Existen más razones por las que el pueblo mexicano refrendó el proyecto obradorista que las que cuentan los medios y la comentocracia. Muchas tienen que ver con lo que la gente ve y vive en sus comunidades y territorios. La labor de la SEDATU, una secretaría que finalmente encontró una vocación, forma parte de ese abanico de motivos
Por Étienne von Bertrab / X: @etiennista
Para hacer balances sobre el presente es fundamental considerar los puntos de partida. En el caso de la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (SEDATU), creada por Enrique Peña Nieto al inicio de su administración, ésta implicó fusionar la entonces Secretaría de la Reforma Agraria con funciones derivadas de la cuestión urbana y metropolitana. Sin embargo, y como lo puso su titular Román Meyer Falcón en una de varias entrevistas, ésta nueva secretaría hasta el año 2018 “lo era en papel mas no en funciones”.
Cuenta el secretario Meyer que recibieron una secretaría asentada en un edificio semivacío de Avenida Reforma del que funcionarios bajaban con sus USB en mano para enviar información desde algún café-Internet. Más aún, la SEDATU de Peña Nieto tenía solamente un puñado de funcionarios técnicos con formación y capacidad para ejecutar las sus funciones (hoy día tienen arriba del 75% en perfiles técnicos —arquitectos, urbanistas, maestros, doctores). Esto —habrá que precisar— a seis años de haberse creada.
¿Qué hay de memorable del trabajo del trabajo de la SEDATU en su primer sexenio de vida? Para la mayoría de los mexicanos seguramente nada, o muy poco, o al menos nada decoroso. Si acaso vale recordar que dos de sus tres titulares durante la administración de Peña Nieto acabaron, uno preso (Jesús Murillo Karam, por el caso Ayotzinapa) y otra, Rosario Robles Berlanga, enfrentando un juicio por desvío de fondos públicos (la ‘estafa maestra’). Si bien cometieron sus crímenes en otras funciones poner personajes de esa calaña al frente de la SEDATU dice bastante de la seriedad con la que se tomaron las funciones de la secretaría en ese sexenio.
Lo que sucedió con la llegada de López Obrador al gobierno es que se encontró una vocación a esa secretaría de Estado que respondiera a los objetivos y ambiciones de transformación del proyecto de la Cuarta Transformación (4T). De acuerdo con Meyer Falcón, quien ha sido su titular desde el primer día de esta administración, la secretaría retomó elementos fundamentales que antes no estaba ejecutando en torno a la planeación, la política de vivienda, la reconstrucción (luego de los sismos de 2017 y 2018 y, posteriormente, del huracán Otis en Acapulco) y el mejoramiento urbano en las zonas de mayor marginación.
Algunas de las obras de la SEDATU dentro del Programa de Mejoramiento Urbano (PMU) son conocidas y muy comentadas, en gran medida por la cantidad de premios y reconocimientos (81 obras del PMU han recibido 198 reconocimientos, en doce países). Pero más allá de los premios —principalmente por su arquitectura y diseño— son más de mil en todo el territorio nacional y, al comprender equipamientos y servicios básicos (escuelas, mercados, plazas públicas, centros culturales y deportivos) en zonas de alta marginación y para las cuales se buscó además crear empleos y capacidades locales, su construcción y su uso han cambiado la vida cotidiana de millones de personas en barrios y comunidades.
En cuanto a la política de vivienda la SEDATU de antes no tenía las atribuciones requeridas. Desde 2019 la secretaría es la coordinadora de la política nacional de vivienda, coordinando a entidades como INFONAVIT, FOVISSTE y la propia Comisión Nacional de Vivienda. Los resultados son muy tangibles para muchísimas familias: la política nacional de vivienda en este sexenio sacó a 2.9 millones de personas de lo que se denomina rezago habitacional.
Otro encargo de la SEDATU de la 4T es menos tangible pero su alcance y trascendencia en los territorios pueden ser mayores en el mediano y largo plazo. Se trata de la planeación y el ordenamiento territorial. Para el cierre de este sexenio la SEDATU habrá logrado, en coordinación con gobiernos locales, la actualización de cerca de 300 planes y programas de desarrollo (entre regionales, estatales, metropolitanos, municipales y de centros de población), un esfuerzo sin precedentes en nuestro país. Dichos instrumentos son fundamentales pues, además de buscar orientar el desarrollo urbano hacia objetivos de habitabilidad y sustentabilidad, dictaminan los usos de suelo, lo que a su vez determina permisos de construcción. En tiempos de conflictos crecientes por el uso y apropiación del suelo y recursos naturales, y para hacer frente a procesos especulativos, el que gobiernos locales cuenten con los instrumentos que contienen las disposiciones jurídicas para planear y regular el ordenamiento de los asentamientos humanos, y sobre todo que éstos sean del conocimiento de la ciudadanía, puede hacer una gran diferencia. De acuerdo con SEDATU, cien de estos planes ya fueron publicados en las gacetas de cada entidad.
Una mirada desde el sureste
Durante los últimos cuatro años y en el marco de una investigación sobre el Tren Maya, junto con colegas investigadores y en total más de cien estudiantes de maestría, he tenido la oportunidad de conocer no sólo proyectos y obras concluidas del Programa de Mejoramiento Urbano (PMU), sino de atestiguar cómo cambian entornos, barrios y la vida de la gente. Esto, además de apreciar la relevancia del programa de ordenamiento territorial para esa región en transformación. Este programa de ordenamiento implicó acuerdos y compromisos entre el gobierno federal, los cinco estados (Chiapas, Tabasco, Campeche, Yucatán y Quintana Roo) y los municipios influenciados directamente por el Tren Maya.
En cuanto al PMU, la SEDATU realizó en la zona de influencia del Tren Maya 114 obras mediante una inversión de más de 5,600 millones de pesos. Estas obras, que van desde mercados locales hasta plazas públicas, centros culturales y deportivos, bibliotecas y museos, han restaurado un poco la dignidad de barrios y comunidades, misma que fue denegada con décadas de abandono al menos por parte del gobierno federal. Estos espacios se caracterizan por ser totalmente abiertos al público y gratuitos (salvo algunos casos como el Museo del Meteorito en el puerto de Progreso, nada barato para visitantes pero con precios asequibles para la población local). También proveen a sus usuarios y a los vecinos servicios como baños e Internet gratuito mediante el servicio de la Comisión Federal de Electricidad. Pero lo más importante es todo lo que ocurre en ellos gracias a la apropiación que hacen de los mismos las comunidades y los grupos organizados.
En los centros culturales y comunitarios es común ver a grupos de mujeres que conducen y participan en talleres de costura o de elaboración de artesanías, o aprendiendo algún idioma; a niños y jóvenes tomando cursos, ya sea de pintura, computación, música o drama. Hasta el centro comunitario más pequeño alberga vida y, a juzgar por rostros, sonrisas y testimonios, esperanza. Estas cosas pueden no significarle nada a quienes tienen recursos económicos para acceder al conocimiento, al arte, y la cultura en escuelas o clubes privados, pero para cientos de familias en cada una de estas localidades lo que brindan estos espacios a su cotidianidad hace una diferencia abismal en sus vidas.
Hay obras de la SEDATU en la región que trascienden a las comunidades locales y que por su escala han generado cientos y hasta miles de empleos, fortaleciendo además, cuando es posible, a pequeñas y medianas empresas de la región. Destacaría, entre otros, el Recinto Ferial de Chetumal (muy próximo a la estación del Tren Maya) un proyecto que abarca cerca de cuatro hectáreas y que incluirá una plaza multiusos, un pabellón, un skatepark, juegos infantiles, gimnasio exterior, canchas múltiples y locales comerciales para productores de Quintana Roo. Pero su escala no diezma la atención al detalle y parece que todo, el diseño, los materiales, los métodos de construcción y la conformación de los equipos de trabajo, se eligen y deciden con mucho esmero y cuidado.
Está, también, el Parque del Jaguar en Tulum, mismo que, según me cuentan, el secretario Meyer denomina ‘la joya de la corona’. En otra columna conté un poco de su alcance así como de sus retos y dilemas, considerando los distintos objetivos que ahí convergen, principalmente la conservación de la naturaleza y la protección del sitio arqueológico frente a una afluencia mucho mayor de visitantes. Sin embargo, lo que cientos de mujeres y hombres han logrado hacer allí en un año, además con esos calores y bajo ese sol tan intenso, es difícil de describir en corto, por lo que lo elaboraré en un próximo texto.
Quisiera cerrar haciendo un reconocimiento a los funcionarios de la SEDATU pues verdaderamente enaltecen el servicio público. En lo personal, nunca antes de 2018 conocí a servidores públicos tan preparados, comprometidos y trabajadores, como los que conforman los equipos de esta secretaría. Larga vida a esta SEDATU con vocación de mejorar la vida de las personas.
Nota. Todos los datos mencionados provienen de la SEDATU. Agradezco a su titular, Román Meyer Falcón, su disposición a dialogar y las varias entrevistas concedidas durante estos años. Asimismo, a los muchos funcionarios, todos extraordinarios técnica y humanamente, que nos permitieron conocer, en algunos casos hasta las entrañas, muchas de las obras y proyectos de la SEDATU en la península de Yucatán, así como hablar con trabajadores y usuarios.
Profesor de ecología política en University College London. Estudia la producción de la (in)justicia ambiental en América Latina. Cofundador y director de Albora: Geografía de la Esperanza en México.
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