La silenciosa ola migrante que cruzó el Atlántico hasta nuestras tierras

18 diciembre, 2016

La silenciosa ola migrante que cruzó el Atlántico hasta nuestras tierras
La silenciosa ola migrante que cruzó el Atlántico hasta nuestras tierras

Algunos viajan 15 mil kilómetros para seguir con vida. Otros llevan sobre sus hombros violencia y hambre. Son miles de africanos, libios, sirios o iraquíes a quienes Europa les cerró las puertas y que representan una migración desconocida en América Latina.

Texto: Alberto Nájar

Unos van de Nairobi o Kenia a Egipto y de allí cruzar el Mediterráneo hacia Italia. Otros van de Nigeria, hasta Marruecos y de allí siguen a Francia. También existe un flujo que se detiene en Libia para tratar de llegar a Malta. Los menos van de Turquía hacia los Balcanes.

Estos han sido, históricamente, los caminos tradicionales de la migración africana y de Medio Oriente hacia Europa, que ahora enfrentan un nuevo reto, el cierre de las puertas europeas.

Algunos países como España, Francia, Italia, Hungría o Alemania cerraron el paso a la migración del sur porque desde 2013 empezó una nueva oleada de familias enteras que huyeron de la muerte en zonas en conflicto como Siria, envuelta en una prolongada guerra civil, o Nigeria asolada por el medieval Boko Haram.

El éxodo coincidió con el endurecimiento de las sociedades europeas, inclinadas hacia la derecha por partidos conservadores que se hicieron del poder gracias a exitosas campañas de xenofobia entre las clases trabajadoras.

Casi 9 mil personas han muerto en los últimos dos años en la travesía, casi todos en el Mar Mediterráneo.


La Organización Internacional de las Migraciones documentó, desde 2014, el éxodo de miles de africanos de Nigeria, Ghana, Malí, República Democrática del Congo, Senegal, Somalia o Burkina Faso, hacia América.

Algunos salen de puertos marítimos en Costa de Marfil, Guinea o Senegal a bordo de barcos cargueros. Muchas veces el viaje es parte del contrato con bandas de tráfico de personas, pero son frecuentes los casos de jóvenes que viajan como polizones.

Otros, la mayoría, utilizan vuelos comerciales. En ambos casos los destinos son ciudades como Salvador de Bahía o Sao Paulo, aunque los viajeros por mar también llegan al puerto de San Luis.

De allí los africanos cruzan el país hasta Perú, y luego siguen a Ecuador y Colombia donde se concentran en el poblado fronterizo de Turbo, en la región selvática del Darién.

El viaje continúa a Panamá por los las comunidades de Peñitas y Puerto Obaldía, pero sobre todo por brechas y cerros en los llamados “puntos ciegos”, es decir sin vigilancia.

El camino continúa hasta Puerto Canoas, en la frontera con Costa Rica, sigue a Peñas Blancas en el límite con Nicaragua y después –quienes consiguen evadir el cerco del gobierno de Managua- se enfila a La Fraternidad, vecino de Honduras.

La siguiente escala en el viaje es el departamento de Ocotepeque, en la frontera con Guatemala, y desde allí los africanos se mueven a Tecún Umán para cruzar el Suchiate a Tapachula.

Hasta ese punto los africanos que sobreviven han recorrido 12,700 kilómetros desde Costa de Marfil, un viaje de entre cinco meses y un año. Pero todavía les falta un camino tan hostil como las tierras que abandonaron: México y sus 2,800 kilómetros hasta la frontera con Estados Unidos.

Este es el camino más utilizado en los últimos dos años, aunque de acuerdo con la consultora Insight Crime –que cita informes de organizaciones civiles y reportes de medios en centro y Sudamérica- todavía prevalece la ruta tradicional, desde los aeropuertos de Lisboa y Madrid a Colombia y Panamá. Por aquí se mueven algunos exiliados de Siria, Libia y otros países en conflicto. También africanos que pueden costear el viaje: entre 15,000 y 20,000 dólares. Ambos casos llegan a la frontera sur de México, especialmente Tapachula, y se mueven a Tijuana, Baja California.

Pero como en Europa, aquí también encontraron una puerta cerrada. El acceso al asilo humanitario está sumamente restringido.

Y sin embargo, los campamentos de africanos y haitianos permanecen. El sacerdote Alejandro Solalinde, fundador del albergue Hermanos en el Camino de Ixtepec, Oaxaca, cree que las bandas de traficantes de personas que los movieron hasta allí esperan el momento propicio para mover a los migrantes.

Jorge Peraza, jefe de misión de la OIM en Centroamérica, espera un mayor repunte de “migración extra continental” por la región.

Sabe de lo que habla. La Organización detectó recientemente a 20,000 africanos en camino hacia Estados Unidos. Este flujo representa un reto humanotario y, por ende, también un ajuste diplomático y político. Pero no es todo. La OIM espera también la llegada de más bandas transcontinentales de tráfico de personas, que pueden iniciar una disputa con los grupos que ya operan en América Latina.

Al mismo tiempo los gobiernos de Centroamérica y México no están preparados para atender el éxodo, como no lo han hecho con los miles de hondureños, guatemaltecos y salvadoreños que cada año intentan llegar a Estados Unidos.

Esta migración extra continental no es tan numerosa. Y los problemas sobre sus hombros aún se desconocen.

Da click en el mapa, recorre los lugares y las diferentes rutas que toman las personas migrantes para cruzar México, en cada una de las historias conocerás a lo que se enfrentan en su intento por llegar a los Estados Unidos.

Se autoriza su reproducción siempre y cuando se cite claramente al autor y la fuente.

Este reportaje fue realizado con el apoyo de Open Society Fundations, como parte del proyecto En el Camino, migración más allá de las vías.

“Este trabajo forma parte del proyecto Pie de Página, realizado por la Red de Periodistas de a Pie. Conoce más del proyecto aquí: https://piedepagina.mx«.

Productor para México y Centroamérica de la cadena británica BBC World Service.
Periodista especializado en cobertura de temas sociales como narcotráfico, migración y trata de personas. Editor de En el Camino y presidente de la Red de Periodistas de a Pie.

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