, activista y una de las personas que acompaña la investigación de ODI sobre abuso sexual en las escuelas, señala la importancia de que quienes están a cargo de les hijes estén pendientes sobre todo en edades de 2, 3, 4 años, que son los casos que han acompañado desde la ODI.
Los rasgos más comunes que encontraron fueron:
A partir del aprendizaje en la investigación de los casos de abuso y la realización del informe, Maité Azuela señala que es importante revisar los genitales de les hijes (rozaduras, infecciones en las vías urinarias), “como algo natural sin que sea intimidante”, hacer cotidiana la conversación sobre sus días en la escuela: “dónde pasan el recreo, qué les gusta, si les hacen cosas que les provocan incomodidad, si les han pedido algo extraño, ¿ha habido algún juego donde te hayan hecho sentir incómodo, donde te hayan pedido algo raro? ¿Has visto que a tus compañeritos les pidan secretos?”.
Una de las cosas que ha reflejado esta investigación es la forma en que educamos a les hijes. Les educamos en la obediencia, en que les adultes tienen siempre la razón y se les debe obedecer . “Y es importante decirles que los adultos también cometen errores, que no a todos los adultos se les debe obedecer y que ellos no puede pasar por encima de ti, de tu cuerpo, de tus ojos, de lo que ves”
Maité señala que el secreto es una palabra clave, porque en el abuso el secreto opera en todos los niveles: secretos en relación a les niñes y los agresores.
“Este informe no solamente trata sobre un abuso; es sobre una red de abusos. Aquí lo delicado es que deben haber varias autoridades que blinden la existencia de estas redes. Para los papás se vuelve complejo cuando detectan estos síntomas hay que ir y poner denuncia, pero es complejo”.
Es complejo, pero el informe ha dado pistas: acudir a la Oficina de Defensoría de Derechos de la Infancia, asesorarse con esta institución para saber qué hacer, a dónde ir. Y, muy importante, generar redes de confianza y apoyo entre mamás, papás de los grupos escolares. “Aunque parezca sencillo para los papás es complicado compartir esto por la sensación de descuido, de culpa, de vergüenza), hay que generar ambientes escolares de confianza para que papás se comuniquen. En la medida en que tomas acción estás protegiendo a tu hijo y a los otros hijos”, dice Maité Azuela en conversación con Pie de Página.
Y aclara: “no es hablar que el magisterio está cometiendo el delito, no se trata de criminalizar al magisterio, se trata de un grupo de delincuentes que se apoderaron de espacios escolares y operan avalados por autoridades”.
La ausencia en estos delitos contra los infantes es la SEP. No hay protocolos para actuar en estas situaciones.
“Debe haber algún reglamento: nos brincó que al inscribir a nuestro hijo nos pedían información como qué les gusta, croquis de distancia de la casa/trabajo a la escuela; eso nos lo pedían cuando entrábamos y pensamos que era información para ayudar a nuestro hijo, pero quizá también puede servir como amenaza: yo sé donde vives, yo sé dónde trabaja tu mamá, yo sé qué te gusta. Debe haber un lineamiento para saber qué información sí deben tener las escuelas”.
Para Olivia debe haber claridad en la información que las escuelas piden a las familias, y así como existen “periódicos murales” debe haber otros en donde sea pública y accesible la plantilla laboral y sus antecedentes. Asimismo, en caso de registrarse un solo abuso, la escuela tendría que hacer evaluaciones y estudios a todos los niños y niñas inscritos para descartar cualquier otro caso de abuso. Además de existir procesos claros de con quién dirigirse en caso de un abuso. “Vamos a la dirección, pero pues a veces la dirección es cómplice”.
“No solamente se trata de mi hijo. se trata de todos nuestros hijos, nos toca cuidarlos a todos. En este caso nos tocó a nosotros vivirlo, pero hay muchos niños y no es justo que les siga pasando”, insiste Olivia.
“He decidido compartir mi historia porque queremos justicia y que no se vuelva a repetir para ningún niño; el tratar de entender el lenguaje de nuestros hijos, el de romper tradiciones que nos hacen obligarlos `saluda a fulanito para que no sea mal educado`. Y no, por algo no quiere, por algo está incómodo. Romper tradiciones pero no dejar de educarlo: cuando le pasó a mi hijo eso a veces yo bajaba la guardia de su educación y lo quería consentir de todo porque pobrecito ya pasó por eso, pero no, no hay que romper la disciplina. Yo me sentía culpable, cómo va a ser posible que no me di cuenta si soy su mamá. Y es normal, pero no es nuestra culpa, yo no meti a mis hijos a la escuela para que les hicieran daño”.
La prevención no pasa sólo por lo individual. Sino por la comunidad; y de hecho esto es lo más importante. Martín Pérez García, director de la Red por la Defensa de los Derechos de la Infancia (Redim) advierte la importancia de establecer comités escolares conformados por madres y padres de familia y protocolos escolares.
Deben ser claros los protocolos de relaciones profesionales y sanas con niñas y niñas; que ya están establecidas. Algunos de sus puntos: “las maestras y maestros nunca pueden estar solos con niñas y niños; no se les toca ninguna parte del cuerpo; no se entregan regalos personales a niñas y niños, etcétera”.
Otro punto: Recorrer y checar toda la escuela.
Los familiares y tutores tienen derecho de recorrer y conocer todas las instalaciones cuando su hijo va a ingresar. Ninguna escuela debe tener espacios cerrados o privados, ni casas de conserjes o cuidadores o bodegas. “Toda la escuela debe ser abierta y con acceso a todas y todos los niños. no debe haber espacios privados”.
Las cámaras de seguridad. Pérez García advierte que se debe exigir tener cámaras de seguridad; la mayoría de las escuelas ya las tienen. Se puede también solicitar revisiones periódicas y que nos permitan mostrar las cámaras. La otra es revisar los cuadernos de nuestros hijos, y justo ver si están trabajando.
Pamela es una joven madre cuya pequeña fue víctima de explotación en una escuela de la Ciudad de México. Su caso forma parte del informe:
“Lo que estamos solicitando y pidiendo a las autoridades es la no repetición. Evidentemente es un hecho muy fuerte y lamentable y a su vez que los padres estén conscientes de que esta es una realidad que se ha vivido y desde hace muchos años”.
En su caso hay detenidos, pero no todos los que fueron responsables. Algunos de los señalados fueron protegidos por el Sindicato de Maestros. Los movieron de adscripción, los llevaron a hacer labores administrativas… un rato. Y ahora esos agresores están en otras escuelas.
Desgraciadamente hay detenidos, pero no todos. La justicia no es como quisiéramos. Es por eso que hacemos el llamado.”
–¿Qué errores detectaron en su caso?
–Parte de lo que se comparte en el informe es eso: La autoridad no lleva las entrevistas de forma general. Hacen la separación de los casos. No se lleva a un buen resultado. [En nuestro caso, en nuestra escuela] no solo participó una persona. Por ejemplo, mi hija, participan varios profesores o de plano toda la plantilla de la escuela. Pero [la fiscalía] va seccionando los testimonios de los niños. Por lo tanto no se lleva a cabo la detención de todo el personal.
Por eso, Pamela exige que las fiscalías respeten las leyes y lleven los protocolos de investigación. El problema es que es difícil para una familia que está pasando por esto saber sus derechos o los protocolos.
“En nuestro caso, con mi hija, cuando llegamos a la fiscalía no tenemos un conocimiento de qué es lo que se debe hacer o seguir. Y las autoridades tampoco te lo indican. Pero ahora, después de los años que hemos pasado y que hemos tenido que lidiar. Nos enteramos que hay protocolos y estudios que debieron hacerle todos los niños. Pero lo manejan según la persona que estaba al frente. Y no es así: hay un protocolo que se debe hacer a todos los niños.”
Pamela identificó que las fiscalías en la Ciudad de México no están preparadas para atender niñas y niños.
“El protocolo a los niños: es complicado y las instituciones no están preparadas. Los niños van delicados, por la cuestión psicológica por las amenazas. Y el personal no está capacitado para darles atención. Las áreas no están acondicionadas. Son áreas que no son adecuadas para un niño”.
El caso de Pamela llegó hasta la Fiscalía General de la República. Y tampoco había un espacio digno. “Cuando llegamos [a la FGR]: es un cuarto provisional donde los acondicionaron con juegos, libros, para en cierta forma entretenerlos; porque es otro problema que existe: los niños tienen que pasar entre 10 a 12 horas al día esperando para que te atiendan”.
Luego, tampoco hay protocolos.“Los niños no confían en desconocidos, “derivado de lo que vivieron. Y a veces te piden que los dejes pasar [a declarar] solos. Nosotros solicitamos que mejoren la atención hacia los niños.”
Esto ocurrió en la fiscalía, en periciales… “Es muy triste mencionar que no se tiene la preparación, a pesar de que ya son varios casos, no solo a nivel Ciudad de México. Tampoco se les da la información a los papás. La información es cortada”.
¿Qué hacer?
Pamela recomienda: “que estén alertas de sus hijos, obvio trabajamos, pero hay que darnos el tiempo para observarlos. Deben tener mucha comunicación. Comentarles en cuestión de los juegos, cuales son juegos buenos y juegos malos. El abuso lo hacen mediante juegos. Se trata de niños que todavía no están conscientes. Platicar con ellos qué juegos son buenos, qué juegos son malos. Enseñarles a poner límites. Enseñarles los nombres del cuerpo como son. Enseñarles que nadie debe tocarlos y que no permitan que les tomen fotografías o videos.”
En el caso de Pamela, en Ciudad de México, varias personas implicadas no fueron vinculadas a proceso debido a varias cosas: una de ellas fue que cada caso al interior de la misma escuela fue procesado de forma individual; no hubo una investigación coordinada que abarcara a todos los niños agredidos. Y eso permitió que de 12 personas que participaron en esta red de explotación y abuso, sólo detuvieran a dos.
Del otro lado del país, en Saltillo, ocurrió algo muy similar.
La llamaremos Yolanda. Ella decidió acercarse a Pie de página tras la lectura de un reportaje sobre esta red de trata. Su caso fue documentado en la prensa local y a raíz de su denuncia, en el kinder donde sus pequeños fueron agredidos, se documentaron al menos siete casos más en aquellas instalaciones.
A pesar de que se trató de una red, las autoridades de Saltillo impidieron que las y los denunciantes incluso se conocieran. “Hasta la fecha no tengo contacto con ellos; sabemos que están las carpetas, pero nunca nos han entrevistado”.
En Saltillo, al igual que en el caso de Olivia, la participación de la directora y la maestra fue clara; pero las autoridades educativas y penales también «compartimentaron» la información y llevaron por separado cada caso. De este modo las autoridades de la SEP las defendieron; actualmente estas mujeres siguen activas, en alguna otra escuela.
Además en Saltillo, la violencia institucional contra las familias fue aún peor.
“Nosotros hemos tenido que pagar las terapias [para los niños]”. Al inicio, “la fiscalía ofreció un servicio de asesoría jurídico gratuito. Pero esos abogados en vez de ayudarnos, se ponían de parte de la defensa. Nos ponían en bandeja de plata o de pechito para que hicieran lo que quisieran con mis hijos. Les autorizaron pruebas psiquiátricas a mis hijos. Fueron llevados a lugares que no son propios para un niño a hacerles las pruebas psicológicas. Los llevaron a un manicomio”.
Yolanda, al igual que todas las madres entrevistadas, reitera: “Alzo la voz porque no quiero que le hagan esto a ningún otro niño”.
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