Sabor a mí de Álvaro Carrillo es uno de los boleros costeños que la banda La Santa Cecilia rasguea en los escenarios de Estados Unidos y México. El cuarteto germinó en las calles, restaurantes y la plaza Olvera de Los Ángeles, California. La banda musical ha sido reconocida con el Grammy Latino y Grammy americano.
Texto: Kau Sirenio
Fotos: Elfego Becerra
La banda Santa Cecilia recupera la raíz musical mexicana como el bolero, ranchera, cumbia tropical, además, aprovecha el escenario para expresar su preocupación por la política migratoria y el problema que enfrentan los migrantes irregulares. Está compuesta por Marisol Hernández (vocalista); José Pepe Carlos (acordeón y requinto); Miguel Oso Ramírez (percusión); y Alex Bendaña (bajista). Mientras que el nombre del grupo lo tomaron de la patrona de los músicos: Santa Cecilia.
Pie de Página platicó con José Pepe Carlos González, uno de los integrantes de La Santa Cecilia, acerca de la reciente nominación al Grammy a la que fueron nominados. En la entrevista, el músico zapoteco dijo que el Grammy estadunidense es un reconocimiento a la música latina.
“Un sentimiento muy profundo pisar el escenario donde estuvieron grandes artistas como Los Tigres del Norte, Lila Down… es un sueño tan lejano hecho realidad. Es algo maravilloso para mi raíz zapoteca, porque somos el reflejo de nuestro pueblo de nuestra comunidad migrante, a través de la música que yo puedo aportar” celebra.
Luego retoma su origen oaxaqueño: “Gracias a mi abuelito que fue parte de una banda filarmónica allá en el pueblo, Solaga, Oaxaca. Los recuerdos de mi abuelo me llevaron a reforzar mi gusto musical, por eso digo que no hay que olvidar esa raíz. Entonces para mí es un orgullo estar entre tantos artistas que muchas veces los miramos recibir un reconocimiento, así solo te empuja para dar más y seguir explorando nuevos ritmos y seguir creciendo en la música”.
Ya encarrilado con la entrevista, el músico empieza a tararear la pieza que los llevó a la nominación de Grammy americano El ICE-Hielo: “Eva pasando el trapo sobre la mesa ahí está/ cuidando que todo brille como una perla/ Cuando llegue la patrona, que no se vuelva quejar/ No sea cosa que la acuse de ilegal… /José atiende los jardines, parecen de Disneyland/ Maneja una troca vieja sin la licencia/ No importa si fue taxista allá en su tierra natal/ Eso no cuenta para el Tío Sam/ El Hielo anda suelto por esas calles/ Nunca se sabe cuándo nos va tocar/ ahora los niños lloran a la salida”.
Pepe Carlos dice que la influencia de bolero y cumbia tropical en La Santa Cecilia se debe al origen de los integrantes de banda:
“Aprendí a requintear cuando tenía catorce años, porque el maestro mi papá nos contrató me enseñó canciones de Chuy Rasgado y Álvaro Carrillo, pero las cumbias tropicales era la carga cultural de mi pueblo, porque siempre escuchábamos a Acapulco Tropical y la Luz Rojas de San Marcos con Aniceto Molina y no se diga de Los Cumbieros del Sur”.
El gusto por las cumbias tropical y cumbia colombiana llevó al músico oaxaqueño a ensayar con el acordeón y de ahí empezó a ejecutar la cumbia Sampuesana de Aniceto Molina. “Supimos que había algo muy importante en el acordeón de como sonaba en la banda, así que estudiar el acordeón”.
Después de un largo silencio Pepe Carlos retoma la plática para hablar de su infancia en la Sierra Juárez, Oaxaca, donde vivió hasta los seis años, y de ahí, su mamá lo llevó a Los Ángeles, California. De esa niñez, recuerda cuando sus tíos se reunían en la casa de su abuelo en Solaga: “La casa de mi abuelito, una casita de adobe. Ahí mi abuelita tenía listo una taza de café. Como mi mamá era maestra bilingüe Indígena, desayunaba con nosotros y se iba a la escuela”.
El integrante de La Santa Cecilia se sincera con el reportero, al momento de que habla de cuando dejó Oaxaca y sus abuelos: “Lo más hermoso fue hasta los seis años de edad cuando mi mamá decide migrar a Estados Unidos. Me acuerdo que mis abuelitos todavía vivían; entonces le dije a mi abuelita si no podíamos cambiar el boleto para otra persona y yo me quedo aquí”.
Pero emigró.
Así fue cuando el ahora premiado con el Grammy americano se convirtió en migrante irregular en Los Ángeles, California, al igual que muchos oaxaqueños que se asentaron el Sur y Centro de Los Ángeles: “Como muchos paisanos cruzamos la frontera, llegamos a Estados Unidos».
«Me acuerdo el día que pasamos la frontera; me acuerdo en el estacionamiento donde el coyote nos fue a dejar en la madrugada, todo ese tiempo anhelé regresar al pueblo, regresar Oaxaca y una de las cosas que lo impedía era que yo no tenía papeles”.
Desde que los hermanos González llegaron a Estados Unidos la señora Lidia González los inscribió en la escuela de Los Ángeles, con la promesa de que cuando terminaran la primaria regresarían a Oaxaca. Pero no. Terminaron la secundaria y la prepa y pasó lo mismo. De ahí a la universidad. Nunca regresaron, hasta que José Pepe cumplió los 27 pudo visitar Solaga.
“Nunca llego ese día porque aquí en Estados Unidos hicimos nuestra casa y por 27 años no puedes salir por falta de papeles; hasta que tuve los documentos pude ir a mi pueblo. Ahora trato de viajar seguido a ver a mi abuelito que se encuentra en la Sierra. Esa experiencia ha formado parte muy grande de la forma como siento la música; y regresando a la música de tener a mi abuelito como músico en la Sierra, vivir aquí escucho los ritmos estadounidenses; pero nada se compara con la música oaxaqueña. Formó nuestro oído y nuestro corazón y hacer nuestra interpretación de lo que ahora hacemos de la música”.
Cuando Javier Carlos vio que sus hijos cumplieron 13 y 15 años, contrató a su amigo Román Flores para que enseñara a los hermanos música. De ahí aprendieron las primeras canciones oaxaqueñas de Chuy Rasgado, además de La Llorona, La Patrona, La Sandunga.
“La primera pieza que aprendimos fue La Llorona del trío Monte Albán. Creo que la versión original con ellos, luego el Andariego de Álvaro Carrillo, aunque ahora me gusta mucho Luna, Dos horas. De Chuy Rasgado no puede faltar La misma noche, porque es canción que le gusta a mi papá, siempre pide que le cantemos”.
De bolero costeño salta a Macedonio Alcalá para recordar el vals Dios nunca muere: “Empezamos a tocar yo a los trece o catorce años, cuando completamos diez canciones fundamos un dueto con mi hermano. Íbamos a todas en las fiestas de nuestros paisanos de Solaga. Siempre listos para cantar, de niños y adolescentes acompañábamos en las buenas y en las malas a nuestros paisanos que pedían Dios nunca muere”.
Por la amistad con el señor Fernando López, el restaurante La Guelaguetza les abrió la puerta para tocar ahí todas las tardes y fines de semana, luego se iban a la plaza Olvera a tocar para los mexicanos que llegaban a comprar artesanías.
La Santa Cecilia se formó hace trece años cuando Marisol y José Pepe se unieron, ambos cantaban en la plaza Olvera, aunque cada quien por su lado: “Nos conocimos en la placita Olvera en la adolescencia. Ambos cantábamos ahí, como éramos muy tímidos no teníamos idea de grupo hasta que cumplimos 21 años. Nuestros papás nos animaron para fundar la banda el bolero nos unió” ríe.
Agrega: “Después Marisol dijo que quería cantar sus propias canciones; las que ella escribió, esto sirvió para formar La Santa Cecilia hace trece años; y aquí seguimos todavía. Estamos por sacar un nuevo disco, y muy contentos porque en las buenas y en las malas ahí estamos juntos. Hemos formado una familia muy padre con ellos y con todos los integrantes del grupo y con mucho orgullo también dijo soy fundador de la Santa Cecilia”.
Aunque José Pepe estudió arquitectura en la Glandale College A. S Architecture y manejo de proyectos de construcción en Glendale College Cal State Domínguez Hills Project Managment, no pudo aplicar sus conocimientos universitarios por ser migrante irregular.
“Un día fui a buscar trabajo, el señor me dijo que calificaba para el puesto y podía empezar el mismo día, me pidió seguro social, pero no lo tenía por mi condición de migrante irregular. Saqué un seguro chueco y regresé a trabajar, pero me detectaron que era chueco, así que me despidió en ese rato” recuerda.
“Estudiar, hacer una vida aquí en Estados Unidos no te sirve a la mera hora, porque no puedes ejercer, no puedes trabajar por falta de seguro. Así fue como regreso a la música, pero salió igual, con La Santa Cecilia a tener tocadas en otros estados, como Texas, Arizona o en California, ni siquiera podía viajar a San Diego. Fueron muchos los problemas por la ciudadanía. Si quieres crecer y seguir con tus sueños en este país es muy difícil por los papeles”.
El músico habla de su pasado, pero también retoma la situación de los Dreamers: “Los muchachos que llegaron de niños, que no tenían papeles, impulsaron un movimiento grande donde todos pudieron conseguir un seguro para trabajar. Ahora, tengo papeles, pero los muchachos no, sin embargo, están en una buena posición porque pueden trabajar, pero se debe a una lucha, hay que seguir apoyando”.
El acordeonista de la Santa Cecilia habla de activismo musical que hace el grupo norteño, Los Tigres de Norte que ha inspirado a los migrantes irregulares en Estados Unidos: “Cuanto me senté a cenar con el vocalista Hernán Hernández fue como cerrar un capítulo en mi vida, porque desde niño este grupo toca mi historias, habla de lo que ésta pasando, Los tigres del Norte hablan lo que pasan en el pueblo, hablan de políticas mexicana y estadounidense, siempre hablan de lo que pasa con los migrantes”.
La sorpresa para La Santa Cecilia vino cuando los conductores de la entrega de Grammy americano anunciaron que el premio es para la banda, porque fueron nominado con la canción ICE-Hielo que describe la vida de los migrantes irregulares en Estados Unidos.
“Cuando anunciaron el ganador de nuestra categoría, estábamos ahí, escuchamos el nombre de La Santa Cecilia, fue una emoción fuerte para nosotros», dice.
«Cuando recibimos el premio se lo dedicamos a nuestra comunidad indocumentada, en ese disco de treinta días una de las canciones que más sonó y cautivo mucho fue la ICE-Hielo que habla de os migrante indocumentados aquí en Estados Unidos con las redadas e incertidumbre cuando sales de tu casa, saber si regresas o no, por eso en ese momento nosotros decidimos dedicar el momento que ganamos el Grammy a los migrantes que invisibles”.
José Pepe suelta la música para hablar un poco de política ante la elección presidencial que está en puerta en Estados Unidos: “Siempre escribimos canciones que habla de lo que viven nuestra comunidad, más ahora que estamos a días de cambiar la política migratoria gracias a que ahora puedo votar. Por primera vez en 33 años de vida este país voy a poder ejercer mi voto. Me llego la boleta por correo, pero iré directo a las urnas, voy a formar para votar porque en esta ocasión puedo decidir por los paisanos indocumentados”.
El oaxaqueño nunca negó su identidad indígena, al contrario, platicó con el reportero su lengua materna: “Hablo zapoteco, mis papas lo hablan, ahora que regreso al pueblo canto con mis tíos El feo de Chuy Rasgado. Acá lo reforzamos más el zapoteco, porque andábamos en los restaurantes tocando por eso aprendimos la canción en zapoteco”.
Periodista ñuu savi originario de la Costa Chica de Guerrero. Fue reportero del periódico El Sur de Acapulco y La Jornada Guerrero, locutor de programa bilingüe Tatyi Savi (voz de la lluvia) en Radio y Televisión de Guerrero y Radio Universidad Autónoma de Guerrero XEUAG en lengua tu’un savi. Actualmente es reportero del semanario Trinchera.
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