A lo largo de su vida Elena Garro dejó huellas imborrables de su relación con Octavio Paz, tanto en sus diarios, poemas, cartas a otros recipientes, entrevistas, y varias de sus obras. Ahí, el lector sagaz puede encontrar la respuesta de la escritora a las recién publicadas cartas del ensayista
Texto: Patricia Rosas Lopátegui*
Foto: Secretaría de Cultura
ALBUQUERQUE, ESTADOS UNIDOS.- De manera sorprendente se han publicado las cartas de Octavio Paz a Elena Garro en Odi et amo: las cartas a Helena (2021) en una edición de Guillermo Sheridan.
La pregunta no se hizo esperar: ¿Qué sucedió con las epístolas de Elena a Octavio?, porque es obvio que la novia, y más tarde la esposa, le respondió a su enamorado y a su cónyuge. La respuesta a dicha interrogante permanece en el limbo.
Evidentemente Elena Garro guardó las cartas que le envió Octavio Paz —según lo comprueba el libro mencionado— a pesar de su vida azarosa, sus interminables mudanzas y, de acuerdo con las malas lenguas, del supuesto odio que abrigó y promulgó en contra de su marido. Esos detractores se han dedicado a repetir, sin cabal conocimiento, un sinfín de aseveraciones amañadas para diabolizarla y así enaltecer al Premio Nobel de Literatura 1990.
Por el contrario, de las cartas de la escritora al poeta se ignora si éste las destruyó o si acaso padecieron el fuego de los celos de su segunda esposa. Sólo podemos elucubrar al respecto. A lo mejor algún día aparecerán en algún archivero o en el cajón de un mueble olvidado. Ojalá así sea.
Sin embargo, no tenemos que esperar a lo que tal vez sea ineludible (su exterminio), pues a lo largo de su vida Elena Garro dejó huellas imborrables de su relación con Octavio Paz, tanto en sus diarios, poemas, cartas a otros recipientes, entrevistas, así como en El rastro (1957), pieza en un acto, en donde Adrián asesina a puñaladas a su esposa embarazada del hijo de ambos, y en Testimonios sobre Mariana (1981), el retrato vivo de su matrimonio con Paz. Aquí llevó a cabo la aseveración de Balzac y Dostovieski: “La novela es vida”. En esos textos, entre otros más, el lector sagaz puede encontrar la respuesta de Elena Garro a las cartas del ensayista.
El compilador de Odi et amo: las cartas a Helena y quienes las han reseñado desde una visión misógina y sexista siguen la misma línea de enaltecer y justificar las acciones de Octavio Paz para deshumanizar y desacreditar a Elena Garro. Desde hace 20 años he desmantelado la historia oficial y la leyenda negra en contra de la polígrafa, primero en Testimonios sobre Elena Garro. Biografía exclusiva y autorizada de Elena Garro (2002) (recopilación de diarios de la autora); en El asesinato de Elena Garro. Periodismo a través de una perspectiva biográfica (2005 y 2014); en el estudio preliminar de Cristales de tiempo. Poemas inéditos de Elena Garro (2016 y 2018) y en Diálogos con Elena Garro. Entrevistas y otros textos (2020).
En esos libros reuní gran parte de su acervo con el propósito de que los lectores del presente milenio escuchen la voz de la escritora y visualicen su vida y su obra, que siempre marchó a contracorriente del patriarcalismo y del poder.
He aquí algunas respuestas de Elena Garro a Octavio Paz, condensadas en varios de sus diarios, poemas y entrevistas:
“Octavio no quiere que vuelva a San Francisco. Me escribió una carta indecente. ‘¡Ten amantes!’ Cuando la leí estaba limpiándome la cara con cold cream. Cogí un puñado y lo aventé contra el espejo”.
“Recuerdo cuando ocho días después de la noche de bodas, Paz dio alaridos porque ‘le dolía’, ‘le dolía’ y ella [la madre de Octavio Paz] entró a ponerle compresas de agua caliente y a acariciarle allí hasta las cuatro de la mañana, mientras me decía toda suerte de indecencias. El cuarto enorme y mal alumbrado, los retratos al óleo de Amalia en traje de baile, Tavito echado en la cama con las piernas abiertas y su madre gordísima, enfundada en un kimono japonés tan sucio y desgarrado que apenas se distinguía el naranja, es una imagen infernal que prefiero olvidar, así como la serie de obscenidades que profería mientras acariciaba el sexo de su hijo. Apenas me atrevo ahora a recordar o decir esas noches oscuras y soeces”.
Mamá, ¿qué no me oyes?
Mamá, ¿qué no me oyes?
Nadie me oye en este pozo,
no me oyes porque no llamo a nadie
ni oigo a nadie.
Sólo escucho el hilo de su voz.
La tuya no es la que busco.
Estoy en medio de la noche
a ciegas, sorda y sin olfato
aprisionada en este pozo.
Mamá, lánzame una cuerdita.
O.
Todo el año es invierno junto a ti,
Rey Midas de la nieve.
Huyó la golondrina escondida
en el pelo.
La lengua no produjo más ríos
atravesando catedrales ni eucaliptos
en las torres.
Huyó por la rendija la ola azul
en cuyo centro se mecía la paloma.
El cielo blanco bajó para ahogar
a los árboles.
El lecho es el glaciar que devora
los sueños.
Surgió el puñal de hielo
para cercenar minuciosamente
la pequeña belleza que defiendo.
El sol se aleja cada día más
de mi órbita.
Sólo hay invierno junto a ti,
amigo.
18 de enero de 1955
Vamos unidas (segmento)
El pueblo le pedía
a Bolívar una bandera.
Cogió la sábana
marcada con sangre
de la virgen:
“Ésta es su bandera”,
dijo.
El Visitante explica,
también él mostrará su bandera
a la madre Tortuga.
Llueven siglos.
Se levantan muros.
Crecen murallas
para esconder
para siempre
a la virgen violada con los dedos.
José Alberto Castro: ¿Con Buñuel de qué hablaba?
Elena Garro: De que podíamos ser buenos amigos cuando Octavio lo permitiera. Yo fui muy alegre. Bailé rocanrol con Gabriel García Márquez. Mi primera vocación fue ser bailarina. Estudié danza con Hipólito Zybin, alumno de Pavlova. Y fui actriz y coreógrafa del Teatro de la Universidad, cuando lo dirigía Julio Bracho.
José Alberto Castro: ¿Dónde quedó esa vocación?
Elena Garro: En el juzgado donde me casé, porque Octavio nunca quiso.
Patricia Rosas Lopátegui: ¿Su padre llegó a ver el éxito de Los recuerdos del porvenir…?
Elena Garro: No, llegó a ver nada más Un hogar sólido.
Patricia Rosas Lopátegui: Ah, sí, porque dice usted que él muere en el 58…
Elena Garro: Sí, a fines del 58.
Patricia Rosas Lopátegui: ¿Se puso contento cuando salió el libro?
Elena Garro: Sí, se puso contento. Porque mi papá me reprochaba mucho mi frivolidad, que no me gustaba más que el fandango. Y sí, yo era muy frívola, como no podía escribir porque a Octavio no le gustaba que escribiera, pues me dedicaba a las fiestas… y a leer.
Patricia Rosas Lopátegui: ¿Y Octavio Paz no quería que escribiera?
Elena Garro: No, no quería.
Patricia Rosas Lopátegui: No quería competencia, ¿o qué?
Elena Garro: Yo creo.
Patricia Rosas Lopátegui: Con tanto talento, usted, doña Elena. ¿Y usted sentía necesidad de escribir?
Elena Garro: A veces sí. Y escribía y lo quemaba. Y quemé Los recuerdos, pero lo salvaron Helena y Paco…
Imposible tolerar la misoginia y disculparla con “falsos silogismos de colores”. La respuesta de Elena Garro se alínea con la Respuesta a Sor Filotea de Sor Juana Inés de la Cruz. Octavio Paz fue producto de la sociedad falocéntrica mexicana y ejerció su dominio, abuso, manipulación y control sobre Elena Garro; le prohibió escribir y le exigió quemar sus textos porque sabía que su talento lo opacaría.
Entrada ya la segunda década del siglo XXI no podemos admitir un discurso que propaga el odio y la desinformación en contra de la autora de Los recuerdos del porvenir, La señora en su balcón, El árbol, Los perros o Felipe Ángeles, una de las escritoras más innovadoras de la literatura universal que padeció en carne propia los impactos de la sociedad patriarcal y el machismo de la autocracia.
* Patricia Rosas Lopátegui nació en Tuxpan, Veracruz. (1954). Es profesora en la Universidad de Nuevo México, Estados Unidos. Es biógrafa de Elena Garro y ha escrito varios libros sobre la autora poblana. El más reciente consta de dos volúmenes, Diálogos con Elena Garro. Entrevistas y otros textos (Gedisa, 2020). También ha estudiado y compilado la obra de Carmen Mondragón en Nahui Olin: sin principio ni fin. Vida, obra y varia invención (UANL, 2011), y Obras completas de Guadalupe Dueñas (FCE, 2017), de quien funge como su agente literaria. Sus intereses abarcan igualmente la producción de Nellie Campobello, María Luisa Mendoza, Amparo Dávila, Inés Arredondo, entre otras escritoras transgresoras.
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