Este campechano no solo se entregó a los azules del mar, también tuvo un papel activo en la lucha contra la dictadura de Porfirio Díaz. Buena parte de su vida la pasó en estado de persecución. Sus pinturas lograron convertirse en una rica expresión del paisaje mexicano
Twitter: @ignaciodealba
Joaquín Clausell nació rodeado de mar y selva en el caribe mexicano. Durante sus años como estudiante se distinguió por ser altivo y socarrón. Desde entonces, hábil dibujante, caricaturizó a sus compañeros, maestros y al director.
Pero esa irreverencia la pagó desde corta edad. En una ocasión, el gobernador Joaquín Baranda asistió a una premiación al Instituto Campechano. El alumno Clausell pidió ser orador en la celebración, pero le negaron el permiso por su fama de alborotador. El muchacho insistió hasta que se le permitió hablar ante el público. Ahí, frente al gobernador, se echó un discurso “sarcástico y punzante”. El reincidente fue expulsado de la escuela y del estado. A sus 16 años, su familia lo mandó a vivir a la Ciudad de México.
Clausell llegó a la capital con la idea de estudiar ingeniería, en el Palacio de Minería. Las oportunidades para un estudiante de escasos recursos eran pocas. Aun así, Clausell se sostuvo gracias a la venta de píldoras y remedios que le surtía un boticario. Por aquellos días, el joven dedicó tiempo al dibujo. En pedazos de cartón, o si acaso papel, se dedicó a retratar paisajes.
Se decía que Clausell estaba obsesionado con los crucigramas, cigarrillos y llevar consigo lápices afilados para dibujar en la banca de cualquier parque. A los pocos meses, dejó la ingeniería y se inscribió en la Escuela Nacional de Jurisprudencia. En ese tiempo vivió en la calle República de Venezuela, en el Centro Histórico.
Aun siendo estudiante, Clausell se involucró en periódicos y propagandas contra el gobierno de Porfirio Díaz. Por sus participaciones en El Hijo del Ahuízotle y El Monitor Republicano el pintor fue mandado a las bartolinas de la Cárcel de Belén. Su estadía en la prisión le ayudó a contactar a más personas afiliadas a movimientos democráticos. De hecho, ahí se ideó la creación de el periódico El Demócrata.
Como director de El Demócrata Clausell publicó la historia de las campañas militares en la Sierra Tarahumara, sucedidas entre 1891 y 1892. Para librar la censura, escribió la historia a manera de novela por entregas en el periódico, con el seudónimo de Barreta. Aún así el gobierno porfirista asumió que se trataba del exterminio de los habitantes de Tomóchic y el gobierno de Díaz abrió un proceso judicial en su contra.
En una de las ocasiones en que fue a declarar a los juzgados, Clausell se escapó. Huyó al puerto de Veracruz y de ahí tomó una embarcación rumbo a Nueva Orleans. Desde entonces la relación que tuvo el revolucionario con México fue epistolar. Acostumbraba a ilustrar sus cartas con dibujos.
Después, Clausell se fue a Nueva York, donde logró emplearse en un barco rumbo a Paris. Fue ahí donde quedó marcado por la pintura, y más precisamente por el impresionismo. En Francia conoció a Monet y a Pissarro. Después de cumplir 35 años el hombre afianzó su vocación por la pintura.
Regresó un par de años después a México, ya consagrado como pintor. En 1898 se casó con Angela Cervantes, una de las últimas descendientes de los Condes de Santiago de Calimaya (emparentados con Hernán Cortés) quien vivía en el Palacio de los Condes de Calimaya, actualmente el sitio es el Museo de la Ciudad de México. Ahí también vivió el artista, de hecho, en el lugar ahora conocido como el “Estudio Clausell”.
Clausell utilizó las paredes de su estudio para hacer pruebas de color, también para quitar el exceso de pintura de sus pinceles. Sobre los muros quedaron mas de mil bosquejos, bocetos, siluetas, colores y paisajes. Es un paisaje onírico. Las pinturas caóticas de las paredes transforman la atmósfera de la habitación, que hoy puede ser visitada.
Clausell es el representante del impresionismo mexicano. Sus paisajes están a la altura del maestro José María Velazco y el aeropaisajista Doctor Atl.
El pintor murió el 28 de noviembre de 1935 en las Lagunas de Zempoala. Mientras paseaba junto con su amigo Carlos Bousquet, un deslave provocó que el artista quedara sepultado.
Sobre su tumba está inscrito: »Perdió su vida ante la hermosura de la naturaleza formidable».
Cronista interesado en la historia y autor de la columna Cartohistoria que se publica en Pie de Página, medio del que es reportero fundador. Desde 2014 ha recorrido el país para contar historias de desigualdad, despojo y sobre víctimas de la violencia derivada del conflicto armado interno. Integrante de los equipos ganadores del Premio Nacional Rostros de la Discriminación (2016); Premio Gabriel García Márquez (2017); y el Premio Nacional de Periodismo (2019).
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