25 mayo, 2024
En los últimos dos años, las productoras mayas de la Península de Yucatán perdieron al menos 5 mil apiarios por efecto de los agrotóxicos de la agricultura industrial. Ranchos y grandes terratenientes, con participación preponderante de la comunidad menonita, intensificaron la destrucción del monte para sembrar variedades de exportación y cultivos de engorde para pollos, cerdos y reses
Texto Patricio Eleisegui
Fotos: Robin Canul
YUCATÁN.- Deforestación, agrotóxicos, incendios provocados y desidia gubernamental son aspectos que destacan y se combinan alentando un desastre ambiental que se expande a paso incontenible por toda la Península de Yucatán: la mortandad de miles y miles de abejas. Los efectos de esa mezcla de factores tienen al agronegocio y sus cultivos industriales como grandes responsables a partir, también, de un modelo productivo que desde hace años se viene estimulando o protegiendo desde el estamento político y judicial. Programas de impulso a la producción intensiva mediante financiamiento para desmontes y falta de sanciones para quienes vulneran las prácticas económicas tradicionales de las comunidades mayas forman parte de un esquema que atenta contra la biodiversidad en la región.
Semejante escenario mantiene en riesgo de extinción a la actividad apícola que, reconocida a nivel mundial, es llevada a cabo por las poblaciones indígenas de Campeche, Yucatán y Quintana Roo. Sólo en los últimos dos años, los productores de miel mayas de municipios como Hopelchén y Tizimín padecieron la pérdida de al menos cinco mil apiarios por consecuencia del uso intensivo de insecticidas como el fipronil.
El desastre ambiental es tan dramático como la tragedia económica que padecen las comunidades en esos territorios, dedicadas de forma histórica a la producción de miel, que es sustento clave de los hogares. A la par de la pérdida de una actividad que es símbolo cultural intergeneracional, los pueblos mayas de la Península transitan este tiempo afectados por auténticos bombardeos con venenos agrícolas que, en la mayoría de los casos, dañan de un modo irreversible la salud de las personas, contaminan el agua, y aniquilan la fauna local.
Nada de esto ocurre sin la complicidad de los organismos de gobierno –municipales, estatales y federales– y las dependencias oficiales encargadas de hacer cumplir las leyes: los amparos incumplidos y las denuncias desoídas por las autoridades son proporcionales a las afectaciones que se multiplican a través del Mayab.
En el marco del reciente Día Mundial de las Abejas, integrantes de Kabnalo’on, la Alianza Maya por las Abejas de la Península de Yucatán, confluyeron en Mérida para dar cuenta de la catástrofe que sufre el territorio por efecto de la ampliación de la frontera agroindustrial y cómo los componentes que hacen a esa expansión colocan en riesgo de extinción a la apicultura tradicional.
Productoras y productores de miel expusieron detalles de una mortandad de polinizadores que se aceleró sobre todo en el último año, e hicieron hincapié en cómo la destrucción forestal que origina la actividad de los ranchos agrícolas buena parte de ellos, pertenecientes a la comunidad menonita– redujo al mínimo el pecoreo de polen y néctar que llevan a cabo las abejas. Mencionaron, también, que la sequía imperante dio pie a incendios que, mayormente intencionales, son aprovechados por el agronegocio mediante acciones de despojo para seguir sumando hectáreas de cultivos intensivos.
“En marzo de 2023 perdimos más de 3 mil 600 colmenas. En diciembre de ese año nos dieron un apoyo para repoblar pero nada cambió: en enero de 2024 volvieron a usar fipronil y mataron a otra cantidad de abejas –casi 800 colmenas–. Nadie se ha hecho responsable hasta ahora”, afirmó Benjamín, un apicultor de San Francisco Suc-Tuc en Hopelchén, Campeche.
“El Colegio de la Frontera Sur (ECOSUR) demostró que la contaminación fue con fipronil. Incluso Senasica (el Servicio Nacional de Sanidad, Inocuidad y Calidad Agroalimentaria) reconoce que la causa de la mortandad fue por ese producto, pero hasta ahora el Gobierno no ha aplicado ninguna sanción a los grandes ranchos que utilizaron ese veneno. Ya sabemos que incluso nuestra agua no es apta para beber. Sin embargo, las autoridades no hacen nada al respecto ni dan respuesta alguna”, agregó.
También apicultor de Hopelchén, Jorge Alberto no dudó en enfatizar que el agronegocio y sus plaguicidas “están acabando con este patrimonio milenario que nos heredaron nuestros abuelos”, en referencia a la labor con las abejas. “Los gobiernos conocen los problemas que sufrimos los apicultores. Los menonitas se han dedicado a acabar con nuestro territorio y las autoridades no levantan la mano. Pusimos denuncias, demandas, pero no nos hacen caso. Pedimos que se castigue a quienes matan a las abejas. Antes sacábamos de 6 a 7 cosechas al año, ahora por todo lo que está pasando llevamos una sola cosecha y probablemente sea la única”, dijo.
En Yucatán, la mayor afectación de los últimos meses ha tenido lugar en el municipio de Tizimín, un distrito colonizado por grandes terratenientes de la agricultura industrial de exportación y el engorde de cerdos, pollos y reses. “Desde el 11 de marzo la muerte de abejas ha sido continua. A mí me mataron 85 colonias. Todos mis vecinos sufren algo parecido y entendemos que ocurre por la intoxicación con agrotóxicos”, expresó Fermín.
A su lado en la actividad promovida por Kabnalo’on, Fidencio reconoció la pérdida de 55 colonias propias en los últimos meses, y la aniquilación de otras 600, ambas en el municipio de Tizimín.
“Estamos a un kilómetro de unos plantíos de productores de maíz. Ellos utilizan insecticidas que dañan a las abejas. Aplican esos agrotóxicos cuando las abejas van a polinizar, en épocas de floración del maíz. Desde marzo empezamos a ver una catástrofe. Miles de abejitas muertas, tiradas por aquí y por allá. Nos da tristeza y coraje lo que está sucediendo”, confesó.
En el oriente del mismo estado, productoras y productores de miel orgánica de Maxcanú y Kinchil comentaron la pérdida de certificaciones por efecto de la grave contaminación que generan las mega granjas porcícolas de Kekén y su constelación de aparceros. “En Kinchil se instalaron cometiendo un despojo de tierras y afectaron a los apiarios cercanos. Unos 29 perdieron sus certificaciones por la contaminación que genera la mega granja. Los pozos de agua están todos contaminados. Los niños que se bañan con esa agua sufren ronchas. Las personas de bajos recursos que no pueden comprar agua (embotellada) y beben se enferman por esa causa”, afirmó.
Por último, Leydy Pech, reconocida apicultora maya también de Ich Ek, Hopelchén, exigió que se implemente una prohibición de uso de plaguicidas como los neonicotinoides y el funesto fipronil, y se impulsen políticas para el resguardo de las abejas.
“Exigimos la protección prioritaria de la apicultura en los tres estados de la Península. Se trata de una fuente de ingresos por demás de importante para las familias campesinas. También es urgente que prohíban el cambio de uso de suelos. Este año los incendios han sido record y la mayoría fueron provocados. Lo que se quema luego es aprovechado por el agronegocio”, expresó.
“Se ha demostrado que el fipronil es el principal agente que mata las abejas y se sigue usando. No hay una política pública de protección y conservación de los hábitats naturales de los polinizadores. En Holpechén se ha demostrado que se utilizan 60 plaguicidas, por ejemplo en cultivos de pepino y chile, y de esa cantidad existen ocho que matan a las abejas. Hemos puesto amparos, reclamamos que los pueblos seamos reconocidos como guardianes de las abejas, y hasta el día de hoy seguimos sin tener respuestas. Los gobiernos ahora se van y nos dejan esas deudas”, agregó.
Pech sostuvo que la tasa de deforestación que genera la agricultura industrial en el territorio maya aumentó 4 veces en los últimos años. Y que esa pérdida de superficie verde, combinada con el uso intensificado de agrotóxicos, mantiene en situación de riesgo de extinción a los polinizadores. “No celebramos el Día de las Abejas como algo bonito, sino para exigir que se respeten nuestros derechos. El sistema beneficia a otros intereses. La apicultura enfrenta un riesgo enorme y la mortandad elevada de abejas seguirá ocurriendo si no hay un freno a la expansión de la frontera agrícola”, concluyó.
El encuentro de apicultoras y apicultores en Mérida culminó con un pronunciamiento de la Alianza Maya por las Abejas de la Península de Yucatán Kabnalo’on. La organización exige a los tres niveles de gobierno que atiendan y mejoren las políticas públicas en materia de agricultura y apicultura, dándoles un lugar prioritario, ya que es una actividad de importancia ecológica, con múltiples beneficios económicos, sociales y culturales para miles de familias campesinas mayas.
“Se pide a las autoridades que se redoble el esfuerzo para detener el avance de la frontera agrícola, por la expansión agroindustrial. Su buena voluntad no ha sido suficiente para concretar acciones. También es urgente que se prohíba el uso de los plaguicidas fipronil y los neonicotinoides en México. Que se trabaje en el establecimiento de mecanismos de prevención y atención de eventos de intoxicación de abejas por plaguicidas, a partir de una estrategia bien articulada y coordinada entre las distintas instancias gubernamentales…”, detalló Kabnalo’on, no sin dejar de subrayar que, dada la envergadura del desastre ambiental que impera, la apicultura maya peninsular podría desaparecer en apenas un puñado de años.
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