No está claro lo que ocurrió en Bolivia con la operación militar que mantuvo en vilo a América Latina. Hasta ahora no existe respuesta a la pregunta básica: ¿de parte de quién?
Por Alberto Nájar / X: @anajarnajar
¿Un intento de Golpe de Estado a la hora de la comida, en el sitio más concurrido del país, transmitido en vivo por internet a todo el mundo y en un edificio donde no despacha el presidente a derrocar?
Pues ocurrió, en Bolivia. Al mediodía del 26 de junio un centenar de soldados acompañados de algunas tanquetas arribaron a la Plaza Murillo, el zócalo principal de La Paz.
Los periodistas ya esperaban su llegada. De hecho, fue posible ver en directo las imágenes del contingente de policías militares con escudos y lanzagranadas que llegaron al Palacio Quemado, que hasta hace unos años fue sede del despacho presidencial.
Una hora antes en redes sociales de internet, como X, ya se sabía lo que iba a ocurrir: lo anticiparon el expresidente Evo Morales y el mandatario en funciones, Luis Arce.
Millones de cibernautas vieron con asombro el momento en que al Palacio –conocido como Casa del Pueblo- llegó una tanqueta de la que bajó el jefe de las fuerzas armadas, general Juan José Zúñiga.
El militar caminó a la puerta cerrada, que no le abrieron. Regresó a la tanqueta, volvió a bajar y habló con los periodistas.
Después el vehículo empujó la puerta, los soldados entraron y volvieron a salir. Después bajó el presidente Arce y encaró al jefe de los militares; regresó a su oficina, designó a nuevos mandos de las Fuerzas Armadas, reunió a su gabinete, pronunció un discurso y se tomaron la foto.
Una hora después el general Zúñiga se fue rápidamente en su tanqueta, mientras los soldados que le acompañaron corrieron tras el vehículo y los camiones donde llegaron, rodeados por decenas de bolivianos que los increparon.
Por la noche el jefe de la supuesta insurrección es arrestado y mientras lo trasladan a la comisaría se da tiempo de hablar con periodistas para explicar, calmadamente, que todo ocurrió en acuerdo con el presidente Arce quien necesitaba “algo para levantar su popularidad”.
Lo consiguió: la comunidad internacional se volcó en su respaldo. Y la fotografía donde encara al militar sublevado se convirtió rápidamente en un elemento rentable de marketing político.
Es un apretado resumen de la jornada que mantuvo en vilo a América Latina. Pero superados los riesgos iniciales y la adrenalina de los medios, surgen dudas sobre la veracidad de lo sucedido.
Una de ellas es la forma como procedieron los militares presuntamente sublevados, y que de acuerdo con especialistas no siguió el patrón común de este tipo de eventos.
Los presuntos sublevados, por ejemplo, no buscaron deponer al presidente en funciones sino cambiar a los miembros de su gabinete, es decir, mantener al gobierno contra el que se inconformaron.
Llegaron a un sitio que no es la sede oficial del Poder Ejecutivo. El Palacio Quemado es un edificio histórico que funciona más como museo que oficina de gobierno.
Nada hicieron para alejar a los periodistas que transmitían en vivo y en directo el movimiento de las tropas. Por el contrario, parecieron ávidos de que se conociera en el mundo lo que sucedía.
Nunca se preocuparon por arrestar a Lucho Arce ni mucho menos pretendieron disolver al Congreso o la Corte, que en situaciones de emergencia ejercen funciones de gobierno.
Tampoco hubo una proclama golpista, no se convocó a establecer un nuevo orden institucional ni se expresaron críticas al presidente en funciones.
De hecho, hasta antes del 26 de junio el general Juan José Zúñiga era muy obsequioso con Luis Arce.
Una muestra fue su disposición para bloquear el intento de Evo Morales de reelegirse que llegó inclusive a la advertencia de un eventual arresto del expresidente.
Evo es el principal adversario de Lucho, a quien el carismático dirigente llama “traidor al movimiento” político donde participan.
Es decir, el jefe militar que se puso del lado de Arce y aparece días después como quien lo pretende derrocar.
Además, llama la atención lo ocurrido en los días previos a la supuesta intentona golpista: el general Zúñiga fue destituido, pero no se le ordenó abandonar instalaciones militares, no fue desarmado y mantuvo intacta su red de comunicaciones.
Fue relevado como jefe de las Fuerzas Armadas, pero mantuvo el mando de las tropas.
En resumen: en la intensa jornada del 26 de junio no hubo señales claras de que se pretendía cometer un Golpe de estado en Bolivia.
¿Qué ocurrió entonces? Para algunos fue un capítulo más del desencuentro entre Evo y Lucho que se prolonga por casi dos años.
Algo que inició en agosto de 2022 cuando se llevó a cabo una reunión entre el presidente Arce y la cúpula del Movimiento al Socialismo, el partido creado por Evo Morales.
En ese encuentro, recuerda el especialista Rafael Archondo, el acuerdo fue sustituir a miembros del gabinete presidencial por cercanos al MAS.
Lucho no cumplió y desde entonces Evo inició una campaña contra el presidente, a quien pretende sustituir en 2025, cuando se lleva a cabo la elección presidencial en Bolivia.
Esto ha causado polémica porque algunos grupos, sobre todo vinculados a empresarios y movimientos de derecha, aseguran que el legalmente Morales no tiene derecho a buscar de nuevo la presidencia.
Pero los partidarios del expresidente afirman que las leyes electorales sólo prohíben una reelección consecutiva, lo cual no es el caso.
Al mismo tiempo el país se encuentra en medio de una profunda crisis económica, con desempleo, carestía, escasez de alimentos y combustible.
Un elemento adicional es que el presidente no cuenta con mayoría parlamentaria en el Congreso, lo que ha impedido concretar reformas e iniciativas para superar la crisis.
El gobierno de Arce “está fracasando”, dice el especialista Rafael Archondo, y eso beneficia de alguna manera a Evo quien tiene una nueva oportunidad de presentarse como una mejor alternativa política.
No es todo. En este escenario también actúan los grupos que promovieron el Golpe de Estado de 2019 y que se mantienen activos, a pesar del encarcelamiento de su cara más visible, la usurpadora Jeanine Áñez.
En esa mezcla la aparición de un peculiar intento de Golpe de Estado despierta sospechas.
La teoría dice que para resolver un delito hay que revisar a quién beneficia. Pero en este caso tanto Evo como Lucho tienen ganancias.
Un elemento final: a diferencia de los intentos de golpe de estado que han ocurrido en América Latina, cuyo impacto se prolonga por meses o generan cambios radicales en los países que lo sufren, en Bolivia la operación militar duró unas cuantas horas.
Como si fuera una miniserie o cualquier evento político, el país recuperó la calma en poco tiempo. Extraño, por decir lo menos.
A veces es conveniente esperar a las aguas quietas para ver el fondo. Y éste es el caso.
¿De parte de quién?
Productor para México y Centroamérica de la cadena británica BBC World Service.
Periodista especializado en cobertura de temas sociales como narcotráfico, migración y trata de personas. Editor de En el Camino y presidente de la Red de Periodistas de a Pie.
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