Las constantes agresiones en contra de los normalistas Ayotzinapa

16 agosto, 2023

Tatyi savi

De 2007 a 2014, las detenciones arbitrarias y disparos directos hacia los normalistas de Ayotzinapa se hicieron constantes. Todo escaló hasta la desaparición forzada de los 43 normalistas el 26 de septiembre de 2014

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Cuando el estudiante de Ayotzinapa Marcos López Cruz escuchó los primeros disparos, sintió una punzada en el abdomen. No pudo hacer nada. No podía correr. Ni siquiera hablar con sus compañeros de la Normal. No los vio porque corrieron al cerro para protegerse de los disparos de los policías. 

Estaba tirado en el piso, boca abajo, encañonado por un policía federal que lo torturaba. Cada ráfaga que Marcos oía le recordaba el 12 de diciembre de 2011. Ese día, el sol le quemaba el rostro, mientras un policía le gritaba: «Esto te pasa por revoltoso». 

Era sábado 10 de noviembre de 2012. Medio día. Crucero de Filo de Caballo, tramo conocido como Casa Verde. Sobre la carretera Chilpancingo- Iguala, la Policía federal detiene y tortura a cinco estudiantes de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa que volanteaban y pedían cooperación a los transportistas. 

Marcos salió junto con Ezequiel Sánchez Alvarado, Rodolfo Vargas Ortiz, Antonio Morales Villanueva y Roberto Estrada Medina, compañeros de la Normal. Iban rumbo al crucero de Casa Verde.

Ese día, se dedicaron a informar a la ciudadanía de la marcha programada para el 14 de noviembre en conmemoración del quinto aniversario de la represión en el congreso de Guerrero de 2007, cuando Zeferino Torreblanca Galindo ordenó el uso de la fuerza policiáca.

Llegaron al crucero de Filo de Caballo. Llevaban una manta con la inscripción: “14 de noviembre no se olvida”. Repartieron volantes a los automovilistas que pasaron por ahí y pidieron cooperación voluntaria para sostener sus actividades de protesta. 

Cuando estaban por retirarse, llegó un autobús azul, seguido por ocho patrullas de la Policía Federal Preventiva. De los vehículos bajaron unos 70 uniformados con toletes en mano. Golpearon a los estudiantes. 

«Esto te pasa por andar de revoltoso», le gritó un policía a Marcos, mientras lo pateaba en las costillas. 

Marcos llevaba un pañuelo rojo en el cuello para cubrirse del sol. Ese mismo paliacate le sirvió al policía para asfixiarlo hasta que quiso. 

Los policías se burlaron de ellos y los insultaron con palabras obscenas. El normalista recuerda que le decían: “Como en tu casa no te enseñaron a respetar, acá sí te vamos a enseñar bien. Pinches estudiantes revoltosos”. 

Después de patear a los estudiantes hasta el cansancio, los uniformados los subieron a la patrulla, uno en cada vehículo. Ahí los siguieron golpeando. 

«¿Dónde están tus compañeros?», inquirió el agente, mientras cubrió a Marcos con una cobija para seguir golpeándolo. 

«Ustedes ya los detuvieron. No sé por qué me pregunta», contestó el joven, sollozando. 

«No que muy machito, pinche mariconcito. Ahora sí que te cargó la verga, pendejo. Te vamos a desaparecer para que se te quite lo guerrillerito. Eso es lo que les hace falta. Por eso andan tomando carreteras» le dijo el policía mientras le apuntó con su pistola a la cabeza. 

El normalista recuerda la pesadilla del sábado. “Nos trataron peor que a criminales. A mí me robaron un celular y los únicos doscientos pesos que llevaba en la cartera; durante todo el trayecto del crucero de Casa Verde a Chilpancingo, no pararon en insultarme y de torturarme”. 

*** 

A lado derecho de la carretera con dirección a Iguala, Roberto Estrada Medina también sufrió tortura por la policía. Se retorció a cada culatazo que le propinaron en las costillas. 

Del puesto de cocos que hay en el crucero, un policía tomó un machete, sin el permiso del dueño, y con este golpeó a los estudiantes. 

«Dejen mi machete, por favor; es mi herramienta de trabajo» dijo el vendedor. Los uniformados lo ignoraron.  

Antes de caer al suelo, Roberto alcanzó a ver qué tres policías disparaban a hacía los normalistas que corrían hacia el cerro. Las ráfagas se repitieron varias veces. A Roberto se le nubló la vista, cuando de pronto sintió la hoja del machete en la espalda. No pudo hacer nada. Se preparó para morir. 

El policía tomó a Roberto del pantalón y lo aventó a la patrulla. Ahí le tapó la cara y lo empezó a golpear. Cada cinco o diez minutos, el uniformado le agarró la oreja, con la amenaza de cortársela.  

«Te voy a cortar la oreja, pendejo, para que te enseñes a respetar al gobierno. Pinche chamaco pendejo. Esto les va a pasar a todos tus compañeros por andar de revoltosos», le dijo el policía. 

La música estridente que sale de la patrulla hizo que Roberto perdiera la noción del tiempo. No sabe cómo lo llevaron a la Procuraduría General de Justicia del Estado. 

Él y cuatro de los estudiantes detenidos en el desalojo fueron puestos a disposición de la Procuraduría del Estado. Los cinco normalistas fueron golpeados en la cara y en el cuerpo. Uno de los detenidos llegó sangrando por la nariz. 

“Al bajarnos de las patrullas nos cubrieron el rostro con nuestras playeras, y con un zape en la nuca se despidieron de nosotros”, recuerda Marcos, quien tiene la espalda llena de moretones. 

“En la Procuraduría, la procuradora Martha Elba Garzón Bernal nos dijo que nos iban a soltar, pero antes teníamos que firmar una carta compromiso de no volver tomar la carretera”, añadió. 

«El gobernador está haciendo todo lo posible, pero ustedes no entienden. Está bien que los hayan golpeado, para que se les quite lo revoltoso que son. Pónganse a estudiar que para eso están en la escuela» les dijo la fiscal a los normalistas.

«Ya están comiendo», escucharon decir al director de la Policía Ministerial, Marcos Juárez. El mensaje era para una comisión de estudiantes y egresados de Ayotzinapa que preguntan por la situación de sus compañeros detenidos. 

El director de la Policía Ministerial, un hombre gordo que caminaba como si le costara mucho trabajo, salió acompañado del fiscal especial, David García, y una decena de ministeriales armados para informar que no tenían los estudiantes detenidos. 

Aseguró que en ningún momento estuvieron detenidos los cinco estudiantes (Ezequiel Sánchez Alvarado, Rodolfo Vargas Ortiz, Antonio Morales Villanueva, Marcos López Cruz y Roberto Estrada Medina). Añadió: 

«Un médico legista certificó que no estaban golpeados. Son cinco. Nuestra obligación es informarles que los jóvenes se retiraron voluntariamente; no estuvieron detenidos; incluso iban acompañados por una (representante) de Derechos Humanos».

La historia se repitió hasta el cansancio, hasta que el 26 de septiembre se cumplió la amenaza: «los vamos a desaparecer».

Periodista ñuu savi originario de la Costa Chica de Guerrero. Fue reportero del periódico El Sur de Acapulco y La Jornada Guerrero, locutor de programa bilingüe Tatyi Savi (voz de la lluvia) en Radio y Televisión de Guerrero y Radio Universidad Autónoma de Guerrero XEUAG en lengua tu’un savi. Actualmente es reportero del semanario Trinchera.