A Abigail le dio cáncer de mama en plena pandemia. Su diagnóstico fue tardío. En este relato, cuenta lo que le da fuerza para luchar contra una enfermedad que cobra la vida de miles de mujeres. Esta es una historia sobre la generosidad y la esperanza
Texto y fotografías: Isabel Briseño
Abigail tiene 35 años, en médica y al comienzo de 2020 fue diagnosticada con cáncer en etapa tres. Fue duro. Su formación la enfrentó con un miedo que había estudiado y que conocía en el cuerpo de otros: los pacientes oncológicos. Pero que ahora lo vive desde su cuerpo.
Comparte su historia como un regalo para las mujeres que están atravesando por el difícil proceso del cáncer en la pandemia, y para quienes lo harán en algún momento de su vida.
La detección fue tardía, pero no por ella. En cuanto empezó a notar molestias acudió a realizarse estudios. Al principio, la mastografía salió normal, pero después vinieron cambios físicos que la decidieron a acudir a atención privada. En hospitales públicos tardaban demasiado, solo para darle una cita. Ella sabía que no podía dejar pasar tiempo.
Casi a la par de la enfermedad inició la pandemia de covid-19. Además, Abigail se enfrentó al desempleo y con ello a la pérdida del servicio médico, que era vital en esos momentos. Al principio, quiso mantenerlo y empezar a trabajar desde su casa, pero su jefa la acusó de inventar que tenía cáncer pues “no se veía mal”. Decidió renunciar.
Era consciente que tenía que concentrar todas sus energías en el proceso y lidiar con la insensibilidad, las calumnias y los problemas en su trabajo, le garantizaban una complicación más.
Abigail supo que de no seguir el tratamiento al pie de la letra se enfrentaría a una metástasis y eso la atemoriza aún más. La cirujana oncóloga que la trató por primera vez le recomendó no leer y no buscar información sobre la enfermedad, le aconsejó comportarse como paciente y no como médica para que no sufriera.
La persona correcta llegó a su vida. Una mujer desconocida, al conocer su estado médico la apoyó y le aconsejó ingresar una carta al ISSSTE para explicar su situación. Abigail solicitó que le siguieran proporcionando el servicio médico; la respuesta fue positiva y dejó de preocuparse por conseguir los 75 mil pesos que le iba a costar cada una de las quimioterapias. Luego de la resolución, por parte del Instituto, solo debía conseguir 3 mil pesos mensuales para seguir con el acceso al servicio médico público y así recibir sus 8 quimioterapias.
Ahora, Abigail aconseja no ocultar el cáncer: “Es una carga muy pesada ocultarlo, contarlo es liberador, dejas de sentirte enfrascada. Si, tengo cáncer y lo acepto”.
Expresarlo ayuda a construir una red de apoyo que es indispensable para reunir el valor para enfrentarse a una enfermedad que mata a una mujer cada 90 minutos.
La negación es parte de la etapa del duelo, pero al transcurrir los días deseando que todo sea un sueño, también se asimila que es una realidad y que se debe seguir luchando. Lo aceptas; lloras, pataleas, reclamas, pero de todas maneras aquí estás, con cáncer, pero aquí sigues. Una debe aceptar que tiene cáncer y que debe seguir peleando para continuar viviendo, porque lo que yo quiero es seguir preservando la vida, asegura Abigail.
Más que el trillado “échales ganas”, reflexiona, lo más importante es el acompañamiento, que sientas que las personas están contigo, que te acompañen a las consultas, que estén contigo en las quimios, que estén contigo en la comida, que te ayuden después de la cirugía, que te acompañen, eso es lo más importante.
Buscar grupos de apoyo y estar en contacto con otras mujeres que tienen los mismos sentimientos, los mismos temores, las mismas dudas, les permite saber por lo que se está pasando. Entre ellas se van ayudando y se piden consejos respecto a los pasos de los procesos, ¿Que se experimenta con las quimioterapias?, ¿Cómo prepararse para la mastectomía?, ¿Qué cuidados tener?. La sinceridad al compartir sus experiencias es de mucha ayuda.
“Si otra mujer me dijera que tiene cáncer, le diría que lo siento mucho. Es un camino muy fuerte y doloroso, pero también le daría consejos sobre las etapas del proceso, le hablaría de lo primero a lo que se va a enfrentar, le contaría de las quimioterapias, de la mastectomía, le aconsejaría llevar una buena alimentación, realizar ejercicio y le diría que a pesar de que es muy difícil, intente llevar su vida de manera normal, eso ayuda a no concentrar todas las energías en la enfermedad».
En los ojos de Abigail sigue habitando la nostalgia y algunas lágrimas al compartir su historia, pero también existe una luz que brilla muy fuerte cuando habla de sus planes, esos que al inicio del proceso se convirtieron en uno solo: seguir viviendo.
Quiere estudiar nutrición especializada en pacientes oncológicos. Explica que la alimentación es parte fundamental para que el proceso de curación sea integral. También cree que le tocó vivir esta enfermedad para ayudar a otras mujeres. Ella quiere apoyar desde su dolor, desde su fortaleza, desde los nuevos ojos con los que ve la vida, desde esas nuevas flores y colores que no borda solamente en tela, sino también en la nueva oportunidad que la vida y su lucha le siguen brindando.
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