Las andanzas del general Charis

20 agosto, 2021

Este zapoteco se unió a las fuerzas maderistas desde temprana edad, su participación en célebres batallas lo han colocado como uno de los mejores generales de sus tiempos. Hoy, su recuerdo se mantiene vivo en su tierra natal, Juchitán, donde una de sus hijas sigue contando los periplos del general Charis 

@ignaciodealba

Heliodoro Charis fue feroz peleando contra los cristeros. La mano de hierro de este general oaxaqueño desbarató a las guerrillas de católicos en Jalisco, Guanajuato y Colima. El batallón 13 que comandó tuvo una de sus batallas más célebres en 1928, en el puerto de Manzanillo. 

Charis tomó el puerto con un saldo de 123 cristeros muertos y solo 29 bajas federales.

Pero la vida es una tómbola. Hoy, la hija del general, Lugarda Charis, conserva la memoria de su padre en un altar repleto de santos. Un retrato del inflexible Charis cuelga junto a Jesús Cristo crucificado. Bajo el marco la socorrida Virgen de Juquila, también una figurilla, casi real, del Niño Dios con todo y un trajecito azul refulgente.  

Lugarda también es un personaje. Nos recibe vestida con un huipil con cadenilla, un bordado muy istmeño. Lleva el pelo recogido y unos grandes aretes tallados en madera. Durante toda la plática se dirige a nosotros sentada en una hamaca amarilla, desde ahí también regaña en zapoteco a sus gatos pillos. 

La mujer de 83 años nos platica en el portal de su casa, ensombrecida por árboles tropicales, que su padre nació en Juchitán, hijo de una familia muy humilde. De hecho, los primeros años de su vida se dedicó a ayudarle a su padre a trabajar el campo.

Heliodoro se dedicó a la cacería, capturaba iguanas, conejos y venados para que su abuela los vendiera en el mercado de Juchitán.

Cuando tenía 16 años “se lo llevaron a la Revolución”. Fue el general José F. Gómez. En aquellos años, Heliodoro no sabía ni leer ni escribir. Solo hablaba el zapoteco. Su hija Lugarda platica que tampoco estaba enterado de qué era la Revolución y mucho menos sabía matar.

Cuenta que cuando su papá estaba atrincherado en la guerra, junto con otros compañeros, éstos le dijeron: “mata a ese que va por allá”. A lo que el inocente Charis respondió: “yo por qué le voy a disparar si no me está haciendo nada”.

«Si tú no lo matas, él te va a matar», le insistieron. Y el repitió: “¿por qué?, si yo no le estoy haciendo nada”. 

Muchos de los procesos históricos que ha vivido México se lograron primordialmente por poblaciones indígenas que pelearon o fueron obligadas a combatir, desde la independencia de México, hasta en la Revolución.  Increíblemente estos grupos han estado olvidados. Son raros los relatos históricos que reivindican su participación. Por ejemplo, el padre de Heliodoro fue forzado a pelear contra los mayas en Yucatán, lugar donde murió. 

Lugarda relata que su padre era buen cazador y que eso le ayudó a ser un hábil pistolero. Heliodoro aprendió a hablar español en la guerra, también aprendió a matar. El chico ascendió rápido en el Ejército, “porque era muy entrón”, relata su hija. Durante la Decena Trágica, cuando Victoriano Huerta asesinó al presidente Francisco I. Madero, Heliodoro se levantó en armas contra el usurpador. 

Charis estuvo en el ejército del Noroeste, encabezado por militares sonorenses. Hay un corrido que rememora su participación en la batalla de Ocotlán, Jalisco. Donde un grupo de juchitecas, encabezados por Charis, logró tomar el pueblo para sofocar una rebelión delahuertista.  

El militar que peleó en la Revolución y contra los cristeros fue jefe de zona en Querétaro y Colima. En varios lugares tuvo hijos. A partir de 1930 se integró a la vida civil como político. Fue presidente municipal de Juchitán, también fue diputado federal y senador. Por esos años conoció a Jacinta Luna, una reina de feria a la que convirtió en su última esposa y la madre de Lugarda. 

En Juchitán se encargó de que se abrieran las primeras escuelas públicas. También abrió el colegio de artes y oficios — donde actualmente se encuentra la casa de la cultura—. 

Lugarda cuenta que cuando se inauguró la escuela no había alumnos, así que el propio general se dedicó a visitar Mixtequillas, Tehuantepec, Unión Hidalgo y Matías Romero para traer estudiantes. Charis privilegio la entrada de normalistas y se encargó también de que no cualquiera se dedicara a dar clases.

El general también hizo que un cuartel del Ejército se convirtiera en el Centro Escolar Juchitán, aún en funciones.

Charis construyó tantas obras que es uno de los personajes históricos más recordados en Juchitán, pero la propagación de las escuelas públicas es quizá una de las obras que más le reconocen.

Charis construyó su casa frente al Centro Escolar, en el centro de Juchitán. Ahí vivieron sus descendientes hasta el 2017, cuando el peor sismo que ha pegado en la región derribó decenas de casas. En aquel lugar, conservado en las calles Dr. Roques Robles y Cristóbal Colón, también nació Lugarda. En algún momento, ese sitio fue visitado por los presidentes Manuel Ávila Camacho, Adolfo Ruiz Cortines y Miguel Alemán. 

Lugarda no tiene dinero para reconstruir la casa donde vivió toda su vida, incluso no tiene dinero para derrumbarla. Además, aquel sitio construido por el general Charis, inspirado en las haciendas de Jalisco, es considerado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia como patrimonio de la nación. Desde entonces el lugar ha permanecido en un limbo burocrático, su reconstrucción está valuada en varios millones de pesos. 

Luguarda construyó una casa en el jardín de aquel edificio en ruinas.  Ahí también le puso un altar a su padre. 

—¿No es paradójico que su padre que luchó contra los cristeros ahora tenga un altar? — preguntamos de despedida.

—Así es la vida— responde ella entre risas.  

Cronista interesado en la historia y autor de la columna Cartohistoria que se publica en Pie de Página, medio del que es reportero fundador. Desde 2014 ha recorrido el país para contar historias de desigualdad, despojo y sobre víctimas de la violencia derivada del conflicto armado interno. Integrante de los equipos ganadores del Premio Nacional Rostros de la Discriminación (2016); Premio Gabriel García Márquez (2017); y el Premio Nacional de Periodismo (2019).