La alianza PAN-PRI-PRD no es, hasta el momento, una alternativa de gobierno que genere esperanza a la ciudadanía, sino la última opción que encontraron sus dirigentes para salvarse electoralmente
Twitter: @chamanesco
No habían pasado ni ocho horas del relanzamiento de la alianza Va por México, cuando los dirigentes del PRI, PAN y PRD mostraron públicamente sus diferencias.
Marko Cortés, líder del PAN, madrugó a sus aliados difundiendo la versión de que el acuerdo era que el PRI pondría las candidaturas de 2023 en los dos estados que aún gobierna (Coahuila y Estado de México), y Acción Nacional lo haría en Ciudad de México y en las presidenciales, en 2024.
Alejandro Moreno, líder priista, y Jesús Zambrano, dirigente perredista, mostraron su inconformidad ante la contundencia del anuncio, y obligaron a Cortés a matizar la versión que todos los medios difundieron sobre los términos del acuerdo.
Así, al momento de la presentación, Cortés aclaró: “para la Presidencia de la República y la Jefatura de Gobierno de CDMX, Acción Nacional será el responsable de llevar el proceso de definición de las candidaturas bajo sus reglas democráticas estatutarias”.
Claudio X González, promotor de la alianza opositora a López Obrador desde antes de 2021, también levantó la ceja y, en un pronunciamiento de su asociación civil -llamada Unidos-, reclamó “voz para la ciudadanía en la definición de las candidaturas”.
De hecho, en las primeras horas tras la resurrección de Va por México, fue Claudio X González, y no los dirigentes formales de los partidos, quien estableció la ruta que deberá seguir la oposición para definir sus candidaturas en 2024.
El empresario habló de elecciones primarias en varias etapas y recalcó la necesidad de involucrar a la sociedad civil en un método que permita visibilizar a sus posibles aspirantes. De paso, reiteró que todos los partidos de oposición, incluido Movimiento Ciudadano, deberán unirse si quieren derrotar a Morena.
La foto del jueves 12 de enero pretendía ser contundente: un presídium con los logos y colores de los tres partidos, sus principales dirigentes rodeando a los presidentes nacionales y un marco gigante con la leyenda “2023-2024, México nos une”.
Pero en las horas que siguieron al anuncio formal, la alianza vivió momentos críticos.
El PRD se sintió totalmente desplazado, al anunciarse que no pondrá candidato ni siquiera en Ciudad de México, donde fueron gobierno entre 1997 y 2018, por lo que Zambrano declaró públicamente que el reparto de candidaturas era un acuerdo bilateral que él no compartía.
La inconformidad de la militancia perredista fue tal, que sus dirigentes no se presentaron el viernes al registro de la coalición en el Estado de México, donde PRI, PAN y Nueva Alianza local se hallaban listos para hacer el trámite ante el Instituto Electoral y ofrecer una rueda de prensa convocada al mediodía.
El registro tuvo que posponerse 24 horas y las diferencias entre las cúpulas partidistas obligaron a su precandidata mexiquense, Alejandra del Moral, a arrancar precampaña en un acto sólo con priistas; mientras su rival, Delfina Gómez, encabezaba un mitin masivo en el centro de Toluca.
No son nuevas las diferencias entre las cúpulas de los tres partidos que, desde 2021, están buscando cómo aliarse para frenar a Morena y la llamada “cuarta transformación”.
En las elecciones estatales de 2021 lograron un acuerdo para las elecciones federales, pero compitieron separados en cuatro de 15 entidades donde renovó la gubernatura. De esas cuatro, el PAN ganó en Chihuahua y Querétaro; mientras que Morena ganó en Guerrero y MC en Nuevo León.
En 2022, no pudieron concretar la coalición en dos de los seis estados con elección de gubernaturas (Oaxaca y Quintana Roo) y, meses más tarde, su alianza legislativa se fracturó tras el apoyo priista a la reforma para la prolongación del plazo para que las Fuerzas Armadas permanezcan en labores de seguridad pública.
La ruptura de la “moratoria constitucional” por parte del PRI permitió que avanzara la militarización y congeló dos meses la alianza, pero en diciembre los tres partidos frenaron juntos la reforma constitucional en materia electoral, lo que le dio nueva viabilidad a la alianza opositora.
En lo público, los dirigentes Cortés, Moreno y Zambrano aseguran que esta vez irán juntos en todo, lo que implica una compleja operación para pactar una mega alianza en 2024, con plataformas comunes y múltiples candidaturas para las dos Cámaras del Congreso de la Unión, la Jefatura de Gobierno de la CDMX, ocho gubernaturas (Chiapas, Guanajuato, Jalisco, Morelos, Puebla, Tabasco, Yucatán y Veracruz), cientos de ayuntamientos, 30 Congresos locales y, desde luego, la Presidencia de la República.
En lo privado, cada uno de ellos deberá hacer un enorme trabajo político al interior de sus partidos para involucrar a las bases, convencerlas de la conveniencia de aliarse pese a sus evidentes diferencias programáticas e ideológicas, y para sanar heridas.
No será fácil.
En 2018, cuando Ricardo Anaya, Alejandra Barrales y Dante Delgado negociaron la alianza que postuló a los dos primeros a la Presidencia y a la Jefatura de Gobierno, respectivamente, el error principal fue que el acuerdo cupular nunca aterrizó entre las bases.
El fracaso de esa alianza fue notorio en estados donde el voto se dividió, favoreciendo a los candidatos locales, pero no a los federales. En Jalisco, por ejemplo, el emecista Enrique Alfaro ganó claramente, pero Anaya cosechó apenas 1.1 millones de votos, 300 mil menos que López Obrador.
Lo mismo ocurrió hasta con sus compañeros de partido: en Puebla, Yucatán y Veracruz, los candidatos de la alianza que ganaron las gubernaturas obtuvieron votaciones más altas que las del candidato presidencial.
Otra de las promesas que se hacen desde hoy es que la alianza Va por México generará auténticos gobiernos de coalición; pero es un compromiso que, al menos el PAN y el PRD, ya han incumplido en el pasado.
Cuando se aliaron en 2010 para enfrentar al PRI, y ganaron con Gabino Cué en Oaxaca y Malova en Sinaloa, sus gobernadores terminaron rompiendo los acuerdos de las alianzas, gobernando para sus propios intereses y abriendo la puerta para el regreso inmediato del PRI.
Lo mismo ocurrió con sus alianzas ganadoras de 2016 en Puebla, Quintana Roo y Veracruz, donde sus gobiernos fueron reprobados por la ciudadanía en los comicios posteriores.
La unión de logotipos no siempre suma votos y mucho menos da como resultado gobiernos que le sirvan a la ciudadanía.
Se entiende, sin embargo, la urgencia de los dirigentes partidistas de aliarse frente al lopezobradorismo, pues sólo así han logrado algunos resultados electorales en lo que va del sexenio: le arrebataron a Morena la mitad de Ciudad de México en 2021, impidieron que Morena, PT y PVEM refrendaran la mayoría calificada en la Cámara de Diputados, y en 2022 ganaron Aguascalientes y Durango.
Los resultados son magros, pues en 2021 y 2022 perdieron 12 gubernaturas en las que compitieron aliados. Pero coaligarse parece ser su única opción para competir en 2024.
Ésa es la mala noticia: que la alianza es la única salida que encontraron sus dirigentes para sobrevivir electoralmente y conservar sus registros, sus prerrogativas y los pocos cargos públicos que aún ostentan.
No es una alianza que haya construido una alternativa de gobierno, o que provoque el entusiasmo de todos aquellos que se han decepcionado de López Obrador en estos años.
Va por México no es, hasta el momento, una coalición que genere esperanza, sino la última opción que encontraron Cortés, ‘Alito’ y Zambrano para salvar sus dirigencias.
Periodista desde 1993. Estudió Comunicación en la UNAM y Periodismo en el Máster de El País. Trabajó en Reforma 25 años como reportero y editor de Enfoque y Revista R. Es maestro en la UNAM y la Ibero. Iba a fundar una banda de rock progresivo, pero el periodismo y la política se interpusieron en el camino. Analista político. Subdirector de información en el medio Animal Político.
Ayúdanos a sostener un periodismo ético y responsable, que sirva para construir mejores sociedades. Patrocina una historia y forma parte de nuestra comunidad.
Dona