Ahora no es necesario tener una cámara para crear una imagen tan real como la de una fotografía, solo necesitamos de Inteligencia Artificial. Con fines recreativos o artísticos los avances tecnológicos para intervenir imágenes suponen muchas formas de entretenimiento, aunque siempre existe el riesgo de que se usen en perjuicio de alguien más
Por Duilio Rodriguez / Twitter: @duiliorodriguez
Desde hace una década la cámara dejó de ser un artefacto en sí mismo, el teléfono móvil la sustituyó, igualmente el laboratorio fotográfico se sustituyó por Apps o programas poderosos que permiten la edición y manipulación de imágenes.
A los usuarios les interesa grabar lo que ven y que el resultado sea como lo imaginaron, modificar la escena o simplemente mejorarla según su propio criterio. Generalmente no dudamos de lo que vemos, creemos que lo que está alrededor existe, es real, le damos mucho peso a la vista y por lo tanto lo consideramos verdadero.
Programas de edición simples de usar nos permiten cambiar sustancialmente cualquier fotografía: el fondo de una imagen, sustituir colores, agregar objetos, personas; podemos modificar todo lo que se nos ocurra.
Simplemente en TikTok podemos clonarnos, deformar nuestra imagen o con un filtro convertirnos en un dibujo animado, en cuestión de segundos agregamos elementos ficticios que no estaban originalmente.
Últimamente se puso de moda la App Lensa, un editor que funciona con Inteligencia Artificial (IA) para retocar selfies y convertir un retrato con estilos como el ánime japonés.
Con fines recreativos y/o artísticos los avances tecnológicos para intervenir imágenes suponen muchas formas de entretenimiento, aunque siempre existe el riesgo de que se usen en perjuicio de alguien más.
Cada día surgen nuevas experiencias alrededor de las imágenes, nos hemos familiarizado con herramientas que permiten manipularlas y transmitirlas, pero al recibirlas, aun sabiendo que pueden estar intervenidas confiamos demasiado en lo que vemos.
Hace unos años agregar elementos ficticios a una fotografía era un trabajo lento y hasta cierto punto especializado que ahora se realiza de forma muy simple. La tecnología avanzó más rápido que nuestra conciencia visual.
Tanto avanzó la Inteligencia Artificial en la creación de contenidos que ahora es posible obtener una fotografía sin imagen o una imagen sin fotografía, de hecho es posible crear un paisaje, un rostro o cualquier objeto sin un dispositivo que capture la luz y sin una base real.
Open Ai es una empresa que surge de una iniciativa open source con base en Inteligencia Artificial. Recientemente lanzaron al público la plataforma Dal-E para crear imágenes a partir de instrucciones de voz. Es decir, ya no hace falta una cámara, con solo instrucciones verbales se obtendrá una imagen realista, muy buena, tan perfecta como la de una foto.
Foto: Tomada de sus página web.
En su página Web, la compañía describe a DALL-E de la siguiente forma:
“DALL-E es una versión de 12.000 millones de parámetros de GPT-3 entrenada para generar imágenes a partir de descripciones de texto, utilizando un conjunto de datos de pares texto-imagen. Hemos descubierto que tiene una gran variedad de capacidades, como crear versiones antropomorfizadas de animales y objetos, combinar conceptos no relacionados de forma plausible, representar texto y aplicar transformaciones a imágenes existentes”
Los GPT3 son una forma de conocimiento artificial que utiliza más de 170 mil millones de parámetros que funcionan como redes de aprendizaje que asemejan al que utilizamos los humanos para el lenguaje.
Ejemplo de imágenes creadas con instrucciones de voz. Una silla en forma de aguacate, el sketch de un gato. También existe una cuenta de Instagram con 400 mil seguidores donde los usuarios suben materiales creados con esta plataforma.
https://www.instagram.com/openaidalle/related_profiles/ Foto: Tomada de su página web.
En un principio, hace unos años, esta tecnología de aprendizaje artificial demostraba que se podían crear textos tan reales como los que escribiría un humano, ahora también es capaz de crear imágenes por sí misma.
Apps que utilizan IA permiten a creadores hacer cosas sorprendentes en muy poco tiempo con resultados que engañan a cualquiera.
La súper manipulación de contenidos gráficos puede llegar a dañar a personas que aparezcan en video o fotografías haciendo algo que nunca hicieron o en lugares en donde nunca estuvieron.
En la difusión de información esto supone un nuevo reto para la credibilidad, ya que cualquier persona puede producir contenido falso y hacerlo pasar por noticia.
A diferencia del pasado en donde solo los medios de comunicación eran transmisores masivos de noticias, ahora todos somos transmisores, podemos reenviar videos y fotos a cientos o miles de personas en cuestión de segundos.
La transmisión de mentiras ha existido siempre, solo que ahora se difunden velozmente por distintas vías a cualquier parte del mundo, siendo muchas veces nosotros mismos -sin saberlo- los propios repetidores. A esto hay que sumarle las granjas de bots programados para difundir múltiples veces mensajes o imágenes.
Lectores y observadores no estamos preparados para descubrir con facilidad una deepfake, término que se refiere a contenidos híper reales pero finalmente falsos; tampoco las personas que trabajamos con información periodística estamos exentas de equivocarnos al interpretar lo que vemos.
A los reporteros y fotorreporteros nos queda la honestidad, que nuestras imágenes tienen como base algo existente, garantizar que no hemos incorporado elementos que no estaban originalmente en la escena y como única prueba el archivo original, de lo contrario debemos avisar al lector de cualquier manipulación que hayamos hecho en la imagen.
Como ciudadanos, nos queda ser más cautelosos y conscientes antes de difundir supuestas noticias. Cuestionar de dónde viene la información, buscar distintas fuentes y contrastarlas.
La línea es muy delgada para discernir la autenticidad de una imagen y en el futuro será peor, probablemente terminaremos por dudar de todo o creer en todo.
Editor y fotógrafo documental, retrato, multimedia y vídeo. Dos veces ganador del Premio Nacional de Fotografía Rostros de la Discriminación.
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